Maggie Mae
4 - HOTEL PLAZA
El lujoso hotel es el hogar de Rita, se diría que prácticamente nació allí. Con su madre, ocupa una de las viviendas destinadas al personal doméstico.
Al igual que como sucede con el colegio, conoce el edificio a la perfección. De pequeña, nada le divertía más que jugar en el conducto de la ventilación. Cuando creció, no abandonó esa costumbre, y gracias a eso, le facilitó el trabajo a su progenitora, ocupando secretamente las habitaciones más costosas... Para dejarlas en un completo desorden. Aunque sólo lo hacía para jugar, también utilizaba esa ventaja para estudiar con toda comodidad y tranquilidad.
Acaba de llegar. Su madre ya retomó sus labores, y ella debe continuar preparando su examen. Luego de tomar los libros que le hacen falta en la biblioteca pública, se dispuso a escoger un ambiente relajado y calmo.
-(“Bien... sí... aquí... ésta me gusta... tiene un estilo antiguo... es ideal para estudiar Historia... a ver si así al menos, me siento inspirada... ¡empuja!... ¡Listo!”) – salió por la estrecha abertura de la ventilación, recogió sus libros, y se instaló en el escritorio de la suite – A ver... Encenderé la radio... ¡Eso es!... ¡Los Beatles!... ¡Genial!... ¡es el nuevo disco! – en la emisora, sonaba el primer Nº 1 de la banda en EE. UU. : “I want to hold your hand” – pediré alguna cosa por teléfono... – levantó el tubo y habló con voz fingida - ¿Aló?... Oye, guapo, ¿quieres traerme una malteada de fresa... otra de plátanos... y un pastel de chocolate, por favor?... ¡Gracias! ¡Mi Cuchi-cuchi, necesita reponer energías!... A la suite nupcial... del cuarto piso... – colgó - ¡Siempre resulta!... Será mejor que cuelgue el cartel de “No molestar”... (“esta noche se supone que la habitación estará ocupada... así que comeré lo que pedí, y luego me iré al desván a terminar de repasar... Me pregunto cuál será la de ellos... mamá no piensa decírmelo... importa poco... puedo averiguarlo por mí misma... y el personal de seguridad puede servirme de mucho... lo bueno es que no podrán echarme, ¡vivo aquí!... ya veré la forma de conseguir esa valiosa información...”) – pensó, sacudiendo su larguísima melena platinada, y buscando entre las prendas reservadas para las parejas, el salto de cama color rosa de satín. Se lo puso frente al espejo y se maquilló.
Cuando estuvo lista, el camarero hizo sonar el timbre.
–(“Debe ser él...”) – sigilosamente, abrió la puerta - ¡Gracias, cariño! – le dejó una propina, y se hizo cargo de la bandeja, cerrando la puerta tras de sí - ¡Jí, jí!... ¡Esto es tan divertido!
París.
-¿Saldrás a divertirte en América? – preguntó George, mientras miraba televisión.
-Tal vez. – respondió Ringo – Siempre quise conocer Nueva York... Tú, ¿qué harás allí?
-Trataré de descansar lo más posible... tantos viajes están agotándome... ¡Mis cuerdas vocales me están matando!
-Tómate un té caliente con miel.
-No, mejor tomo miel caliente con té...
-¡Jajajajajá!... Bien... Me daré una ducha.
-De acuerdo. ¡No vayas a oxidarte!
Nueva York.
Febrero 2.
04:30 a.m.
-¡Rita!... ¡¿Rita?!... Hay luz en el desván... ¡Oh, cariño! ¡Se quedó dormida estudiando!... Creo que merece un premio extra... De momento, la dejaré dormir hasta tarde...
10:30 a.m.
-¡Mamá!... ¡¿Mamá?! – la niña corría escaleras abajo.
-¡Sí, Rita! ¡¿Qué sucede?!
-Voy a misa, sólo quería avisarte.
-¿Dormiste bien?
-¡Como un bebé!
-¡Me alegro! No te demores en el camino, ¿sí?
-¡Está bien!
Febrero 3.
Paris.
-¡Uff!... ¡Diablos!... ¡Corté una podrida cuerda! – protestó John y casi arroja al suelo su guitarra Rickenbacker 325 – Es la tercera en cuatro días, me temo que tendré que elegir otra marca...
