Al pie del Tabernáculo

8 – Santa Clara

El lunes siguiente, por la mañana.
Las dos familias coincidieron en la entrada del internado. Las enormes rejas negras asustaron un poco a Pamela, hasta que Clarisa le dijo que se podía ver el interior del lugar a través de ellas. La fascinación que sintió la pequeña Cazadora, hizo que no pudiera oír el más mínimo comentario de los adultos. Los jardines, poblados de rosales, las abundantes mariposas y palomas, las estatuas, y especialmente el silencio reinante la atraparon... A tal punto, que olvidó a su amiga y pasó su primer día recorriendo el convento. Cerca de mediodía, llegó a una de las capillas privadas, que conectaba el convento de las Clarisas con el edificio episcopal, a la que sólo los sacerdotes del vecino convento de San Francisco y las monjas tenían acceso.
-(“Es muy hermosa... huele a madera... como la biblioteca del abuelo... ¿Qué será esa luz en el fondo?... No es de velas... ni de lámparas... me acercaré para verla mejor... ¡Ahhh!... No sé que es, pero está precioso...”) – detrás de ella, una figura de elevada estatura, suavemente le puso una mano en el hombro. La niña se volvió – Hola.
-¿Quién eres?
-Clarisa, y ¿usted?
-Yo soy el nuevo Obispo... (“Creo que Fray Fernando describió a la Cazadora a la perfección... sólo puede tratarse de ella”)
-¡¿El Obispo?!
-Sí... ¿Qué estás haciendo aquí?
-No sé... ¡me perdí!... ¿qué es eso? – la pequeña señaló con el dedo la hermosa Custodia sobre el Altar.
-El Santísimo Sacramento.
-¡Ahh!... ¿Puedo acercarme?
-Sí, claro, ven conmigo. – el clérigo la tomó de la mano y juntos caminaron hacia el Ara – Mira, ¿puedes ver lo que hay detrás del cristal?
-Sí... ¿es una Hostia?
-Así es... ¿cómo lo sabes? (“Excelente trabajo del Custodio y de quien le esté enseñando el Catecismo tan pronto.”)
-Voy a misa. La veo siempre...
-¡Muy bien!
-¿Por qué la ponen en eso?
-Es... como si le colocaran un enorme traje de gala a Jesús.
-Ya veo.
-Así, la gente, o en este caso, las monjas pueden venir a rezar frente a Él.
-Es mejor que un cuadro de Jesús.
-Es Jesús.
-¡¿Jesús?!
-El mismo. Ya te lo enseñarán las hermanas o quizás Fray Fernando.
-¡¿Lo conoce?!
-Es mi amigo.
-¡Mío también! ¿Está aquí?
-Vendrá por la tarde... Por cierto, deberías estar en el comedor con tus compañeras.
-Sí, es verdad.
-No me explico cómo te perdieron de vista.
-Yo tampoco, sólo empecé a caminar y aparecí aquí.
-Bueno, entonces, te acompañaré yo mismo, linda.
-Usted conoce a mi papá.
-¿De verdad?
-Sí. Se llama Rodrigo Suárez.
-Suárez... ¿Suárez Puig?
-Sí.
-¡Santo Dios! ¡No lo he visto en años!
-Según me contó, ustedes fueron a la escuela juntos, sólo que él no quiso ser cura...
-Es cierto... por aquí. – el Obispo abrió una puerta lateral y ambos arribaron al comedor del colegio. Monseñor Pujol se encargó de que las maestras no regañaran a Clarisa por «colarse» en su capilla privada.

