Al pie del Tabernáculo
Santa Clara (cuarta parte)
Catedral de Mallorca.
Fiesta de Santa Clara.
La pequeña Cazadora ingresa impaciente por una puerta lateral. Se ha enterado de que Fray Alberto se quedó dormido y no llegará a tiempo para encender todas las candelas del Templo. Corre hacia la sacristía para ver si puede solucionar ese traspié. El gran armario está cerrado con llave. Y el llavero está colgado en un lugar demasiado alto para ella. Mira a su alrededor. Se han llevado la escalerilla de la biblioteca. Nada lo suficientemente fácil de mover está a la mano.
-(“Hmmm... debo darme prisa... veamos... ¿la Sede?... se ensuciaría... entonces, me quitaré los zapatos... ¡Uff!... está muy pesada... un poco más... así estará bien... esas deben ser las llaves que busco... ¿cuál de todas?... probaré la más brillosa... bien... fósforos... y una de esas candelas pequeñitas... ahora pondré la Sede en su lugar...”) – la niña, velozmente puso las cosas en orden y se dirigió al Templo, allí se volvió a realizar el anterior fenómeno de los cirios, esta vez, sin testigos.
-Rodrigo, ¿has visto a Clarisa?
-Si no está en el claustro con Fray Fernando, debe estar ya en la Iglesia, reservándonos un lugar.
-Fray Fernando está con el Obispo y el Templo está aún bajo llave...
-Espera, aquí viene Fray Alberto...
-Buenos días, Señores Suárez.
-Buenos días Fray Alberto, ¿ha visto usted a mi hija Clarisa?
-¡Oh, si! Está en el Templo, encendiendo las candelas, ¡lo hace muy bien!
-¿No es algo peligroso para ella?
-No lo creo, yo mismo le enseñé... ya voy a abrir, ¿me acompañan?
-Sí, claro.
-Vengan. – el matrimonio caminó detrás del hermano lego y se acomodó junto a la pequeña.
-No entiendo cómo admiten en la Orden a un disminuido mental... – protestó Encarnación.
-Encarna, no comiences...
-No puede ser sacerdote, con la mentalidad de un niño de seis años...
-¡Encarnación! ¡Ya, es suficiente, no le des mal ejemplo a tu hija, aquí nadie le ha enseñado a discriminar, ¡no permitiré que justamente tú seas la primera!!
-Lo siento...
-Los frailes de este convento le salvaron la vida cuando era apenas un bebé de dos meses... su padre lo había arrojado a un pozo profundo... por ser como tú dices, disminuido mental... ha vivido aquí desde entonces.
-No tenía idea...
-Fui yo quien lo sacó del pozo... era el único que no tenía miedo y estaba lo suficientemente delgado para deslizarme con comodidad...
-Por eso te saluda con tanta devoción...
-Así es. – Clarisa había escuchado atentamente la conversación, y se quedó en silencio, pensativa.
La ceremonia estaba a punto de dar comienzo. Joel salió de la Sacristía, y tomó su lugar en la formación de monaguillos que lo aguardaba en el atrio. El impecable sonido del órgano tubular llenó la Catedral, llamando al silencio al resto de la gente, que charlaba como si se tratara de un club social. Ayudada por su padre, Clarisa se subió sobre el reclinatorio, para no perderse un detalle de lo que fuera a ocurrir. Era esta la primera vez que la niña veía tal cantidad de hombres de Dios, reunidos en un mismo lugar. Con impaciencia, trató de descubrir en dónde se ubicaría Fray Fernando. Para su mayor orgullo, caminaba escoltando a Monseñor Pujol. Luego de la veneración del Altar, la Bendición inicial, el rito penitencial y el canto del Gloria, por el Coro de las Clarisas, el Cardenal consagrante pronunció la Oración Colecta:
-Oremos. – un extraño cambio se produjo en la voz del celebrante, una suerte de eco luminoso, claro y emocionante, años después Clarisa lo recordaría con exactitud, y aprendería su significado – SEÑOR, QUE PARA APACENTAR TU REBAÑO, ELEGISTE COMO SUCESOR DE LOS APÓSTOLES A TU SERVIDOR JORGE FROILÁN, PARA FORMAR PARTE DEL COLEGIO EPISCOPAL, CONCÉDELE EL ESPÍRITU DE CONSEJO Y DE FORTALEZA, DE CIENCIA Y DE PIEDAD, PARA QUE GUIANDO FIELMENTE AL PUEBLO A ÉL ENCOMENDADO, EDIFIQUE EN EL MUNDO EL SACRAMENTO DE LA IGLESIA. POR NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO...
