Maggie Mae
7 - AMISTAD
Las inmediaciones del hotel están rodeadas, pero Rita analizó la situación con semanas de anticipación: golpearía la puerta de una de las casas linderas y a través de la medianera del patio, llegaría hasta el sistema de ventilación, desde allí buscaría una habitación tranquila y se dispondría a estudiar. Después del examen de Historia, tendría suficiente tiempo para averiguar en qué piso estaban los muchachos.
-¿Señora Smith?
-¡Rita! ¿Qué sucede? ¿Por qué no estás en tu casa estudiando?
-Es que, no he podido entrar... ¡Los Beatles!
-¿Son guapos, pero traen problemas?
-Eso parece... ¿Podría trepar por su patio hacia mi casa? No romperé sus plantas esta vez, lo prometo.
-No hay cuidado, linda, adelante.
-¡Gracias! – Rita escaló el muro y rápidamente se dirigió al desván, para recoger el material bibliográfico que precisaba – (“Bien... Con esto bastará... ya... ahora... a buscar dónde acomodarme para seguir estudiando... ¡espero que esta vez, valga la pena!”) – se subió al monta cargas – (“Piso 8... 9... 10... 11... Aquí... supongo que es lo bastante alto como para que nadie me moleste...”) – le dio un fuerte golpe al conducto de ventilación, y la rejilla cayó a sus pies – (“¡Nunca se detienen a repararlos!... Por aquí... a ver... esa se ve bien... es amplia... ¡sí, me gusta!... hay una mesita baja... y muchos almohadones... ¡es perfecta!”) – luego de echarle un vistazo al lugar, se sentó finalmente a estudiar.
-Bien, caballeros, – anunció el gerente a los cinco hombres que estaban de pie en el hall del hotel - voy a presentarles a una persona que atenderá hasta la más mínima de sus necesidades... la señora Margaret Mae.
-Mucho gusto, señora... – saludaron todos. Luego de las formalidades, el gerente se retiró.
-¿Me permiten un momento, por favor? (“¡Ojalá no se trate de un puñado de groseros con más pelo que sesos!”)
-Sí, claro. – aceptó Mal Evans - ¿Qué se le ofrece?
-Sólo un aviso, para mi propia tranquilidad... Tengo una hija adolescente viviendo aquí conmigo. Suele rondar las habitaciones de los pisos altos para poder estudiar para sus exámenes, de hecho, en este momento, debería estar haciéndolo. Es una buena niña. Si se la encuentran, pónganme sobre aviso... Ésta es su fotografía... (“¡Espero que la reprendan y la manden a casa de inmediato!”)
-¿A ver? – curioso, John Lennon examinó el retrato, contuvo un suspiro de asombro, y se lo pasó a sus compañeros de grupo – (“¡Wow!... ¡Yo, la invitaría a bailar!”) ¡Bonita!
-(“¡Cielos!... ¡Alguien así... transformaría mi corazón en un tambor redoblante!”) ¡Simpática! – dijo Ringo.
-(“¡Dios mío!... ¡¿Cómo habrá hecho para retratar a un ángel?!... ¡Es más que hermosa!”) ¡Ajá! – suspiró Paul.
-(“¡No lo puedo creer!... ¡Grandioso!... ¡Pero si es MI CHICA!”) ¡Realmente tiene unos ojos preciosos! – concluyó George.
-Su nombre también es Margaret, pero sus amigos la llaman Rita.
-Bien. La tendremos en cuenta. – la respuesta del guardaespaldas del grupo tranquilizó a la señora Mae. Los botones se hicieron cargo del equipaje.
En la habitación 32 del piso 11, Rita se ha quedado profundamente dormida sobre sus apuntes de Historia. Su lapicera de pluma, cayó al suelo hace tiempo, y el hermoso cabello se soltó, desparramándose sobre su espalda, la mesa y los libros.
La puerta se abrió repentinamente, y John, Paul, George y Ringo ingresaron dispuestos a descansar algunas horas antes de iniciar sus actividades, que por supuesto, no eran pocas. Los cuatro se sorprendieron gratamente al contemplar a la niña. La conmovedora escena los enterneció.
-”¡
-“¡Rapunzel!” – continuó Paul.
-“¡Cenicienta!” – suspiró John.
-“¡Ricitos de Oro!” – concluyó Ringo. Con picardía, los cuatro se le acercaron sigilosamente, procurando no despertarla.
-(“¡Es preciosa!”) Me gusta su perfume... – fue la opinión de Paul.
-(“¡Miren ese pelo de sirena!”) Creo que las fotos no le hacen justicia en lo más mínimo. – susurró John.
-(“¿Estará soñando con nosotros?”) “Historia III”... – leyó Ringo.
-(“¡Debo estar viendo visiones!”) ¡Qué tierna! – exclamó George.
-¡Oh! ¡Está despertando! – dijo John - ¡Qué linda niña!
-¡Miren! ¡Está abriendo los ojos! – murmuró Paul.
-¡Hola Margaret! – dijeron los cuatro, al unísono.
Y luego...
-...
-¡Já! – sonrió Paul - ¡Ha de estar muy cansada, se ha vuelto a dormir!
-(“¡Ojalá soñara tan bonito siempre!”) – Rita, efectivamente comenzaba a despertar.
-Creo que se desmayó... – deslizó Ringo.
-No me parece... – continuó John.
-Aquí vamos de nuevo... – advirtió George.
-¡Hmm! – Rita se restregó los ojos, y comenzó a incorporarse - ¡Dios mío!... ¿Todavía no despierto?
-¡Claro que sí, preciosa! – sonrió John.
-Ya no se trata de un sueño, Margaret. – continuó Paul.
