Al pie del Tabernáculo
Alianzas (segunda parte)
-¿Todo está bien? – preguntó el monaguillo.
-Sí, perfectamente, gracias... ¿Joel? – Encarnación reconoció al muchacho.
-¡El mismo!
-¡Vaya! ¡Qué pequeño es el mundo! Oye, te sienta muy bien la sobrepelliz.
-¡Gracias! Eso dicen muchos... vengan por aquí, por favor, Fray Fernando ya está revistiéndose... – informó el niño misterioso, de grandes ojos verdes. El sacerdote, entre nervioso, ansioso y emocionado, se asomó por la estrecha puerta del Baptisterio, respiró hondo, apretó el hermoso Ritual entre sus manos y salió al fin a recibir a la familia Suárez. Así, la sencilla ceremonia dio comienzo. A Rodrigo Suárez, ex alumno del colegio conventual, le llamó poderosamente la atención la antigüedad del libro que Fray Fernando estaba utilizando. Por su aspecto, debía estar completamente escrito en Latín o al menos en Castellano Antiguo. Sus expertos ojos de coleccionista, no lo engañaban. Y ya estaba pensando en comprárselo. Lo que no podía realmente adivinar, era que el cura, lo había traído desde Tierra Santa y que sólo debía utilizarse en el Bautismo de Reyes... y Cazadoras de Vampiros...
La cantidad de flashes molestaba la vista de Encarnación. Demasiada prensa para su gusto, excesiva. Siempre detestó a los fotógrafos, especialmente desde que se descubrió su relación con Rodrigo... Ahora, su hija recién nacida era el centro de la atención... En realidad, no había tantas cámaras como parecía, ya que las luces que no provenían de las velas y arañas, eran ángeles que revoloteaban cerca de la Pira Bautismal...
Fray Fernando marcó la señal de la Cruz, en la frente de la criatura...
Lejos de allí.
Los truenos en la isla eran ensordecedores... las abundantes nubes negras que cubrían el tenebroso archipiélago se volvieron rojas, y de sus centros, comenzaron a despedirse llamaradas... de pronto, hasta en la arena de las playas, los rosales comenzaron a crecer...
La madre y la madrina despojaron a la niña de su vestidito de seda...
Los relámpagos iluminaron el antiguo castillo, cuyas murallas y defensas exteriores, comenzaron a temblar desde sus cimientos...
El sacerdote mojó sus dedos en el Óleo de los Catecúmenos y ungió el pecho y la espalda de la criatura...
Los rosales crecían a una velocidad pasmosa, todos al mismo tiempo...
El Santo Crisma besó la frente de la pequeña, que sonreía divertida y tironeaba la estola sacerdotal...
Un viento huracanado sopló en toda la isla.
Y ahora las rosas salían hasta por las más pequeñas hendiduras de entre los bloques de mármol... desde lejos, los marinos podían ver que el legendario y temido lugar se volvía súbitamente verde, pero no sabían que hasta la madera de los ataúdes, albergaba rosales silvestres...
-¿Cómo llamarán a la niña?
-Clarisa María del Rosario.
-Clarisa María del Rosario... – Fray Fernando tomó a la niña desnuda y la alzó sobre su cabeza – Yo te Bautizo... – con el corazón en la boca, sumergió a la bebé en la Pira, hasta que el Agua Bendita la cubrió – En el nombre del Padre... del Hijo... Y del Espíritu Santo... – por tercera vez, la niña emergió... por sus propios medios...
La tormenta se desató sin piedad... Lluvia... Rayos... Truenos... Viento... Temblor de tierra... las aguas parecían querer devorar la isla, con todo lo que en ella había... las fuertes murallas cayeron y no quedó de éstas piedra sobre piedra... sin embargo, las rosas siguieron intactas...
-Recibe la Vestidura Blanca, la cual has de presentar intacta, hasta tu encuentro con el Padre... Recibe la Luz de la Fe...
Calma... y un intenso y somnífero aroma, que parece reemplazar al aire.
Las fotos. Más flashes.
-Fray Fernando, ¿quiere usted retratarse con Clarisa en brazos? ¡Será una foto maravillosa! Le enviaremos una copia... – rogó Encarnación.
-La verdad... ¡es que soy algo torpe con los bebés!
-¡¿Quién no?! ¡Tan luego, un cura!... ¡Venga, no es tan difícil como parece! Clarisa no es una niña llorona, ¿verdad, mi amor? – la madre dejó a la criatura en el regazo del fraile, que la contemplaba con arrobo... Tal era el estado de éxtasis de ambos, que no se dieron cuenta de que les tomaron más de diez fotos diferentes...
Medianoche. Las nubes han vuelto a ser negras. Luna nueva. Una densa niebla avanza sobre la isla y cubre el castillo, cuyas rosas de inmediato se marchitan. Entra por ventanas y puertas. Baja a los sótanos. Lo llena todo...
