Maggie Mae
38 - SIEMPRE HAY SECRETOS PARA GUARDAR
Nueva York. 10:25 a.m. Convento de la Clarisas. Misa matutina.
-¡Rita! – susurró Laura.
-¡Sí!
-¡Sígueme al refugio! ¡Es importante!
-¡De acuerdo! ¡Aguárdame allí!
-¡Bien! – la ceremonia continuó. Media hora más tarde, las dos amigas, se encontraron en el lugar convenido.
-¡Llegué! ¿Qué querías decirme?
-He estado esperando el momento apropiado... Para darte esto... George lo escribió para ti...
-¡Oh, Cielos!
-¡Ten!
-¡Oh, Laura, no puedo creerlo!
-¡¿Qué esperas? ¡Ábrela!!
-¡Necesito calmarme! ¡Me tiemblan las manos!
-Buscaré un cortaplumas...
-Te espero.
Miami. Casa de Alexander Parrish.
-¿Hola?
-¿Señor Alexander Parrish?
-Sí, soy yo, ¿quién habla?
-Sor Alexia Jackson, tutora espiritual de su sobrina Margaret.
-¡Oh, sí! ¡La recuerdo, hermana! ¿Qué se le ofrece?
-Necesito hablar con usted, ¿dispone de unos minutos?
-(“No sé por qué, pero tengo un mal presentimiento”) Sí, claro, la escucho.
-Bien. Obviamente, se trata de su sobrina.
-(“Debí imaginarlo... me hizo arrestar para salirse con la suya, ¿qué habrá hecho esta vez?”) ¿Alguna travesura?
-¡Ojalá fuera sólo eso! En realidad, es un asunto algo más delicado. La señora Mae acaba de volver a colocarla pupila.
-¡Oh, Cielos!
-¡Sabía que diría eso! Pero no es lo peor del asunto.
-(“¡Ya veo a quién salió tan intuitiva mi sobrina!”) ¿Aún hay más?
-Lamentablemente, así es.
-Cuénteme, por favor.
-Mucho me temo que la señora Margaret ha vuelto a beber.
-(“¡Oh, no! ¡No de nuevo!”) ¡No lo puedo creer!
-Sino se nos hubiese aparecido alcoholizada en el convento, créame, que pensaría igual que usted.
-¿Quién le dijo eso?
-Yo misma la atendí, porque pidió hablar conmigo. Era casi medianoche cuando se marchó... hay una cinta con el registro de todo lo que hablamos, si usted quiere, puede acercarse y escucharla.
-No... hace falta.
-La reincorporación de Rita se realizó esta mañana en las aulas del internado. Nos hemos puesto de acuerdo en que, por el momento, la niña dormirá en mi celda, y podrá ausentarse cada vez que sea necesario.
-No comprendo...
-Para estudiar con sus otras compañeras... o para ver a sus «amigos»
-(“¡Lo dicho! ¡Esta niña siempre se sale con la suya!”) ¡Claro!
-Bien. Sólo quería mantenerlo al tanto de la situación. Si gusta venir a visitarla, puede hacerlo cualquier día de la semana, no sólo los viernes y domingos.
-Se lo agradezco, hermana Alexia.
-Por nada.
Nueva York
-Te lo agradezco, Laura.
-Por nada.
-Ya estoy mejor...
-¡Hey, mira! Es de su propio puño y letra, ¡hasta el sobre! No como otros artistas que tienen secretarios que les escriben las cartas a máquina y esas cosas...
-Es demasiado personal, entonces... veamos qué dice... quiero conservar el sobre lo más entero que sea posible... eso es... Hmmm... es un poco larga... será mejor que me siente...
-Aquí tienes tu almohadón favorito.
-Gracias.
-Espera, veré que no nos estén espiando.
-De acuerdo.
-Aparentemente, no hay nadie cerca.
