Al pie del Tabernáculo

17 - Interrogantes

Departamento de Policía de Mallorca.
Todo el lugar huele a limpio. Es silencioso y ordenado. De vez en cuando ingresa algún agente a realizar trámites.
Hoy es día de traslado de prisioneros. Últimamente, es algo desagradable, especialmente para las empleadas. Esa es una de las razones por las cuales las oficinas que tienen mujeres trabajando, cierran las puertas hasta que todo pase. Sin embargo, en estos días, no son los presos groseros lo que preocupa a los funcionarios superiores. Un extraño fenómeno está ocurriendo en la ciudad. El joven comisario mira el paisaje desde la ventana de su despacho. Parece todo muy normal. Pero eso no es lo que dicen los informes y especialmente, las denuncias que llegan. Teme no poder enfrentar lo que se avecina. El ruido de la puerta lo saca de su ensimismamiento. Un oficial trae varias planillas en sus manos y la misma cara de preocupación.
-Otro cuerpo… - comenta el oficial.
-Es la segunda denuncia de este tipo, en lo que va del mes. – continúa el comisario.
-Cadáver N. N. masculino. Entre 16 y 20 años.
-¿Qué dicen los forenses?
-No hay signos de violencia, los análisis de sangre post-mortem, indican una ausencia casi total de glóbulos rojos. Una suerte de Leucemia fulminante. Lo extraño de todos los casos es que los cuerpos son hallados en lugares, y bajo circunstancias que en nada coinciden con las patologías por las cuales debieron producirse los decesos.
-Extraño.
-Pero eso no es todo. Lo más extraño es que nadie, ni siquiera sus familiares más directos, han venido a reclamar los cadáveres.
-¿Documentación?
-Nada.
-Extraño, muy extraño.
-¿Comisario? – preguntó otro oficial, ingresando.
-Adelante.
-Gracias. Lo necesitan en la morgue Judicial.
-Vamos para allá. – los tres hombres, de inmediato, se ponen en camino - ¿Especificaron el motivo?
-Encontraron a los familiares del N. N. masculino… muertos en su domicilio…

La casa de Pamela Torres no es muy pequeña, pero tiene varias habitaciones que ahora están vacías, ya que con el tiempo sus hermanos se han ido independizando. La suya está en el altillo, ya que ella es la única en la familia que no sufre de vértigo. El comedor es bastante amplio, no muy lujoso, pero confortable. Su madrastra hoy no está en casa, por lo que aprovecha a mirar televisión junto a su padre.
-Mira papá, parece que los familiares del muchacho que encontraron ayer, aparecieron muertos en su casa…
-¡Qué horror, Pam! – en ese mismo momento, llega Julia, de muy mal humor. No saluda y va directo a la cocina.
-¡¿Está lista la cena?!
-Sí, Julia, sólo falta servirla.
-¡Esto está quemado!... Aquí, falta sal… Esta carne, está cruda… ¡Miren el desastre que hay en esta cocina! ¡¡¿Quién limpiará todo esto?!!
-¡Yo lo haré! ¡Yo cociné, yo limpio!

-¡No Rosario, yo cociné, yo limpio!
-¡Pero mi niña, eso no corresponde!
-¡Por favor, déjame hacerlo! ¡Nunca hago nada en esta casa, salvo estudiar!
-¡Su padre la reprenderá!
-¡Que lo haga!
-¡Clarisa, ¿en dónde estás? ¡Es hora de cenar!
-¡Ahí llega! ¡Mejor desaparezco, o arruinaré mi sorpresa!
-¡De acuerdo, mi niña! – Clarisa se deslizó por el montacargas, pasó por su dormitorio y bajó al comedor por una de las escaleras laterales.
-¡Hija, por fin! ¡Tu padre te a estado buscando por toda las casa!
-Me entretuve con las cosas de la abuela, ¡Es todo tan fantástico!
-¿Tiene cosas bonitas? ¡Cuéntame!
-Me probé su vestido de debutante, ¿puedes creer que me queda perfecto?
-¡Eres mi hija, - intervino Rodrigo, llegando a la mesa - una Suárez, no hay nada para ti, que no sea perfecto!
-¡Gracias, papá!
-Rosario ha estado bordando unos ornamentos, ¿se los podrías llevar al Obispo, mañana?
-Voy al San Francisco, me queda de paso, ¡no hay problema!
-Sí, hay un problema…
-¿Cuál?
-Le dí vacaciones a tu chofer…
-Caminaré…
-O… ¡conducirás! – exclamó Rodrigo, mostrándole dos relucientes juegos de llaves.
-¡Oh, papá! ¡No lo puedo creer!
-¡Créelo, linda! ¡¿O acaso has aprobado tu examen y obtenido tu licencia de conductor, para nada?!
-¡Claro que no!
-Están en el parque, ¡puedes verlos por la ventana!
-¡Oh, Cielos! – Clarisa contuvo la respiración al ver los dos autos, eran los que esa semana había visto en una revista que dejó olvidada en la limousine y su padre, por supuesto, recogió para obtener el dato - ¡Son hermosos! ¡¿Cómo supiste que quería esos?!
-Tienes mi mismo gusto, en materia de coches… ¡están equipados con la última tecnología!
-¡Ya los vieron, ahora siéntense los dos, ¡y coman!!
-¡De acuerdo, de acuerdo! ¡No te enfades, Encarna! Sólo me entusiasmé, no es malo hacerlo de vez en cuando… ¡Hmmm! Esa carne condimentada, huele muy bien, Rosario.
-¡Debería usted probarla, don Rodrigo, es una verdadera delicia!
-¡Si tú lo dices!... ¡Hmmm! ¡Hay que felicitar a la cocinera!
-¡Pues, hágalo! Está sentada a su derecha…
-¡Clarisa! ¡¿Cocinas?! – exclamó su madre.
-En realidad, es la primera vez que lo intento… vi la receta por Internet y me metí en la cocina, para ver qué sucedía…
-¡Te felicito, ahora sí eres toda una mujercita, mi linda! – su padre le besó la frente y terminaron la cena familiar.

