Al pie del Tabernáculo
Signos del Cielo y del Infierno (segunda parte)
-¿Cómo vas, hermano Ángel? – preguntó Fray Fernando, todavía secándose las manos.
-Supongo que bien... Han nacido muchos varones en la diócesis...
-¡Malas noticias!
-No lo creo... hay... seis niñas...
-¡Hmmm! Entonces aún no nace...
-Con permiso. – se escuchó una voz familiar, detrás de la puerta.
-¡Adelante, don Alejandro! ¡¿Cómo ha estado?!
-Feliz y preocupado al mismo tiempo, amigo Fernando.
-¿Cómo así?
-¡Voy a ser abuelo, finalmente!
-¡Maravilloso! ¿Cuál es la preocupación?
-Imagínate: mi única hija, primeriza, con un embarazo que viene siendo difícil, y un marido veinte años mayor que ella. El obstetra le ha ordenado reposo absoluto hasta el octavo mes. Acaba de pasar su cumpleaños en cama...
-¿De cuánto está?
-Entra ya en el séptimo mes...
-Ya deberías reservar la Catedral para el Bautizo...
-A eso vine...
-¡Perfecto! Fray Ángel, puede usted ir a descansar...
-Gracias, Fray Fernando. – el novicio, sin entender el repentino cambio de actitud de su maestro, se retiró.
-Bien, ya estamos más tranquilos... ¿se sabe ya el sexo de la criatura?
-Sí, ayer lo confirmaron los estudios de ultrasonido, ¡es una niña!
-¡Bendita sea!
-¡Dios te oiga!
-Bien, hagamos esa reserva, entonces... ¿Qué día?
-Mi hija me ha pedido que sea el 12 de agosto.
-¿La Fiesta de Santa Clara?
-Sí... Tú sabes cómo son las mujeres de románticas... Quiere bautizarla en esa fecha, porque un cura le dijo ese día que tendría una niña... ¿Casualidad? Al poco tiempo se encontró en estado.
-¡Es un buen augurio! (“¡Es ella!... ¡La Cazadora está a punto de nacer! Creo que pasaré por la casa Suárez, ni bien se produzca el parto, debo preparar el lugar, y hacerlo a prueba de demonios...”) Veamos... ¡Oh!... ¡Magnífico! Para ese día no hay ningún bautizo, ¡éste será el primero!
-¡Fantástico! Oye, ¿qué tal si pides permiso y nos visitas?
-Lo pensaré.
-¡Nos vemos! Llámame cuando quieras.
-De acuerdo...
-Buenos días, señora Suárez, ¿puedo pasar?
-¿Quién eres?
-Mi nombre el Joel, soy el ayudante del jardinero...
-¿Y esas rosas?
-Para la pequeña... el perfume de las rosas blancas, es ideal para las niñas.
-¿Cómo sabes que es una niña?
-La mucama me lo dijo...
-¡Rosario! Siempre la misma chismosa... A propósito de rosas, ¿solucionaron el problema de las hormigas?
-¡Oh, sí señora! El rojo enredado en las columnas del frente quedó muy limpio; se lucirá para cuando nazca su bebé...
-¡Eso espero! ¡Hmf!
-¿Le ayudo con las almohadas?
-Sí, gracias.
-Despacio... ¡eso es! Ya puede sentarse mejor.
-¡Ahh, mi espalda!... ¡Hhhh! Bien... ya puedes retirarte... Joel, ¿verdad?
-Para servirle. – el muchacho, de unos diez años, salió por la misma puerta por la que antes había ingresado, y desapareció... para reaparecer bajo el balcón de la señora Suárez - ¡Hmmm!... Las hormigas... ¡insisten! Bien, tomemos medidas... – se inclinó sobre las raíces de la planta y las miró fijamente – Hermanas hormigas, sería conveniente que no le hicieran daño a las rosas... Éstas deben proteger la casa y a la pequeña por nacer... Por favor, retírense hacia otro lugar, en donde no haya rosales, busquen otras plantas que puedan servirles de alimento... – las hormigas, rápidamente acataron la orden, abandonando los canteros, en prolija fila india – Bueno... ahora, hay que recomponer el daño... y, ¿por qué no?, prestarle una ayudita a los capullos más pequeños... – besó con ternura una de las hojas semi marchitas... y al instante, una suave luz plateada bañó el rosal, restaurando todas las ramas y brotes...
-Mi Señor, no podemos acercarnos a la casa... hay demasiada protección... no hemos tenido acceso...
-SORPRÉNDANLA EN LA CALLE... TIENE QUE SALIR EN ALGÚN MOMENTO...
