Al pie del Tabernáculo

El padre Callahan (final)

10:00 hs. Capilla del Santísimo del convento de Santa Clara de Asís.
El Santísimo Sacramento está expuesto, como todos los primeros viernes de cada mes, esta vez, con la particularidad de formar parte de la Novena al Santísimo Sacramento, previa a las Primeras Comuniones. Pero el Templo está vacío. Silencioso. Ni siquiera se oye el órgano. No hay nadie que escuche el clic de la llave de la puerta principal. Los menudos pasos resuenan con un eco musical. La niña, sin el uniforme del colegio, se arrodilla en el reclinatorio.
-(“Sólo falta un día... me cuesta creerlo... parecía tan lejano y tan... elevado... Fray Fernando tenía razón... la vida es una gran caja de sorpresas... nunca se sabe qué va a pasar al minuto siguiente... Mañana... sólo veinticuatro horas y sabré qué se siente tener a Dios en el corazón... como la gente adulta... sin embargo, no a todos les resulta tan importante el Sacramento como la fiesta que viene después... de hecho... creo que yo estaría más feliz, sin toda esa incómoda gente yendo y viniendo, saludándome y dejando la casa en desorden... yo me quedaría aquí sola... en contemplación... tal vez toda la noche... con mi Dios... sin interrupciones...”) – suspiraba, con los ojos fijos en la Custodia. Por la periferia de su campo visual, vio llegar a Pamela, e inmediatamente, se puso de pie - ¡Hola!
-¡Hola, Clary!
-¿Nerviosa?
-¡Aterrada!
-¡No te preocupes! Pasaremos la prueba de canto, ¡ya verás!
-¡Y, ¿si no es así?!
-¡Deja de pensar en ese modo! Recuerda lo que dijo tu mamá ayer, no tenemos nada que temer, si el coro estuviese bajo su dirección, nos incluiría sin pensarlo siquiera.
-Pero es mi mamá, no la hermana Catalina.
-¡¿La hermana Catalina?! ¡Fantástico!
-¡¿La conoces?!
-¡Claro! Ella da clases de catecismo a niños que no pertenecen al Colegio. Ayer nos presentó Fray Fernando, a ella y a los muchachos...
-¿Los que harán la Primera Comunión contigo?
-Sí.
-¿Es buena?
-Al menos a mí, me trató muy bien.
-¡Es un alivio!

-(“Es un alivio, que Clarisa aún no se haya encontrado con él... si bien no se trata de un no viviente, ignoramos por completo sus intensiones, podría ser un espía, aspirante a centinela, quizás algo peor: un nuevo y demasiado eficaz esclavo del Supremo... los escasos datos que pude recoger indican que huyó de Maine, en dirección a Boston... desde allí, luego de trabajar como jardinero en un geriátrico, consiguió ahorrar lo suficiente para trasladarse a Miami primero, y a España después... comenzó su búsqueda en Madrid... Sevilla... Salamanca... Valencia... Barcelona... y finalmente, llegó hace unos meses a las Islas Baleares... y ahora está aquí... seguramente, en algún lugar en donde pueda cuidar las plantas... casas con parque, plazas públicas... es llamativo... estuvo siempre en contacto con gente cercana a la muerte... está impuro, no cabe duda, Barlow anuló el efecto del Sacramento del Orden en él, produciendo su Excomunión inmediata... es más que probable que la primera actitud ante esta situación haya sido la de quitarse la vida... no lo ha conseguido, pero está rodeado de muerte... muerte... ¡eso es!... ¡cementerios!... sólo allí puede tener pistas concretas a cerca de las Cazadoras, si es que sabe lo que está buscando... Entonces es ese el sitio en el que debo comenzar a investigar de inmediato... antes de que sea tarde...”) – Fray Fernando salió del convento en su auto hacia las afueras de la ciudad. Conocía muy bien esa construcción. Él mismo había sugerido en su juventud, que para evitar posibles profanaciones, se la rodeara con un sólido muro de granito, al que se encargó de bendecir desde la colocación de la primera piedra.
El lugar no tenía la apariencia de un cementerio. Estaba lleno de árboles frutales y liebres que corrían por todos lados, varias fuentes, sobre las que cientos de palomas cada día se detenían a beber. Parecía un pequeño parque zoológico. Irradiaba paz. Eso lo diferenciaba. Y la pequeña Capilla, en el centro exacto del cementerio, junto a la cripta más importante, la perteneciente a la familia Suárez. Fray Fernando ingresó por el Templo y abrió lentamente la pesada puerta de roble que daba a la administración. Estaba vacía. Al fraile no le agradó esa situación. Siempre había alguien detrás del escritorio. Esta vez no fue así. Todo estaba en su lugar, pero el cuidador no aparecía por ninguna parte. El libro de empleados estaba abierto sobre el escritorio.
-(“Todo es muy extraño... la puerta principal estaba abierta cuando llegué... los jardineros dieron su presente como de costumbre... lo raro es que hayan dejado el templo tan solo... hay más silencio de lo habitual... el viejo Jaime no está aquí... Pero ellos no pueden entrar en un sitio Sagrado, custodiado por la tumbas de las Cazadoras... a menos que haya sido profanado... lo cual es impensable... ni siquiera hay señales de que tal cosa haya sucedido en los últimos veinte años... hmmm... veamos si hay algún nuevo empleado... parece que no... tal vez no lo han apuntado aún... ¿En dónde estará Jaime?... ¡Oh, Cielos!... ¡Olvidé que es diabético!... ¡Quizás se quedó sin insulina!... ¡Subiré a su cuarto!... ¡Oh!... Casi está en coma diabético... ¡Ahí están las ampollas y la jeringa!... se desmayó antes de poder alcanzarlas... ¡No hay tiempo que perder!... ¡Puf!... ¡Espero que reaccione!... ¡Dios, por favor, que haya llegado a tiempo!... ¡Sí!”)
-¡Hummm!
-¡Don Jaime!
-¡Fray Fernando! ¿Qué sucede?
-Acabo de salvar su vida.
-¡Ya veo!
-Despacio.
-¡Maldita diabetes!
-Créame que lo comprendo...
-¿También usted lo es?
-No, pero he tenido un compañero de celda con la misma enfermedad.
-¡Vaya!... ¿qué lo trae por aquí?
-Estoy buscando a una persona... creo que está trabajando como jardinero aquí mismo.
-Hmmm... no he contratado a nadie nuevo en estos días... ¿cómo se llama él?
-Callahan... Donald Callahan... es como de mi edad.
-El apellido me suena... Callahan... ¿Cómo era el nombre?
-Donald.
-Como el pato, sí... Un momento... creo que... la semana pasada vino un hombre con ese nombre... parecía cansado... hasta creo que no tenía donde ir... ¡vaya uno a saber en dónde pasó la noche!
-¿Recuerda a qué hora estuvo con usted?
-Temprano... como a las siete de la mañana...
-Ajá...
-Yo acababa de desayunar...
-¿Le pidió a usted trabajo?
-Sí... le dije que regresara la próxima semana.
-¿Qué aspecto tenía?
-Era bastante alto, corpulento, pero muy arrugado, como si tuviera más de cien años... triste, muy triste... como si ya no tuviera esperanza alguna de nada... juraría que tenía ganas de morir...
-Precisamente por eso lo estoy buscando.
-¿Teme usted que ese sujeto cometa alguna locura?
-Espero que no.
-Una cosa más...
-¿Sí?
-Puede no ser importante, pero... me preguntó a quién pertenecen las estatuas de la cripta principal...
-¿Se lo dijo?
-Le dije que son de la familia más poderosa de la ciudad.
-Bien. Tenemos que encontrarlo antes de que sea tarde.
-Todo saldrá bien, Fray Fernando, todo saldrá bien.

