Maggie Mae

8 - ¿DORMIR DE AMOR?

Por la noche, en la quietud de su desván, Rita continúa estudiando...

-(“¡Hhh! ¡Ya falta poco!... Ringo tenía razón... me hacía falta descansar... Ya me sé todo el libro de memoria... Bien... ¿Qué me pongo mañana?... El sweater blanco... un chaleco... ¡La minifalda nueva, por supuesto!... Y un abrigo... creo que así está bien... Mamá duerme... ¡Dios, lo pienso y no lo puedo creer!... ¡Todos me tratan tan bien!... Por momentos, no saben qué hacer para complacerme... Creí que se trataría de personas serias, como cualquier inglés... sin embargo, resultaron más divertidos de lo que nadie supone... Bien, me prepararé para dormir, ¡si es que puedo!”)

-(“¡No puedo dormir!...”) – pensaba John – (“Esta niña me está robando el sueño... ¡Es tan dulce!... ¡Se veía tan emocionada por conocernos!”)

-(“Hace horas que no hago más que dar vueltas en la cama... Rita... ¡Qué lindos ojitos azules!... Creo que debería intentar algo para impresionarla... Pero, ¿qué?... John, se sentó a sus pies, y apoyó la cabeza en sus rodillas... Ringo, fue el primero en acercarse a charlar con ella... George... Aunque lo niegue, ¡está tan flechado como yo!... La abrazó por la cintura, bajo el pretexto de hacerle cosquillas... ¡¿Qué puedo hacer yo?!... No pienso ser el que se quede atrás... ¡Hmmm! Creo que ya sé lo que puedo intentar...”) – deliberaba Paul, acodado sobre su almohada.

-(“¡Rita!... ¡Rita!... ¡No puede sonar más dulce!... ¡Se retorcía de risa bajo mis manos!... Pero, ¡es un bebé!... ¡Tiene ese cabello tan bonito!... ¡Es preciosa!... Buscaré la forma de llegar otra vez a ella... ¡La sentaré sobre mis piernas!... ¡Preciosa!... Algo me dice que este ensayo será el más divertido de toda mi vida...”) – suspiraba George, mirando el techo, con una pierna fuera de la cama.

-(“No la ha tocado nadie... Ni siquiera sabe lo que es un beso... ¡Muy interesante!... Toda ella es muy interesante... Es sólo que soy demasiado mayor... ¡Si tuviera unos años más!...”) – Ringo se levantó, se quitó el pijama, se puso unos jeans y una camiseta, y salió hacia la sala de ensayos, sin saber que el resto de sus colegas estaba haciendo exactamente lo mismo.

Las cuatro puertas se abrieron al unísono, y cada uno encendió una llave de luz distinta. La sorpresa resultó lógica.

-¡John! ¿Qué haces levantado? – preguntó Paul.

-No puedo dormir... George, ¿tú aquí?

-Igual que tú... ¡Ringo, ¿tú también?!

-Es que no soporto los ronquidos de Paul.

-¡Yo no ronco!

-Despierto, ¡nadie lo hace! – respondió George.

-¿Por qué no podías tú? – preguntó John.

-Porque Ringo molestaba a Paul para que deje de roncar...

-¡Ya! Basta de excusas... conozco una sola forma de pasar una noche entera de insomnio. – interrumpió Paul, abriendo el estuche de su bajo - ¿Me siguen?

-Bien... – suspiró John.

-De acuerdo. – continuó George.

-Espero que los vecinos no se quejen. – comentó Ringo. Los cuatro improvisaron un larguísimo ensayo, con casi la totalidad de su repertorio.

Febrero 8.

07:30 a.m.

-¡Buenos días, mamá! ¿Te quedaste dormida?

-En realidad, sólo tuve que servir el desayuno para tus “amorcitos”... ¿por qué no me dijiste que pasaste unas horas con ellos? (“¡Jovencita, tendrás mucho que explicar!”)

-Yo... no quería que te enfadaras conmigo...

-No hay cuidado, confío en ti... Oye, por lo que me dijeron, ¡los dejaste absolutamente impresionados! (“¡No son sino cuatro babosos!”)

-¿Tú crees?

-Me hicieron sentir muy halagada con sus palabras...

