Al pie del Tabernáculo

La pesadilla comienza en casa (segunda parte)

-Ambos dos, según mi opinión. – decidió Rodrigo.
-¿Dos coches?
-Uno es elegante, y el otro, veloz.
-No sabes cómo compensarle el no haberle dado su fiesta debutante, ¿verdad?
-Le he dado cosas más importantes. Se diría que vamos a emanciparla. Se podrá mudar y vivir sola en la casa de la playa, cuando le apetezca. No todos los chicos de su edad tienen esos privilegios.
-Ciertamente.
-¿Contrataste al pintor?
-Sí, ya lo hice. El lunes lo entrevistaré.
-¿Crees que le vaya el vestido de compromiso de su abuela?
-No lo sé, habría que airearlo al menos…
-¡Llámala al celular para decírselo!
-¡Ya mismo!... ¿Clarisita?
-¡Sí, mamá, ¿qué sucede?!
-¿Estás muy ocupada?
-No, estoy tomando el té con Fray Fernando, ¿me necesitas en casa?!
-Tengo algo que quiero que veas.
-De acuerdo. En un rato voy para allá.
-Perfecto. – la señora Suárez cerró la comunicación.

-¿Ya tienes que irte, Clarisa?
-Me temo que sí, no me gusta hacer esperar a mi mamá.
-Está bien. Te espero mañana bien temprano en mi… despacho privado.
-De acuerdo. – Clarisa salió del recinto y acompañada por Pamela, regresó a su casa.
De camino, dejó a su amiga en su domicilio.
-¿Te ocurre algo, Pam? Te ves triste.
-Nada importante.
-¡Pam, te conozco!
-Es que… las cosas en casa no han ido bien últimamente.
-Cuéntame.
-Tengo problemas con mi… madrastra.
-¿No te llevas bien?
-Lo intento… Pero ha cambiado mucho desde que se casó con papá.
-A veces suele suceder…
-Pero los cambios han sido demasiado drásticos… O quizás ahora ella muestra su verdadera cara, ¡no sé qué pensar!... Anoche… ¡la encontré ebria, durmiendo en el suelo del patio!
-¡Cielos!
-Temo que se vuelva demasiado violenta.
-¿Alguna vez te levantó la mano?
-Hasta ahora, no.
-Llámame cuando necesites hablar, por favor.
-Lo haré.
-Bien.
-¿Almorzamos mañana, en la Casa del Árbol? Creo que tendré tiempo.
-De acuerdo.
-¡Nos vemos! – Clarisa partió a toda velocidad.