-Sí, Mi Señor.
(continuará...)
-¿Cómo vas, hermano Ángel? – preguntó Fray Fernando, todavía secándose las manos.
-Supongo que bien... Han nacido muchos varones en la diócesis...
-¡Malas noticias!
-No lo creo... hay... seis niñas...
-¡Hmmm! Entonces aún no nace...
-Con permiso. – se escuchó una voz familiar, detrás de la puerta.
-¡Adelante, don Alejandro! ¡¿Cómo ha estado?!
-Feliz y preocupado al mismo tiempo, amigo Fernando.
-¿Cómo así?
-¡Voy a ser abuelo, finalmente!
-¡Maravilloso! ¿Cuál es la preocupación?
-Imagínate: mi única hija, primeriza, con un embarazo que viene siendo difícil, y un marido veinte años mayor que ella. El obstetra le ha ordenado reposo absoluto hasta el octavo mes. Acaba de pasar su cumpleaños en cama...
-¿De cuánto está?
-Entra ya en el séptimo mes...
-Ya deberías reservar la Catedral para el Bautizo...
-A eso vine...
-¡Perfecto! Fray Ángel, puede usted ir a descansar...
-Gracias, Fray Fernando. – el novicio, sin entender el repentino cambio de actitud de su maestro, se retiró.
-Bien, ya estamos más tranquilos... ¿se sabe ya el sexo de la criatura?
-Sí, ayer lo confirmaron los estudios de ultrasonido, ¡es una niña!
-¡Bendita sea!
-¡Dios te oiga!
-Bien, hagamos esa reserva, entonces... ¿Qué día?
-Mi hija me ha pedido que sea el 12 de agosto.
-¿La Fiesta de Santa Clara?
-Sí... Tú sabes cómo son las mujeres de románticas... Quiere bautizarla en esa fecha, porque un cura le dijo ese día que tendría una niña... ¿Casualidad? Al poco tiempo se encontró en estado.
-¡Es un buen augurio! (“¡Es ella!... ¡La Cazadora está a punto de nacer! Creo que pasaré por la casa Suárez, ni bien se produzca el parto, debo preparar el lugar, y hacerlo a prueba de demonios...”) Veamos... ¡Oh!... ¡Magnífico! Para ese día no hay ningún bautizo, ¡éste será el primero!
-¡Fantástico! Oye, ¿qué tal si pides permiso y nos visitas?
-Lo pensaré.
-¡Nos vemos! Llámame cuando quieras.
-De acuerdo...
-Buenos días, señora Suárez, ¿puedo pasar?
-¿Quién eres?
-Mi nombre el Joel, soy el ayudante del jardinero...
-¿Y esas rosas?
-Para la pequeña... el perfume de las rosas blancas, es ideal para las niñas.
-¿Cómo sabes que es una niña?
-La mucama me lo dijo...
-¡Rosario! Siempre la misma chismosa... A propósito de rosas, ¿solucionaron el problema de las hormigas?
-¡Oh, sí señora! El rojo enredado en las columnas del frente quedó muy limpio; se lucirá para cuando nazca su bebé...
-¡Eso espero! ¡Hmf!
-¿Le ayudo con las almohadas?
-Sí, gracias.
-Despacio... ¡eso es! Ya puede sentarse mejor.
-¡Ahh, mi espalda!... ¡Hhhh! Bien... ya puedes retirarte... Joel, ¿verdad?
-Para servirle. – el muchacho, de unos diez años, salió por la misma puerta por la que antes había ingresado, y desapareció... para reaparecer bajo el balcón de la señora Suárez - ¡Hmmm!... Las hormigas... ¡insisten! Bien, tomemos medidas... – se inclinó sobre las raíces de la planta y las miró fijamente – Hermanas hormigas, sería conveniente que no le hicieran daño a las rosas... Éstas deben proteger la casa y a la pequeña por nacer... Por favor, retírense hacia otro lugar, en donde no haya rosales, busquen otras plantas que puedan servirles de alimento... – las hormigas, rápidamente acataron la orden, abandonando los canteros, en prolija fila india – Bueno... ahora, hay que recomponer el daño... y, ¿por qué no?, prestarle una ayudita a los capullos más pequeños... – besó con ternura una de las hojas semi marchitas... y al instante, una suave luz plateada bañó el rosal, restaurando todas las ramas y brotes...
-Mi Señor, no podemos acercarnos a la casa... hay demasiada protección... no hemos tenido acceso...
-SORPRÉNDANLA EN LA CALLE... TIENE QUE SALIR EN ALGÚN MOMENTO...
-Sí, Mi Señor.
(continuará...)
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