-Todo salrá bien, Pam.
-¡Míralas, no han hecho más que burlarse de nosotras!
-Ignóralas.
-¡No puedo! ¡No soporto las burlas!
-Escúchame... ellas actúan por envidia, y también por ignorancia, no saben absolutamente nada, creen que cantar es fácil, aprenderán mucho más despacio que nosotras, en el caso de que las acepten, cosa que dudo. De modo que concéntrate y hagamos nuestros ejercicios, mientras aguardamos a que la hermana Catalina nos llame.
-Para colmo, llegaron primero.
-Lo que no significa que tengan más posibilidades que nosotras, cálmate ya... eso es... relájate... bien... – Clarisa dominó finalmente los nervios de su amiga, aunque sus compañeras se siguieron mofando de las dos.

-¡Hey! ¡Detengan eso, se les va a salir la cabeza!
-¡Creo que quieren despegársela de los hombros!
-¡¿Pensarán que con eso estiran la garganta?!
-(“¡Estupidez humana de décima categoría! Se les ha hecho costumbre averiguar cada cosa que hacemos, para seguirnos y burlarse de continuado... pero lo del coro, definitivamente es ridículo... ni siquiera por asomo tienen las voces adecuadas... las he oído y son fatales... honestamente, no sé de qué se ríen... estoy segura de que la hermana Catalina, con lo rígida que es, las hará salir llorando... ¡como muy bien merecido lo tienen!... y las pocas que queden, tendrán que aprender durante meses lo que Pamela y yo hicimos en una sola tarde... y eso no será todo, sé cómo se trabaja en este coro: las más destacadas, por una cuestión de compañerismo, deben apoyar lo más que puedan a las que van retrasadas, ¡doble humillación, entonces!”) ¡¿Quieren callarse?, se les van a irritar las cuerdas vocales!
-«¡Se les van a irritar las cuerdas vocales!»... ¿Qué, acaso somos guitarras?
-¡Ignorantes! – suspiró, sin molestarse en abrir los ojos – Pierden su tiempo...

-¡Pierde su tiempo, señora! No hay en nuestra bóveda una alhaja de un valor semejante.
-¡Pues invéntela! ¡Ármela! Mi hija, merece lo mejor...
-¡Eso puedo entenderlo! Pero no hay material.
-¡Eso lo decido yo!... vea ese crucifijo tallado en un rubí... sepárelo... ¿cuántos brillantes del mismo tamaño hay en esa diadema?
-Un momento... los contaré... cincuenta...
-Desármela... y también esos pendientes de zafiros... y aquél otro brazalete de esmeraldas... engárcelo todo en platino... y remátelo con una medalla de San Benito, en el mismo metal, y con las mismas piedras preciosas.
-¡Pero le costará una fortuna!
-¡La tengo! Quiero ese rosario para hoy a última hora. Llévelo a esta dirección usted mismo... se le pagará en metálico.
-¡Me pondré a trabajar de inmediato, señora Suárez! – el joyero amontonó todas las alhajas que Encarnación le había indicado, y luego de despedirla, se dirigió al taller en cuya pizarra dibujó el diseño, antes de convocar a todos sus artesanos.
-¿Sucede algo, don Manuel?
-Quiero que dejen todo lo que estén haciendo en este momento...
-¡Pero, don Manuel, estamos retrasados!
-¡No me interesa! ¡Ocúpense de este diseño! Tiene que estar listo para el final del día. Nos espera un pago en efectivo de dos millones de dólares. ¡A trabajar! – los siete obreros, pusieron manos a la obra.