-¡Aquí tengo un repuesto! – dijo Paul – es de bajo.
-Gracias, lo usaré cuando tenga uno...
-No es nada.
-Paul, escúchame un momento... hay que pulir una falla de entonación en “It won’t be long”, no me gusta cómo suena.
-¿Cuál es el problema?
-Creo que... mira, en este verso, podrías subir un poco más...
-Para que no resulte monótono... lo intentaré...
-¿Quieres ayuda con esa cuerda?
-Sí, gracias, entre dos, es más fácil... dame un Sol, George.
-¡Claro!
-Eso es... un poco más... ¡Listo!
-Bien... ¡¿Ringo?!... ¡¡¿¿Ringo??!!... ¡¡¡Ringo, ya deja de hurgarte la nariz y pon atención!!! – reclamó Paul, al distraído baterista.
-¿Sí?
-¿Podemos comenzar?
-¡Cuando gustes!
-¡O.K.!
-1, 2... ¡1, 2, 3, 4! – la música llenó el lugar. Las voces sonaron con la armonía justa. Todo estaba listo para la actuación del día siguiente.
Nueva York.
09:20 a.m.
-¡Hhhh!… ¡Tengo sueño!…
-Estás durmiendo muy poco, Rita. Deberías cuidarte, ¡te vas a enfermar!
-¡No hasta después del concierto!
-¿Vas a ir?
-¡Por supuesto!
-Ya tengo los boletos...
-¡Fantástico!... No lo cuentes. Quiero que quede en secreto, por ellas... No quiero darles motivos para que nos arruinen la diversión... Tú me comprendes, ¿verdad?
-Entiendo. Cuenta conmigo.
-¡Siempre!
-¿Una hamburguesa?
-¡Claro!... ¡Oh, no!
-¡¿Qué sucede?!
-¡Serpientes venenosas, a las 06:00hs en punto!
-¡¿Tienes ojos en la nuca?!
-Creo que sí...
-Démonos prisa.
-Entremos a la capilla, es el único modo de que no nos molesten... ¡Están endemoniadas!
-Bien. – ingresaron al templo.
-Laura, mira esto.
-Ajá...
-El San Antonio necesita una buena restauración, ¿no crees?
-Efectivamente...
-¿Rezando a esta hora, niñas? – una joven monja las sorprendió ante la imagen del santo.
-¡Sor Alexia! ¡Qué agradable sorpresa verla!
-¡Rita, hija! ¡¿Cómo has estado?!
-¡Muy bien, gracias!... Le comentaba a Laura, que la estatua de San Antonio de Padua no está en buenas condiciones.
-Vaya... Tienes razón.
-Si usted quiere, nosotras podemos arreglarla.
-¿Lo harían?
-En la hora del almuerzo... ¿La subirían al cuarto de arriba?
-Allí estará.
-Bien.
-Fue un placer encontrarte, Rita, ¡estás preciosa! Cuídate mucho, ¿quieres?
-¡Lo haré, hermana! – la abrazó con gran ternura.
Febrero 4.
Paris.
Aeropuerto de Orly.
11:30 p.m.
-¡Es bueno volver a casa! – susurró Paul.
-Por poco tiempo, no olvides la gira americana.
-Eso, ¡ni pensarlo, Brian!... Estoy algo nervioso... Me asusta que todo salga tan bien.
-¡Ya somos dos! Pero no te preocupes, tengo un buen presentimiento. Además, supe que nuestro disco editado por Capitol, va camino a ser N º 1.
-¡Fantástico!... Ya nos llaman para embarcar...
-¡O. K.!... ¡Es hora!... ¡Muchachos aseguren sus ropas, pelos... ¡y resto de su integridad física!! – sugirió el manager.
-Bueno, a mí me gusta que las chicas me toquen... – bromeó Ringo.
-¡No creo que quieras que te maten en el intento! – respondió George.
-¡De algo hay que morir, ¿no?! – fue lo último que alcanzó a decir, o más bien, lo último que se le llegó a oír, ya que la histeria colectiva acalló hasta a los motores del avión...
Febrero 5.
