Al pie del Tabernáculo
7 – La Princesa de Piel Oscura
Mallorca. Cuatro años después.
Verano. Pleno mediodía. Clarisa recorre los templados pasillos, cargados de historia y misterio. A su paso, las blancas palomas se posan sobre los marcos de las ventanas, como queriendo contemplar la escena, bastante fuera de lo común en ese lugar de hombres de Dios. Unos metros más atrás, su cansado padre corre buscándola, temeroso de que se pierda.
-¡Joel!... ¡Joel!... ¡¿En dónde estás?! – llama la pequeña Clarisa.
-¡Aquí, Clary! ¡Y deja de gritar, que los hermanos, te van a regañar!
-¡Ya!... ¿Terminaste de estudiar?
-En unos minutos... Tengo algo para ti...
-¡¿Para mí?!... ¡¿En serio?! ¡¿Qué es?!
-¡Mira!
-¡Vaya!... ¡Me gusta! ¿Quién es?
-San Benito.
-Ajá... Yo tengo un rosario de San Benito... pero la medallita es distinta.
-Te la ha enviado Fray Fernando...
-¡¿Fray Fernando?! ¡¿Cuándo vuelve?!
-En unos cuantos días más.
-¿Escribió?
-¡Y llamó por teléfono! Dice que vendrá acompañando al nuevo Obispo designado para la diócesis... ¿Te gustaría estar cuando lo ordenen aquí?
-Sí, claro. Sólo pídele permiso a mi papá... – dijo Clarisa, mirando hacia la puerta, por la que Rodrigo Suárez se asomaba.
-¿Quién será el nuevo Obispo? – preguntó.
-Monseñor Jorge Pujol...
-¿Pujol? ¡¿Jorge Froilán Pujol?!
-¡El mismo!
-¡Santo Dios!
-¡¿Lo conoces?!
-¡Sí, por supuesto! Fuimos al colegio juntos... ¡ha pasado tanto tiempo! Será una gran alegría volver a tenerlo cerca.
-¡¿Qué bueno?! Entonces, no tengo que pedirte permiso. Vamos a venir a verle, ¿verdad?
-¡Claro! ¿Cuándo asume?
-En un mes. – respondió Joel, colgando del cuello de la niña la medalla de oro con la cruz de San Benito,
-Es un poco pequeña para una joya así...
-No lo creo, don Rodrigo. Fray Fernando sabe muy bien por qué se lo envía... y me temo que usted también.
-¿Es por lo que yo creo?
-Por eso mismo. Hay cosas que no pueden evitarse y misiones que no deben pasarse por alto. Clarisa será lo que deba ser, pero aún es muy pequeña, lo cual, para nuestros enemigos es una peligrosa ventaja. Están dispuestos a encontrarla y destruirla... sólo se trata de protegerla, ¿me comprende? Las cosas comienzan a complicarse... en un par de años más, el tan temido ciclo se reiniciará y Clarisa deberá ser puesta a salvo, no es aconsejable que a tan temprana edad, tome conocimiento de sus poderes, dado que su identidad necesita ser preservada hasta que pueda ser entrenada. Le recomiendo que la inscriba lo antes posible en el internado de las Clarisas. Fray Fernando será nombrado confesor y asesor espiritual en ese colegio, ni bien regrese de Roma. No permita que nada, ni nadie, separe a su hija del Padre Ridruejo.
-De acuerdo.
-Clarisa, ¿vamos a la plaza? Necesito despejarme.
-¡Sí, corre!
-¡Espérame!
-¡Qué niña! – los tres se retiraron de la celda de Joel, ambos hombres, “persiguiendo” a la pequeña. El ruido de los pasos precipitados arruinó la quietud del lugar. Los frailes se asomaron a la puerta de sus respectivos dormitorios, para ver qué pasaba.
-¡Alguien debería enseñarle modales a esa niña! – protestaba uno.
-¡O, al menos, alzarla para que no corra! – comentaba su vecino.
-¡Estas cosas seguro no pasarían, si Fray Fernando estuviese aquí! – concluía un tercero.
