Maggie Mae
10 - INDECISIÓN
Rita permaneció entre los bastidores observando a los chicos. Ellos, por su parte, de vez en cuando le dirigían una que otra mirada tierna.
-(“¡Son tan lindos!... Ringo parece tan comprensivo... a nada dice que no... Paul, con esos ojitos dormilones... ¡lo creo capaz de seducir hasta a las piedras!... ¡Oh, me está mirando, ¡qué encanto!!... John... ¡es tan dulce!... No puedo creer que sea tan cariñoso como un gatito bebé... George, ¡¡casi me besa!!… ¡Dios mío, ¿con cuál me quedo?!... Con Paul… ¡No, mejor con John!… ¡O tal vez, con Ringo!... ¡No, no, con George!... ¡Diablos!... ¡¿Qué hay si me llevo a los cuatro?!... ¡Son fabulosos!... ¡¿Por qué conformarme con uno solo?!... Por lo que dijo mamá, parece que les gusto... ¡Ay, me mira John!... ¡Es tan guapo!... ¡Cuando sonríe, parece un angelito!...”) – la temida figura de Mal Evans, interrumpió los pensamientos de su cabecita loca.
-¡¿Qué se supone que haces aquí, jovencita?!
-¡Oh! ¡Señor Evans! ¡Lo siento, no sabía que molestaba!
-Deberías estar en la platea...
-Lo sé, pero...
-¡¿No tienes entrada?!
-No exactamente... vine con ellos, en la limousine...
-¡Sí, claro! ¡Te escondieron en la cajuela!
-¡Así es, señor! Eso fue lo que pasó, ¡lo juro!
-¡Por supuesto! ¡Acompáñame! – Rita comenzó a temblar, aterrada.
Afortunadamente, la grabación concluía en ese preciso momento, por lo que los muchachos, fueron a buscar a Rita. No pudieron ser más oportunos.
-¡Hey, Mal! – exclamó Paul - ¿Adónde te llevas a Rita?
-¡¿La conocen?! – se asombró el guardaespaldas.
-Por supuesto. – respondió Ringo – Es la pequeña hija de la señora Mae. Nos ha caído bien, es divertida, por eso decidimos traerla.
-Entonces, te debo una disculpa, niña. – se excusó él.
-Todo está bien, no se preocupe.
-¡Ahora, démonos prisa, tenemos que llegar al hotel, antes de que las fans lo noten!
-Entendido. – respondieron todos. Rápidamente, bajaron al estacionamiento y abordaron la limousine.
-Tienes mal aspecto, George, ¿qué te sucede? – preguntó Rita.
-¡Estoy agotado!
-Tu voz no se oye muy bien... déjame ver... – apoyó su pequeña mano en la frente del muchacho - ¡tienes fiebre! Deberías ver a un médico.
-¡Lo que menos necesito, es enfermarme!
-Justo hoy, que tenemos varios compromisos con las compañías discográficas. Hay una recepción esta noche... – confirmó John.
-¡Pero, no está en condiciones! – insistió Rita – Intentemos algo: Mamá y yo te cuidaremos y conseguiremos las medicinas. Si a la hora de la fiesta no mejoras, ¡te quedas en cama, ¿sí?!
-¡Está bien! ¡Me rindo! ¡Tú ganas! – suspiró George. Y Rita estaba en lo cierto. George necesitaba reposo absoluto, casi no se tenía en pie al llegar a la suite. Como primera medida, Rita telefoneó a su madre.
-¡¿Mamá?!
-¡Sí, cariño! ¡¿Qué sucede?!
-Sube a la habitación de los chicos, trae el botiquín, paños fríos y agua helada.
-¡¿Quién está enfermo?!
-¡George! ¡Date prisa por favor, tiene mucha fiebre!
-¿Ya llamaron a un médico?
-Están en eso, pero tardarán en localizarlo y hacer que llegue hasta el hotel.
-¡Bien! Haré lo que pueda.
-¡Gracias! – Rita cortó la comunicación y se dispuso a atender a George.
-¡Hhhh! ¡Mi cabeza! – exclamó el muchacho - ¡Siento que me va a estallar!
-¡Recuéstate mientras yo busco algo con qué aliviarte! – el joven se dejó caer sobre la cama. Rita, pensando a toda velocidad, actuó en consecuencia.
-¡Lo siento, chicos! ¡Pero tendrán que beber el whisky sin hielo!... ¡Las servilletas!... ¡eso es!... Paul, quítale la ropa y mételo a la cama, ¡ya!
