Al pie del Tabernáculo

El santo varón (segunda parte)

-¡Por supuesto que lo sé, tonta!
-Sólo trata de no lastimarla.
-¡Desearía estropear para siempre su linda cara de princesa!
-¡Colleen, ya basta! ¡Te pones insoportable por momentos!
-¡¿Es que estás de su parte, o de la mía?!
-¡Ya! Tomemos la esquiladora y larguémonos de aquí de una vez…
-¡Listo! Asegúrate de que no venga nadie.
-Tenemos el camino libre… ¡deprisa! – las dos alumnas se dirigieron al piso en el que se hallaba la habitación de Clarisa. Utilizando una tarjeta de crédito abrieron la puerta de su baño privado, en donde conectaron el artefacto con premeditación. Luego de eso, se dirigieron a sus clases con normalidad.

-¿Estás bien, Clarisa?
-Sí, creo que sí…
-No lo pareces.
-Me duele la cabeza…
-¿Quieres ir a la enfermería?
-No, no hace falta… es el broche de mi cabello… ¡ya estoy mejor!
-No te sueltes el pelo, ¡las monjas no lo permiten!
-Lo sé, sólo le pondré un lazo… ¿ves?
-¿Siempre te sucede esto?
-Llevo tiempo sin hacerme un corte… a veces me pesa un poco…
-Está muy largo.
-¡A mi mamá, le encanta!
-A ti, ¿no?
-Sí, claro… es que mis abuelos eran muy rígidos y nunca le dejaron crecer a ella el pelo, más allá de los hombros… por eso yo lo uso así… de pequeña, se tomaba horas para peinarme con todo detalle, lo hacía muy bien… ¡Hhhh!
-¿Te sigue doliendo?
-Sí, como si me hubiera lastimado, ¿quieres fijarte?
-¿A ver?... No, no… no tienes nada…
-Sin embargo, se siente como una herida… sangrando…
-Y, ¿si te lavas el pelo?
-Tal vez me sienta un poco mejor… avísale a la profesora, ¿quieres?
-De acuerdo. – Ana Paula Von Holmes se dirigió a la sala de profesores, mientras Clarisa, sin saber que era espiada, corría hacia los dormitorios.

-¡Es el momento, va hacia la trampa! – Colleen, desde su celular, alertó a sus cómplices, para luego seguir a la Cazadora, a discreción.

Otro que corría en ese mismo momento, era Fray Fernando, a través del patio del Convento de San Francisco. Llevaba, además de mucha prisa, muchos papeles muy importantes, entre los cuales se hallaba una nota de aviso para el Colegio de Señoritas, que pondría al tanto a la Madre Superiora, de una sorpresiva visita de Su Santidad al instituto. El Santo Padre había querido hacerse cargo personalmente de la prueba del Agua Bendita.
-¡Buenos días, hermana portera!
-¡Fray Ridruejo, ¿qué lo trae por aquí?!
-¡Necesito ver a la Madre Superiora, con carácter de urgencia!
-Aguarde un momento, se encuentra en una reunión con el personal docente.
-¡Aquí estaré! - el fraile, nervioso, acomodó sus papeles y se sentó a esperar… De pronto, un extraño dolor de cabeza, lo aquejó - ¡Ahh! ¡Qué tremenda migraña! Hace tiempo que no me ataca así.
-¿Se encuentra bien, Fray Ridruejo?
-Sí, gracias hermana, sólo es una vieja y molesta migraña.
-La Madre Superiora está ya lista para recibirlo, pase por aquí, por favor.
-Gracias. – la monja lo condujo al despacho principal.
-Buenos días, Fray Fernando.
-Buenos días, Madre Superiora.
-¿A qué debo el honor y la urgencia?
-¡Excelentes noticias! Hoy mismo, el colegio va a recibir una visita relámpago de Su Santidad.
-¡Bendito Dios!
-Está especialmente interesado en conocer al alumnado… concretamente entrevistará a una de sus pupilas consentidas…
-La joven Suárez Ripoll…
-¡Exactamente!
-Ciertamente, es una alumna fuera de los común, asombrosamente brillante y aplicada.