El silencio sólo se interrumpía con la imperativa voz de la hermana Catalina. Una y otra vez, el órgano hacía resonar la misma escala. Las risas se habían acallado. La predicción de Clarisa, parecía haberse cumplido al pie de la letra. Ella y Pamela, esperaban sentadas, en uno de los últimos bancos, concentradas en su respiración y relajación.
-Suárez Ripoll... Llorente... Torres. – llamó la hermana Catalina.
-¡Aquí me tiene, hermana! – exclamó la presumida Amalia Llorente, casi atropellando a Clarisa y Pamela, que caminaban por la nave central hacia la escalera que llevaba al enorme coro en el que se encontraba la monja, de pie junto al impresionante órgano tubular.
Clarisa, molesta, ayudó a Pam a no caerse.
-¡Con cuidado, niña Llorente, no corra en la Casa de Dios! ¡Y no se agite, o no podrá respirar!
-(“¡No vayas a decir, que no te lo advertí!”) Tampoco te lleves a la gente por delante, por favor.
-¡Imbécil!
-¡El vocabulario, señoritas!
-¡Yo no soy la grosera, hermana Catalina!
-Lo sé, señorita Suárez, nada escapa a mis ojos. Acérquense al órgano las tres... eso es... bien, voy a tomarles el registro vocal... relájense... respiren con el diafragma y las costillas...
-No entiendo...
-Párese derecha, póngase una mano en la boca del estómago y respire... ¡no, no, no, no! ¡Al revés! Tiene que moverse la mano, ¡no el pecho!...

-¿Se siente bien? – preguntó Encarnación a la visiblemente agotada modista, que se ponía una mano en el pecho.
-Necesito descansar...
-¿Quiere un té con limón?
-Sí, gracias. El traje de su niña ya casi está terminado.
-¿Puedo verlo?
-Aquí está...
-¡Oh!... ¡Es adorable!... ¡Y tiene tantas rosas!... ¡A Clarisa le encantará!... ¡Rosario!... ¡Rosario!
-¿Sí, señora?
-Sírvele un té con limón a la dama, y acompáñalo con una porción de tu mejor pastel.
-De inmediato, señora.
-¡Estoy encantada con su trabajo!

-¡Niñas, estoy encantada con vuestro trabajo! Las dos tienen una extensión de registro enorme. Las quiero ensayando aquí mismo, el primer lunes de clases, luego de su curso habitual. Por supuesto, reemplazaremos las clases de música, por las de canto.
-Gracias, hermana.
-Pueden retirarse. Cuídense la garganta, ¡nada de helados!
-Lo haremos, hermana, no se preocupe. ¡Hasta mañana! – saludó Clarisa. Las dos niñas, sin cambiar el gesto, vieron salir a su otra compañera, que llorosa, huyó de la institución. Naturalmente, fue rechazada de plano.
-¡Pobre Amalia! Realmente, la hermana Catalina fue muy dura con ella.
-Pero la puso en su lugar, Pam, tal como te lo había anticipado.
-Cierto... ¿vienes a casa?
-Hoy no, tengo que ir a probarme el vestido y elegir los obsequios para los invitados a la fiesta.
-Entiendo.
-¿Por qué no me acompañas y me ayudas?
-¡Buena idea!
-¡Vamos! – subieron a la limousine. En el camino, por medio del teléfono celular del vehículo, Pamela avisó a sus padres, que estaría en casa de la Familia Suárez. Como era de imaginar, la madre de Clarisa cambió totalmente el humor, cuando vio a la amiga de su hija.
-¡Clarisa! ¡No me avisaste que vendrías acompañada!
-Es que se me ocurrió al salir de la Capilla.
-¡Sube a tu cuarto, la modista espera, y está muy cansada!
-¡Ya voy! – las niñas, abordaron el ascensor.
-Creo que tu mamá, está algo molesta.
-No le hagas caso, no podrá rechazarte todo el tiempo.
-¡Si tú lo dices!
-¡Clarisa!
-¡Señora Carbonell! ¿Cómo se encuentra?
-¡Agotada, pero tu vestido ya está terminado, mira!
-¡Hhhhh! ¡Es precioso!
-¡Sabía que te gustaría! Ahora, cámbiate, en unos minutos estarán también el peluquero y el fotógrafo.
-De acuerdo.
-¡Te ayudaré! – exclamó Pamela.
-Ven conmigo...
-¿Estás nerviosa?
-¿Cómo hiciste para que te adelantaran así?
-No lo sé exactamente. Supongo que pasé demasiado tiempo con Fray Fernando... el agua está en la temperatura justa...
-Aún tienes esa marca en el pecho...
-Cierto.
-Se ve más grande.
-Crece conmigo.
-¿Qué te dicen los médicos?
-Nada malo. Una marca de nacimiento. Mi abuela, también tuvo una igual.
-¿Por parte de tu mamá o de tu papá?
-De mi papá... ¡Hmmm!...
-¿Esta es la ropa que va debajo?...
-Sí, está todo preparado, fíjate si ya llegó el peluquero.
-Enseguida.
-Te espero. (“Detesto la parte superficial de todo esto, prefería irme de retiro espiritual una semana, con Fray Fernando, antes que someterme a todo este circo... el peinado... la eterna discusión con mamá por el alisado o los odiosos rizos, en mi último cumpleaños, ganó ella... las fotos... la fiesta...todo lo que en realidad importa parece estar en segundo lugar, para eso podrían hacer una fiesta por cualquier cosa, en cualquier otra fecha... A los adultos no les interesa Dios... a menos que sean curas o monjas...”)
-¡Ya están aquí!
-¡Son puntuales!
-Tu toalla...
-Gracias.
-Por nada.
-¡Deprisa!
-Secaré la humedad del piso, así no te resbalas.
-Tráeme la bata y haz pasar al peluquero.
-Aquí tienes.
-Bien.
-¡Adelante! – Pamela le abrió la puerta al estilista.
-Buenas noches, jovencita... vamos a ver... soltamos esa trenza... ¡Magnífico!... un cabello perfecto... ¿Cómo lo prefieres, lacio o rizado?
-Mamá quiere rizos, yo no. Luego se me enreda mucho el pelo, y créame que detesto los tirones.
-Bien, entonces vamos a lavar, secar y... plancharemos esa melena. Quedará con su verdadero largo por semanas.
-¡Fantástico!
-Bien, comencemos.

