Al pie del Tabernáculo
Inoportuno traspié. (segunda parte)
Lunes. 8:00hs. Despacho Episcopal.
Clarisa, antes de iniciar sus clases en el seminario, recoge la carpeta que le indicara el Obispo. Un sacerdote la detiene.
-¡Señorita! ¡¿Tiene permiso para ingresar al despacho privado de Monseñor Pujol?!
-Permiso… llaves… y credencial de acreditación diocesana, ¡oh, perdón, ésta es la de la Biblioteca Vaticana!... ¡Aquí está!
-¡Oh, disculpe, señorita Suárez! No hemos sido presentados. Mi nombre es Aurelio Torquemada.
-Mucho gusto.
-¿Busca usted algo en particular?
-Una documentación que Monseñor Pujol dejó para mí antes de viajar…
-¿Puedo ayudarla a buscar?
-No, gracias, sé exactamente dónde están esos documentos, me tomará menos de un minuto.
-Bien.
-(“No creo que se deba a su apellido, pero este alfeñique con sotana, no me inspira ninguna confianza… Ésta debe ser la carpeta… El símbolo es el mismo que vi en el anillo del señor Vilallonga… ¡Ops! Si no me doy prisa, llegaré tarde a clase… y los monjes atropellándose en los pasillos, no me lo harán fácil… creo que tomaré la vía más rápida.”) – Clarisa corrió el sillón del enorme escritorio, abrió la escotilla y descendió por la escala de piedra – (“Huele a humedad… creo que tengo por aquí un perfumero con agua de rosas.”) – la Cazadora, a toda velocidad, se dirige a su aula atravesando y perfumando los añosos sótanos del convento. Emerge por la Capilla del Santísimo Sacramento, frente a la oficina de Fray Fernando, con el que se cruza cuando suena la campana.
-¡Buenos días, Clarisa!
-¡Buenos días, Fray Fernando!
-Es raro que llegues tan sobre la hora.
-Tuve que pasar por la oficina del Obispo.
-Comprendo.
-Ayer le envié por e-mail, el examen de Cristología.
-Te quedan dos horas libres.
-Sé perfectamente en qué ocupar ese tiempo.
-Ahora debes ocupar tu lugar en el aula.
-¡Ya mismo!
Castell Gandolfo.
Media tarde.
-¡Ya mismo, Monseñor, Pujol! ¡No hay tiempo que perder! Ya he visto suficiente. Póngase de inmediato en contacto con Monseñor Christiansen.
-Se encuentra en Nueva York, Su Santidad.
-¡No interesa, trasládenlo!
-Iniciaremos los trámites, Su Santidad.
-Hay que conformar un sólido equipo de Exorcistas.
-Nos hará falta un elemento sorpresa.
-¿Qué sugiere usted, Monseñor Pujol?
-Parece un caso complicado, Su Santidad… Me he tomado el atrevimiento de anticiparme a su autorización, a la cual daba ya por segura… he pedido que se inicie una cadena de oración por Intercesión.
-«Renovación Carismática Católica», ¿verdad?
-¡Está usted inspirado, Su Santidad!
-¡Lo mismo se puede decir de usted! Quiero a la Cazadora involucrada en el caso.
-¡¿La Cazadora?!
-La joven Suárez Ripoll tiene que ser parte del equipo. Ella debe estar capacitada para enfrentar y vencer en dos etapas al enemigo que nos está hostigando… ¿O es que acaso, no nos urge que sus poderes despierten?
-Tiene usted toda la razón del mundo.
-Pongámonos a trabajar, entonces.
-¡Sí, Su Santidad.
Palma de Mallorca.
Mansión Suárez. Edificio comercial.
Todo el personal se dispone a retirarse. La mayoría de las oficinas tiene ya las luces apagadas. Poco a poco, sólo va quedando iluminado el piso de la Gerencia.
-Hija, por favor, pásame el informe final del día.
-En seguida, papá, ya se está imprimiendo.
-¿Clarisa?
-Mamá, ¿tú aquí?
-Quería saber qué tal te adaptas a tu primer trabajo.