Anochece.
Las niñas, en impecable fila, se dirigen a los dormitorios.
-Clarisa, este lugar me da mucho miedo... – susurró Pamela.
-No te preocupes, estaremos en la misma habitación – respondió Clarisa.
-¿Estás segura?
-¡Claro! Yo lo quise así.
-¡Qué bien!
-¡Silencio, niñas! – bramó una monja.
Una a una fueron ubicadas en las habitaciones. Clarisa y Pamela fueron colocadas en una pequeña celda de dos camas, en la que además tenían baño privado. Allí había un enorme guardarropa, dos espejos y dos reclinatorios con almohadillas de terciopelo negro. Frente a las dos camas, tenían un hermoso ventanal con rejas, que daba directamente al jardín de rosales de Fray Fernando.
-Es grande.
-¿Tú crees?
-En casa duermo con mis cuatro hermanos, en un cuarto más pequeño que este.
-¡Oh!
-¿Cómo es tu habitación?
-Mucho más grande que ésta. Y duermo sola.
-¿Sola? ¡Qué suerte!
-¡Hhhh! ¡Tengo sueño!
-¡Yo también!
-Aquí viene la hermana María Sol...
-Bien, niñas, les ayudaré a cambiarse de ropa, y a decir sus oraciones.

Convento de San Francisco.
Patio interno, lejos del Templo principal. Una puerta abierta. Un lugar oscuro, abandonado al polvo y las telarañas. Pasos lentos. Ruidos extraños. Alguien arrastra algo hacia la oscuridad. Ve donde jamás han podido hacerlo ojos humanos... no es ni humano, ni normal. Muerto en vida. Antes, había sido un excelente novicio, discípulo de Fray Fernando. Una mala noche, igual a esa, desapareció sin dejar rastros. Lo dieron por muerto, e informaron al Obispo. Por supuesto, su acta de defunción jamás llegó al Vaticano. Pero allí estaba él ahora, preparando un ritual, miles de años más antiguo que todos los conocidos... un sacrificio humano. Aberrante. La piedra negra, rodeada por los restos óseos de animales pequeños, estaba lista de antemano. El hacha esperaba ser afilada para el cruel propósito. Velas negras, ordenadas con una prolijidad obsesiva. Son cientos. La lóbrega figura deposita su carga en la roca.
-PRÍNCIPE DEL RENCOR, SEÑOR DE LA PODREDUMBRE, TU INSERVIBLE ESCLAVO VIENE A TI POR OBEDIENCIA...

-«Ángel de la Guarda, Dulce Compañía, no me desampares, ni de noche, ni de día...» - repetían las pequeñas en sus reclinatorios, atentamente observadas por la hermana María Sol.

-... ESTA NOCHE DE ANIVERSARIO, CUMPLO CON EL SACRIFICIO EXIGIDO, DE UN TIERNO ASPIRANTE A LOS RITOS DE NUESTRO ENEMIGO, A TI, AMO DE LO OSCURO, TE LO INMOLO... – el filo del arma degolló a una hermosa novicia, de tan sólo veinte años.