-¡Genial! (“Princesita: Cuando te llamé así por primera vez, creí que te resultaría cursi, pero no estabas en condiciones de contradecirme. Lo cierto es que es así como te veo... Y cuando te veo... ¡la verdad es que no sé qué decirte! Precisamente por eso te escribo. Y porque me sentiría morir, diciéndote estas cosas personalmente. Creo que ni siquiera podría mirarte a los ojos. Tal vez, no puedas creer que a mi edad me sucedan este tipo de cosas, pero eso es lo que tú me provocas... En conclusión, estoy enamorado de ti. Ya lo sabías, ¿verdad? O al menos, lo sospechabas. Como podrás ver, es cierto. Y lo fue desde un principio. Yo te presentí antes de verte por primera vez, y supe que me ibas a conquistar. Lo único que no pude adivinar, fue que serías tan joven, tan vulnerable... ¡y tan especial! Tan especial, que estoy seguro de que teniéndote a mi lado no necesito a nadie más. No sé cuál es tu secreto, si la forma en que me miras, o las cosas que me dices... o las locuras que te he visto hacer para llamar mi atención... Quizás sea el color de tus ojitos que me tiene como sedado... O tu perfume inconfundible... O la suavidad de tu pelo acariciando mi cara cuando pasas a mi lado. ¡Creo que todo eso junto es un arma mortal! Y no haces más que dispararla contra mi... No te preocupes, no pienso defenderme, si he de morir de algo, será de ti... ¡Qué bueno que no tengas remedio! No voy a olvidarte, no sólo porque siento que no puedo, sino porque no quiero hacerlo. Supongo que tú estarás igual... Te echaré de menos... Quisiera estar contigo las veinticuatro horas... ¡Te tendría guardada en una cajita de cristal, para que nadie te toque! Vas a tener que acostumbrarte a mis celos... Porque te amo. Y es la primera vez que experimento de verdad un sentimiento así... tan perfecto que no quiero arruinarlo... esa es otra de las razones por las que te escribo... para no hablar... considero que es una pérdida de tiempo... tiempo precioso que podría aprovechar para besarte... Lamento que tengas que recibir mi carta cuando estemos lejos, pero ya sabes cómo es esto, linda. Quiero regresar pronto y quedarme contigo. No soporto la idea de no encontrar tu rostro entre la gente. En adelante, sé que las cosas no volverán a ser iguales, que en mi vida, ya hay un antes y un después de ti, princesita. Y vas a notarlo pronto, porque mi música será para ti, sólo para ti, vas a oírlo... y sé que solo tú vas a entenderlo. Te necesito, Rita, como jamás creí que llegaría a hacerlo. He dejado de considerarte una niña, desde que te tuve en mis brazos. Mi cuerpo y mi corazón me lo gritaron, aunque mi cerebro dijera lo contrario. Eres una mujer, y ojalá ya fueras Mi mujer... lo deseo ardientemente, aunque ahora no puedas asimilarlo del todo. Sé que eres el amor de mi vida, y que aunque en tu ausencia, conozca a mucha gente, nadie podrá ocupar tu lugar. Y es que junto a ti no tengo control de mí mismo, a pesar de que conservo una imagen dura, ¡siento que me disuelvo de golpe, cuando me miras, no existo, sólo estás tú, y lo demás, sobra... Hasta mi cuerpo parece estar demás, es una sensación imposible de describir... también por eso no he podido hablarte, ¡es imposible pronunciar una sola palabra, mientras me disuelvo! Es todavía peor que enloquecer... ¡Es enloquecer de amor! ¡Princesa, te amo! No me acostumbraré jamás a estar sin ti. Te prometo que voy a volver por ti... George.”) ¡No es posible!... ¡No!... ¡¡Es demasiado!!... ¡¡¡Laura, ¿por qué me ocultaste esto?!!!