-Nada mal.
-Apaga eso y sube a darte un baño. El pintor acaba de llegar, está en la planta baja aguardando para subir.
-¡Oh, por Dios! ¡El retrato! ¡Oh, mamá, lo olvidé por completo, lo siento!
-¡No hay cuidado, el trabajo es lo primero!
-Hazlo subir, y que instale su atril y sus pinturas, estaré allí en un abrir y cerrar de ojos. – Clarisa corrió al ascensor y de allí prácticamente saltó a su suite. Se vistió y se maquilló. Diez minutos más tarde, se presentó en la biblioteca de su padre. Allí fue donde se sorprendió.
-¡Oh, ella es mi hija Clarisa!... Clarisa, él es el señor Javier Toledano.
-¡¿Tú?!
-¡Un momento! ¿Ya se conocían? – preguntó Rodrigo, comenzando a enojarse y dar lugar a sus celos patológicos.
-Bueno… no formalmente, como ahora, Señor Suárez…
-¡¡Clarisa, explícate!!
-Nada fuera de lo normal, ni falta de respeto por parte de nadie, ¡sólo pasé por su negocio a mirar sus pinturas! Me dejó su tarjeta, ¡es todo! ¡Si te molesta, te recuerdo que ya cumplí dieciocho! ¡¡La alternativa, se deletrea C-O-N-V-E-N-T-O!!
-Lo siento. Comience con su trabajo, por favor. Cuando deba irse, pase por mi escritorio, tendrá listo su cheque. – Rodrigo se retira cabizbajo.
-Disculpe a mi marido, señor Toledano, aún ve a mi hija como a una niña y le cuesta asumir que ya es una mujer… Bien, los dejo solos.
-Gracias. – responde Javier, mirando irse a Encarnación – Tienes carácter…
-Eso dicen ellos.
-Y eso acabas de demostrar, princesa… vamos a ver… este lugar no concuerda mucho con tu vestido.
-Tienes razón… ¿te molestaría mucho bajar a la casa de mis abuelos? Tal vez sea el escenario que necesitas…
-De acuerdo. – los dos, severamente vigilados por el personal doméstico, se encaminaron a la mansión propiamente dicha.
-Ésta es la biblioteca… ¿qué te parece?
-¡Magnífica!... Bien… esto va por aquí… traje un bastidor pequeño, para hacer el bosquejo, mañana ya vendré con el de tamaño natural…
-No hay problema.
-Veamos… ponte junto a la chimenea… es una pena que esté apagada…
-En el cuadro de mi abuela, estaba encendida… es aquél de enfrente, mi padre hizo que se volviera a exponer en su sitio hace pocos días…
-¡Vaya, tienes un gran parecido con ella!
-Lo sé…
-Tus ojos, son más bonitos…
-¡Gracias!
-Bien, quédate lo más quieta posible… sólo me tomará unos minutos dibujar tu rostro.
-¿Te especializas en rostros?
-Es una manía de pequeño. Siempre me ha gustado lo perfecto… ¡Y tú eres perfecta, por donde se te mire!... ¡No, no! ¡No te cubras el escote! ¡Así se ve magnífico! Y lucirá muy bien…
-Pero mi padre se enfadará cuando lo vea…
-¡Que se enfade conmigo, yo soy el artista, después de todo!
-¡A tu propio riesgo!
-Oye, ¿no deberías estar viviendo sola?
-Voy camino a eso. Esta mañana se han iniciado las obras de mi propia casa, en Port Andraixt.
-Frente al mar…
-Con playa privada incluida.
-Suena Bien.
-¡Desde luego!
-Ya puedes descansar un poco…
-Gracias, tengo varias cosas que hacer… y poco tiempo para todo…
-¿Internet?
-¡Hmjmm!... «Información Clasificada» ¡Rayos!
-¡Paciencia!
-Sólo debo entrar en el servidor principal.
-¿Eres Hacker?
-No, yo diseñé el servidor…
-Corrijo la expresión, ¡eres una pequeña genio! – exclamó Javier acercándose más a ella.
-Sólo me gustan los ordenadores… ¡Eso es!