Los gritos de Clarisa despiertan a todos en la casa. Llora sin razón, está pálida y ojerosa...
La niebla toma forma humana. Un joven de belleza sobrenatural, está de pie junto a una cripta.
-Despierta... es hora de comenzar...
El pediatra ha examinado a la pequeña. Agoniza sin remedio.
-Será mejor que llamen a un cura, sólo podemos esperar un milagro... – suspira, entre lágrimas.
-Traigan las espadas... – dos Centinelas trasladan las armas, para el cruento ritual: cortan las manos de los dos individuos y las intercambian. Parecen gemelos. Los miembros seccionados se sueldan automáticamente.
-El pacto de sangre ha sido sellado... ahora descansa sin temor, Hermano de Armas... No habrá que temer a ninguna Cazadora... No vivirá para contarlo...
Convento de San Francisco.
Fray Fernando despierta de una pesadilla.
-¡Clarisa!... – suspira agitado, casi llorando. Alguien golpea la puerta - ¡Adelante!
-Fray Fernando, le han llamado en forma urgente desde la casa de la familia Suárez, ¡la pequeña Clarisa está muriendo!
-¡¡Santo Dios, no!! – el fraile saltó de la cama, se puso el hábito, tomó su maletín de campaña y el añoso Ritual, para luego salir a la carrera del claustro hacia la Mansión Suárez. Entró en el edificio, sin llamar. El portero tenía órdenes de dejarlo pasar sin pérdida alguna de tiempo. Subió a la habitación de la niña. El cuadro era deprimente. Dos médicos, la mejor tecnología... aparentemente para nada. Ambos padres, insomnes, velan junto a la cuna.
-¡Fray Fernando! ¡Ayúdela! – rogó Encarnación.
-Haré lo que sé hacer... – el fraile, intuyendo lo que estaba sucediendo más allá de todo entendimiento humano, se acercó a la pequeña y contempló su palidez agónica – Necesitas a tu Ángel Guardián, pequeña. Han bajado tus defensas espirituales, mantenerlas en pie es tarea obligada de tus padrinos... ¿Qué ha sucedido? ¿Tan pronto han dejado a un lado el compromiso que asumieron contigo hace apenas unos días?... No puedes estar sin tu Custodio... ¡¿Qué está pasando ahí afuera?! – exclamó, con el maletín abierto.
-Es Joel. El médico le ha prohibido entrar, es muy pequeño, podría impresionarse.
-¿Todo está bien? – preguntó el monaguillo.
-Sí, perfectamente, gracias... ¿Joel? – Encarnación reconoció al muchacho.
-¡El mismo!
-¡Vaya! ¡Qué pequeño es el mundo! Oye, te sienta muy bien la sobrepelliz.
-¡Gracias! Eso dicen muchos... vengan por aquí, por favor, Fray Fernando ya está revistiéndose... – informó el niño misterioso, de grandes ojos verdes. El sacerdote, entre nervioso, ansioso y emocionado, se asomó por la estrecha puerta del Baptisterio, respiró hondo, apretó el hermoso Ritual entre sus manos y salió al fin a recibir a la familia Suárez. Así, la sencilla ceremonia dio comienzo. A Rodrigo Suárez, ex alumno del colegio conventual, le llamó poderosamente la atención la antigüedad del libro que Fray Fernando estaba utilizando. Por su aspecto, debía estar completamente escrito en Latín o al menos en Castellano Antiguo. Sus expertos ojos de coleccionista, no lo engañaban. Y ya estaba pensando en comprárselo. Lo que no podía realmente adivinar, era que el cura, lo había traído desde Tierra Santa y que sólo debía utilizarse en el Bautismo de Reyes... y Cazadoras de Vampiros...
La cantidad de flashes molestaba la vista de Encarnación. Demasiada prensa para su gusto, excesiva. Siempre detestó a los fotógrafos, especialmente desde que se descubrió su relación con Rodrigo... Ahora, su hija recién nacida era el centro de la atención... En realidad, no había tantas cámaras como parecía, ya que las luces que no provenían de las velas y arañas, eran ángeles que revoloteaban cerca de la Pira Bautismal...
Fray Fernando marcó la señal de la Cruz, en la frente de la criatura...
Lejos de allí.
Los truenos en la isla eran ensordecedores... las abundantes nubes negras que cubrían el tenebroso archipiélago se volvieron rojas, y de sus centros, comenzaron a despedirse llamaradas... de pronto, hasta en la arena de las playas, los rosales comenzaron a crecer...
La madre y la madrina despojaron a la niña de su vestidito de seda...
Los relámpagos iluminaron el antiguo castillo, cuyas murallas y defensas exteriores, comenzaron a temblar desde sus cimientos...
El sacerdote mojó sus dedos en el Óleo de los Catecúmenos y ungió el pecho y la espalda de la criatura...