El «Amén», pronunciado por el resto de los feligreses, hizo temblar el suelo. Joel, seguidamente, subió al ambón para leer la Primera Lectura.
-«Lectura del Libro del Profeta Isaías: El Espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación y a los reclusos la libertad, a pregonar año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en lugar de vestidos de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Palabra de Dios.» – a continuación, el sonido del órgano indicó el comienzo del canto del Salmo responsorial y nuevamente Joel, asumió la voz cantante - «El Señor es Mi Pastor, nada me puede faltar... El Señor es Mi Pastor, ¿qué me puede faltar, en praderas cubiertas de verdor, Él me hace descansar, me conduce a las aguas de quietud, y repara mis fuerzas... El me guía por el recto camino, por su inmensa bondad, aunque marche por oscuras quebradas, ningún mal temeré, me siento seguro Señor, porque Tú estás conmigo...» – el joven «monaguillo» regresó a su lugar, junto a la escalerilla del púlpito. Luego la hermana Catalina subió al ambón, para la segunda lectura.
-«Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo: Por eso te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti, por la imposición de las manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y templanza. No te avergüences pues, ni del testimonio que has de dar de Nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús y que se ha manifestado ahora, con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio para cuyo servicio he sido yo constituido heraldo, apóstol y maestro. Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos: pero no me avergüenzo porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquél Día. Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe, y en la caridad de Cristo Jesús. Conserva el buen depósito mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros.» Palabra de Dios... – una vez terminada la lectura, la hermana Catalina retomó su lugar en el coro, para dirigir el canto de Aleluya. Al mismo tiempo, un diácono se acercó a la Sede para recibir la bendición que lo autorizó a proclamar el Evangelio. Clarisa, atenta en todo momento, se puso de pie, y su padre la alzó para que pudiera ver mejor.
-«Proclamación de la Buena Noticia de Jesucristo, según San Juan. Entonces Jesús les dijo de nuevo: Yo Soy el Buen Pastor. El Buen Pastor, da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado, y no le importan nada las ovejas. Yo Soy el Buen Pastor, y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy la vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil, también a esas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño y un solo pastor. Palabra del Señor.» - el diácono volvió a su sitio en el Altar.
El Cardenal celebrante se puso de pie colocándose la Mitra, rodeó el ara y con su báculo en la mano, se ubicó ante la Sede. El coro, en impecable Latín, entonó el Veni Creator Spiritus. El resto de los Obispos consagrantes se dirigieron también hacia las demás sedes, tomaron asiento y se colocaron las mitras. Clarisa se sentó sobre las rodillas de su padre. Otro de los diáconos subió al ambón y dio inicio a la lectura del Ritual:
-Acérquese el que va a ser ordenado Obispo. – Fray Fernando condujo a Monseñor Pujol hacia la sede del consagrante principal, a quien ambos hicieron una reverencia. En seguida el fraile subió al ambón para el interrogatorio, dirigiéndose al Cardenal:
-Reverendísimo Padre: La Santa Madre Iglesia Católica, pide que ordenes Obispo al presbítero Jorge Froilán Pujol.
-¿TENÉIS EL MANDATO DEL PAPA?
-Sí, lo tenemos.
-QUE SEA LEÍDO. – Fray Fernando leyó el mandato, finalizado el cual, el Cardenal consagrante se puso de pie para su alocución al pueblo, y al Electo.
-QUERIDOS HERMANOS: TENED MUY EN CUENTA LA VITAL IMPORTANCIA DEL MINISTERIO AL QUE SERÁ ELEVADO NUESTRO HERMANO JORGE... – comenzó a decir el consagrante, sintiéndose inexplicablemente atraído por el rostro de la niña. Ella guardaría en su memoria muchas de sus frases y las utilizaría más a menudo de lo que imaginaba.