-Demasiado brillante y aplicada, para mi gusto, ¡es hora de darle una lección a esa presumida! - murmuró la cabecilla del grupo - ¡A la cuenta de tres! Uno… dos… ¡tres! ¡A ella! – cuatro fornidas alumnas del último curso irrumpieron en el cuarto de baño de Clarisa y echándole el shampoo en los ojos, se abalanzaron sobre ella, mientras quien las dirigía conectaba la esquiladora… la rapó y le lastimó el cuero cabelludo… Sangrando e inconsciente, la encontró Ana Paula.
-¡Oh, por Dios!... ¡¡Hermana Celadora!!
-¡¡¿Qué sucede?!! ¡¡Santo Cristo!! ¡¡¿Cómo pudo ocurrir algo así?!! ¡¡Pronto, tráeme una toalla!!
-¡Aquí tiene!
-¡Ve a avisar a la Madre Superiora, para que llame a un médico!
-¡Ya mismo!
-¡Ya detuve la hemorragia!... Clarisa… Clarisa… ¡niña, reacciona, por Dios!
-Hmmm…
-¡Clarisa, ¿cómo te sientes?!
-Muy… mareada… todo me da vueltas…
-Has perdido mucha sangre, hija…
-¡Mi cabello! ¡¡Ese es mi cabello!!
-¿Quién te hizo esto?
-Colleen Anderson… y el grupo de último año… No sé qué les pasó…
-Tranquilízate, ya se tomarán medidas con respecto a ellas… aquí vienen los enfermeros…
-Vamos a ver… - dijo el médico, colocándole el tensiómetro – la presión está muy baja, incluso para la cantidad de sangre que perdió, hay que trasladarla de inmediato… Avisen a sus familiares, puede requerir una transfusión.
-Sí, doctor. – los camilleros se llevaron a la Cazadora. En la ambulancia, ya los esperaba Fray Fernando.
-¡Clarisa, ¿Qué pasó?!
-Me atacaron… no entiendo cómo… no pude defenderme…
-Tu marca… se ha puesto negra…
-¿Dicen algo los libros?
-No… pero no me gusta… ¿cuántos dardos detuviste, para salvar al Papa?
-Tres…
-Creo que empiezo a comprender… déjame ver tu mano… tienes un pequeño corte…
-¡Oh, Cielos! ¡Lo arruiné todo! ¡Fray Fernando, lo siento! Tendrá que esperar otra generación más… o quizás tengan que pasar cien años…
-Clarisa, ¿de qué hablas?
-He leído los archivos prohibidos, lo sé todo respecto a mí… y mi misión… ya no podrá ser…
-Aún no está dicha la última palabra… ya llegamos. – los médicos, luego de revisarla y suturar sus heridas, le practicaron toda clase de análisis, hasta dar con los efectos del veneno de los dardos…
-Parece tratarse de una sustancia más letal y silenciosa que el cianuro y otros venenos… por lo que se ve en la joven, es de acción lenta. Progresivamente, atacará los músculos, los huesos y finalmente los órganos vitales…
-¿Qué se puede hacer?
-Inicialmente, una transfusión… pero sólo prolongara lo inevitable, a menos que se halle el antídoto a tiempo.
-¿Cuál es el grupo sanguíneo?
-Una rara especie de 0 rh negativo… - en ese instante, el Papa ingresó a la oficina de los médicos.
-No encontrarán un donante a tiempo… - dijo con lágrimas en los ojos y temblando aterrado – a menos que sea yo… poseo el tipo de sangre que buscan… - casi de inmediato, todo el personal entró en acción.
Clarisa, desmejoraba con el transcurrir de las horas.
En el convento y en el colegio, tanto las monjas como las alumnas, iniciaron una cadena de oración, a la que se unió todo el Colegio de Cardenales.

Una extraña y joven figura llegó a la habitación de Clarisa. Llevaba entre sus manos algo envuelto en un lienzo blanco. Tras ella, el Papa ingresó con un simple maletín de campaña. Aún le dolía el brazo, pero no era lo importante. La desconocida figura descubrió su blanca cabeza, de larga cabellera igualmente blanca. Esta sería quizás la última misión de Joel, el Custodio. Desplegó la blanca estola y la colocó en el cuello del Santo Padre. Depositó en la mesita de luz, un mantel delicadamente bordado con hilos de oro y encajes de bolillos. Sobre él, el misterioso contenido del Corporal de lienzo que traía al llegar. No hubo que solicitar permiso alguno, para retirar la reliquia de su lugar. El pequeño aspersor dejó caer como lluvia de verano el Agua Exorcizada, proveniente del Río Jordán, sobre la frente de Clarisa. Nada fuera de lo normal sucedió en ese instante. El corazón del Sumo Pontífice palpitó con fuerza. Su respiración se aceleró asombrosamente. Sin el temblor típico de la enfermedad en sus manos, abrió el estuche. Casi sin tocar las espinas, que a pesar de los siglos, seguían siendo filosas, colocó la Corona en la cabeza de la Cazadora.
-«POR LOS MÉRITOS DE LAS HERIDAS DE TU SANTA FRENTE, TE ENTREGO SEÑOR, TODO DAÑO INTENCIONAL, EN LA CABEZA DE ÉSTA, TU PEQUEÑA OVEJITA, TÓMALO Y LLÉVATELO. ALEJA DE SU MENTE CUANTO CREAS NECESARIO PARA SU VIDA, AMÉN.» - susurró Juan Pablo II. Aguardó unos instantes. Clarisa, lentamente abrió los ojos. Por instinto, se llevó una mano a la frente. Tocó las espinas. Lágrimas. Abundantes y salvíficas. Todo estaba bien. El Santo Padre la dejó reposar.