Los rosales crecían a una velocidad pasmosa, todos al mismo tiempo...
El Santo Crisma besó la frente de la pequeña, que sonreía divertida y tironeaba la estola sacerdotal...
Un viento huracanado sopló en toda la isla.
Y ahora las rosas salían hasta por las más pequeñas hendiduras de entre los bloques de mármol... desde lejos, los marinos podían ver que el legendario y temido lugar se volvía súbitamente verde, pero no sabían que hasta la madera de los ataúdes, albergaba rosales silvestres...
-¿Cómo llamarán a la niña?
-Clarisa María del Rosario.
-Clarisa María del Rosario... – Fray Fernando tomó a la niña desnuda y la alzó sobre su cabeza – Yo te Bautizo... – con el corazón en la boca, sumergió a la bebé en la Pira, hasta que el Agua Bendita la cubrió – En el nombre del Padre... del Hijo... Y del Espíritu Santo... – por tercera vez, la niña emergió... por sus propios medios...
La tormenta se desató sin piedad... Lluvia... Rayos... Truenos... Viento... Temblor de tierra... las aguas parecían querer devorar la isla, con todo lo que en ella había... las fuertes murallas cayeron y no quedó de éstas piedra sobre piedra... sin embargo, las rosas siguieron intactas...
-Recibe la Vestidura Blanca, la cual has de presentar intacta, hasta tu encuentro con el Padre... Recibe la Luz de la Fe...
Calma... y un intenso y somnífero aroma, que parece reemplazar al aire.
Las fotos. Más flashes.
-Fray Fernando, ¿quiere usted retratarse con Clarisa en brazos? ¡Será una foto maravillosa! Le enviaremos una copia... – rogó Encarnación.
-La verdad... ¡es que soy algo torpe con los bebés!
-¡¿Quién no?! ¡Tan luego, un cura!... ¡Venga, no es tan difícil como parece! Clarisa no es una niña llorona, ¿verdad, mi amor? – la madre dejó a la criatura en el regazo del fraile, que la contemplaba con arrobo... Tal era el estado de éxtasis de ambos, que no se dieron cuenta de que les tomaron más de diez fotos diferentes...
Medianoche. Las nubes han vuelto a ser negras. Luna nueva. Una densa niebla avanza sobre la isla y cubre el castillo, cuyas rosas de inmediato se marchitan. Entra por ventanas y puertas. Baja a los sótanos. Lo llena todo...
Los gritos de Clarisa despiertan a todos en la casa. Llora sin razón, está pálida y ojerosa...
La niebla toma forma humana. Un joven de belleza sobrenatural, está de pie junto a una cripta.
-Despierta... es hora de comenzar...
El pediatra ha examinado a la pequeña. Agoniza sin remedio.
-Será mejor que llamen a un cura, sólo podemos esperar un milagro... – suspira, entre lágrimas.
-Traigan las espadas... – dos Centinelas trasladan las armas, para el cruento ritual: cortan las manos de los dos individuos y las intercambian. Parecen gemelos. Los miembros seccionados se sueldan automáticamente.
-El pacto de sangre ha sido sellado... ahora descansa sin temor, Hermano de Armas... No habrá que temer a ninguna Cazadora... No vivirá para contarlo...
Convento de San Francisco.
Fray Fernando despierta de una pesadilla.
-¡Clarisa!... – suspira agitado, casi llorando. Alguien golpea la puerta - ¡Adelante!
-Fray Fernando, le han llamado en forma urgente desde la casa de la familia Suárez, ¡la pequeña Clarisa está muriendo!
-¡¡Santo Dios, no!! – el fraile saltó de la cama, se puso el hábito, tomó su maletín de campaña y el añoso Ritual, para luego salir a la carrera del claustro hacia la Mansión Suárez. Entró en el edificio, sin llamar. El portero tenía órdenes de dejarlo pasar sin pérdida alguna de tiempo. Subió a la habitación de la niña. El cuadro era deprimente. Dos médicos, la mejor tecnología... aparentemente para nada. Ambos padres, insomnes, velan junto a la cuna.
-¡Fray Fernando! ¡Ayúdela! – rogó Encarnación.
-Haré lo que sé hacer... – el fraile, intuyendo lo que estaba sucediendo más allá de todo entendimiento humano, se acercó a la pequeña y contempló su palidez agónica – Necesitas a tu Ángel Guardián, pequeña. Han bajado tus defensas espirituales, mantenerlas en pie es tarea obligada de tus padrinos... ¿Qué ha sucedido? ¿Tan pronto han dejado a un lado el compromiso que asumieron contigo hace apenas unos días?... No puedes estar sin tu Custodio... ¡¿Qué está pasando ahí afuera?! – exclamó, con el maletín abierto.
-Es Joel. El médico le ha prohibido entrar, es muy pequeño, podría impresionarse.
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