-¿Sectas Satánicas?
-Una investigación personal.
-¿Crees en esas patrañas de Dios y el Diablo? ¡Creí que eras inteligente!
-¡¿Qué tiene que ver eso, con la inteligencia?! Apuesto a que tardas más de media hora, en conseguir apagar mi máquina…
-¡Detesto esas cosas!
-Yo puedo construir una, con mis propias manos… Es señal de inteligencia, ¿o no? El que cuestiones mis creencias, sin siquiera preguntar de qué se trata la investigación, yo podría considerarlo una falta de respeto. Y de no ser porque mis padres fueron quienes te contrataron, ¡te habría despedido, ¡de inmediato!!
-¡¡Eres preciosa, cuando te enfadas!! ¡¿Nadie te lo ha dicho?! – suspira Javier, rozándole la nuca con los labios.
-¡Suficiente, jovencita! – exclama Rodrigo, ingresando - ¡A tu cuarto! ¡¡Sin protestar!! ¡¡¡Y sin ordenador más que para trabajar en los balances de la empresa, que van muy atrasados!!! – Clarisa, entre aliviada y ofendida, sube a su alcoba.
La casa del Árbol.
Pamela, visiblemente agotada y en muy malas condiciones de salud, se conecta por el mensajero automático.
-¡Vamos Clarisa! ¡Date prisa!... ¡Uff, al fin!!
Clarisa: ¡Pam!
Pam: ¡Clary, ¿qué te demoró?!
Clarisa: Me ha pasado absolutamente de todo.
Pam: Antes de que me cuentes, tengo información que te interesará.
Clarisa: Envíala.
Pam: De acuerdo.
Clarisa: He estado chateando con el Obispo.
Pam: Está en Roma, ¿verdad?
Clarisa: En el Vaticano. Espero que me traiga novedades del Papa.
Pam: ¿La verdad sobre su salud?
Clarisa: Entre otras cosas.
Pam: ¿Qué me ibas a contar?
Clarisa: Eso, parte de mi día de trabajo, y las escenas de paranoia de mi padre…
Pam: ¡¿Así llamas a sus celos?!
Clarisa: ¡Deberías haber visto su cara ayer, cuando en la cena traté de explicarle que estoy cursando mis estudios con los franciscanos! ¡Era para un estudio psicoanalítico!
Pam: Eso, ¡¿Y qué mas?!
Clarisa: ¿Recuerdas que tenía que hacerme un retrato al óleo?
Pam: Sí, algo de eso, me contaste hace poco.
Clarisa: Bien, pues… ¿A que no adivinas quién es el pintor que mi papá contrató?
Pam: ¡¡¡¿Javier?!!!
Clarisa: ¡El mismo! Y allí empezamos otra vez con los celos, porque lógicamente, papá se enteró de que ya nos conocíamos.
Pam: ¡Oh, Dios!
Clarisa: Y la cosa, no terminó allí…
Pam: ¡¿Hay más?!
Clarisa: Lo dejó trabajar como media hora, y luego regresó, para sorprenderlo, ¡besándome la nuca!
Pam: ¡Dios Bendito!
Clarisa: Acaba de castigarme.
Pam: Pero tú no eres culpable, ¿o sí?
Clarisa: ¡De ningún modo! Casi parece un animal en celo…
Pam: Pero es guapo, ¿por qué no sales con él?
Clarisa, Papá me mataría…
Pam: ¿Qué más da? Sólo puede hacerlo una vez…
Clarisa: ¡Cierto!... La información, ya llegó.
Pam: Hay archivos PDD.
Clarisa: Eso veo.
Pam: Vas a sorprenderte.
Clarisa: ¿Por qué?
Pam: ¿A que no adivinas, quién está solventando los gastos del sitio de donde descargué la información?
Clarisa: ¡¡¿Vilallonga?!!
Pam: ¡El mismo!
Clarisa: ¿Crees que esté involucrado?
Pam: Es más que probable.
Clarisa: ¡Con razón no me gustaba!
Pam: Te voy a enviar una animación del escudo de armas de la secta, ¡te pondrá la piel de gallina!