-Bien, comencemos a buscarlo, don Jaime.
-Iré por el bosque.
-Yo por las bóvedas mayores.
-Nos encontraremos aquí cuando el sol se oculte tras el campanario.
-Vaya con Dios, don Jaime.
-¡Igualmente! – los dos hombres se separaron para buscar a Callahan. Parecía haber desaparecido. Como si la tierra se lo hubiese tragado. Pero no era así. Simplemente, estaba orando. Cuando lo hacía, su cuerpo se desmaterializaba, para luego envejecer cada vez más. Era la peor parte de su castigo. Sin embargo, tenía su aspecto positivo. Envejecía menos si pasaba más tiempo en contemplación. No podía comulgar. Nadie, en dieciocho años, había recibido su confesión. Se preguntaba, si alguna vez alguien lo haría. Ignoraba que el equipo de intercesores de una Cazadora estaba tras sus pasos, dispuesto a poner fin a sus problemas.

-¡Mamá, ya estoy lista para hacer las fotos!
-¡Maravilloso! ¡Te ves Preciosa, hija!
-¡Gracias!
-¡El vestido te queda genial, Clary!
-Aunque yo hubiera preferido los tirabuzones de tu último cumpleaños...
-¡Luego del desenredo, me dolió la cabeza por tres días, mamá!
-¡Pero parecías una princesita!
-Estoy creciendo, voy ya a hacer mi Primera Comunión, creo que algo debe cambiar.
-Viéndolo de ese modo, tienes mucha razón... ¿Qué buscas?
-Mi rosario.
-¿Cuál de todos?
-El que me regaló Fray Fernando... siempre lo tengo aquí... en su cajita de Palo Rosa... ¡Aquí está!
-¡¿Vas a usar algo tan... vulgar?!
-Es un rosario, mamá, no es vulgar...
-No es de tu categoría, déjaselo a tu amiga Pamela... Yo compré este otro para ti... – dijo Encarnación, mostrándole la magnífica alhaja recién terminada.
-¡Wow!... ¡Es enorme!... ¡Es grandioso!... Pero...
-Pero, ¿qué?
-Es que... me parece...
-¿Demasiado?
-No, no es eso.
-¿Entonces?
-Fray Fernando me lo obsequió... siempre estuvo conmigo... con él aprendí a rezar... significa mucho para mí... además, Fray Fernando se sentiría muy mal si no lo llevara en un día tan importante...
-Hija... escúchame bien... toda la gente de la Alta Sociedad estará en la fiesta... las fotos se publicarán en todas las revistas de actualidad, incluso tendrás un sitio en Internet... ¡Tienes que lucir de la forma adecuada! ¡Imagínate! ¡Dirán que tu padre es un tacaño!
-Mamá... ¿Podemos llegar a un acuerdo?
-¡¿Qué clase de acuerdo?!
-Por lo que he visto hasta esta hora, lo que menos parece importarte, es que soy yo quien voy a hacer mi Primera Comunión, mañana a las diez de la mañana, en la Catedral. No has hecho más que hablar, discutir y enloquecer por una fiesta. Entonces, si lo importante son las fotos, iré a la Iglesia con el rosario de pétalos de rosa, y me tomaré todas las fotos que se te ocurran, con el otro.
-Hmmm... Está bien... el fotógrafo espera en la casa grande de tus abuelos... ¡No corras y baja por el elevador!
-¡Sí, mamá! Vamos, Pam. – Clarisa tomó de la mano a su amiga y salió.
-No deberías hablarle así a tu mamá...
-Así, ¿cómo?
-Como si tuvieras su misma edad...
-¿Te parece?
-Sí... mi madre me castigaría por eso...
-Sólo le digo la verdad, por eso no me reprende.
-A ti te funciona...
-Eso parece... al menos por ahora... Aquí nos bajamos...
-¡Qué lío!
-Todo está listo. – Pamela se quedó en un rincón, mientras su amiga obedecía las indicaciones del fotógrafo. El resto de la tarde, ambas lo pasaron escogiendo los recuerdos para los invitados a la fiesta. Esa noche, Clarisa permaneció despierta. Una fuerza superior a la suya, la obligaba a no dormir. Todas las luces del edificio estaban apagadas, menos las de su habitación. Asomada por el balcón, se dispuso a esperar la salida del sol. Así la encontró su padre, también insomne.
-¿Nerviosa?
-¡Impaciente!
-¡Lo imagino!
-¿No puedes dormir?
-No... Es una hermosa noche...
-Una noche, como cuando era más pequeña...
-¿Cómo así?
-Con perfume a rosas, ¿no lo sientes?
-Ahora que lo mencionas, así es... el viento sopla y dispersa los aromas... Como si hubiese rosales en toda la ciudad.
-Cuando tú naciste, la isla entera se llenó de rosas, fue muy extraño, no volvió a suceder desde entonces.
-¿Quién sabe? Tal vez se esté repitiendo...
-Es posible, el aroma es cada vez más fuerte...