Nueva York.
09:00 a.m.
-Bien, señoritas, el profesor de Historia está enfermo de gripe, de modo que ha pedido licencia hasta el fin de semana, por lo cual el examen de hoy, se pospone hasta el próximo lunes. – anunció el celador.
-¡Hhhh! ¡Qué alivio! – suspiró Rita.
-¡¿No habías estudiado?! – preguntó Laura.
-¡Sí, ¿cómo crees?! Es sólo que la impaciencia ante la “espera”, me había comenzado a bloquear el cerebro.
-¡Menos mal!
-Vamos a darle los últimos toques al Santo, ¡nos sobra tiempo!
-Bien. – se encaminaron al refugio. El lugar se parecía mucho a su desván, y la cantidad casi exagerada de cojines y muñecos de peluche, confeccionados a mano por ella misma, le daba un toque infantil.
-¿Rita?
-¿Sí?
-Si tú pudieras... besar a uno de ellos... ¿cuál sería?
-No sé... los cuatro son guapos... sería difícil decidirse por uno...
-¿Descartando a John, que es el único casado?
-Hmmm... Tal vez podría ser Paul, aunque dicen que es muy mujeriego.
-Y... ¿George? Es de tu tipo, si no recuerdo mal.
-¡Hhhh!... No quería decirlo, pero... ¡Sí! ¡Mi primer beso, sería para él, definitivamente!
-¡Lo supuse! En fin, ¡sigamos soñando!
-¡Soñando! – Rita, se mordía la lengua para no hablar. Por dentro, su corazón latía en forma desesperada, ella estaría más cerca de los Beatles, de lo que cualquier fan hubiese imaginado jamás, pero tenía que guardar el secreto celosamente, el trabajo de su madre dependía de ello.
-¡Hey! ¡El Niño Jesús, te quedó precioso! ¡Casi mejor que el original!
-¡Gracias! Ahora viene lo más difícil: la cara del Santo.
-¡Por favor, ningún parecido con ellos!
-¿Me crees capaz?
-¡Sí! – rieron las dos.
-Descuida, soy rebelde, ¡pero no hereje!
-¡Uff!
-¿Vienes a almorzar luego?
-¡Buena idea!
Pasaron unas horas y las dos chicas, habiéndose lavado las manos, fueron a la cafetería del colegio. Allí, el grupo rival les bloqueó la entrada.
-¡¿Adónde creen que van par de mojigatas?!
-(“¡Sólo esto nos faltaba! ¡Tener que lidiar con gente mononeuronal, ¡y con el estómago vacío!!”) Johanna, hemos trabajado muy duro toda la mañana, tenemos hambre, ¡así que, déjanos pasar, por favor! – la dulzura en la voz de Rita provocó una cruel risotada general.
-¡”Tenemos hambre, déjanos pasar, por favor”! – se burlaban. Rita realmente tenía su paciencia agotada.
-(“¡¿Qué haría John en mi lugar?!... ¡Pegarle, es varón!... pues yo haré algo más femenino, pero no por eso, menos efectivo...”) ¡Toma! – harta de tanta estupidez humana, propinó sobre la tibia de su compañera, una furiosa patada que dejó asombrados a todos los presentes, incluido el cantinero y la dolorida destinataria que la miraba entre asustada e incrédula - ¡¿Estás sorda?!... ¡¡Te pedí que nos dejaras pasar!! – hecha una tromba, buscó una mesa dónde ubicarse con su amiga.
-¡Oye! ¡Eso fue increíble!
-¡Tenía que hacerlo! Algún día, tarde o temprano, ¡iba a suceder!
-¡Le pegaste muy fuerte!
-Yo más bien diría que fui piadosa con ella, pude hacerla pedazos, pero me contuve.
-Lo imagino, eres muy fuerte, te vi levantar piezas de cerámica bastante grandes... De todos modos no hay por qué ser igual que ellas, ¿no crees?
-Cierto... Espérame aquí, iré por la comida.
-Bien. – se dirigió al mostrador, donde el todavía sorprendido dueño, la atendió.
-¿Qué puedo hacer por ti, campeona?
-Quiero dos hamburguesas con todo, patatas, gaseosas, condimentos y dos pasteles de manzana.