06:00hs.
La habitación está aún a oscuras. Huele a madera. Es descomunalmente enorme y de forma triangular, como todo desván. Siempre fue divertido pasar las noches allí, sobre todo cuando recién se mudaban. Las cosas han cambiado bastante, ahora esa habitación es un refugio para ella… el único lugar al que su madrastra nunca sube. Pamela no ha dormido. Estuvo navegando por Internet toda la noche, después de chatear con Clarisa. Y escuchando a su padre discutir fuertemente con Julia acerca suyo. Ya casi no soporta más. Se levanta de la silla. Bajo su cama hay una maleta. La mira. Mira también un aviso en el periódico. Ve el celular. Le resulta ya un abuso de confianza, pedirle a Clarisa otro favor. Lleva toda una vida haciendo cosas por ella. No más. Es tiempo de actuar por sí misma. Se irá a vivir sola. Y lo hará lo antes posible. Se viste, prepara el desayuno, lo sirve, se toma un yogurt y sale. A pocas cuadras, un lujoso BMW color fucsia, le toca el claxon.
-¿Vas a la Catedral, Pam?
-¡Clarisa, ¡qué buen auto!!
-Me lo regaló mi papá, ¡¿qué esperas?, sube!
-¡Gracias!
-¿Cómo estás? Te ves como si no hubieras dormido en toda la noche.
-No lo hice…
-¿Sucedió algo?
-¡Estoy harta!
-¿Tan mal están las cosas?
-Se queja de todo… A veces pienso que lo que más quiere, es quedarse sola con mi padre… verme desaparecer… ¡me odia! Y yo, también quiero irme…
-Para eso, necesitas un trabajo… una casa donde vivir… cómo movilizarte… ¿lo has pensado?
-Ya vi un par de avisos en el periódico…
-¿Vas a ir a ver de qué se trata?
-¡Sí, claro!… aquí me bajo, ¿nos vemos en la Casa del Árbol, para almorzar?
-¡Desde luego! ¡Cuídate!
-¡Hasta luego! – Pamela bajó del vehículo y se alejó dejando a Clarisa, bastante angustiada.
Caminó durante horas. Consultó a decenas de inmobiliarias y agencias de empleo.
Finalmente llegó a la Casa del Árbol.
Clarisa la aguardaba con la mesa preparada.
-¿Qué tal te ha ido?
-¡Pésimo!
-¿No encontraste nada?
-¡Todo está carísimo!
-Y, ¿en cuanto al trabajo?
-¡Horrible! ¡Casi pretenden esclavizarme! ¡Más de catorce horas por una miseria!
-¡Olvídalo! Mira… ¿Por qué no te quedas aquí, en la Casa del Árbol? Nada te falta… Piénsalo, es una buena alternativa
-No está mal… pero no es una casa de verdad…
-Pamela, ¿realmente quieres irte de tu casa?... ¿o sólo lo haces para llamar la atención de tu padre? Siempre fuiste muy apegada a él…
-Clarisa… Julia es alcohólica y consume drogas, ¡la he visto! ¡Pero papá no me cree! ¡Siempre está impecable a la hora en que él llega de trabajar!
-¡Cielos! Estás en una situación indeseable…
-Necesito independizarme. Apartarme de ese círculo vicioso.
-Este sería un buen principio. Podrías pasar la mayor parte del día aquí… y yo puedo conseguirte un empleo en el sitio de Internet, eres buena diseñando
-¿Lo crees?
-¡Mira lo que has hecho con la futura decoración de mi casa de la playa, ¡es simplemente genial!! – le dijo mostrándole unas páginas impresas.
-¡Me gusta la idea!
-Bien, lo arreglaré esta misma noche.
-¡¿Tan pronto?!
-Iba a contártelo, pero te vi tan mal, que lo pospuse. ¡A partir de ahora, ocuparé el lugar de mi mamá en la empresa!
-¡Te felicito!
-¡Puedo tomar muchas decisiones, entre ellas, emplear o despedir gente!
-¡Eso es genial!
-¡Y lo que no es genial, es que si no me apuro, llegaré tarde a la clase de Teología!
-¿Bajamos?
-La limousine está esperando. Dejé el auto en el convento, previendo que no terminaría de almorzar a tiempo. Trae las gaseosas.
-Aquí están. – las dos subieron al vehículo.
-¿Qué hay en las noticias? – preguntó Clarisa, encendiendo el televisor.
-Otro muchacho que encuentran muerto en la calle…
-¿Indigentes?
-Creo que no. Parece de clase media.
-No termino de regresar, ¡y ya hay malas noticias!
-¡Sorpresa! ¡Estamos en este planeta!
-¡Cierto!