Colegio Santa Clara de Asís. Esa misma tarde.
-Anderson, Colleen… McLeod, Sheila… Hackerman, Lilian. – llamó la hermana celadora, mediante el altavoz – Presentarse de inmediato en la oficina de la Madre Superiora.
-¡Oh, no! ¡La muy desgraciada nos delató! – exclamó Lilian, mientras las tres acataban la orden.

-¿Te sientes mejor, Clarisa? – preguntó el médico.
-Creo que sí… no recuerdo nada…
-¿Qué fue lo último que viste?
-A Colleen, Sheila y Lilian, tirándome shampoo en los ojos…
-Tendrás que descansar lo más posible. Tus padres están viajando en estos momentos.
-No quisiera preocuparlos, ellos…
-Estás más preocupada por ellos, que por ti misma… Tienes que recuperarte. El efecto del veneno de los dardos está disminuyendo en forma paulatina y casi inexplicable… podríamos estar hablando de un milagro… aunque algunos expertos creen que la pérdida de sangre y la posterior transfusión, tuvieron mucho que ver.
-¿Veneno?
-¿No lo recuerdas?
-No.
-Bien. Vamos a hacerte otros estudios…
-¿Puedo saber qué sucede?
-Salvaste la vida del Papa, antes de que tus compañeras te agredieran.
-Oh…
-¿Recuerdas que eres experta en Artes Marciales?
-Sí…
-Bien. Gracias a eso, el Santo Padre aún está con vida.
-Entiendo.
-Fray Fernando desea verte, ¿crees que podrás hablar con él?
-Sí, por favor, hágalo pasar…
-Enseguida. – el médico fue en busca del fraile.


Policlínico Gemelli. En ese mismo instante.
Fray Fernando dialoga con el médico que atiende a Clarisa.
-¿Cómo se encuentra?
-Aparentemente, tiene una rara amnesia parcial…
-“¿Amnesia Parcial?”
-Por lo que pude dilucidar, ha olvidado algunos hechos recientes de su vida, no sabría decirle hasta qué punto…
-¿Puedo verla?
-Hágalo. – el sacerdote, preocupado, ingresó a la habitación.
-¿Clarisa?
-¡Fray Fernando!
-¿Cómo te sientes?
-Débil.
-¿No puedes recordar nada?
-No lo sé… ¿Yo conozco al Papa?
-Sí, se han llevado muy bien desde que se encontraron en la Biblioteca Vaticana…
-¡La… ¿Biblioteca Vaticana?!
-Yo te conseguí la credencial…
-¡Hhhh!
-No te agites, ya recordarás, además tienes que recuperarte.
-Cada vez entiendo menos. ¿Por qué me pasa todo esto? ¿Por qué me odian?
–Evidentemente, tus compañeras tienen serios problemas de conducta.

-Evidentemente, señoritas, estamos frente a un serio problema de conducta. Lo que acaban de cometer es, sin ningún lugar a dudas, una agresión criminal. Han puesto en peligro una vida, por si no se han dado cuenta. No me dejan otra alternativa más que desvincularlas por completo de esta institución. Todo ello sin contar con que es altamente probable, que los padres de la alumna Suárez Ripoll, ya estén iniciando acciones legales contra los suyos y contra esta casa de estudios…