-¡O.K.! (“¡Qué chica tan maravillosa!... ¡Será una excelente esposa, y una inmejorable madre en el futuro!”)
-¡Vamos a ver! ¡Bien! ¡Listo! – se acercó al lecho del enfermo y comenzó a aplicarle paños fríos en la frente.
-¡Hhhh! ¡Qué bien se siente!
-¡Te pondrás en condiciones! ¡Lo prometo! ¡Soy buena enfermera!
-Hasta ahora, cumples tus promesas. – comentó John, celoso.
-Te tomaré el pulso... Hmmm... – con su reloj, controló las pulsaciones de Harrison – está acelerado... (“¿Será la fiebre o algo más?”)
-¡Aquí llega tu madre! – anunció Paul.
-¡Genial!
-Vamos a ver, muchacho... ¡Humm! ¡Hay fiebre! Te colocaré el termómetro... Rita, cámbiale los paños...
-¡Ya mismo!... Listo...
-Iré por unos antitérmicos a la casa de una vecina, contrólale la temperatura y dale a beber agua de a sorbos.
-Entendido. – la señora Mae se retiró.
-¿Cómo te sientes? – preguntó la niña.
-¡Terrible! ¡Hirviendo!
-Veamos, qué dice el termómetro... ¡Uf!... ¡Treinta y nueve!... ¡Decididamente, no irás a ninguna parte el día de hoy!
-¡Estoy destruido!... ¡Quiero agua!
-Ten, despacio... ¡Eso es!...
-¡Me duele al tragar!
-¡Lo imagino!... Te refrescaré un poco más...
-Rita... ya es muy tarde, debes ir a estudiar... o tu mamá se enfadará por tus calificaciones... – comentó Ringo.
-Eso ahora no tiene importancia. Además, traje mis libros, ¡¿que puede faltarme?!
-¡¿Quieres comer algo?! – preguntó Paul.
-¡No es mala idea!
-Ordenaré unas pizzas y unas hamburguesas. – Paul, en la sala, tomó el teléfono.
-¡De acuerdo! - Ringo y John, luego de mudar de ropas, acompañaron a Rita y George en su cuarto.
-¡La fiebre no baja!... ¡Mamá debería darse prisa!...
-Tal vez aún no pudo salir. – comentó John.
-Es probable.
-¡Hey, vengan a comer! – llamó Paul. Rita terminó de cambiar los paños fríos de George y se unió al resto.
-¡Me muero de hambre!
-¡Trabajaste mucho hoy! – exclamó Ringo.
-¡Y me quedaré toda la noche, si es necesario!
-¡Eres una pequeña heroína!... anda, ¡no has probado bocado!... – dijo Paul, tomándola inmediatamente en sus brazos – Relájate... Se ha dormido...
-¡Uf!... ¡Qué bien! – sentada sobre las rodillas de McCartney, disfrutó de la cena, sin descuidar al enfermo, al que miraba de reojo.
-(“¡Es una bebita... y actúa como toda una mujer!... ¡Una mujer muy hermosa!... y valiente.... Creo que me casé demasiado pronto... ¡Debí esperar a conocerla!”) – pensaba John, mirándola a los ojos.
-(“¡No me quita la vista de encima!... Si continúa así, me hará perder el apetito... ¡Hmmm!... ¡Qué bien se sienten las manos de Paul!... Son suaves y fuertes al mismo tiempo...”)
-¡Oye!... ¡Rita no es tuya solamente!... ¡Eres muy egoísta!... ¡Ya préstamela sólo por un rato, ¿quieres?! – bromeó Ringo.
-¡Está bien! – Rita pasó a los brazos del batería del grupo.
-¿Te gustan los mimos?
-¡¿A quién no?! – rió ella. En ese momento, llegó la señora Mae.
-¡Aquí traigo las medicinas!
-¡Te ayudaré, mamá! – velozmente, siguieron atendiendo a George.
-¿Temperatura?
-Treinta y nueve punto cinco y subiendo.
-¡Hay trabajo para hacer!... Cámbiale las almohadas y las sábanas, que ya están muy sudadas.
-Correcto.
-Yo le daré los medicamentos. ¿Qué hay de los doctores?
-Mal ya los llamó, pero no han podido acercarse... ¡El tránsito está imposible!... y las chicas tampoco ayudan... – respondió John.