-¡A la orden! – el hombre se puso a trabajar en forma automática.
-(“¡Aquí vienen de nuevo!... El pastel de crema batida... ¡me está dando una idea genial!... ¡Jí, Jí!...”) – disimuladamente, deslizó el plato unos cuantos centímetros.
-¡Ahí estás, rata mugrosa, me las vas a pagar!
-¡Ten cuidado con el pas...! – Johanna, tropezando violentamente con una silla y empujando al camarero, fue a dar de lleno, con su cara, sobre el blanco postre - ¡... tel! – las risas fueron incontenibles.
Londres.
12:00 p.m.
-¡¿Qué hicieron con mi corbata de seda azul?! – exclamó Paul.
-¡La dejaste caer bajo tu cama! – respondió John desde la ducha.
-¡Gracias, ya la encontré! ¡Miren cómo se ha puesto!
-¿Alguien va a acompañarme a almorzar? – preguntó George.
-Lo haremos todos, ¡en cuanto el equipaje, esté en su lugar! – Ringo cerraba su maleta.
-Bien... Yo ya terminé, los espero en el salón comedor. – George bajó por el ascensor, y se apostó en la barra.
-¡George!... ¡Que bueno que te encuentro! – exclamó Brian, con una carpeta negra entre las manos – te traigo el itinerario de la gira por EE. UU.
-¿A ver?... ¡Vaya!... Largo... ¿Tendremos tiempo libre?
-Supongo que sí...
Nueva York.
11:45 p.m.
-¡Hhhh!… ¡me arden los ojos!... Necesito descansar... Pero quiero terminar este dibujo de Elvis Presley para colocárselo a la corona fúnebre!... “¡El Rey ha muerto, ¡¡VIVAN LOS BEATLES!!”... (“¡John, Paul, George y Ringo!… ¡Sé que voy a conocerlos, a
-¿Rita?
-¡Laura, ¿por qué llamas a esta hora?! ¡¿Sucede algo grave?!
-¡Me acabo de enterar! ¡Es increíble!
-¡¿De qué?!
-¡Los Beatles! ¡Estarán en el trabajo de tu mamá!
-¡Lo sé! Pero por favor, ¡no se lo digas a nadie o la despedirán!
-¡Oh!
-¡Tienes que guardar el secreto, Laura, ¡por lo que más quieras!!
-¡Está bien! Confía en mí, cuidaremos el empleo de tu mamá.
-¿Cómo va la corona?
-Aún estoy eligiendo las flores. Tú sabes, nadie debe enterarse de que las tomaré...
-Cierto... ¡No puedo creer que sólo falten dos días!
-¡¿Los verás?!
-¡¡Espero que sí!! Te contaré lo que sepa.
-¡Gracias! Voy a dejarte, mamá no sabe que te estoy llamando.
-Bien, te veré en el colegio.
-¡Ajá, nos vemos mañana!
-¡Adiós! – colgó y se dirigió al cuarto de baño.
Febrero 6.
2:45 p.m.
-¡Rita!... ¡Rita! ¿Ya llegaste, cariño?
-¡Sí, mamá! No tuve Ciencias.
-Lo supe por la mamá de Laura. ¿Estudiaste?
-¡Hasta hartarme!
-Bien. Tómate un descanso, saldremos de compras. Quiero ver qué tan corta es esa falda que tanto te gusta.
-¡Genial! – las dos salieron hacia las grandes tiendas de la 5 ª Avenida.
-¡La ciudad es un caos!... ¿Cómo harás para llegar a casa después de la escuela, a partir de mañana?
-No lo sé... Supongo que algo se me ocurrirá... ¡Mira esos zapatos de tacón!... ¡¿No son preciosos?!
-¡Bellísimos! Pero no tienes edad para ellos.
-¡Sabía que dirías una cosa por el estilo!... ¿Podría probármelos? ¡Por favor!
-¡Uff! ¡Está bien!
-¡Gracias!
Londres.
9:00 p.m.
-¡Una vez más! Aún no estoy satisfecho con ese final. – insistió Ringo.
-Bien. Pero, es la décima vez que probamos... – suspiró Paul.
-Es que las baladas románticas no son precisamente mi fuerte... – se excusó John.