-Enseguida lo atenderá, Señor Suárez, está en su oficina dialogando con las responsables del incidente… - la hermana secretaria envió el llamado de Rodrigo a la Madre Superiora – Ya puede usted hablar…
-Gracias… ¿Madre Superiora?
-Señor Suárez, ¡no se imagina cuánto lamento esta situación tan desagradable para todos!
-¡Lo imagino, pero no lo justifico, y desde ya, doy por descontado que tomará usted las medidas que consideres necesarias, para que este tipo de cosas no se repitan!
-¡Desde luego, Señor Suárez! ¿Está usted en camino?
-Me dirijo al centro médico en donde se encuentra ingresada mi hija…
-Por favor, manténgame informada a cerca de su evolución, realmente me encuentro muy consternada, como usted sabe a pesar del poco tiempo que hace de su entrada a la institución, Clarisa es una alumna muy querida por sus compañeras, y todas ellas, de verdad están muy angustiadas por su salud.
-¡Oh, qué niñas maravillosas! En este momento estoy ya llegando al hospital, debo apagar mi celular, luego de la visita, hablaremos personalmente, Madre.
-Me parece una excelente idea, Señor Suárez, le estaré aguardando a tomar el té, si no le incomoda.
-Por supuesto que no, Madre, hasta esta tarde.
-Vaya con Dios. – la Madre Superiora retomó la interrumpida reprimenda - ¿A esto querían ustedes llegar? ¿Tienen acaso, alguna justificación que no sea la envidia, señoritas? Si es que después de lo que hicieron, se las puede llamar de ese modo… Mi pregunta sigue siendo, ¿por qué agredieron a la estudiante más rica y poderosa de todo el colegio? ¿O es que acaso no sabían que su padre sale cada semana en cada diario, revista y telediario de Europa?

-Tu padre sale cada semana en todos los diarios, revistas y telediarios de Europa…
-¡Dios mío!
-¿Te cuesta creerlo?
-Es como si no lo hubiera vivido… ¡Cuéntame más!
-Mira… éste es Ricardo Sotomayor: ¡Tu amor imposible! ¡Tu Príncipe Azul!
-¡Hmmm! ¡Es guapísimo!
-¡Ajá! ¡Y tus tíos conocen a sus padres!
-¡Wow!
-Tienes que ponerte bien, Clarisa, ¡la vida te espera ahí afuera!
-Lo sé.
-¡Anímate! Estoy segura de que sanarás…
-¡Gracias, Ana Paula! ¡Eres genial!
-No me lo agradezcas, sólo quiero que te pongas bien.
-Para eso, tendremos que esperar…

-Para eso tendremos que esperar, Su Santidad.
-¿No recuerda nada acerca de sus poderes?
-En realidad, siempre he tratado de hacerle ver, que sus cualidades son algo normal, para no afectarla, ni crearle sentimientos de superioridad.
-Bien, al menos podrá vivir una vida tranquila, hasta cumplir la edad de comenzar a cazar no vivientes, de manera directa.
-¿Hay algo que yo deba saber, Su Santidad?
-Sígame a la Basílica de San Pedro.
-Sí, Su Santidad.
-Bajo la piedra del Ara, está oculto un manuscrito que indica cómo la Cazadora puede redescubrir sus poderes y adquirir la capacidad de detectar al Enemigo… Aquí está… «SU PROPIA NATURALEZA, ACOMPAÑADA DE UN ELEVADO NIVEL ESPIRITUAL, LE MARCARÁ EL CAMINO. SU CARNE SE SENTIRÁ MORTIFICAR, TENDRÁ SUEÑOS Y VERÁ VISIONES. SÓLO EN ESE MOMENTO, EL TUTOR DEBERÁ REVELAR POR COMPLETO EL OBJETIVO DE LA SAGRADA MISIÓN DE LA CAZADORA UNIVERSAL.»
-¿Siempre lo supo, Su Santidad?
-Desde que era un seminarista encubierto, fui depositario del gran secreto, y siempre pensé que Roma sería el mejor lugar para ocultar el pergamino, por eso en mi primera visita, me ocupé de ocultar aquí el manuscrito. Lo traje desde Polonia. Por momentos, he creído que no podría rescatarlo de los Nazis.
-Extraños y misteriosos, son los caminos del Señor.
-Usted lo ha dicho, Fray Fernando.

-¡Papá!
-¡Hijita mía! ¡¿Qué te han hecho esas endemoniadas?!
-Temo que enloquecieron, papá…
--Pero no te angusties, la Madre Superiora acaba de expulsarlas.
-¡Hhhh! No logro entenderlo.
-No son más que vulgares envidiosas, mi vida. Ahora debes ponerte bien, para demostrarles que eres una Suárez.
-Lo haré, lo prometo.

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