Nadie se percató del suave perfume a rosas que recorría el lugar... ni del aumento de la intensidad de las llamas de las viejas antorchas...
Joel alcanzó a Clarisa y la tomó de la mano, antes de que la niña cruzara la calle hacia la plaza frente a la Catedral.
-Es peligroso que cruces sin un adulto cerca, linda. – le dijo, tomándola en brazos.
-Sí, ya lo sé, sólo quería que me persiguieras.
-¡Lo supuse!
-Allá viene papá.
-¡Clarisa!... ¡Hhhh!... ¡Me vas a matar de un infarto!... ¡Hhhh!... ¡No debes correr de ese modo!
-¡Lo siento!
-¡Como si en casa, no tuvieras un parque lo suficientemente grande!
-Siéntense aquí los dos, y descansen, yo iré por unos refrescos. – interrumpió Joel.
-De acuerdo. – respondió Rodrigo. Clarisa, sin soltar la mano de su padre, miró a su alrededor. Entre los árboles que se alineaban en el centro el parque, algo llamó su atención. Al principio pensó que podría ser un perro lanudo, pero enseguida se dio cuenta de que no era así. Se trataba de otra niña de su edad, que lloraba asustada.
-¿Qué sucede?
-No lo sé, hija... debe ser una pequeña pordiosera...
-¿Qué cosa es eso?
-Pues... una persona... muy, pero muy pobre, tanto que como no tiene trabajo, ni casa, se dedica a pedir limosna, «por el Amor de Dios»
-¡Ahhh!... Esa niña está muy asustada, iré a ver qué le pasa.
-Voy contigo. (“No me gusta el color de su piel, y a Encarna tampoco le caerá bien la novedad... pero no puedo no ayudar.”)
-Bien. – Clarisa se dirigió hacia la arboleda, seguida de cerca por su padre - ¡Está lastimada! – exclamó la pequeña y apuró el paso - ¿Qué te ha pasado?
-¡Me mordió!... ¡Ese perro me mordió!
-¡Oh, qué daño!... ¡Papá, llama a Joel!
-Voy por él, no se muevan... (“¡Sólo espero que realmente haya sido el perro, y no alguien más!”) – Rodrigo salió a la carrera.
-¿Me llevarán con un doctor? – preguntó la niña herida.
-Sí, y atraparemos al perro también.
-¿Cómo te llamas?
-Clarisa, ¿y tú?
-Pamela.
-¿Dónde vives?
-Cerca de aquí...
-¿Cómo es que te dejaron salir sola?
-No me dejaron... Me escapé, porque me castigaron. No me dejaban ver la tele.
-Ah... ¿Te duele?
-Me arde mucho...
-¿Te salió mucha sangre?
-Un poco...
-¡Aquí estoy! – Rodrigo regresó acompañado por Joel y por los padres de Pamela.
-¡Pam!... ¡Mi pequeña, ¿dónde te habías metido?!... ¿Estás bien? – la madre la tomó en brazos.
-¡Me mordió un perro!
-¡Te he dicho que no debes tocar nunca a los animales callejeros, hija!
-Señora, - interrumpió el señor Suárez – si nos permite, podemos alcanzarla a usted y a su hija, en mi coche a la clínica antirrábica.
-¡Oh, gracias!
-Joel, hazte cargo del perro, y llámame en cuanto sepas algo.
-De acuerdo.
-Clarisa, ven con nosotros.
-¡Sí, papá! – los cuatro partieron a toda velocidad.
-EL ESPERADO ENCUENTRO ENTRE LA PRINCESA DE PIEL OSCURA Y LA CAZADORA, SE ACABA DE PRODUCIR, TAL COMO ESTÁ ESCRITO EN LAS ANTIGUAS PROFECÍAS... AHORA, NUESTRA PRIORIDAD MÁS URGENTE ES ELIMINAR AL NUEVO CUSTODIO, DE ALGUNA FORMA... SU MOLESTA PRESENCIA NO FIGURA EN NUESTROS CONOCIMIENTOS, LO QUE INDUDABLEMENTE NOS ESTÁ TRAYENDO YA DEMASIADOS PROBLEMAS... RETRASA NUESTROS PLANES... Y DEBEMOS COMENZAR A ACTUAR. ¡DESPIERTEN A LOS ESCLAVOS!