-¡No te lo oculté! ¡Sólo cumplí con lo que le prometí a George! ¡Él lo quiso así!... ¡Lo siento!... Sabía que me odiarías, por no decírtelo antes... Pero también es cierto que fuiste tú la que me enseñó que debo cumplir cada promesa que hago...
-¡Ya lo sé! – Rita abrazó a su amiga. En ese momento, se oyeron pasos apresurados en el interior de la capilla.
-¡Rita!... ¡¡Rita!!... ¡¡Rita, ¿dónde estás?!! – exclamó la Madre Superiora.
-¡Por aquí arriba, Madre! ¡¿Qué necesita?!
-¡Tienes una llamada telefónica en mi despacho!
-¡¿Una llamada?!
-¡Date prisa! ¡Es de larga distancia!
-¡Ya voy! – saltó desde el piso de arriba.
-¡No hagas eso, es peligroso!
-¡Ya estoy acostumbrada!
-¡Uf! ¡Anda, ve, te aguardan desde Londres! – susurró la monja.
-¡Genial! – Rita corrió hacia el interior del Claustro. No sabía en ese momento, qué sonaba más fuerte, si el ruido de sus pasos precipitados o los descontrolados latidos de su corazón. El camino hacia la oficina de la rectoría, se le hizo interminable. Pero llegó - ¡¿Hola?!
-¡Amor!
-¡Hhhh! ¡¿Cómo estás?!
-¡Extrañándote! ¡Y, ¿tú?!
-¡Igual! Pero encerrada aquí...
-Tu tío me puso al corriente de la situación.
-¡Uf! ¡Menos mal!... ¿Cómo has estado?
-¡Mal! Preocupado por ti... Por un momento creí enloquecer.
-¡Yo creo que ya estoy loca!
-¡Hhhhh! Lo único que he podido hacer para evitarlo fue componer... y comenzar a grabar.
-¡Magnífico!
-Te enviaré las primicias de lo que saquemos, ¡conocerás todo lo nuevo antes que nadie, linda!
-¡Maravilloso!
-¡Sabía que eso te haría feliz!
-¡Quiero verte!
-¡Yo también!
-¿Sabes cuándo regresarás?
-Aún no, pero espero que sea pronto.
-¿Tienen mucho trabajo?
-Bastante. Vamos a hacer una película...
-¡Genial! ¿Ya tienen el guión?
-Estamos en eso. Decidiendo.
-No besarás a nadie, ¿verdad?
-¡Claro que no, linda, ¡sólo a ti!!
-¡Hmmm! Lo veo difícil...
-¿No me crees?
-¡No te creo!
-Bien, ¡te lo probaré! ¡Ya verás!
-¡Inténtalo! Luego hablaremos...
-¡Si es que te dejo decir una sola palabra!
-¡Entonces, sí vas a cumplir con lo que escribiste!
-¡¿Leíste mi carta?!
-Acabo de hacerlo... ¡y ahora estoy más obligada que nunca a echarte de menos!
-¡Y yo lamento que lo del avión no sucediera antes! ¿Por qué te controlaste tanto?
-¡Por no admitir que te amo!
-¡Lo supuse!
-¡Pero era divertido!
Hotel Plaza. En ese mismo instante.
-¡¿Por qué dejar de beber, cuando es tan divertido, hermanito?!
-¡Cielo Santo, Marge! ¡¿Te has mirado en el espejo?! ¡Te ves terrible!... Hoy no te has presentado a trabajar...
-¡Y con eso, ¿qué?!... ¡Ya lo hice otras veces!... ¡No lo necesito!...
-¡Pero recuerda que tienes una hija adolescente, que estudia en un colegio, y que más tarde querrá ir a la Universidad , ¡que habrá que pagar!!
-¡Ya, ya!... ¡No me sermonees!... ¿Quieres un trago?