Clarisa: La espero.
Pam: Aquí va…
Clarisa: Trabajaré con estos balances, mientras tanto, por si a mi padre se le ocurre subir de improviso.
Pam: bien.
Clarisa: ¿Has visto al médico?
Pam: Acabo de llegar.
Clarisa: ¿Qué te ha dicho?
Pam: Quiere hacerme un chequeo general.
Clarisa: Rutina…
Pam: Supongo. Dice que debo comer más carne.
Clarisa: ¿Tienes bajos los glóbulos rojos?
Pam: Un poco, según él.
Clarisa: Hazle caso.
Pam: ¡Claro!
Clarisa: ¡Oh, Cielos!
Pam: ¿Estás viendo la animación?
Clarisa: Sí. ¡Y no lo puedo creer!
Pam: ¡Te lo dije!
Clarisa: ¡Esto es totalmente satánico!
Pam: Eso pensé. Me cubrí, antes de trabajar con esas imágenes.
Clarisa: Fue lo mejor que pudiste haber hecho
Pam: Tú, ¿Qué vas a hacer, con lo que sabes ahora?
Clarisa: Investigaré un poco más y luego le contaré a papá, espero que no se escandalice.
Biblioteca de la Mansión.
-Espero que la inapropiada conducta de mi hija, no lo haya escandalizado, señor Toledano.
-¡Oh, no se preocupe, señor Suárez! Tiene usted un encanto de niña, en realidad quien debería disculparse, soy yo…
-¡Descuide! Después de todo, usted es un ser humano… aquí está su cheque…
-Gracias.
-Como mi hija está castigada, el día de mañana tendrá usted que continuar su trabajo sin ella… podría copiar en algo el cuadro de mi señora madre.
-No habrá problema, tengo memoria fotográfica.
-¡Asombroso!
-¡Asombroso! En su «Hermandad», reemplaza la rosa por una imagen decapitada de la Virgen con el Niño en Brazos, también sin cabeza… - sentada en su escritorio, Clarisa bebe una taza de té. Se levanta y se dirige a la Biblioteca de su abuelo - ¡Hmm!... ¡no se ve mal!... ¿qué es esto? Dejó algo pegado detrás de la tela… es un papel escrito con carbonilla… «Cena mañana en la noche. 12:00hs. Sé puntual. Te esperaré en el viejo muelle de Platja de Aro, Javi»… ¡Hmmm! ¡Interesante Será mejor que lo esconda…!
-¡Clarisa, creí haberte dicho que no salieras de tu cuarto!
-Sólo… curioseaba la pintura… - respondió la joven, ocultando el mensaje entre los pliegues del vestido.
-¡Sube de inmediato! ¡Y si no veo los balances impresos en mi oficina antes de la cena, mañana no saldrás de tu cuarto bajo ninguna excusa, jovencita! ¡Tu conducta de hoy, ¡avergüenza a mi familia!! – Clarisa corrió a su cuarto. Se dejó caer en la cama y lloró durante varias horas. Finalmente, dejó el material que le solicitó su padre, sobre el escritorio de su oficina. Se asomó al comedor. Nadie a la vista. Abrió su celular
-¿Javier?
-¡Clarisa, ¡qué inesperada y maravillosa sorpresa!!
-¿Podemos vernos ahora?
-Por supuesto, ¿cuál es la prisa?
-Simplemente, ¡necesito hablar con alguien!
-De acuerdo, ¿dónde te espero?
-En mitad del camino a la Iglesia de Santa Clara, hay una casa construida en la copa de un árbol, espera abajo, iré en una hora.
-¡Fantástico! ¡Y no llores, por favor, deja de opacar tu belleza, ¿lo prometes?
-¡Lo prometo! – la joven, cerró la comunicación.
Regresó a su cuarto y se cambió de ropa. Vestida íntegramente de negro, salió por su balcón y con un arnés de montaña bajó los doce pisos. Tomó su Ferrari y salió a toda velocidad. Javier aguardaba con un ramo de rosas rojas, una botella de vino blanco frío y dos copas a la mano. Recibió a la joven, con un apasionado beso.