Terminada la homilía, Monseñor Pujol se puso de pie frente al cardenal, para responder a su Profesión de fe y promesas Episcopales. Luego de las doce preguntas, los consagrantes se quitaron las mitras, y se arrodillaron. Monseñor Pujol se postró ante el Altar, mientras el Pueblo de Dios invocó la intercesión de todos los santos, en el canto de las Letanías. Una hermosa e intensa luz blanca cubrió al Obispo, que seguía inmóvil sobre la alfombra roja. Cuando el silencio volvió a imperar, el consagrante tomó la palabra:
-ESCUCHA, SEÑOR, EN TU BONDAD NUESTRAS SÚPLICAS Y DERRAMANDO LA PLENITUD DE LA GRACIA SACERDOTAL, SOBRE ÉSTE, TU SERVIDOR, INFUNDE EN ÉL LA FUERZA DE TU BENDICIÓN. POR CRISTO NUESTRO SEÑOR... – el Pueblo de Dios respondió con un sonoro «Amén». Inmediatamente, la luz blanca tomó una coloración entre dorada y rojiza. Monseñor Pujol se arrodilló... probablemente en ese instante, también vio la manifestación del Espíritu Santo sobre el Ara. Sus lágrimas dieron cuenta de eso. El consagrante avanzó hacia él, y le impuso las manos, luego, repitieron el gesto los demás obispos presentes. Fray Fernando y Fray Alberto se aproximaron por ambos lados, Clarisa buscó la mirada de su entrañable amigo, que le señaló con seriedad, que no debía dejar de mirar hacia delante, y como Fray Fernando siempre sabe lo que se debe hacer, la niña obedeció sin cambiar el gesto... para llevarse otra sorpresa... La enorme llamarada envolvió de pronto al Consagrante, quien tomó una enorme espada de dos filos y la apoyó sobre la cabeza de Monseñor Pujol... el arma, también se incendió, pero ninguno de los dos frailes pareció quemarse con ella, a pesar de que cada uno la sostenía fuertemente con las dos manos. Lo más extraño de todo, era que ni siquiera ella, estando tan cerca, sentía calor. El Cardenal volvió a tomar la palabra:
-DIOS, PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, PADRE DE MISERICORDIA Y DIOS DE TODO CONSUELO, QUE HABITAS EN EL CIELO Y TE INTERESAS AÚN POR LAS COSAS HUMILDES, TÚ CONOCES TODAS LAS COSAS, ANTES DE QUE EXISTAN... – Clarisa, entre asustada y conmovida no escuchó el resto de la oración, Joel inmediatamente se hizo cargo de la situación.
-(“Todo está bien, Clarisa, nada malo le sucederá a nadie. Lo que estás viendo es el verdadero significado de esta ceremonia, el fuego y la espada, no son sino el Espíritu Santo, y el Libro de las Sagradas Escrituras... eso ve la gente normal... tú en cambio, tienes un corazón muy abierto, por eso tus ojitos ven en Los Evangelios, La Espada del Espíritu...”) – el resto de la consagración episcopal, pronunciado al unísono por los Obispos presentes, sacó a Clarisa de su trance.
-INFUNDE AHORA, SOBRE ESTE SIERVO TUYO QUE HAS ELEGIDO, LA FUERZA QUE DE TI PROCEDE: EL ESPÍRITU DE SOBERANÍA QUE DISTE A TU AMADO HIJO JESUCRISTO, Y ÉL, A SU VEZ, COMUNICÓ A LOS SANTOS APÓSTOLES, QUIENES ESTABLECIERON LA IGLESIA POR DIVERSOS LUGARES, COMO SANTUARIO TUYO, PARA GLORIA Y ALABANZA INCESANTE DE TU NOMBRE... – en ese instante, la niña tuvo la certeza de que el novel Obispo no tenía contacto alguno con las cosas materiales... ni siquiera con la suave alfombra bajo sus rodillas... Fray Fernando retiró el libro de la cabeza de Monseñor Pujol, y los demás celebrantes se quitaron la mitra y tomaron asiento. Otros dos frailes extendieron sobre las rodillas del consagrante principal un gremial de lino; Monseñor Pujol se arrodillo frente al mismo para que le ungiera la cabeza con el Santo Crisma: a los ojos de la niña el aceite sagrado resplandeció como plata líquida. El Cardenal se dirigió nuevamente a él:
-DIOS QUE TE HIZO PARTICIPE DEL SUMO SACERDOCIO DE CRISTO DERRAME SOBRE TI EL BÁLSAMO DE LA MÍSTICA UNCIÓN, Y HAGA FECUNDO TU MINISTERIO CON LA ABUNDANCIA DE LA BENDICIÓN ESPIRITUAL. – Seguidamente le hizo entrega del Libro de los Evangelios – RECIBE EL EVANGELIO Y PROCLAMA SIEMPRE LA PALABRA DE DIOS CON PACIENCIA Y DESEO DE ENSEÑAR. – Le colocó el anillo en el anular de la mano derecha – RECIBE ESTE ANILLO, SIGNO DE FIDELIDAD Y ADORNADO CON UNA FE INQUEBRANTABLE, PERMANECE FIEL A LA IGLESIA ESPOSA SANTA DE DIOS. – la ceremonia prosiguió con la entrega de los atributos episcopales, la entronización en la Sede, el saludo de paz de los Obispos... Joel condujo entretanto a la familia Suárez, hacia el lugar de la nave central, en donde estaba la mesa de las ofrendas. A Encarnación, le dio las vinajeras, a Rodrigo el cáliz y a Clarisa la patena. Los tres se acercaron al Altar. El cardenal consagrante recibió las ofrendas, sin poder retirar sus ojos de los de la niña.