-Somos nosotros... – Ringo se sentó a su lado.
-¡Te metiste a estudiar, justamente en nuestra suite, ¡y sin saberlo, pequeña! ¡Acabamos de llegar! – concluyó George.
-¡Oh, por Dios!... ¡Mi mamá se pondrá furiosa! – los ojos maravillosamente claros se le estaban llenando de lágrimas.
-Margaret... – comenzó a decir Paul.
-¡Si el gerente se entera, ella perderá su empleo, y nos quedaremos en la calle!
-Maggie... Todo está bien... ¡Cálmate! – John, asumiendo un insólito rol paternalmente persuasivo, la tomó de los hombros, para luego mirarla fijamente a los ojos – Todo estará bien... Ya conocimos a tu madre... y por cierto, nos habló muy bien de ti...
-¿En serio? – preguntó la niña, al tiempo en que George le ofrecía su pañuelo.
-De verdad... Ten, no te quedan nada bien esas lágrimas.
-¡Gracias!
-(“¡Sí, claro!... ¡Perfecto!... ¡Maravilloso!... ¡Tú préstale “mi pañuelo”, a la primera persona que se te cruza en el camino!”) ¡Oye!... Mira... Tienes errores de ortografía... – observó Paul.
-¡Oh!... ¡Y tontos!... Cuando paso tantas horas resumiendo, y casi sin dormir, por momentos no sé ni lo que escribo.
-Si quieres continuar, - dijo Ringo – puedes hacerlo, no es molestia. Nosotros iremos a ponernos cómodos.
-De acuerdo... ¡¡Todavía no lo puedo creer!! – los muchachos pasaron a sus alcobas, dejando a Rita en la corrección de sus anotaciones.
-¡Qué linda!... ¡¿Vieron cómo brillaban sus ojos?! – comentó Paul.
-¡Como dos faros! – respondió John.
-¿Qué hacemos con ella? – preguntó Ringo.
-(“¡Yo le haría el amor!”) Le vendría bien un descanso... de tanto estudio sin diversión, ¿no creen? – opinó George.
-Pero, ¿cómo? – preguntó Paul.
-Y, ¿si la llevamos con nosotros al ensayo de mañana? Es pequeña, nadie lo notaría, si se esconde en la cajuela de la limousine... – expresó Ringo.
-Parece una buena idea, mientras no la dejemos olvidada allí.
-¡¿Cómo crees?! – rió John – Esta aventura está comenzando a seducirme... Yo distraeré a los policías y ustedes ocultarán a Maggie.
-¡O.K.!... Yo... ya estoy listo... iré a charlar un rato con ella a la sala...y allí los esperaremos... – Ringo traspuso la puerta.
-¡Qué rápido! – exclamó Rita.
-Te acostumbras.
-Supongo.
-¿Por qué no descansas un rato?
-¡Hmmm!... ¡Precisamente, a eso voy!... ¡O estallarán las pocas neuronas que aún sobreviven dentro de mi cráneo! – cerró el libro.
-¿Qué edad tienes?
-Catorce.
-¡¿Catorce?! ¡¿Es broma?!
-¡No! ¡Palabra!
-Pareces mayor.
-Eso dicen muchos. Soy alta, pero nada más.
-¿Tienes novio?
-Cuatro.
-¡Insaciable! ¿Cómo se llaman?
-¡John, Paul, George y Ringo! – respondió Rita, y escondió la cabeza entre los almohadones.
-¡Qué dulce!... ¿De veras, te enamoraste de los cuatro?
-No sé... es que... cada uno tiene algo... que yo le pondría a mi pareja ideal...
-Lo dices porque no nos conoces, espera a tener que soportarnos todos los días de tu vida...
-Quizás tengas razón, pero no quiero imaginarlo justamente ahora.
-Entonces... ¿nunca saliste con un muchacho?
-Por el momento, no.
-Ni diste tu primer beso...
-Tampoco... ¡pero, no se lo digas a nadie!
-¡Lo prometo!
-¡Gracias, Ringo salvaste mi orgullo! – Rita se puso de pie, y le dio un beso en la mejilla – Creo que tú y yo seremos buenos amigos.
-¡Me encantará! – en ese momento, John, Paul y George, se sumaron a la reunión.
-¿Margaret?
-¿John?
-Tenemos una propuesta que hacerte, ¡te divertirás!
-¡Escucho!
-¿Vendrías con nosotros a un ensayo? – preguntó George.
-¡Sería fantástico! ¡Sí, claro que iré!
-Lo suponíamos. – Paul se sentó en el suelo – Pero hay un pequeño problema.
-¿Mi mamá?
-Y el transporte... – continuó Ringo.
-¡Oh!
-¿Ten... drías problema... en... esconderte... en... la... cajuela... de la limousine? No estás obligada a hacerlo... – preguntó George.
-No. En absoluto. ¡Hice cosas más arriesgadas!
-Bien, entonces escucha: espéranos mañana, luego del desayuno, junto a la salida de emergencia y no hagas ruido. Cuando oigas nuestros berrinches, asómate. John distraerá a los guardias de seguridad, mientras nosotros nos ocupamos de esconderte. – explicó Paul
-¡Perfecto!
-¡Bien! – exclamaron los cuatro.
-¿Sabes, Maggie?... No hacemos esto con nadie... Pero en el fondo... todos tenemos la fantasía... de malcriar a una fan durante las giras... es para no olvidar que somos humanos... – confesó John.
-¡Qué privilegio!...
-¿Qué tal si comenzamos? – preguntó George, con una cámara fotográfica en las manos.
-¡Estupendo! – con un excelente sentido del humor, compartieron una desopilante sesión de fotografía.
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