Roma. Ciudad del Vaticano.
Sacristía de la Capilla Sixtina.
-¿Fray Fernando? ¿Puedo hablar con usted un momento?
-Sí, claro, Monseñor Pujol, ¿qué se le ofrece?
-He estado leyendo su expediente, extrañamente breve por cierto, a menos que en su país alguien haya suprimido una importante parte de su currículum, con algún oscuro propósito... es realmente llamativo su previo traslado a Tierra Santa, más allá del enredoso asunto del falso Obispo... a propósito, ¿usted fue ordenado por él?
-No, Monseñor, mi último año en la Facultad de Teología, lo cursé en Salamanca, allí recibí el Orden y cinco años más tarde, regresé a Mallorca.
-Es bueno saberlo. ¿Qué razones le dieron para enviarlo a Qum Ram? No suelen trasladar tan lejos a nadie, sin una causa de conducta debidamente sancionada y justificada.
-Me responsabilizaron por la merma de las vocaciones en mi comunidad. A mi modo de ver, no se justificaba.
-Al mío tampoco, créame. Nunca vi ese proceso con buenos ojos.
-¿Cómo así?
-Yo mismo pedí manejar los papeles de su traslado... y elegí el destino... era Provincial, antes de acceder a mi ascenso jerárquico... dejé la Orden, porque sentí que podía hacer algo más.
-Quiere decir que...
-He seguido atentamente toda su carrera en la Orden... fui alumno suyo de Historia de la Iglesia, sólo que usted no me recuerda... sé lo de su entrenamiento especial... de hecho, pocos son los autorizados para esto, pero yo conseguí que el Servicio Secreto de la Casa Pontificia aprobara su inclusión en el equipo de investigación, para su propia protección, Fray Fernando. Mi obsesión, desde el noviciado, fue esa: mantener su secreto a salvo a como diera lugar. Así fue que llegué al Vaticano, pedí audiencia con Su Santidad durante meses, y en la primera oportunidad, presenté su caso. Gracias a Dios, el Papa escuchó con inspirado interés... su presencia, Fray Fernando, era la pieza que faltaba para resolver el problema que se avecina... Nada escapa a la Sabiduría y la intuición de la Casa Pontificia. Nada se le puede ocultar, así como nada de lo que usted ha aprendido y en lo que usted ha trabajado toda su vida, es ignorado, como quizás usted pudo llegar a pensar... No tendrá ningún tipo de obstáculos en su tarea de aquí en más.
-¿Qué hay respecto a la niña?
-Recupere el contacto con la familia en forma inmediata, y no se separe de la pequeña, por nada del mundo... En cuanto a sus descubrimientos, todos los informes y el material original están ya en mi poder y a su alcance, cuando llegue el momento oportuno, podrá acceder a ellos sin solicitar ningún tipo de autorización. Para lo cual, presiento que no falta mucho. Me han llegado datos a cerca de misteriosas desapariciones de alumnos en internados católicos, aspirantes a la vida consagrada, seminaristas, sacerdotes recientemente ordenados... antes de su traslado. ¿Tenía usted noticias al respecto?
-Lamentablemente sí, Monseñor, y debo comunicarle que esto ni siquiera es el inicio del peor desastre al que nos hayamos tenido que enfrentar. Necesitamos activa a la Cazadora cuanto antes, pero no tiene edad suficiente. De modo que al menos una parte de su misión tendremos que cumplirla nosotros mismos, hasta que ella esté lista.
-¿Qué me aconseja?
-Trabajar arduamente. Habrá que analizar cada vocación, con la mayor dureza posible, casi como si se tratara de un proceso de Canonización, no debemos permitirnos el lujo de arriesgar más vidas inútilmente. El falso Obispo no ha sido eliminado, sólo hiberna y por poco tiempo, temo que ya haya iniciado su tarea a través de algún esclavo. Prepare a sus mejores hombres para una lucha sin cuartel contra las fuerzas del mal, en todas sus formas... Harán falta exorcistas, que trabajen en equipo, cada movimiento seudo religioso deberá ser vigilado celosamente, no descuide el más mínimo detalle. Y no olvide que cualquier cosa que debilite la autoridad de la Iglesia, debilitará también los poderes de la Cazadora.