-¡No, gracias! Marge... – Al, cansado de no poder mantener un diálogo coherente, le quitó a su hermana el vaso de whisky de las manos – Por favor, tienes que entrar en razón... ¡Rita no puede regresar a su casa y encontrarte bebiendo!... ¡Ya, Margaret!... ¡Piensa en tu hija! ¡¡Eres el ejemplo que ella debe seguir!!... ¡¡¿Crees que merece algo así?!!
Convento de las Clarisas.
-¡¿Crees que merecía algo así?!
-¡No lo sé! Pero me gustaba el juego... Hasta que dejé de jugar... Ya no me divierto... Estoy todo el tiempo pensando en qué sucederá cuando salga de aquí... con qué me encontraré... ¡¿Cuánto tiempo más tendré que esperar?! ¡¿Cuándo tendré la edad suficiente para poder seguirte, y despedirme de este infierno para siempre?!
-¡Por favor, no llores, princesa! Recuerda que no estás sola en esto... todos somos tus amigos y no pensamos abandonarte... ¡cuenta con nosotros siempre!... Ahora, sé muchas de las cosas que no me contaste en Miami...
-¡Gracias! – Rita se secó las lágrimas, y al retirar la mirada del teléfono, descubrió que Johanna estaba detrás de la puerta espiando, y esperando el momento oportuno para interrumpir la conversación telefónica. Rápidamente, se ocupó de despedir a George, aunque de mala gana – George, ya tengo que dejarte, hay... personas que no quiero que se metan en el asunto...
-Comprendo...
-¡Te extraño!
-¡Yo a ti!
-¡Adiós!
-¡Adiós! – Rita cortó, justo a tiempo. Johanna había atravesado la puerta y caminaba hacia ella.
-Se supone que las pupilas, ¡no hablan por teléfono! ¡Y menos, por el teléfono de la Madre Superiora !
-Este, es un asunto privado y personal. Era una llamada de larga distancia, por eso la Madre Superiora me autorizó a recibirla y ella misma fue a buscarme a la capilla, ¡¡ahora, deja de fastidiarme!!
Hotel Plaza.
-¡¡Deja de fastidiarme!!
-¡Muy bien, como quieras, pero de aquí, me voy a buscar a mi abogado... ¡voy a quitarte la custodia de Rita!! ¡¡No permitiré que vuelvas a verla!!
-¡¡No puedes hacerlo!! ¡¡¡Yo soy su madre!!!
-¡¡¡Entonces, compórtate como tal!!! ¡¡¡De otro modo, estás advertida a cerca de lo que sucederá!!! ¡¡¡No pienso echarme atrás!!! – Alexander se retira del lugar, dando un portazo.
Convento de las Clarisas. 9:15 p.m.
-Aquí es donde dormirás...
-Se ve tan vacío...
-Sólo necesito de la presencia de Dios, para llenarlo todo...
-Así como yo, sólo necesito a George...
-¿Tan segura estás?
-¡Claro que sí...! ¿Es su hábito de novicia?
-¡Ajá!
-Se ve como nuevo...
-Lo trajeron esta tarde de la tintorería... me temo, que vas a tener que usarlo.
-¿Yo? ¡¿Por qué?!
-Reglas de la Clausura.. .
-¡Hmm! ¡Cierto! Lo había olvidado... ¿es absolutamente necesario?
-En realidad, aún eres muy pequeña para utilizar todas las instalaciones del convento... pero como nuestra prioridad es protegerte de cualquier reacción negativa de tu madre...
-¿Cree que volverá a hacer el mismo escándalo que cuando yo era niña?
-Precisamente, la Madre Superiora pensó en todo... si tu madre cree que tomaste los hábitos, ante la mínima agresión, estarás fuera de alcance, la Iglesia te protegerá...
-Eso veo.
-¿Por qué no te lo pruebas? Así veremos si hay que reformarlo a tus medidas.
-De acuerdo.
Hotel Plaza.