Lunes. 8:00hs. Despacho Episcopal.
Clarisa, antes de iniciar sus clases en el seminario, recoge la carpeta que le indicara el Obispo. Un sacerdote la detiene.
-¡Señorita! ¡¿Tiene permiso para ingresar al despacho privado de Monseñor Pujol?!
-Permiso… llaves… y credencial de acreditación diocesana, ¡oh, perdón, ésta es la de la Biblioteca Vaticana!... ¡Aquí está!
-¡Oh, disculpe, señorita Suárez! No hemos sido presentados. Mi nombre es Aurelio Torquemada.
-Mucho gusto.
-¿Busca usted algo en particular?
-Una documentación que Monseñor Pujol dejó para mí antes de viajar…
-¿Puedo ayudarla a buscar?
-No, gracias, sé exactamente dónde están esos documentos, me tomará menos de un minuto.
-Bien.
-(“No creo que se deba a su apellido, pero este alfeñique con sotana, no me inspira ninguna confianza… Ésta debe ser la carpeta… El símbolo es el mismo que vi en el anillo del señor Vilallonga… ¡Ops! Si no me doy prisa, llegaré tarde a clase… y los monjes atropellándose en los pasillos, no me lo harán fácil… creo que tomaré la vía más rápida.”) – Clarisa corrió el sillón del enorme escritorio, abrió la escotilla y descendió por la escala de piedra – (“Huele a humedad… creo que tengo por aquí un perfumero con agua de rosas.”) – la Cazadora, a toda velocidad, se dirige a su aula atravesando y perfumando los añosos sótanos del convento. Emerge por la Capilla del Santísimo Sacramento, frente a la oficina de Fray Fernando, con el que se cruza cuando suena la campana.
-¡Buenos días, Clarisa!
-¡Buenos días, Fray Fernando!
-Es raro que llegues tan sobre la hora.
-Tuve que pasar por la oficina del Obispo.
-Comprendo.
-Ayer le envié por e-mail, el examen de Cristología.
-Te quedan dos horas libres.
-Sé perfectamente en qué ocupar ese tiempo.
-Ahora debes ocupar tu lugar en el aula.
-¡Ya mismo!
Castell Gandolfo.
Media tarde.
-¡Ya mismo, Monseñor, Pujol! ¡No hay tiempo que perder! Ya he visto suficiente. Póngase de inmediato en contacto con Monseñor Christiansen.
-Se encuentra en Nueva York, Su Santidad.
-¡No interesa, trasládenlo!
-Iniciaremos los trámites, Su Santidad.
-Hay que conformar un sólido equipo de Exorcistas.
-Nos hará falta un elemento sorpresa.
-¿Qué sugiere usted, Monseñor Pujol?
-Parece un caso complicado, Su Santidad… Me he tomado el atrevimiento de anticiparme a su autorización, a la cual daba ya por segura… he pedido que se inicie una cadena de oración por Intercesión.
-«Renovación Carismática Católica», ¿verdad?
-¡Está usted inspirado, Su Santidad!
-¡Lo mismo se puede decir de usted! Quiero a la Cazadora involucrada en el caso.
-¡¿La Cazadora?!
-La joven Suárez Ripoll tiene que ser parte del equipo. Ella debe estar capacitada para enfrentar y vencer en dos etapas al enemigo que nos está hostigando… ¿O es que acaso, no nos urge que sus poderes despierten?
-Tiene usted toda la razón del mundo.
-Pongámonos a trabajar, entonces.
-¡Sí, Su Santidad.
Palma de Mallorca.
Mansión Suárez. Edificio comercial.
Todo el personal se dispone a retirarse. La mayoría de las oficinas tiene ya las luces apagadas. Poco a poco, sólo va quedando iluminado el piso de la Gerencia.
-Hija, por favor, pásame el informe final del día.
-En seguida, papá, ya se está imprimiendo.
-¿Clarisa?
-Mamá, ¿tú aquí?
-Quería saber qué tal te adaptas a tu primer trabajo.
-Nada mal.