-(“El aroma es cada vez más fuerte... el Supremo no ha salido... tampoco los demás vampiros... es como si las rosas cayeran del cielo... rosas... repelen a los no vivientes... y según los libros, también protegen a la Cazadora... ¡Entonces, ella está cerca!... muy cerca... cuantas más rosas haya en los caminos, más posibilidades tendré de llegar hasta ella... La Cazadora... Ahora debo descansar... la noche será muy larga...”)

-(“La noche será muy larga para Clarisa... No dormirá... su estado de Gracia no se lo permitirá... y mientras esté velando, las rosas comenzarán a florecer y a exhalar su inconfundible aroma... esta es la noche que marcará la vida de la Cazadora... la noche del sueño más profundo del Supremo... el lugar en donde se haya ocultado, quedará al descubierto... los rosales penetrarán las paredes... nacerán incluso en la madera de su propio ataúd... tomándolo prisionero en su propia guarida... «Será la única noche en la que los enemigos de la Raza Humana no podrán salir de sus escondrijos para sembrar la destrucción. La Elegida recibirá sus poderes con la salida del sol, y madurarán con ella, mientras el Supremo permanezca preso de las rosas que preceden a la Cazadora.»... ¡Este es el día!... A partir de hoy saldrán a la luz los dones propios de la Séptima Generación de Cazadoras de Vampiros... la más poderosa de todas... Y la más frágil... por lo que requerirá más protección que las otras seis... y una excelente forma de comenzar con su autodefensa, ha sido su ingreso en el Coro de la Catedral... la música no sólo la resguardará de los enemigos, sino que cultivará y multiplicará sus capacidades... a esto, se le sumará un buen entrenamiento espiritual y físico, éste último, tendré que realizarlo en el único sótano “oficial” del convento, para que su instructor de Artes Marciales, pueda darle clases particulares... y cuando sea Cinta Negra, pasaremos al ambiente más adecuado... ¡Hhhh!... ¡El sol está saliendo!”)

-¡El Sol está saliendo!... ¡Rosario!... ¡¡Rosario!!
-¡¿Sí, mi niña?!
-¡Deprisa, prepárame el baño, ya mismo!
-Pero, mi niña, ¡aún es temprano!
-¡No me interesa, quiero ser la primera en llegar!
-¡Lo imagino, mi niña!
-¡Estoy ansiosa, no he dormido en toda la noche!
-¡Cálmese, mi niña! Le traeré un té de tilo, le hará bien.
-¡Cambia las flores!
-En cuanto usted se esté bañando, mi niña.
-Bien. (“La ropa está preparada... el tocado del cabello, también... y los dos rosarios... el superficial y el espiritual... uno es para que la gente vea lo rico que es papá... el otro es... una compañía... de la que nadie ha podido separarme... como la medalla de San Benito... dos regalos de Fray Fernando, de los que no me desprendería por nada del mundo... él cree que tienen algo que ver con mi vida... algún día se lo preguntaré... ¡Hmmm!... Me siento inquieta, pero no nerviosa... Joel... no entiendo por qué tiene que irse...”)
-No me voy del todo.
-¡Joel!
-Estaré contigo siempre... lo que no podrás hacer es verme tan a menudo.
-¡¿De verdad?!
-Claro. Te acompañaré, sentirás mi presencia.
-¿Cómo así?
-Será como un aviso del obrar de Dios... por ejemplo, cuando recibas un Sacramento.
-¡Hoy Mismo!
-¡Por supuesto!
-¡Es una muy buena noticia!
-¿Con quién habla, mi niña?
-Con nadie, Rosario... sólo pensaba en voz alta. (“¡Olvidé que ella no te puede ver, ni oír!”)
-(“Descuida, es muy normal.”)
-(“Tengo que ir a desayunar, ¡¿Te espero en la Catedral?!”)
-(“Por supuesto.”)
-Su salida de baño, mi niña.
-Gracias.
-El desayuno está listo, en su sala de juegos.
-¡Genial!
-Prepararé su vestido.
-¡Está bien!

-Está bien así, Fray Augusto. El arreglo de las flores está en manos de la hermana Catalina.
-Gracias, Fray Fernando.
-Quiero los manteles bordados en oro.
-¿Los medievales? ¡Hace siglos que no se usan! Están expuestos en el Museo Episcopal... Sólo el Obispo puede autorizarme a retirarlos de allí...
-Aquí está su carta... y estas son las llaves de la urna... yo desconectaré las alarmas.
-¡Usted está en todo, Fray Fernando!
-¡Siempre!
-Realmente, esta ceremonia será fuera de lo común...
-¡Ya lo creo! La pequeña hija de los Suárez, forma parte de la promoción de niños que hoy hacen su Primera Comunión.
-¡Vaya! Creí que le faltaba casi un año para eso...
-Es tan aplicada, que reúne ya todas las condiciones para la recepción del Sacramento.
-¡Formidable!