-(“De acuerdo... ¡quieres quitarme a mi hija!... ¡entonces, yo la quitaré del colegio de monjas!... ¡Y me la llevaré lejos de aquí!... ¡Ya mismo!... ¡tomaré un taxi!... ¡Debo darme prisa!”)
Febrero 25. Londres. Estudios Abbey Road. 3:45 a.m.
-¡Démonos prisa con esta grabación, quiero dormir un poco!
-¡Sólo una toma más!... ¡Haz un esfuerzo, Paul, por favor!... ¡Sé que puedes! ¡Has hecho cosas más difíciles! – ruega George.
-¡¿Cuál es la urgencia?!
-Quiero enviarle la primera copia a Rita...
-Bueno... ¡Y, ¿por qué no empezaste por ahí?! Sabes que en un caso como este, puedo hacer una excepción...
-¡Gracias!
-¡Por nada, amigo! ¿Hablaste con ella?
-Ayer por la tarde...
-¡Por eso te volvió el alma al cuerpo! – sonrió John.
-¿Cómo se encuentra? – pregunta Ringo.
-Angustiada... Casi desesperada... y tiene sus razones, por cierto... Su madre... realmente es un caso serio que va más allá de los celos... bebe... y se pone muy violenta... en su entorno, temen que llegue a golpear a Rita... para protegerla, está siendo confinada en el convento.
-¡Rayos! – suspira John.
-¡Es increíble! – continúa Ringo.
-Tantos cuidados para con ella... ¡y el verdadero peligro, estaba en su propia casa! – Paul aprieta los puños, disgustado.
-Deberíamos hacer algo para ayudarla... – comenta Ringo.
-Por el momento, hay que terminar de grabar... aunque sólo pienso en que no hubiese sido tan descabellado traérnosla, después de todo...
-Ya pensaremos en la forma de rescatarla.
-Yo creo que ésta es una forma de hacerlo... Ella ama la música, tanto como nosotros... – murmura George. Así, continúan trabajando. Amanece, cuando el mensajero parte con la cinta en sus manos.
Paralelamente, en Nueva York, la madre de Rita llega hecha un huracán, a las inmediaciones del convento.
-¡Deténgase y espere! – ordena al chofer. Corre torpemente hacia el claustro y comienza a golpear repetidamente la puerta con las manos y la aldaba al mismo tiempo. Se encuentra fuera de control - ¡Abran!... ¡¡Demonios, ¡abran la maldita puerta!!!... ¡¡¡Quiero ver a mi hija!!!... ¡¡¡¿Dónde diablos la esconden?!!!... ¡¡¡¡Abran, si no quieren que regrese con la policía y los acuse de secuestro!!!! – grita. Casi de inmediato, la hermana portera le abre las puertas.
-¿Qué se le ofrece?
-¡Quiero ver a mi hija!
-¡Oh, lo lamento!... Ya debe estar durmiendo, señora Mae... ¿por qué no regresa por la mañana?
-¡¡Exijo ver a mi hija, ya mismo!!
-¡Está bien! Veré si puedo encontrarla... A esta hora, como le dije, las internas, y muchas de las hermanas, ya se retiran a sus celdas...
-¿Celdas? ¡Mi hija está presa!... ¡¡Sáquenla de donde la tienen!!
-¡No, no! ¡Cálmese, por favor! ¡No nos estamos entendiendo! ¡Su hija no está presa! Le llamamos celdas a los dormitorios... Aguarde unos minutos... pediré autorizaciones, y podrá ver a la niña... – la monja se dirige al despacho en el que aún trabaja la Madre Superiora. Entra sin llamar.
-¡Hermana portera, ¿qué ocurre?!
-¡La señora Mae está aquí, quiere ver a su hija!
-¡Cielos! ¡Lo que supuse!... ¿Ella está...?
-¿Ebria?
-Sí...
-¡Completamente!
-¡Dios mío! ¡Hay que poner sobre aviso a la niña!
-¡Yo lo haré!