La misa continuó con normalidad. Antes de la bendición final, Monseñor Pujol recorrió el templo, bendiciendo al pueblo. Al llegar al lugar en donde estaba Rodrigo, su emoción se desbordó tanto, que soltó el báculo y ambos se abrazaron con fuerza, sin dejar de llorar. Clarisa rescató el enorme bastón y se sintió un poco rara, había tenido que ayudar a Fray Fernando y a otros sacerdotes de muchas maneras, pero nunca vivió una cosa así. Tampoco entendió nada de lo que su padre le pidió al Obispo.
-¡¡Tienes que impedirlo, amo demasiado a mi niña!!
-Lo sé... pero si nació para ese momento, muy poco es lo que podemos hacer en contra de la Voluntad de Dios... sólo puedo prometerte, que la protegeré, hasta con mi propia vida, viejo amigo... ella estará bien bajo mi cuidado... ¡tienes que confiar en mí! - una vez que el clérigo se recuperó, subió al ambón para dirigir unas palabras a la gente. Seguidamente pronunció la oración de Consagración a la Santísima Virgen, al pie de la estatua de Nuestra Señora del Carmen. Por último, el Cardenal consagrante impartió la bendición final.
(continuará)
Catedral de Mallorca.
Fiesta de Santa Clara.
La pequeña Cazadora ingresa impaciente por una puerta lateral. Se ha enterado de que Fray Alberto se quedó dormido y no llegará a tiempo para encender todas las candelas del Templo. Corre hacia la sacristía para ver si puede solucionar ese traspié. El gran armario está cerrado con llave. Y el llavero está colgado en un lugar demasiado alto para ella. Mira a su alrededor. Se han llevado la escalerilla de la biblioteca. Nada lo suficientemente fácil de mover está a la mano.
-(“Hmmm... debo darme prisa... veamos... ¿la Sede?... se ensuciaría... entonces, me quitaré los zapatos... ¡Uff!... está muy pesada... un poco más... así estará bien... esas deben ser las llaves que busco... ¿cuál de todas?... probaré la más brillosa... bien... fósforos... y una de esas candelas pequeñitas... ahora pondré la Sede en su lugar...”) – la niña, velozmente puso las cosas en orden y se dirigió al Templo, allí se volvió a realizar el anterior fenómeno de los cirios, esta vez, sin testigos.
-Rodrigo, ¿has visto a Clarisa?
-Si no está en el claustro con Fray Fernando, debe estar ya en la Iglesia, reservándonos un lugar.
-Fray Fernando está con el Obispo y el Templo está aún bajo llave...
-Espera, aquí viene Fray Alberto...
-Buenos días, Señores Suárez.
-Buenos días Fray Alberto, ¿ha visto usted a mi hija Clarisa?
-¡Oh, si! Está en el Templo, encendiendo las candelas, ¡lo hace muy bien!
-¿No es algo peligroso para ella?
-No lo creo, yo mismo le enseñé... ya voy a abrir, ¿me acompañan?
-Sí, claro.
-Vengan. – el matrimonio caminó detrás del hermano lego y se acomodó junto a la pequeña.
-No entiendo cómo admiten en la Orden a un disminuido mental... – protestó Encarnación.
-Encarna, no comiences...
-No puede ser sacerdote, con la mentalidad de un niño de seis años...