-¡Formidable! – exclamó Clarisa, mirándose al espejo.
-¿Irás en la limousine o en el descapotable blanco? – preguntó su madre.
-¡Que todo haga juego! ¡En el descapotable blanco!
-¡De acuerdo!... ¡Qué hermosas están las rosas del jardín! ¡Tómate una foto aquí mismo antes de partir!
-¡Mamá, se hace tarde!
-¡Sólo una!
-¡Está bien! – la niña, algo ofuscada, obedeció.
El camino se le hizo más largo que de costumbre. Y estaba todavía más poblado de rosales castellanos, que cuando fue bautizada. El sol brillaba sin nubes. La casa del árbol estaba terminada. Iría después de la fiesta, con Pamela. El lugar era suyo, y tenía la dificultad suficiente, para desalentar a su madre, poco adepta a los ejercicios físicos. Dos automóviles con gente de prensa las flanqueaban, cuatro policías motorizados habían sido contratados, para hacerse cargo de la seguridad de la pequeña. También un helicóptero con guardaespaldas y paracaidistas sobrevolaba la zona. El intenso aroma de la rosas alertó al Obispo, cuando abrió las ventanas de su despacho.
-(“Ella está llegando... tal como lo anuncia la Profecía a cerca de la Elegida... finalmente, hoy dormiremos en paz... los enemigos estarán vegetando el tiempo suficiente para que la niña crezca, se desarrolle y cumpla con todos sus entrenamientos... ¡Por fin luchará contra esos monstruos infernales, como corresponde!... Lo que me preocupa, son esos nuevos avisos comerciales televisivos, acerca de ese nuevo culto esotérico de dudosa procedencia... habrá que advertir a la comunidad debidamente... eso podría debilitar las defensas espirituales de la población, incluyendo a la familia Suárez, tan adepta a todo lo novedoso... Fray Fernando debe saber esto de inmediato... le mandaré llamar.”) ¿Fray Salvador?
-¿Llamó usted, Monseñor?
-Vaya en busca de Fray Fernando, ¡es urgente!
-¡Enseguida, Monseñor!
-¡Gracias! – el Obispo se acercó a la biblioteca, se calzó las gafas y recorrió con su índice los lomos con letras doradas.
-¿Me llamaba, Monseñor?
-En efecto, Fray Fernando.
-¿Qué necesita?
-Un trabajo de investigación. Discreto.
-¿De qué se trata?
-Temo que de una secta.
-¿Secta?
-Sí...
-¿Qué tipo de secta?
-Parece de origen africano, o tal vez brasileño.
-¿No cristiano?
-Dudosamente cristiano... y muy moderno.
-Peligroso.
-Esa es la palabra que busco.
-Muy malo... ¿algún contacto en la comunidad?
-De momento, no. Sólo folletería, publicidad masiva en diarios, radio y TV. Fundamentalmente, dirigida a la clase alta.
-La clase alta... lo más representativo aquí... es la familia Suárez...
-Y también la familia Sotomayor.

-¡Mira, Encarna querida! Aquí llega la familia Sotomayor, con su hijo Ricardo.
-¡Ya veo! ¿Dónde está Clarisa? ¡Es el momento de presentarlos!
-No lo sé, venía de mi mano hace un momento... ¡ya sabes cómo es ella de inquieta!
-¡Cierto!
-Vayamos a saludarlos, de todos modos. – los Suárez se acercaron al matrimonio Sotomayor.