-Piensa en tu esposa para inspirarte... – sugirió George.
-No es una mala idea... Aquí vamos de nuevo... 1, 2... ¡1, 2, 3, 4! – las melosas notas de “Baby it’s You”, invadieron la improvisada sala de ensayos en casa de Jane Asher.
-¡Ahora sí quedó como corresponde!... ¡Bien muchachos, es todo!
-¡Hhh! ¡Por fin! – John se secó una gota de sudor de la frente, luego de descolgarse la guitarra - ¡Auch! Necesito un masaje en el cuello, ¡o se me caerá la cabeza...!
-¡No eres el único que lo precisa! – lo secundó George.
-Lo imagino, hace días que no ocupamos tantas horas ensayando.
-Cierto...
-¿Te sigue doliendo la garganta?
-Un poco.
-¡No te enfermes!
Nueva York.
5:45 p.m.
-¡No sé cómo no tienen miedo de enfermarse, con esas faldas tan cortas!
-La juventud... la moda... ¡Las chicas rebeldes no le tememos al frío, mamá!
-De todos modos, deberías cuidarte.
-Me la paso corriendo de un lado a otro, la temperatura no me afecta... Pero un chocolate caliente no me vendría mal para terminar el día.
-¡De acuerdo!
Esa noche, Rita prácticamente no durmió. Estaba muy nerviosa, aunque su madre no lo notó. Abrazando un oso de peluche, comenzó a repasar su pequeño plan de acción, para la jornada siguiente. Sabía que debía escaparse del colegio, para llegar a tiempo al Aeropuerto, situación que la mantuvo en vela.
-(“¡Piensa, piensa, Rita, piensa!... Recuerda que no puedes permitirte el lujo de dejar absolutamente nada librado al azar... el dibujo de Elvis... quedó en casa de Laura... ella y su hermana me llevarán en su camioneta de la florería... por lo que deberíamos estar afuera antes de mediodía, pero, ¿cómo?... El profesor no representa un problema serio, es el hermano de Sor Alexia, creerá cualquier excusa... el asunto es, ¿cuál inventaré, para interrumpir la clase y salir?... La ventana de la torre del campanario... Queda abierta siempre que haya alguna pieza de arte que necesite secarse... ¡Eso es!... ¡Claro!... ¡El San Antonio!... Con una mano de barniz bastará... ¡Debí pensarlo antes!... Por más que lo intenté, no pude averiguar qué piso ocuparán... de todos modos, primero tendré que estudiar para ese maldito examen... ¡La ropa!... tendremos que cambiarnos durante el viaje... veamos... el vestido rojo con rosas blancas... los zapatos blancos y un abrigo... los dejaré en la torre antes de entrar a clase... Lucille, dijo que llevaría un par de chaquetas de la empresa, por si nos hacían falta... y no nos vendrán nada mal... los permisos en el aeropuerto no se consiguen fácilmente... la corona... le especifiqué a Laura que debía ser lo más liviana posible, para que no se desarme, ni nos estorbe si tenemos que correr una buena distancia... ¡por fortuna, en eso nadie nos ha ganado jamás!... Beatles... John, Paul, George y Ringo... ¡Apenas lo puedo creer! … Espero que nuestro plan resulte... ¡Me matan los nervios!... No puedo dormir... ¡pero con esta ansiedad, tampoco podré leer una mísera frase de ese aburrido libro de Historia!...”)
Febrero 7.
Londres.
Aeropuerto de Heathrow.
05:30 a.m.
-¿Nervioso, George? – preguntó Ringo.
-No sé, es extraño... Me molesta un poco el cuello de la camisa...
-¿Vas a enamorarte?
-Todo parece indicarlo, sólo falta que me suden las manos.
-¿Una americana? ¡Estás loco!
-Todavía no sucede, John, cálmate.
-Sueñas más de la cuenta, chico.
-Estoy en mi derecho, ¿no?
-Supongo... Paul, has estado muy callado, ¿te sucede algo? – preguntó Lennon.
-Pensaba en la instrumentación de mi tema y en los arreglos.
-Habrá tiempo para eso durante el vuelo.
-Lo sé, pero ya se me hizo una obsesión.
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