-¡Magnífico! – suspiró la señora Mae – No importa, intentaremos aliviarlo como podamos.
-¡Manos a la obra! – suspiró Rita. Las horas comenzaron a pasar y los médicos no llegaban.
Afortunadamente, la fiebre cedió algo de terreno, pero George estaba muy débil para levantarse.
-¿Rita? – susurró apenas.
-¡Aquí estoy! – exclamó ella, saltando del sillón en el que se había quedado estudiando - ¿Te sientes mejor?
-Bastante... ¿Los demás se han ido?
-Sí, fueron a la fiesta de Capitol. Me encargaron que te cuidara muy bien.
-De momento, estoy entero...
-¿Te sigue doliendo la garganta?
-Mucho menos que antes.
-Veamos, si bajó la fiebre... ¡Puf!... Treinta y siete punto dos... ¡qué alivio!
-Haces mucho por mí, Rita.
-No más de lo que cualquiera haría en mi lugar... Ahora, trata de dormir, mañana les espera otra grabación y tienes que estar recuperado.
-Bien... ¡Oye! ¿Me traerías un jugo de naranja?
-¡De inmediato!
-¡Gracias!
-¡Por nada! – Rita obedeció en forma automática, en menos de cinco minutos, regresó al lecho - ¡Aquí tienes!
-¡Hmmm!... ¿Sabes? De haber podido asistir a esa fiesta, te habría pedido que me acompañaras... Te verías muy bonita vestida de largo...
-¡¿Bromeas?! (“¡Debe haberse vuelto loco!”)
-¡No, ¿cómo crees?! De verdad iría contigo... Eres una chica muy linda...
-¿Lo dices en serio? (“¡Sé sincero, por favor, no me gusta que la gente juegue conmigo!”)
-Pienso, que en un par de años, no habrá hombre que se te resista.
-¡Exageras! (“¡Eres un mentiroso!... ¡no pienso creerte una sola palabra, hasta comprobar que no estás delirando!”)
-¡Claro que no!... Mírate al espejo, ¡eres perfecta!... Con un lindo vestido y zapatos de tacón, ¡hasta Brigitte Bardot, te miraría con envidia!
-(“Curiosamente, acabas de repetir una frase que mi tío Al me dice todo el tiempo... ¡Es una extraña coincidencia de opiniones, en dos personas completamente distintas...”) ¡Mamá no se cansa de decirme que no tengo edad, para esas cosas!
-¡Hhh!... Creo que tiene razón... ¡Hhhh!
-Descansa, yo tengo aquí mis libros, así que estudiaré mientras duermes.(“¡O al menos, lo intentaré!”)
-Bien, pero insisto: ¡Te verías preciosa!
-¡Bueno, ya! – visiblemente avergonzada, le dio a George un leve carpetazo en la cabeza y se dispuso a continuar con sus estudios. Finalmente, se quedó también dormida a los pies de la cama. Y por esas cosas del corazón, que nadie entiende, los dos tuvieron el mismo sueño: En medio de una fabulosa pista de baile, juntos, se dejaban llevar por la dulce melodía de “You really got a hold on me”... el ruido de la puerta, los despertó.
-¡Cielos! ¡Me dormí!
-Rita, ¿cómo sigue George?
-Casi no tiene fiebre.
-El médico se hará cargo de él ahora.
-¡Por fin!
-Ya puedes ir a descansar, hija.
-¡Buenas noches, Rita! – saludó George.
-¡Buenas noches, George, ¡cuídate!!
-¡Lo haré, palabra!
-¡Más te vale!
La niña salió de la suite, casi caminando entre nubes...
–(“¡No puedo creer que me haya dicho semejante cosa!... Tal vez haya sido la fiebre... Deliraba, ¡eso es!... Tiene casi veintiún años, ¡no puede estarse fijando en un bebé de catorce!...”)
-¿En qué piensas, Rita? – preguntó la madre. La niña, sumida como estaba en sus pensamientos, no le respondió. - ¡¿Rita?!... ¡Rita, hija, ¡contéstame, ¿estás en la luna o en la tierra?!!
-¿Ah?... Mamá, ¿dijiste algo?!
-¡Nada! ¡Sube a estudiar, que ya has perdido mucho tiempo!
-¡De inmediato!
-(“¡Hablaré muy seriamente contigo, jovencita! ¡No me agrada la forma en que se miran ustedes dos!”) – Rita, de mala gana, obedeció.
Comentarios
Publicar un comentario