-Apaga eso y sube a darte un baño. El pintor acaba de llegar, está en la planta baja aguardando para subir.
-¡Oh, por Dios! ¡El retrato! ¡Oh, mamá, lo olvidé por completo, lo siento!
-¡No hay cuidado, el trabajo es lo primero!
-Hazlo subir, y que instale su atril y sus pinturas, estaré allí en un abrir y cerrar de ojos. – Clarisa corrió al ascensor y de allí prácticamente saltó a su suite. Se vistió y se maquilló. Diez minutos más tarde, se presentó en la biblioteca de su padre. Allí fue donde se sorprendió.
-¡Oh, ella es mi hija Clarisa!... Clarisa, él es el señor Javier Toledano.
-¡¿Tú?!
-¡Un momento! ¿Ya se conocían? – preguntó Rodrigo, comenzando a enojarse y dar lugar a sus celos patológicos.
-Bueno… no formalmente, como ahora, Señor Suárez…
-¡¡Clarisa, explícate!!
-Nada fuera de lo normal, ni falta de respeto por parte de nadie, ¡sólo pasé por su negocio a mirar sus pinturas! Me dejó su tarjeta, ¡es todo! ¡Si te molesta, te recuerdo que ya cumplí dieciocho! ¡¡La alternativa, se deletrea C-O-N-V-E-N-T-O!!
-Lo siento. Comience con su trabajo, por favor. Cuando deba irse, pase por mi escritorio, tendrá listo su cheque. – Rodrigo se retira cabizbajo.
-Disculpe a mi marido, señor Toledano, aún ve a mi hija como a una niña y le cuesta asumir que ya es una mujer… Bien, los dejo solos.
-Gracias. – responde Javier, mirando irse a Encarnación – Tienes carácter…
-Eso dicen ellos.
-Y eso acabas de demostrar, princesa… vamos a ver… este lugar no concuerda mucho con tu vestido.
-Tienes razón… ¿te molestaría mucho bajar a la casa de mis abuelos? Tal vez sea el escenario que necesitas…
-De acuerdo. – los dos, severamente vigilados por el personal doméstico, se encaminaron a la mansión propiamente dicha.
-Ésta es la biblioteca… ¿qué te parece?
-¡Magnífica!... Bien… esto va por aquí… traje un bastidor pequeño, para hacer el bosquejo, mañana ya vendré con el de tamaño natural…
-No hay problema.
-Veamos… ponte junto a la chimenea… es una pena que esté apagada…
-En el cuadro de mi abuela, estaba encendida… es aquél de enfrente, mi padre hizo que se volviera a exponer en su sitio hace pocos días…
-¡Vaya, tienes un gran parecido con ella!
-Lo sé…
-Tus ojos, son más bonitos…
-¡Gracias!
-Bien, quédate lo más quieta posible… sólo me tomará unos minutos dibujar tu rostro.
-¿Te especializas en rostros?
-Es una manía de pequeño. Siempre me ha gustado lo perfecto… ¡Y tú eres perfecta, por donde se te mire!... ¡No, no! ¡No te cubras el escote! ¡Así se ve magnífico! Y lucirá muy bien…
-Pero mi padre se enfadará cuando lo vea…
-¡Que se enfade conmigo, yo soy el artista, después de todo!
-¡A tu propio riesgo!
-Oye, ¿no deberías estar viviendo sola?
-Voy camino a eso. Esta mañana se han iniciado las obras de mi propia casa, en Port Andraixt.
-Frente al mar…
-Con playa privada incluida.
-Suena Bien.
-¡Desde luego!
-Ya puedes descansar un poco…
-Gracias, tengo varias cosas que hacer… y poco tiempo para todo…
-¿Internet?
-¡Hmjmm!... «Información Clasificada» ¡Rayos!
-¡Paciencia!
-Sólo debo entrar en el servidor principal.
-¿Eres Hacker?
-No, yo diseñé el servidor…
-Corrijo la expresión, ¡eres una pequeña genio! – exclamó Javier acercándose más a ella.
-Sólo me gustan los ordenadores… ¡Eso es!
-¿Sectas Satánicas?