-Por... ¿algo en especial? – preguntó Rita, revolviendo su café con leche.

-Muchas cosas bonitas... los cuatro se deshicieron en elogios... ¡Y tú, ¿adónde vas tan guapa?! (“¡Tienes prohibido regresar de noche a casa, bajo cualquier circunstancia!”)

-¡A la CBS! ¡Me invitaron a ver un ensayo! ¡¿No es fantástico?!

-¡Ya lo creo!

-¡Me daré prisa! ¡Me esperan en el subsuelo en unos minutos!

-¡Lávate los dientes!

-¡Sí, mamá!

-¡John, ¿qué buscas?! – preguntó George.

-Mi pelota de goma.

-¿Para qué la quieres?

-Necesito una excusa para distraer a los polizontes... ¿en dónde la habré dejado?

-¡Cierto! ¿Ya bajaron los instrumentos?

-Están en eso. – dijo Ringo, sentándose en los almohadones. Lennon dio vuelta toda la habitación, sin resultados.

-¿La encontraste, John?

-Todavía no, pero tiene que estar por aquí, nunca me separo de ella.

-¿Qué cosa? – preguntó Ringo.

-La pelota que uso para ejercitar los dedos...

-¿Qué no la dejaste en el estuche de la guitarra acústica?

-Tal vez, aún no la busqué allí... veamos... – se dirigió a la improvisada salita de ensayos - ¡Sí, aquí está!

-Bien, date prisa, ¡se hace tarde! – exclamó Paul.

-¡Ya voy! – los cuatro bajaron por el ascensor de servicio. No sabían en qué matar el tiempo y comenzaron a observarse mutuamente.

-¿Corbata verde, Ringo? ¡Qué mal gusto! – criticó Paul.

-Me la regaló una fan, en el Cavern. La uso para no herir sus sentimientos...

-¡Tú siempre tan considerado! – suspiró George, para evitar soltar una sonora carcajada.

-Además de porque me gustó la chica, claro...

-(“¡Estos chicos me gustan!... Espero que no demoren demasiado... ¡Brrr!... ¡Hace muchísimo frío aquí!...”) – pensó Rita, oculta detrás de unas cajas de madera – (“¡Ahí vienen!... ¡Peleándose... ¿por una gorra?!... ¡Cielos! ¡No tienen igual!”) – se asomó - ¡Buenos días!

-¡Rita!... ¡Rita!... ¡Ven aquí, date prisa!... – George casi corrió a tomarla de las manos - ¿Estás lista?

-¡Por supuesto!

-¡Aquí vamos! – George, corriendo, se dirigió con ella hacia la salida - ¡John!... ¡John, ahora! – indicó. La distracción dio comienzo: Lennon arrojó su pelota de goma hacia el sector en que se encontraban las fans. Los policías, obviamente, intervinieron.

-¡No te acerques tanto, ¡o te destrozarán!!

-¡Pero necesito mi pelota!

-¡Tranquilo! Iremos por ella...

-¡O.K.! – Lennon miró a sus compañeros, que entraron en acción.

-¡De prisa, Rita, por aquí! – George la condujo hasta el vehículo y rápidamente abrió la cajuela - ¡Sube!

-¡Bien! – la niña obedeció automáticamente, y en la prisa, su corta falda fue “víctima de las inclemencias del tiempo”.

-(“¡Lindo trasero!”) – suspiró George.

-¡Oh! (“¡Me parece que mamá tenía mucha razón!... ¡Esta falda es demasiado corta!”) – rápidamente, Rita puso sus ropas en orden y se terminó de acomodar.

-Pondré la guitarra de John, para disimular.

-¡No hay problema! ¡Ya puedes cerrar! (“¡Hazlo ya, o me moriré de vergüenza!”)

-¿No tienes miedo de ahogarte?

-¡Claro que no! – la tapa del baúl se cerró sobre su armónica figura.

-¡George! ¡Ya vámonos! – alertó Ringo.

-¿Todo en orden, muchachos? – preguntó el oficial.

-¡Sí, claro!... Todo está bien... no hay de qué preocuparse... solamente guardaba uno de los instrumentos. – respondió George – Ya podemos partir.

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