Edificio de la curia.
Oficina de Fray Fernando Ridruejo.
Todo parece estar en calma, pero la tensión en el aire comienza a notarse. La llegada del fraile se produjo justo en el momento más oportuno. Ya había sido avisado por correo electrónico de la cantidad de jóvenes fallecidos, y en qué forma.
Una vez más lamentaba que la Cazadora no estuviera lista.
De todos modos, era tiempo de preparar nuevamente el camino.
-Otro caso más, Monseñor…
-¡Ni lo menciones, he leído las noticias!
-Son ciudadanos comunes. De momento, me preocupa más el caso de la familia Llobet.
-¿Jordi Llobet?
-El mismo.
-¿Qué ha sucedido?
-Se había inscripto en el curso de Orientación Vocacional… y hasta hoy, no se ha presentado… además de que su abuela está llamando por teléfono todos los días para hablar con usted. Se oye desesperada.
-¿Podrías darme el número?
-Aquí está…
-La llamaré al menos para tranquilizarla y enterarme de qué es lo que sucede, no es común que la gente de la parroquia se dirija directamente a mi oficina, debe ser algo grave… ¿Señora Llobet?
-Sí, ¿quién habla?
-Monseñor Pujol.
-¡Oh, gracias a Dios que es usted! ¡Estoy muy preocupada por mi nieto!
-¿Qué le sucede?
-Está muy enfermo. Pero los médicos no saben lo que tiene. Lo han visto hasta psiquiatras… Padre Obispo, ¡a mí me parece que este niño, está poseído por un demonio! – la voz de la anciana se quebraba por el llanto.
-¿Tiene usted los resultados de los estudios que se le practicaron?
-Hace ya una semana que se los dejé a su secretario, ¿no se los ha entregado?
-Un momento… ¡Fray Fernando! Tráigame todos los pendientes del escritorio de mi secretario… ¿Señora?
-Lo escucho.
-Aquí me alcanzan los papeles… No me habían sido entregados… ¿trajo usted una cinta de vídeo?
-Sí, Monseñor. Colocamos la cámara en el dormitorio del muchacho, cuando dormía; lo que se ve, es lo que llegamos a registrar antes de que rompiera la videocámara.
-Bien. Examinaré el material y luego la volveré a llamar, Señora Llobet.
-¡Muchas gracias, Monseñor!
-Por nada, adiós.
-Parece que hay trabajo para hacer.
-No entiendo cómo esto no se me envió antes.
-Secretarios perezosos.
-O descreídos. Fíjese que lo que usted hizo, fue poner sobre la mesa la pila de carpetas exactamente al revés de cómo las encontró. Lo que significa que este material lleva aquí toda la semana, intacto… ignorado.
-Hmmm… vamos a ver… los estudios tienen resultado normales… el informe psiquiátrico habla de de trastorno de múltiple personalidad…
-¿Qué opina?
-Yo me inclinaría a no sacar conclusiones, hasta que podamos ver el contenido del vídeo.
-Vamos a mi dormitorio, entonces.
-¡Perfecto!
(CONTINUARÁ)

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