Paralelamente, Clarisa, en el patio de los rosales, admiraba las flores que ella misma había cuidado. Eran hermosas. La extasiaban. Pero la hora se acercaba. Como entre nubes, atravesó los pasillos. No lo notó, pero hasta las antiguas antorchas que iluminaban el lugar se encendieron a su paso. La hermana Catalina la estaba buscando, y aunque se alivió al verla, la reprendió.
-¡Jovencita, ¿en dónde se había metido?! ¡El padre Fernando, ya está revestido y en el atrio!
-¡Lo siento, hermana, no miré la hora!
-¡Tome su lugar en la fila, de inmediato!
-¡Sí, hermana! – la niña, sin disgustarse, rápidamente se ubicó en la procesión. En el camino, sin querer, se tropezó con uno de los muchachos, de impecable uniforme de la Marina - ¡Oh, lo lamento! ¡Ten, se te cayó el rosario!
-¡Gracias! – el jovencito, recién entrado en la adolescencia, quedó absolutamente prendado de la belleza de Clarisa – (“¡Es preciosa!... ¿Cómo es que no la he visto antes?... Tal vez sea esa niña que hizo el examen adelantado... No me dijeron que era tan guapa...”) – pensó, mientras llegaban al atrio de la Catedral. Clarisa no supo con quién se había tropezado. Se enteraría unos años más tarde, gracias a su madre. De momento, sólo recordaría sus ojos azules y el escalofrío que recorrió su espalda, cuando sus manos se encontraron.
-(“¡Hmmm!... ¿Será esto, a lo que Joel se refería?... No lo creo... es demasiado rápido... Además, él es un chico mayor... ¡en fin! Eso ahora, no interesa, ¡las puertas ya se están abriendo!”) – la niña bajó la cabeza un instante, y su corazón comenzó a latir con fuerza. Las candelas brillaron como nunca. Buscó la mirada de sus padres, pero ellos estaban ocupados atendiendo a la prensa, hasta el último momento. Así fue como sus ojos se encontraron con los del querido Fray Fernando, quien le sonrió satisfecho y orgulloso.
-(“Finalmente, ha llegado el día que esperas más que el resto de tus compañeros... y estás mucho mejor preparada que todos ellos juntos... todo parece indicarlo...”) ¡En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo! – la misa se inició.
Detrás de Clarisa, se había ubicado el joven Ricardo Sotomayor, el mismo que minutos antes había sido casi atropellado por ella. Ni siquiera escuchó dos palabras de todo lo que dijo el sacerdote. Estaba absorto en la belleza de la niña, a la que no dejó de contemplar. Para su desgracia, la pequeña no se dio vuelta en ningún momento. Y no era para menos.
Nada le importaba a Clarisa, más que ese acontecimiento que iba a suceder ante sus atentas pupilas. El Templo se llenó de un dulce aroma, igual al del Santo Crisma recién preparado. Fray Fernando, pronunciando la Plegaria Eucarística, impuso las manos sobre el pan y el vino. Un innumerable ejército celestial tomó su lugar en el Altar. Dos querubines hicieron sonar sus trompetas. Sólo la pequeña Cazadora podía verlos y oírlos. El Milagro, una vez más, se obró. Todo se desdibujó a su alrededor. Nada parecía existir. Todo había perdido importancia. Sólo existían las manos del Sacerdote, y en ellas el Cuerpo de Cristo. Un fotógrafo captó la escena y la imagen de Clarisa, con dos lágrimas corriendo por sus mejillas, en el momento de la Consagración, dio la vuelta al mundo. Finalmente, el gran acontecimiento llegó. Fray Fernando, escoltado por dos monaguillos, descendió del Ara, y con el Cáliz y la Patena, se quedó al pie de la nave central. Seis niñas debían comulgar antes que ella. Con disgusto, observó cómo estaban más preocupadas por salir bien retratadas, que por el Sacramento que debían recibir. Repentinamente alguien le puso a la Cazadora la mano en el hombro.
-(“¡Joel!... ¡Estás aquí!”)
-Con la emoción, olvidaste que te mencioné que otra de las tareas primordiales de un Ángel Custodio es acompañar al cristiano a recibir cualquier Sacramento, en especial la Eucaristía.
-(“¡Fantástico!”)
-Ya va a ser tu turno... – concluyó el Guardián, tomando a la niña por ambos hombros. Clarisa sintió que su cuerpo perdía todo contacto físico con el mundo.
-¡Clarisa, el Cuerpo y la Sangre de Cristo!
-¡Amén! – la pequeña Cazadora de Vampiros recibió la Comunión bajo las dos Especies. El sol que entraba por las ventanas brilló de una manera enceguecedora a través de los vitrales. El vestido de la niña pareció todavía más blanco. Una deliciosa brisa recorrió todo el lugar. Joel acompañó a Clarisa hasta su banco. Ella se arrodilló en el reclinatorio. Los flashes continuaron rodeándola. Ya no importaban sus compañeros superficiales. Entre la multitud, buscó una señal de aprobación de su fiel amiga, Pamela. Había lágrimas en sus ojos claros. Juntó las manos. Apoyó la tersa frente sobre los dedos. Cerró los ojos. Olvidó los ruidos externos. Escuchó latir su corazón. Y vio. Vio por primera vez, las caras de la gente que había salvado, las almas que por su intermedio fueron liberadas. Ellos sonreían. Y uno a uno, le regresaban las bellas estacas de roble, que en manos de la niña, se transformaban en rosas.
Por la noche, en cuanto pudo alejar lo suficiente a Fray Fernando del ruido de la fiesta, le contó la visión con lujo de detalles.
-Hmmm... ¿dices que no conocías a ninguna de esas personas?
-Sólo a la hermana María Sol.
-Probablemente, eso signifique que ya no te necesitan.
-Parecían despedirse de mí.
-Y partir hacia el Cielo.
-¡Eso pensé! ¡Gracias, Fray Fernando!
-Por nada. ¿Ya te vas?
-¡Quiero estrenar la Casa del Árbol! Pamela está allí esperándome.
-¡Oh, Cierto! ¿Puedo acompañarte?
-¡Claro!
-Avisémosle a tus padres.
-Bien... ¿Mamá?
-¡¿Sí, princesita?!
-Voy a ir con Fray Fernando a la Casa del Árbol.
-¿A éstas horas?
-¿Por qué no? Allí tengo de todo, estaré bien.
-De acuerdo... espera, ven aquí... Mira, la Compañía de Teléfonos Celulares, se enteró de tu Primera Comunión, y te ha enviado su modelo más avanzado. ¡Estrénalo! En cuanto estés en la casa, ¡llama a tu padre!
-¡Fantástico! – entusiasmada, Clarisa abrió el paquete y activó el diminuto teléfono móvil.

La luna reinaba solitaria sobre el cementerio parque. Los grillos cantaban, como queriendo conquistarla.
El Padre Callahan, caminaba triste, entre los canteros. Ya no quedaban lágrimas en sus ojos azules. Callado. Sus pasos lo conducian hacia la blanca bóveda central. Agobiado. Cayó de rodillas y escondió su cabeza en las manos de una de las estatuas, como rogando que esa Primera Cazadora, volviera a la vida. La poca gente que pasaba, creía que la soledad le había hecho perder la razón. Pero él sabía que no estaba loco. Y sólo esperaba.

-¡Oh, Cielos!
-¿Qué sucede, linda?
-Olvidé algo...
-¿Qué cosa?
-Debí visitar la tumba de mi abuela, antes de ir a la fiesta...
-Nos queda de camino el Parque de la Luz.
-¡Cierto! ¡Vamos para allá!... ¡Chofer!... ¡llévenos al Parque de la Luz, rápido!
-¡Enseguida, mi niña Clarisa! – el conductor aceleró, y al dar vuelta en una esquina, algo cayó del bolsillo de Fray Fernando.
-¿Qué es esto?
-Una nota del Obispo.
-«Padre Callahan»... ¿quién es?
-Un anciano.
-¿Sacerdote?
-Así es.
-¿Qué le sucede?
-Está desaparecido.
-Podría...
-¿Ser un no viviente?
-Sí...
-No lo sabemos con certeza.
-Y sólo saldrían de dudas, encontrándolo...
-Exactamente.
-¿Puedo ayudar?
-Aún eres muy pequeña. Déjalo en nuestras manos.
-Está bien, pero me gustaría hacer algo.
-Reza.
-Hablaré con Joel.
-¡Ya llegamos, mi niña! – anunció el chofer.
-Bien... ¿me acompañas, Fray Fernando?
-Por supuesto... entra, yo me quedaré en la puerta, por si viene el padre Callahan. Él podría estar aquí...