-Una investigación personal.
-¿Crees en esas patrañas de Dios y el Diablo? ¡Creí que eras inteligente!
-¡¿Qué tiene que ver eso, con la inteligencia?! Apuesto a que tardas más de media hora, en conseguir apagar mi máquina…
-¡Detesto esas cosas!
-Yo puedo construir una, con mis propias manos… Es señal de inteligencia, ¿o no? El que cuestiones mis creencias, sin siquiera preguntar de qué se trata la investigación, yo podría considerarlo una falta de respeto. Y de no ser porque mis padres fueron quienes te contrataron, ¡te habría despedido, ¡de inmediato!!
-¡¡Eres preciosa, cuando te enfadas!! ¡¿Nadie te lo ha dicho?! – suspira Javier, rozándole la nuca con los labios.
-¡Suficiente, jovencita! – exclama Rodrigo, ingresando - ¡A tu cuarto! ¡¡Sin protestar!! ¡¡¡Y sin ordenador más que para trabajar en los balances de la empresa, que van muy atrasados!!! – Clarisa, entre aliviada y ofendida, sube a su alcoba.
La casa del Árbol.
Pamela, visiblemente agotada y en muy malas condiciones de salud, se conecta por el mensajero automático.
-¡Vamos Clarisa! ¡Date prisa!... ¡Uff, al fin!!
Clarisa: ¡Pam!
Pam: ¡Clary, ¿qué te demoró?!
Clarisa: Me ha pasado absolutamente de todo.
Pam: Antes de que me cuentes, tengo información que te interesará.
Clarisa: Envíala.
Pam: De acuerdo.
Clarisa: He estado chateando con el Obispo.
Pam: Está en Roma, ¿verdad?
Clarisa: En el Vaticano. Espero que me traiga novedades del Papa.
Pam: ¿La verdad sobre su salud?
Clarisa: Entre otras cosas.
Pam: ¿Qué me ibas a contar?
Clarisa: Eso, parte de mi día de trabajo, y las escenas de paranoia de mi padre…
Pam: ¡¿Así llamas a sus celos?!
Clarisa: ¡Deberías haber visto su cara ayer, cuando en la cena traté de explicarle que estoy cursando mis estudios con los franciscanos! ¡Era para un estudio psicoanalítico!
Pam: Eso, ¡¿Y qué mas?!
Clarisa: ¿Recuerdas que tenía que hacerme un retrato al óleo?
Pam: Sí, algo de eso, me contaste hace poco.
Clarisa: Bien, pues… ¿A que no adivinas quién es el pintor que mi papá contrató?
Pam: ¡¡¡¿Javier?!!!
Clarisa: ¡El mismo! Y allí empezamos otra vez con los celos, porque lógicamente, papá se enteró de que ya nos conocíamos.
Pam: ¡Oh, Dios!
Clarisa: Y la cosa, no terminó allí…
Pam: ¡¿Hay más?!
Clarisa: Lo dejó trabajar como media hora, y luego regresó, para sorprenderlo, ¡besándome la nuca!
Pam: ¡Dios Bendito!
Clarisa: Acaba de castigarme.
Pam: Pero tú no eres culpable, ¿o sí?
Clarisa: ¡De ningún modo! Casi parece un animal en celo…
Pam: Pero es guapo, ¿por qué no sales con él?
Clarisa, Papá me mataría…
Pam: ¿Qué más da? Sólo puede hacerlo una vez…
Clarisa: ¡Cierto!... La información, ya llegó.
Pam: Hay archivos PDD.
Clarisa: Eso veo.
Pam: Vas a sorprenderte.
Clarisa: ¿Por qué?
Pam: ¿A que no adivinas, quién está solventando los gastos del sitio de donde descargué la información?
Clarisa: ¡¡¿Vilallonga?!!
Pam: ¡El mismo!
Clarisa: ¿Crees que esté involucrado?
Pam: Es más que probable.
Clarisa: ¡Con razón no me gustaba!
Pam: Te voy a enviar una animación del escudo de armas de la secta, ¡te pondrá la piel de gallina!
Clarisa: La espero.