-«No me abandones, pues me perdería...» - concluyeron las dos.
-Muy bien, pequeñas, es hora de ir a la cama.
-Sí, hermana. – respondieron ambas.
-Dentro de media hora, vendré a apagar las luces.
-Bien. – la monja continuó su recorrido por los dormitorios.
-¿Qué guardas ahí? – preguntó Pamela.
-Mi Medalla de San Benito...
-¿Puedo verla?
-Sí...
-Es muy bonita...
-Me la regaló Fray Fernando.
-Debe quererte mucho...
-Sí, ya lo sé. – murmuró Clarisa, cerrando el cajón de su mesa de noche.
-¿No tienes miedo de que te la roben?
-¿Quién lo haría? Es un pecado, y estamos en una Casa de Dios...
-Cierto.
-Bueno... ¡a la cama!
-Buenas noches...
-¡Que duermas bien! – Clarisa cerró los ojos. Pero no pudo dormir. Algo la inquietaba. Igual que aquella vez, cuando era sólo un bebé. Se revolvía entre las sábanas y una sombra oscura en el techo del cuarto la asustó.
-¡Joel! – llamó llorosa.
-¿Me llamaste, Clarisa? – el Custodio se materializó de inmediato, a la cabecera de su cama, del tamaño de una muñeca de colección.
-¡Estás aquí!
-¡Siempre! Por cierto, gracias por la oración.
-¡¿Tú eres...?!
-Tu Ángel de la Guarda. Ya era tiempo de que lo supieras. Voy a serte mucho más útil a partir de ahora. Acabo de destruir a un espíritu impuro que venía a dañarlas a las dos.
-¡¿Por qué?!
-Porque son muy especiales... Ven, dame la mano... daremos un paseo por los techos del convento... por aquí... sube... presta mucha atención a lo que vas a ver... ese es el cementerio privado de la Orden de los Frailes Menores... hace algún tiempo, alguien se robó las llaves de la entrada de coches fúnebres... desde entonces, personas muy malas han estado entrando aquí, sin permiso...
-¿Nadie llamó a la policía?
-Nadie.
-¡¿Qué vamos a hacer?!
-Lo de hoy: levantarnos de noche y vigilar...
-¿Y a qué hora voy a dormir?
-Estarás durmiendo.
-No entiendo... ¿es un sueño?
-No... Te estás proyectando en este lugar, mientras tu verdadero cuerpo duerme en tu habitación... Algún día tendrás que hacer esto personalmente, pero aún tienes mucho que aprender...
-Bueno, estoy en la escuela...
-Sí, claro... asómate a esa cripta... ¿qué es lo que ves?
-Una caja de muerto... vacía... alguien rompió los cerrojos... ¿quién pudo ser?
-Su dueño... un no viviente... alguien que ya murió, pero por las noches, se levanta de su tumba y mata gente...
-Eso no está bien... ¿vamos a ponerle Agua Bendita otra vez? Mamá dice que hacen eso con los muertos, cuando los llevan a la Iglesia, antes de enterrarlos...
-Es una idea excelente... Vamos a la Capilla Privada.
-Sí, Claro.
-Bastará con el pequeño aspersor que hay en la Sacristía...
-¿Este?
-Sí.
-Es de Fray Fernando, lo lleva siempre a mi casa, pero no me deja tocarlo.
-Puedes hacerlo. Llevémoslo, antes de que más de estos seres despierten... – los dos se trasladaron al Campo Santo, en el que las tumbas comenzaban a abrirse.
-¡Deprisa! – la niña, rápidamente asperjó las fosas, de las que comenzó a salir un denso humo negro - ¡¿Qué sucede?!
-Nada de lo que debas asustarte, pequeña. Ahora estas almas descansan en paz... has hecho un buen trabajo. Ya es hora de regresar...

-ES HORA DE REGRESAR...
-AMO, LOS NUEVOS DISCÍPULOS, HAN SIDO MISTERIOSAMENTE NEUTRALIZADOS...
-¡¡¿CÒMO ES POSIBLE?!!... ¡¡TIENE QUE TRATARSE DE UN ERROR!!... ¡¡¡LA CAZADORA, AÚN NO HA SIDO ENTRENADA PARA SU MISIÓN!!!
-LO MISMO PENSAMOS NOSOTROS, MAESTRO, PERO ES LA VERDAD, NI SIQUIERA LLEGARON A DESPERTAR DEL TODO.
-¡¡NO PUEDE SER!!... ¡¡MIS CENTINELAS MÁS RECIENTES!!... ¡¡¡¿DÓNDE ESTÁ EL ESCLAVO ÁNGEL?!!!
-HA REALIZADO EL SACRIFICIO QUE LE FUE DEMANDADO, SEÑOR.
-¡¡ESO DEBIÓ DESTRUIR A LA CAZADORA!!... A MENOS QUE... SU CUSTODIO MISTERIOSO... ¿QUÉ SE HA SABIDO DE ÉL?
-LO HA ENVIADO EL ENEMIGO, COMO PROTECCIÓN DE LA ELEGIDA... PARECE TENER PODERES EXTRAORDINARIOS... VERDADERAMENTE, DUDAMOS QUE SE TRATE DE UN SER HUMANO, A PESAR DE SU APARIENCIA...
-CONTINÚEN INVESTIGÁNDOLO... YA CASI AMANECE...

-Ya casi amanece. Pronto vendrá la hermana María Sol a despertarte... debo irme, nos veremos esta noche, llámame si me necesitas.
-Está bien.
-Descansa. – Joel, desapareció.
(continuraá)

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