-¡Encarnación! ¡Ya, es suficiente, no le des mal ejemplo a tu hija, aquí nadie le ha enseñado a discriminar, ¡no permitiré que justamente tú seas la primera!!
-Lo siento...
-Los frailes de este convento le salvaron la vida cuando era apenas un bebé de dos meses... su padre lo había arrojado a un pozo profundo... por ser como tú dices, disminuido mental... ha vivido aquí desde entonces.
-No tenía idea...
-Fui yo quien lo sacó del pozo... era el único que no tenía miedo y estaba lo suficientemente delgado para deslizarme con comodidad...
-Por eso te saluda con tanta devoción...
-Así es. – Clarisa había escuchado atentamente la conversación, y se quedó en silencio, pensativa.
La ceremonia estaba a punto de dar comienzo. Joel salió de la Sacristía, y tomó su lugar en la formación de monaguillos que lo aguardaba en el atrio. El impecable sonido del órgano tubular llenó la Catedral, llamando al silencio al resto de la gente, que charlaba como si se tratara de un club social. Ayudada por su padre, Clarisa se subió sobre el reclinatorio, para no perderse un detalle de lo que fuera a ocurrir. Era esta la primera vez que la niña veía tal cantidad de hombres de Dios, reunidos en un mismo lugar. Con impaciencia, trató de descubrir en dónde se ubicaría Fray Fernando. Para su mayor orgullo, caminaba escoltando a Monseñor Pujol. Luego de la veneración del Altar, la Bendición inicial, el rito penitencial y el canto del Gloria, por el Coro de las Clarisas, el Cardenal consagrante pronunció la Oración Colecta:
-Oremos. – un extraño cambio se produjo en la voz del celebrante, una suerte de eco luminoso, claro y emocionante, años después Clarisa lo recordaría con exactitud, y aprendería su significado – SEÑOR, QUE PARA APACENTAR TU REBAÑO, ELEGISTE COMO SUCESOR DE LOS APÓSTOLES A TU SERVIDOR JORGE FROILÁN, PARA FORMAR PARTE DEL COLEGIO EPISCOPAL, CONCÉDELE EL ESPÍRITU DE CONSEJO Y DE FORTALEZA, DE CIENCIA Y DE PIEDAD, PARA QUE GUIANDO FIELMENTE AL PUEBLO A ÉL ENCOMENDADO, EDIFIQUE EN EL MUNDO EL SACRAMENTO DE LA IGLESIA. POR NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO...
El «Amén», pronunciado por el resto de los feligreses, hizo temblar el suelo. Joel, seguidamente, subió al ambón para leer la Primera Lectura.
-«Lectura del Libro del Profeta Isaías: El Espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación y a los reclusos la libertad, a pregonar año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en lugar de vestidos de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Palabra de Dios.» – a continuación, el sonido del órgano indicó el comienzo del canto del Salmo responsorial y nuevamente Joel, asumió la voz cantante - «El Señor es Mi Pastor, nada me puede faltar... El Señor es Mi Pastor, ¿qué me puede faltar, en praderas cubiertas de verdor, Él me hace descansar, me conduce a las aguas de quietud, y repara mis fuerzas... El me guía por el recto camino, por su inmensa bondad, aunque marche por oscuras quebradas, ningún mal temeré, me siento seguro Señor, porque Tú estás conmigo...» – el joven «monaguillo» regresó a su lugar, junto a la escalerilla del púlpito. Luego la hermana Catalina subió al ambón, para la segunda lectura.
-«Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo: Por eso te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti, por la imposición de las manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y templanza. No te avergüences pues, ni del testimonio que has de dar de Nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús y que se ha manifestado ahora, con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio para cuyo servicio he sido yo constituido heraldo, apóstol y maestro. Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos: pero no me avergüenzo porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquél Día. Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe, y en la caridad de Cristo Jesús. Conserva el buen depósito mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros.» Palabra de Dios... – una vez terminada la lectura, la hermana Catalina retomó su lugar en el coro, para dirigir el canto de Aleluya. Al mismo tiempo, un diácono se acercó a la Sede para recibir la bendición que lo autorizó a proclamar el Evangelio. Clarisa, atenta en todo momento, se puso de pie, y su padre la alzó para que pudiera ver mejor.