-¡Mejor, déjeme eso a mí, y ocúpese de controlar a su madre! – la Superiora , rápidamente, toma un atajo por una puerta secreta y llega e a las celdas de las monjas. Golpea la tercera puerta de la derecha.
-¿Quién es?
-¡La Madre Superiora !
-¡Adelante, Madre! – respondió Sor Alexia al abrirle - ¿Necesita algo?
-Sí... Rita, tu madre está aquí, muy alterada...
-¡Oh, no!
-¡Cálmate, linda! Continuaremos con lo nuestro, como si nada sucediera...
-¿Trabajan?
-Sí... Como verá, Madre, Rita se está probando mi viejo hábito del noviciado... Pero le va un poco grande, ¡yo no tenía su físico en ese entonces!
-¡Hmmm!
-Bien... esperemos que eso la serene.
-(“No puedo serenarme... ¡Y, ¿si ya se la llevó y están tratando de engañarme?!... ¡¡No lo soporto!!... ¡¡¡La buscaré yo misma!!!”) – la señora Mae ingresa en el claustro y comienza a golpear todas la puerta que encuentra en su camino. Hasta que, minutos más tarde, da con la que busca.
-¡¿Mamá?! ¡¿Qué haces aquí?! – exclama Rita, al verla. La mujer no sabe qué hacer, ni qué decir. Se sienta contra el marco de la puerta y comienza a llorar.
-¡Está bien!... ¡Ustedes ganan!... ¿Van a llevársela pronto? – dice, mientras Sor Alexia la levanta. Su aspecto espanta a la niña: está sucia y huele a orina y excremento. Rita no resiste la impresión del momento y se desmaya. La Madre Superiora llama de inmediato a la hermana médica, para que la atienda.
-¡¿Estás bien, Rita?! – pregunta la Superiora , una vez que la niña vuelve en sí.
-Eso creo... ¿Dónde está mi mamá?
-Las hermanas, se la llevaron para higienizarla.
-¡Uf!
-¡Lo lamento tanto, pequeña!... No pensé que sería capaz de venir en ese estado...
-¡Ya somos dos!... ¡Hhhh!... ¡Fue tan horrible!... ¡No se parecía a mi mamá!... ¡¿Cómo pudo caer tan bajo?!... No le di motivos para eso... Me comporté como la mujer decente que siempre quiso que fuera, puede preguntarle a los muchachos cuando llamen... ¡¿Por qué tenía que hacerme esto?!
-¡No lo sé, hijita! – la monja la abraza con fuerza - ¡Te juro por Dios, que no lo sé!
-Yo creo que comienzo a comprender... ella... todo el tiempo está huyendo de mi... quiere comportarse como si yo no existiera... por eso estoy aquí, en el internado... no teme por mi... teme por ella misma...
-Rita, lo que estás diciendo es muy duro, incluso para mi...
-Digo lo que vivo, Madre.
-¡Lo sé!... Ahora, será mejor que te acuestes, linda. Te esperan días muy agitados.
Londres. Febrero 25. 11:05 a.m. Estudios Abbey Road.
Miles de fans agolpadas a las puertas del edificio corean por enésima vez el «Feliz Cumpleaños» a George. Entre toma y toma de las grabaciones programadas para ese día, Harrison monta guardia junto al teléfono. Sabe que Rita encontrará el modo de comunicarse con él.
-¡Hey, George! ¡Ven acá, te necesitamos!
-¡Aquí estoy!
-¿Aún no llama? – pregunta Ringo.
-Es demasiado temprano en Nueva York, pero ya conoces a Rita, ¡es capaz de todo!
-¡Seguro! – los Cuatro Genios de Liverpool continuaron con la grabación de los temas de la banda sonora de su primera película «A hard day’s night».
Nueva York. 10:30 a.m. Colegio San Francisco.