-Desde luego. En cuanto tome contacto con los distintos movimientos de mi nueva diócesis, comenzaré la búsqueda de intercesores... tenga... este sobre contiene un plan completo de estudios para la niña Clarisa... desde el nivel inicial... los estudios primarios, secundarios e incluso universitarios a nivel Teológico. No hemos descartado la posibilidad de becarla en la Casa Pontificia, y hasta brindarle la chance de acceder a un curso de Ministerio Extraordinario. Todas las armas posibles deben estar a su alcance.
-¡Excelente!
-¡Excelente! ¡Magnífico! – exclamó Encarnación – la semana próxima, la niña comenzará a ir a la escuela.
-¿Ya? – comentó Rodrigo.
-Tiene cuatro años... Debe ir al jardín de infantes.
-¿En dónde la inscribiste?
-Vinieron a verme dos monjas del Convento de Santa Clara de Asís, la semana pasada y esta mañana estuve allí, para conocer las instalaciones... ¡el lugar es maravilloso! A Clarisa le encantará...
-¿Qué cosa? – preguntó la pequeña, que llegaba a la habitación matrimonial, de la mano de Joel.
-Tu nueva escuela.
-¡¿Escuela?!
-¡Sí!
-¡Fantástico! ¡¿Vendrá Pamela también?!
-¡Hmmm! ¿Ella no va ya a su escuela?
-No. Es muy pobre... ¿no podemos hacer que venga conmigo?
-Linda... ven acá... – comenzó a decir su padre y la sentó sobre sus rodillas, buscando una excusa válida para rechazar la propuesta de su hija – Es muy poco lo que sabemos a cerca de esa niña...
-¡Pero, es mi amiga!
-Ya lo sé... pero eso no significa que su familia sea también amiga nuestra...
-¿No podemos intentarlo? Joel dice que en la Biblia está escrito, que no tiene ningún valor amar a los que nos aman, que eso lo hace cualquiera, que debemos amar a los que no nos aman, y rezar por quienes nos odian...
-¡Hhhh!... ¡Vaya!... Encarna, ¿estás segura de que sólo tiene cuatro años?
-¡Segurísima!
-Bien... Iremos a la casa de tu amiga, y hablaremos con sus padres...
-¡Bravo! – Clarisa abrazó a Rodrigo.
Mallorca. Cuatro años después.
Verano. Pleno mediodía. Clarisa recorre los templados pasillos, cargados de historia y misterio. A su paso, las blancas palomas se posan sobre los marcos de las ventanas, como queriendo contemplar la escena, bastante fuera de lo común en ese lugar de hombres de Dios. Unos metros más atrás, su cansado padre corre buscándola, temeroso de que se pierda.
-¡Joel!... ¡Joel!... ¡¿En dónde estás?! – llama la pequeña Clarisa.
-¡Aquí, Clary! ¡Y deja de gritar, que los hermanos, te van a regañar!
-¡Ya!... ¿Terminaste de estudiar?
-En unos minutos... Tengo algo para ti...
-¡¿Para mí?!... ¡¿En serio?! ¡¿Qué es?!
-¡Mira!
-¡Vaya!... ¡Me gusta! ¿Quién es?
-San Benito.
-Ajá... Yo tengo un rosario de San Benito... pero la medallita es distinta.
-Te la ha enviado Fray Fernando...
-¡¿Fray Fernando?! ¡¿Cuándo vuelve?!
-En unos cuantos días más.
-¿Escribió?
-¡Y llamó por teléfono! Dice que vendrá acompañando al nuevo Obispo designado para la diócesis... ¿Te gustaría estar cuando lo ordenen aquí?
-Sí, claro. Sólo pídele permiso a mi papá... – dijo Clarisa, mirando hacia la puerta, por la que Rodrigo Suárez se asomaba.
-¿Quién será el nuevo Obispo? – preguntó.