-¡Aún debe estar en donde mi padre solía guardarla!... ¡Sí, mira Encarna, ésta es! ¡La llave del arcón de mi madre!
-¡A Clarisa le encantará la idea de abrirlo!
-Supongo que sí. Los años en Roma, le han creado afición por las antigüedades.
-¡Y seguramente no tarda en llegar! Subiré a recibirla, ¿me acompañas?
-¡Desde luego! – el matrimonio, salió de la vieja casona, atravesó los jardines y abordó el ascensor externo del edificio contiguo, hacia el Pent-house.
-¿Rosario?
-¿Sí, señor?
-¿Cuándo estará lista la cena?
-En dos horas, señor.
-Perfecto.
-¿Han llegado los peces que mandé a pedir a Japón?
-Sí, señor.
-Pídale a los empleados que completen la instalación del acuario.
-Enseguida, señor.
-¡Hola, papa!! ¡Hola, mamá!, ya llegué! - se escuchó la sonora voz de Clarisa desde el pasillo de la entrada al piso.
-¿Cómo te ha ido, preciosa?
-Muy bien, papá.
-¿Has hablado con Fray Fernando, hija?
-Pasé a saludarlo. Me comentó acerca de unos cursos que le gustaría que hiciera.
--Pero, ¿qué hay de tu ingreso a la Universidad? – se enojó Rodrigo.
-No hay una carrera que realmente me atraiga.
-Y la Licenciatura en Sistemas, ¿no te gusta? – preguntó Encarnación.
-Tengo suficientes créditos en Harvard, para graduarme por Internet.
-¿Cómo así?
-He tenido tanto tiempo libre en Roma, que lo aproveché para cursar a distancia.
-Pero, ¿por qué no lo dijiste antes?
-Quería darles la sorpresa, cuando llegara el diploma por correo… pero ya que lo preguntan…
-¿Qué tal algún Máster?
-No lo sé, tal vez un poco más adelante… ¿sabes?, quiero estar en donde haya gente que me necesite, no quiero echar a perder todo lo que aprendí, ahogándolo entre tanto lujo… por ahora, me han interesado los cursos en el Seminario Mayor…
-¡¡Vas a meterte a monja, ¿con lo rica y bella que eres?!! – estalló Encarnación, en un ataque de ira.
-¡¡Mamá, ¿quién habló de eso?!! ¡Por supuesto que voy a casarme y formar mi propia familia algún día!
-¡¡Sí, pero, ¿cuándo?!!
-¡¡¡¿Por qué se desesperan tanto?!!! – indignada y dolida, Clarisa subió a su habitación.
-Encarna, creo que te has extralimitado…
-¡Eso veo! Pero, ¿por qué te quedaste callado? ¿No eres tú el que quiere verla lejos del convento, a menos que sea con traje de novia?
-En algún punto tienes razón. Pero ni siquiera la has dejado llegar a su casa y sentarse a comer en familia, que ya la estás presionando con lo que indica la moda, o el hecho de que las hijas de tus amigas y ex compañeras de clases, ya están prometidas y casadas… no me salgas con otra cosa, hiciste la misma escena, cuando no podías concebir… de cualquier modo, no debiste tratarla así, se molestó y tiene razón. – Rodrigo siguió a su hija a su dormitorio.
Golpeó la puerta.
-Pasa, está abierto. – dijo ella desde su balcón.
-¿Sigues molesta?
-¡Quiero volver a Roma! O mudarme a Miami, ¡o lo más lejos posible de aquí! ¡Ayúdame con el equipaje!
-¡Linda, por Dios, no me digas eso! ¿Tienes idea de lo mucho que he echado de menos a mi bebita preciosa? – Rodrigo la abrazó por la espalda y la retuvo… Clarisa jamás se resistía a este gesto paternal, y casi siempre terminaba llorando y perdonando a su padre.
-Apenas llego, y ya estoy harta de estar aquí, ¿qué han creído que soy? ¡¿Una perrita lanuda, a la que hay que aparear en el primer celo?! ¡Y por supuesto, con un semental de pura raza, con buen Pedigree!... Lo he visto, papá… muchas de mis compañeras, han salido del convento, directamente a casarse con hombres que apenas conocían… ¡A mí déjenme tranquila, ¿sí?!
-¡Pequeña! Tú ya conoces a tu madre, siempre se deja llevar por el snobismo y todas esas cosas con las que tu tía Rocío le llena la cabeza… Insisto, te hemos echado demasiado de menos, como para que te vuelvas a marchar… pero si así lo prefieres, tienes la opción de que en cuanto la casa de la playa esté terminada, puedas mudarte allí. He decidido emanciparte. Vive tu propia vida, ¡te lo has ganado!
-¿Seguro que no vas a arrepentirte?
-¡No lo sé! ¡Para mí aún eres una niña! – Clarisa comenzó a llorar – Pero ya eres una profesional, estás en condiciones de relevar a tu madre en la empresa, incluso a mí.
-¡No exageres!
-¿Quieres venir mañana a una cena de negocios con el directorio al completo? Me gustaría presentarte.
-¿De qué se tratará?
-Nuevas tecnologías en informática… monitores de LCD, y ese tipo de cosas.
-¡Me encantará!
-Ven conmigo, quiero mostrarte algo.
-¿Adónde vamos?
-Al sótano de la mansión.
-¿Junto a la bodega?
-¡Exacto!
-Siempre me fascinó ese lugar tan misterioso… ¿qué hay allá?
-Algunas obras de arte que desechamos, viejos libros, artículos de colección, ¡y el arcón de los recuerdos de tu abuela!
-¡Tienes la llave!
-La busqué personalmente, ¡sólo para ti! ¿Bajamos?
-¡Bajemos!
-Hay que decirle a Rosario que mande a alguien para que repare esta escalera. No me gusta como crujen estas maderas.
-A mí, tampoco. Alguien podría lastimarse.
-Mira…
-¡Aquí está!
-¡Adelante, ábrelo!
-A ver… ¡Oh, papá, es…! ¡Hermoso!... Hay joyas… éste debe ser su diario… ¡Oh, está bajo llave!... Me temo que no podré leerlo… ¡Oh, Cielos! ¡Qué vestido tan… esplendoroso!
-Es el que lució en su presentación en sociedad… ese mismo día fue prometida a tu abuelo.
-Era muy bella, ¿verdad?
-La más guapa del pueblo, según tu abuelo.
-Pero él la miraba con ojos de enamorado…
-La amaba mucho, en verdad… y tú te pareces mucho a ella… tienes su cabello, sus mismos ojos, su estatura… ¿por qué no te pruebas el vestido? Quizás te quede… y si es así, lo usarás para tu retrato al óleo.
-¡¿Retrato?! ¡¿Vas a hacerme un retrato al óleo?! ¡¿Cómo si fuera una gran dama?!
-Es una tradición familiar… Mira… Tras esta cortina, está el de tu abuela. En el comedor de la mansión, está el de tu madre…
-¡Sólo falta el mío!
-¡Vamos, ve a probarte el vestido!
-¡Ya mismo! – Clarisa subió al cuarto de sus abuelos. Corrió las cortinas y destapó el enorme espejo enmarcado en roble. Se colocó el vestido sobre el pecho con una mano y con la otra se levantó el cabello – (“A simple vista, parece quedarme bien… huele ha guardado y está amarillento… pero no deja de ser hermoso… imagino que debió usar con un corset muy ajustado, pero eso no es ningún problema para mí… ¡Vaya! ¡Me queda perfecto! Aunque, necesitará suavizante para ropa… Bien, creo que lo haré lavar y planchar ahora mismo.”) ¿Rosario, estás por ahí?
-¡Aquí mismo, niña Clarisa!
-¿Quieres venir un momento, por favor?
-¡Por supuesto, mi niña! ¿Qué necesita?
-Lleva este vestido a lavar y planchar, quiero verlo impecable, lo antes posible.
-Lo que ordene, mi niña. – el ama de llaves se llevó la prenda.
-(“No tenía un peinado muy complicado esa noche… los músculos de sus brazos, se ven fuertes… casi como los míos… ¿sería también deportista? No era común en esa época… Bien, creo que regresaré arriba, y me daré un baño, antes de conectarme a Internet… Me preocupa la situación de Pam… no ha querido hablarme mucho al respecto, pero jamás le vi una mirada tan triste… Algo muy serio debe estarle sucediendo, no me cabe la menor duda.”) – Clarisa regresó al pent-house.

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