-«Proclamación de la Buena Noticia de Jesucristo, según San Juan. Entonces Jesús les dijo de nuevo: Yo Soy el Buen Pastor. El Buen Pastor, da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado, y no le importan nada las ovejas. Yo Soy el Buen Pastor, y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy la vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil, también a esas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño y un solo pastor. Palabra del Señor.» - el diácono volvió a su sitio en el Altar.
El Cardenal celebrante se puso de pie colocándose la Mitra, rodeó el ara y con su báculo en la mano, se ubicó ante la Sede. El coro, en impecable Latín, entonó el Veni Creator Spiritus. El resto de los Obispos consagrantes se dirigieron también hacia las demás sedes, tomaron asiento y se colocaron las mitras. Clarisa se sentó sobre las rodillas de su padre. Otro de los diáconos subió al ambón y dio inicio a la lectura del Ritual:
-Acérquese el que va a ser ordenado Obispo. – Fray Fernando condujo a Monseñor Pujol hacia la sede del consagrante principal, a quien ambos hicieron una reverencia. En seguida el fraile subió al ambón para el interrogatorio, dirigiéndose al Cardenal:
-Reverendísimo Padre: La Santa Madre Iglesia Católica, pide que ordenes Obispo al presbítero Jorge Froilán Pujol.
-¿TENÉIS EL MANDATO DEL PAPA?
-Sí, lo tenemos.
-QUE SEA LEÍDO. – Fray Fernando leyó el mandato, finalizado el cual, el Cardenal consagrante se puso de pie para su alocución al pueblo, y al Electo.
-QUERIDOS HERMANOS: TENED MUY EN CUENTA LA VITAL IMPORTANCIA DEL MINISTERIO AL QUE SERÁ ELEVADO NUESTRO HERMANO JORGE... – comenzó a decir el consagrante, sintiéndose inexplicablemente atraído por el rostro de la niña. Ella guardaría en su memoria muchas de sus frases y las utilizaría más a menudo de lo que imaginaba.
Terminada la homilía, Monseñor Pujol se puso de pie frente al cardenal, para responder a su Profesión de fe y promesas Episcopales. Luego de las doce preguntas, los consagrantes se quitaron las mitras, y se arrodillaron. Monseñor Pujol se postró ante el Altar, mientras el Pueblo de Dios invocó la intercesión de todos los santos, en el canto de las Letanías. Una hermosa e intensa luz blanca cubrió al Obispo, que seguía inmóvil sobre la alfombra roja. Cuando el silencio volvió a imperar, el consagrante tomó la palabra:
-ESCUCHA, SEÑOR, EN TU BONDAD NUESTRAS SÚPLICAS Y DERRAMANDO LA PLENITUD DE LA GRACIA SACERDOTAL, SOBRE ÉSTE, TU SERVIDOR, INFUNDE EN ÉL LA FUERZA DE TU BENDICIÓN. POR CRISTO NUESTRO SEÑOR... – el Pueblo de Dios respondió con un sonoro «Amén». Inmediatamente, la luz blanca tomó una coloración entre dorada y rojiza. Monseñor Pujol se arrodilló... probablemente en ese instante, también vio la manifestación del Espíritu Santo sobre el Ara. Sus lágrimas dieron cuenta de eso. El consagrante avanzó hacia él, y le impuso las manos, luego, repitieron el gesto los demás obispos presentes. Fray Fernando y Fray Alberto se aproximaron por ambos lados, Clarisa buscó la mirada de su entrañable amigo, que le señaló con seriedad, que no debía dejar de mirar hacia delante, y como Fray Fernando siempre sabe lo que se debe hacer, la niña obedeció sin cambiar el gesto... para llevarse otra sorpresa... La enorme llamarada envolvió de pronto al Consagrante, quien tomó una enorme espada de dos filos y la apoyó sobre la cabeza de Monseñor Pujol... el arma, también se incendió, pero ninguno de los dos frailes pareció quemarse con ella, a pesar de que cada uno la sostenía fuertemente con las dos manos. Lo más extraño de todo, era que ni siquiera ella, estando tan cerca, sentía calor. El Cardenal volvió a tomar la palabra:
-DIOS, PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, PADRE DE MISERICORDIA Y DIOS DE TODO CONSUELO, QUE HABITAS EN EL CIELO Y TE INTERESAS AÚN POR LAS COSAS HUMILDES, TÚ CONOCES TODAS LAS COSAS, ANTES DE QUE EXISTAN... – Clarisa, entre asustada y conmovida no escuchó el resto de la oración, Joel inmediatamente se hizo cargo de la situación.