-Monseñor Jorge Pujol...
-¿Pujol? ¡¿Jorge Froilán Pujol?!
-¡El mismo!
-¡Santo Dios!
-¡¿Lo conoces?!
-¡Sí, por supuesto! Fuimos al colegio juntos... ¡ha pasado tanto tiempo! Será una gran alegría volver a tenerlo cerca.
-¡¿Qué bueno?! Entonces, no tengo que pedirte permiso. Vamos a venir a verle, ¿verdad?
-¡Claro! ¿Cuándo asume?
-En un mes. – respondió Joel, colgando del cuello de la niña la medalla de oro con la cruz de San Benito,
-Es un poco pequeña para una joya así...
-No lo creo, don Rodrigo. Fray Fernando sabe muy bien por qué se lo envía... y me temo que usted también.
-¿Es por lo que yo creo?
-Por eso mismo. Hay cosas que no pueden evitarse y misiones que no deben pasarse por alto. Clarisa será lo que deba ser, pero aún es muy pequeña, lo cual, para nuestros enemigos es una peligrosa ventaja. Están dispuestos a encontrarla y destruirla... sólo se trata de protegerla, ¿me comprende? Las cosas comienzan a complicarse... en un par de años más, el tan temido ciclo se reiniciará y Clarisa deberá ser puesta a salvo, no es aconsejable que a tan temprana edad, tome conocimiento de sus poderes, dado que su identidad necesita ser preservada hasta que pueda ser entrenada. Le recomiendo que la inscriba lo antes posible en el internado de las Clarisas. Fray Fernando será nombrado confesor y asesor espiritual en ese colegio, ni bien regrese de Roma. No permita que nada, ni nadie, separe a su hija del Padre Ridruejo.
-De acuerdo.
-Clarisa, ¿vamos a la plaza? Necesito despejarme.
-¡Sí, corre!
-¡Espérame!
-¡Qué niña! – los tres se retiraron de la celda de Joel, ambos hombres, “persiguiendo” a la pequeña. El ruido de los pasos precipitados arruinó la quietud del lugar. Los frailes se asomaron a la puerta de sus respectivos dormitorios, para ver qué pasaba.
-¡Alguien debería enseñarle modales a esa niña! – protestaba uno.
-¡O, al menos, alzarla para que no corra! – comentaba su vecino.
-¡Estas cosas seguro no pasarían, si Fray Fernando estuviese aquí! – concluía un tercero.
Nadie se percató del suave perfume a rosas que recorría el lugar... ni del aumento de la intensidad de las llamas de las viejas antorchas...
Joel alcanzó a Clarisa y la tomó de la mano, antes de que la niña cruzara la calle hacia la plaza frente a la Catedral.
-Es peligroso que cruces sin un adulto cerca, linda. – le dijo, tomándola en brazos.
-Sí, ya lo sé, sólo quería que me persiguieras.
-¡Lo supuse!
-Allá viene papá.
-¡Clarisa!... ¡Hhhh!... ¡Me vas a matar de un infarto!... ¡Hhhh!... ¡No debes correr de ese modo!
-¡Lo siento!
-¡Como si en casa, no tuvieras un parque lo suficientemente grande!
-Siéntense aquí los dos, y descansen, yo iré por unos refrescos. – interrumpió Joel.
-De acuerdo. – respondió Rodrigo. Clarisa, sin soltar la mano de su padre, miró a su alrededor. Entre los árboles que se alineaban en el centro el parque, algo llamó su atención. Al principio pensó que podría ser un perro lanudo, pero enseguida se dio cuenta de que no era así. Se trataba de otra niña de su edad, que lloraba asustada.
-¿Qué sucede?
-No lo sé, hija... debe ser una pequeña pordiosera...
-¿Qué cosa es eso?
-Pues... una persona... muy, pero muy pobre, tanto que como no tiene trabajo, ni casa, se dedica a pedir limosna, «por el Amor de Dios»
-¡Ahhh!... Esa niña está muy asustada, iré a ver qué le pasa.
-Voy contigo. (“No me gusta el color de su piel, y a Encarna tampoco le caerá bien la novedad... pero no puedo no ayudar.”)