Una brisa fresca acarició su espalda. Levantó la cabeza. Respiró hondo. Un pétalo de rosa roja cayó sobre su frente. Algo estaba sucediendo. Algo nuevo. Algo muy bueno. Todo el cansancio se había ido de sus hombros. Sentía que podía flotar. Su cuerpo ya no desaparecía al entrar en oración profunda. Tampoco envejecía. Alivio. Ni él quería creerlo, pero era cierto. Finalmente, Dios, su Dios, se había dignado a escucharlo. Y había puesto en su camino a quien tanto tiempo estuvo buscando. No podía estar equivocado. El momento había llegado. El esperado encuentro estaba ya muy cerca. El perfume intenso de las rosas hablaba por sí solo. Se negó a abrir los ojos. Sabía que era ella. Retrocedió hasta sentarse sobre otro de los monumentos. Y otra vez, el intenso perfume a rosas... era tan claro y embriagante, que lo obligó a mirar. La Cazadora, en persona, estaba de pie frente a él, vestida de novia... no... de novia, no... sólo era una niña con traje de Primera Comunión.
-Señor...
-¡¿Sí?!
-Está... sentado en la tumba de mi abuela...
-¡Lo lamento!
-No se preocupe... – la niña, súbitamente, como por instinto, tomó asiento junto al misterioso y sombrío pordiosero – tiene los ojos muy rojos, ¿estuvo llorando?
-Mucho...
-¿Por qué?
-¡Hhhh! – el viejo, bajando la cabeza, sollozó finalmente - ¡Dios no me ama!
-¡Eso no es cierto! – la Cazadora lo tomó de las manos – Un amigo mío me dijo, que sólo no existe, aquello que Dios no ama... Y usted está aquí...
-Eres muy pequeña, para pretender entender las cosas de Dios....
-No las entiendo, sólo las vivo... igual que usted...
-Yo no quiero vivir...
-Eso no está bien.
-Pero es la verdad.
-¿Tiene usted hijos?
-Soy sacerdote, ¡no tengo familia!
-Entonces... ¿Por qué no está en su parroquia?
-Mi parroquia es el Infierno...
-¡No puede hablar así!
-El diablo es mi Obispo...
-¡¡No es cierto, no es cierto!! – desesperada, Clarisa le echó los brazos al cuello y lloró por largo rato. Fray Fernando, que aguardaba en la entrada de la bóveda, se acercó cuando oyó el llanto de la niña. No daba crédito a sus propios ojos. Joel se materializó, con toda su majestuosidad, y conmovido extendió sus alas sobre el sacerdote y la pequeña Cazadora. Sin emitir un solo ruido, el fraile se puso en oración. Las mismas llamas que en otro momento rodearon al hermano David los envolvían a ambos. Las vestiduras rasgadas del Padre Callahan se tornaron inmaculadamente blancas. Estaba ahora revestido para celebrar por primera vez en años una Misa de Gloria.
-Ha sido redimido... el Padre Donald Callahan ha vuelto. – suspiró Fray Fernando.

Sonó el teléfono de Clarisa.
-¿Papá?
-Hija, ¡¿dónde estás?!
-Visitando la tumba de la abuela, lo había olvidado.
-¡Oh, Cielos! Lo hemos pasado por alto.
-Iré por Pamela y pasaremos la noche en la Casa del Árbol.
-Está bien.
-Te llamaré... ¡Adiós!... ¿se siente bien, Padre?
-Callahan, Donald Callahan.
-¡¿Usted es el Padre Callahan?!
Sí...
-¡Fray Fernando!
-Sí, Clarisa, ya lo sé.
-Entonces, ¿podemos ir los tres a la Casa del Árbol? Pamela, debe estar preocupada por mi demora...
-Supongo que sí... Reverendo Callahan, ¿os haría el honor de pernoctar en nuestro convento?
-Será un placer. – los tres subieron a la limousine.
Pocos minutos más tarde llegaron al lugar.
-Lleve a Fray Fernando y al Padre Callahan al convento de San Francisco. – ordenó Clarisa, al bajar del vehículo.
-Sí, mi niña. - luego de despedirse, la pequeña Cazadora los observó alejarse.
Finalmente, subió al árbol, por los peldaños adosados al tronco.
-¡Clary, tardaste mucho! ¿Sucedió algo?
-Nada malo, sólo me detuve en el cementerio, a visitar la tumba de mi abuela.
-¡¡¿Estuviste de noche, en un cementerio?!! ¡¡Qué horrible!!
-No veo por qué, es un lugar muy bonito.
-Si tú lo dices... ¿qué haces?
-Le dejo un mensaje en la contestadora a mi padre.
-¿Y ese teléfono?
-Un regalo de Primera Comunión.
-¿Tu papá?
-La Compañía de Teléfonos Celulares.
-¡Eres popular!
-Mi papá es un buen cliente... ¿Vemos tele antes de dormir?
-¡Me encantará!

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