Pam: Aquí va…
Clarisa: Trabajaré con estos balances, mientras tanto, por si a mi padre se le ocurre subir de improviso.
Pam: bien.
Clarisa: ¿Has visto al médico?
Pam: Acabo de llegar.
Clarisa: ¿Qué te ha dicho?
Pam: Quiere hacerme un chequeo general.
Clarisa: Rutina…
Pam: Supongo. Dice que debo comer más carne.
Clarisa: ¿Tienes bajos los glóbulos rojos?
Pam: Un poco, según él.
Clarisa: Hazle caso.
Pam: ¡Claro!
Clarisa: ¡Oh, Cielos!
Pam: ¿Estás viendo la animación?
Clarisa: Sí. ¡Y no lo puedo creer!
Pam: ¡Te lo dije!
Clarisa: ¡Esto es totalmente satánico!
Pam: Eso pensé. Me cubrí, antes de trabajar con esas imágenes.
Clarisa: Fue lo mejor que pudiste haber hecho
Pam: Tú, ¿Qué vas a hacer, con lo que sabes ahora?
Clarisa: Investigaré un poco más y luego le contaré a papá, espero que no se escandalice.
Biblioteca de la Mansión.
-Espero que la inapropiada conducta de mi hija, no lo haya escandalizado, señor Toledano.
-¡Oh, no se preocupe, señor Suárez! Tiene usted un encanto de niña, en realidad quien debería disculparse, soy yo…
-¡Descuide! Después de todo, usted es un ser humano… aquí está su cheque…
-Gracias.
-Como mi hija está castigada, el día de mañana tendrá usted que continuar su trabajo sin ella… podría copiar en algo el cuadro de mi señora madre.
-No habrá problema, tengo memoria fotográfica.
-¡Asombroso!
-¡Asombroso! En su «Hermandad», reemplaza la rosa por una imagen decapitada de la Virgen con el Niño en Brazos, también sin cabeza… - sentada en su escritorio, Clarisa bebe una taza de té. Se levanta y se dirige a la Biblioteca de su abuelo - ¡Hmm!... ¡no se ve mal!... ¿qué es esto? Dejó algo pegado detrás de la tela… es un papel escrito con carbonilla… «Cena mañana en la noche. 12:00hs. Sé puntual. Te esperaré en el viejo muelle de Platja de Aro, Javi»… ¡Hmmm! ¡Interesante Será mejor que lo esconda…!
-¡Clarisa, creí haberte dicho que no salieras de tu cuarto!
-Sólo… curioseaba la pintura… - respondió la joven, ocultando el mensaje entre los pliegues del vestido.
-¡Sube de inmediato! ¡Y si no veo los balances impresos en mi oficina antes de la cena, mañana no saldrás de tu cuarto bajo ninguna excusa, jovencita! ¡Tu conducta de hoy, ¡avergüenza a mi familia!! – Clarisa corrió a su cuarto. Se dejó caer en la cama y lloró durante varias horas. Finalmente, dejó el material que le solicitó su padre, sobre el escritorio de su oficina. Se asomó al comedor. Nadie a la vista. Abrió su celular
-¿Javier?
-¡Clarisa, ¡qué inesperada y maravillosa sorpresa!!
-¿Podemos vernos ahora?
-Por supuesto, ¿cuál es la prisa?
-Simplemente, ¡necesito hablar con alguien!
-De acuerdo, ¿dónde te espero?
-En mitad del camino a la Iglesia de Santa Clara, hay una casa construida en la copa de un árbol, espera abajo, iré en una hora.
-¡Fantástico! ¡Y no llores, por favor, deja de opacar tu belleza, ¿lo prometes?
-¡Lo prometo! – la joven, cerró la comunicación.
Regresó a su cuarto y se cambió de ropa. Vestida íntegramente de negro, salió por su balcón y con un arnés de montaña bajó los doce pisos. Tomó su Ferrari y salió a toda velocidad. Javier aguardaba con un ramo de rosas rojas, una botella de vino blanco frío y dos copas a la mano. Recibió a la joven, con un apasionado beso.
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