-Bien. – Clarisa se dirigió hacia la arboleda, seguida de cerca por su padre - ¡Está lastimada! – exclamó la pequeña y apuró el paso - ¿Qué te ha pasado?
-¡Me mordió!... ¡Ese perro me mordió!
-¡Oh, qué daño!... ¡Papá, llama a Joel!
-Voy por él, no se muevan... (“¡Sólo espero que realmente haya sido el perro, y no alguien más!”) – Rodrigo salió a la carrera.
-¿Me llevarán con un doctor? – preguntó la niña herida.
-Sí, y atraparemos al perro también.
-¿Cómo te llamas?
-Clarisa, ¿y tú?
-Pamela.
-¿Dónde vives?
-Cerca de aquí...
-¿Cómo es que te dejaron salir sola?
-No me dejaron... Me escapé, porque me castigaron. No me dejaban ver la tele.
-Ah... ¿Te duele?
-Me arde mucho...
-¿Te salió mucha sangre?
-Un poco...
-¡Aquí estoy! – Rodrigo regresó acompañado por Joel y por los padres de Pamela.
-¡Pam!... ¡Mi pequeña, ¿dónde te habías metido?!... ¿Estás bien? – la madre la tomó en brazos.
-¡Me mordió un perro!
-¡Te he dicho que no debes tocar nunca a los animales callejeros, hija!
-Señora, - interrumpió el señor Suárez – si nos permite, podemos alcanzarla a usted y a su hija, en mi coche a la clínica antirrábica.
-¡Oh, gracias!
-Joel, hazte cargo del perro, y llámame en cuanto sepas algo.
-De acuerdo.
-Clarisa, ven con nosotros.
-¡Sí, papá! – los cuatro partieron a toda velocidad.
-EL ESPERADO ENCUENTRO ENTRE LA PRINCESA DE PIEL OSCURA Y LA CAZADORA, SE ACABA DE PRODUCIR, TAL COMO ESTÁ ESCRITO EN LAS ANTIGUAS PROFECÍAS... AHORA, NUESTRA PRIORIDAD MÁS URGENTE ES ELIMINAR AL NUEVO CUSTODIO, DE ALGUNA FORMA... SU MOLESTA PRESENCIA NO FIGURA EN NUESTROS CONOCIMIENTOS, LO QUE INDUDABLEMENTE NOS ESTÁ TRAYENDO YA DEMASIADOS PROBLEMAS... RETRASA NUESTROS PLANES... Y DEBEMOS COMENZAR A ACTUAR. ¡DESPIERTEN A LOS ESCLAVOS!
Roma. Ciudad del Vaticano.
Sacristía de la Capilla Sixtina.
-¿Fray Fernando? ¿Puedo hablar con usted un momento?
-Sí, claro, Monseñor Pujol, ¿qué se le ofrece?
-He estado leyendo su expediente, extrañamente breve por cierto, a menos que en su país alguien haya suprimido una importante parte de su currículum, con algún oscuro propósito... es realmente llamativo su previo traslado a Tierra Santa, más allá del enredoso asunto del falso Obispo... a propósito, ¿usted fue ordenado por él?
-No, Monseñor, mi último año en la Facultad de Teología, lo cursé en Salamanca, allí recibí el Orden y cinco años más tarde, regresé a Mallorca.
-Es bueno saberlo. ¿Qué razones le dieron para enviarlo a Qum Ram? No suelen trasladar tan lejos a nadie, sin una causa de conducta debidamente sancionada y justificada.
-Me responsabilizaron por la merma de las vocaciones en mi comunidad. A mi modo de ver, no se justificaba.
-Al mío tampoco, créame. Nunca vi ese proceso con buenos ojos.
-¿Cómo así?
-Yo mismo pedí manejar los papeles de su traslado... y elegí el destino... era Provincial, antes de acceder a mi ascenso jerárquico... dejé la Orden, porque sentí que podía hacer algo más.
-Quiere decir que...