La puerta cancel que separa el internado del colegio, se abre con sumo cuidado. Rita mira a ambos lados. Nadie. Sabe que dispone de pocos minutos. Corre. El teléfono de la portería está libre. No lo piensa dos veces. Marca el número y espera.
-¿Hola?
-Estudios Abbey Road, buenas tardes, ¿en qué puedo servirle?
-¡Brian, soy Rita!
-¡Linda, ¿cómo estás?!
-Un poco mejor, gracias. ¿Podrías comunicarme con «el del cumpleaños»?
-Sí, claro, aguarda un momento, está en el estudio principal, grabando.
-Bien. – Rita aprovecha para asegurarse de que está completamente sola en la oficina – (“No hay moros en la costa...”) – más tranquila, se sienta sobre el escritorio y le da la espalda a la puerta de acceso a las aulas.
-¿Hola?
-¡Feliz cumpleaños, cariño!
-¡Princesa, por fin! Creí que lo habías olvidado...
-¡Ni en mi peor pesadilla! ¿Cómo estás?
-¡Cansado!
-¡A nadie le gusta trabajar el día de su cumpleaños!
-¡Y menos, teniendo lejos a la persona que ama!
-¡Te extraño...! – se interrumpe bruscamente, al darse cuenta de que, detrás suyo, alguien acaba de cortar la comunicación.
-¡No volverás a hacerlo, mientras yo esté aquí!
-¡Johanna! ¡¡¿Por qué?!!
-¡Para fastidiarte, niña boba!
-¡¡Eres de lo peor!!
-¡¿Qué vas a hacer?! ¡¿Pegarme?! ¡No te atreverías! Además, perderías la vacante del internado, si lo hicieras, ¡piénsalo! – su compañera se retira, con soberbia. Rita se queda llorando, sentada en el suelo, junto al teléfono.
Londres. 2:30 p.m. Estudios Abbey Road.
-¿Qué pasó? – pregunta John – Todos queríamos hablar un poco con ella...
-Creo que alguien le cortó la comunicación.
-¡Hmf! ¡Qué fastidio!
-Sólo espero que no se meta en problemas.
-Bueno... ¡ya volverá a intentarlo! No es de las que se rinden así porque sí.
Nueva York.
-¡Vamos, Rita! – la consuela Laura - ¡Tú no eres de las que se rinden tan fácilmente!
-¡Es que me hizo sentir tan mal!
-Estás bajo mucha presión estos últimos días... ¡Hey, mira! ¡Allá viene tu tío!
-¡¿Dónde?!
-¡En la puerta, con Sor Alexia!
-¡Ojalá traiga buenas noticias! – Rita, aún llorando, corre al encuentro del hermano de su madre.
-¡Rita!
-¡Tío Al!
-¡¿Qué sucede?!
-Johanna...
-¡De nuevo ella! Cuéntame.
-Estaba telefoneando a George, por su cumpleaños, ¡y ella cortó la comunicación!
-¡Olvídate de ella ahora, linda! Tenemos que ir a la celda de Sor Alexia. – dice Alexander mostrando el misterioso paquete. A toda prisa, la muchacha se deshace del envoltorio de papel madera. Nadie puede alcanzarla. En cuestión de segundos llega a los dormitorios. Se sienta sobre la cama y toma la grabadora de la monja. Coloca en ella la cinta. Cierra los ojos... y ve su propia historia de aquél baile de San Valentín, reflejada en la bella melodía. Llora de felicidad, cuando la voz de George Harrison llena sus oídos.
-¡Somos nosotros! – murmura entre lágrimas. Laura y Al ingresan en ese mismo momento - ¡Laura, escucha!... ¡Está cantando para mí!... ¡¡Su música es para mí!!
-¡No lo puedo creer! – susurra Sor Alexia. Las niñas lloran abrazadas. La monja y Alexander se retiran. La música sigue sonando. Rita ha recuperado su derecho a seguir soñando con una próxima vez...
Después de todo, ella nunca dijo «Adiós».
¿Fin?
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