-(“Todo está bien, Clarisa, nada malo le sucederá a nadie. Lo que estás viendo es el verdadero significado de esta ceremonia, el fuego y la espada, no son sino el Espíritu Santo, y el Libro de las Sagradas Escrituras... eso ve la gente normal... tú en cambio, tienes un corazón muy abierto, por eso tus ojitos ven en Los Evangelios, La Espada del Espíritu...”) – el resto de la consagración episcopal, pronunciado al unísono por los Obispos presentes, sacó a Clarisa de su trance.
-INFUNDE AHORA, SOBRE ESTE SIERVO TUYO QUE HAS ELEGIDO, LA FUERZA QUE DE TI PROCEDE: EL ESPÍRITU DE SOBERANÍA QUE DISTE A TU AMADO HIJO JESUCRISTO, Y ÉL, A SU VEZ, COMUNICÓ A LOS SANTOS APÓSTOLES, QUIENES ESTABLECIERON LA IGLESIA POR DIVERSOS LUGARES, COMO SANTUARIO TUYO, PARA GLORIA Y ALABANZA INCESANTE DE TU NOMBRE... – en ese instante, la niña tuvo la certeza de que el novel Obispo no tenía contacto alguno con las cosas materiales... ni siquiera con la suave alfombra bajo sus rodillas... Fray Fernando retiró el libro de la cabeza de Monseñor Pujol, y los demás celebrantes se quitaron la mitra y tomaron asiento. Otros dos frailes extendieron sobre las rodillas del consagrante principal un gremial de lino; Monseñor Pujol se arrodillo frente al mismo para que le ungiera la cabeza con el Santo Crisma: a los ojos de la niña el aceite sagrado resplandeció como plata líquida. El Cardenal se dirigió nuevamente a él:
-DIOS QUE TE HIZO PARTICIPE DEL SUMO SACERDOCIO DE CRISTO DERRAME SOBRE TI EL BÁLSAMO DE LA MÍSTICA UNCIÓN, Y HAGA FECUNDO TU MINISTERIO CON LA ABUNDANCIA DE LA BENDICIÓN ESPIRITUAL. – Seguidamente le hizo entrega del Libro de los Evangelios – RECIBE EL EVANGELIO Y PROCLAMA SIEMPRE LA PALABRA DE DIOS CON PACIENCIA Y DESEO DE ENSEÑAR. – Le colocó el anillo en el anular de la mano derecha – RECIBE ESTE ANILLO, SIGNO DE FIDELIDAD Y ADORNADO CON UNA FE INQUEBRANTABLE, PERMANECE FIEL A LA IGLESIA ESPOSA SANTA DE DIOS. – la ceremonia prosiguió con la entrega de los atributos episcopales, la entronización en la Sede, el saludo de paz de los Obispos... Joel condujo entretanto a la familia Suárez, hacia el lugar de la nave central, en donde estaba la mesa de las ofrendas. A Encarnación, le dio las vinajeras, a Rodrigo el cáliz y a Clarisa la patena. Los tres se acercaron al Altar. El cardenal consagrante recibió las ofrendas, sin poder retirar sus ojos de los de la niña.
La misa continuó con normalidad. Antes de la bendición final, Monseñor Pujol recorrió el templo, bendiciendo al pueblo. Al llegar al lugar en donde estaba Rodrigo, su emoción se desbordó tanto, que soltó el báculo y ambos se abrazaron con fuerza, sin dejar de llorar. Clarisa rescató el enorme bastón y se sintió un poco rara, había tenido que ayudar a Fray Fernando y a otros sacerdotes de muchas maneras, pero nunca vivió una cosa así. Tampoco entendió nada de lo que su padre le pidió al Obispo.
-¡¡Tienes que impedirlo, amo demasiado a mi niña!!
-Lo sé... pero si nació para ese momento, muy poco es lo que podemos hacer en contra de la Voluntad de Dios... sólo puedo prometerte, que la protegeré, hasta con mi propia vida, viejo amigo... ella estará bien bajo mi cuidado... ¡tienes que confiar en mí! - una vez que el clérigo se recuperó, subió al ambón para dirigir unas palabras a la gente. Seguidamente pronunció la oración de Consagración a la Santísima Virgen, al pie de la estatua de Nuestra Señora del Carmen. Por último, el Cardenal consagrante impartió la bendición final.
(continuará)
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