-He seguido atentamente toda su carrera en la Orden... fui alumno suyo de Historia de la Iglesia, sólo que usted no me recuerda... sé lo de su entrenamiento especial... de hecho, pocos son los autorizados para esto, pero yo conseguí que el Servicio Secreto de la Casa Pontificia aprobara su inclusión en el equipo de investigación, para su propia protección, Fray Fernando. Mi obsesión, desde el noviciado, fue esa: mantener su secreto a salvo a como diera lugar. Así fue que llegué al Vaticano, pedí audiencia con Su Santidad durante meses, y en la primera oportunidad, presenté su caso. Gracias a Dios, el Papa escuchó con inspirado interés... su presencia, Fray Fernando, era la pieza que faltaba para resolver el problema que se avecina... Nada escapa a la Sabiduría y la intuición de la Casa Pontificia. Nada se le puede ocultar, así como nada de lo que usted ha aprendido y en lo que usted ha trabajado toda su vida, es ignorado, como quizás usted pudo llegar a pensar... No tendrá ningún tipo de obstáculos en su tarea de aquí en más.
-¿Qué hay respecto a la niña?
-Recupere el contacto con la familia en forma inmediata, y no se separe de la pequeña, por nada del mundo... En cuanto a sus descubrimientos, todos los informes y el material original están ya en mi poder y a su alcance, cuando llegue el momento oportuno, podrá acceder a ellos sin solicitar ningún tipo de autorización. Para lo cual, presiento que no falta mucho. Me han llegado datos a cerca de misteriosas desapariciones de alumnos en internados católicos, aspirantes a la vida consagrada, seminaristas, sacerdotes recientemente ordenados... antes de su traslado. ¿Tenía usted noticias al respecto?
-Lamentablemente sí, Monseñor, y debo comunicarle que esto ni siquiera es el inicio del peor desastre al que nos hayamos tenido que enfrentar. Necesitamos activa a la Cazadora cuanto antes, pero no tiene edad suficiente. De modo que al menos una parte de su misión tendremos que cumplirla nosotros mismos, hasta que ella esté lista.
-¿Qué me aconseja?
-Trabajar arduamente. Habrá que analizar cada vocación, con la mayor dureza posible, casi como si se tratara de un proceso de Canonización, no debemos permitirnos el lujo de arriesgar más vidas inútilmente. El falso Obispo no ha sido eliminado, sólo hiberna y por poco tiempo, temo que ya haya iniciado su tarea a través de algún esclavo. Prepare a sus mejores hombres para una lucha sin cuartel contra las fuerzas del mal, en todas sus formas... Harán falta exorcistas, que trabajen en equipo, cada movimiento seudo religioso deberá ser vigilado celosamente, no descuide el más mínimo detalle. Y no olvide que cualquier cosa que debilite la autoridad de la Iglesia, debilitará también los poderes de la Cazadora.
-Desde luego. En cuanto tome contacto con los distintos movimientos de mi nueva diócesis, comenzaré la búsqueda de intercesores... tenga... este sobre contiene un plan completo de estudios para la niña Clarisa... desde el nivel inicial... los estudios primarios, secundarios e incluso universitarios a nivel Teológico. No hemos descartado la posibilidad de becarla en la Casa Pontificia, y hasta brindarle la chance de acceder a un curso de Ministerio Extraordinario. Todas las armas posibles deben estar a su alcance.
-¡Excelente!
-¡Excelente! ¡Magnífico! – exclamó Encarnación – la semana próxima, la niña comenzará a ir a la escuela.
-¿Ya? – comentó Rodrigo.
-Tiene cuatro años... Debe ir al jardín de infantes.
-¿En dónde la inscribiste?
-Vinieron a verme dos monjas del Convento de Santa Clara de Asís, la semana pasada y esta mañana estuve allí, para conocer las instalaciones... ¡el lugar es maravilloso! A Clarisa le encantará...
-¿Qué cosa? – preguntó la pequeña, que llegaba a la habitación matrimonial, de la mano de Joel.
-Tu nueva escuela.
-¡¿Escuela?!
-¡Sí!
-¡Fantástico! ¡¿Vendrá Pamela también?!
-¡Hmmm! ¿Ella no va ya a su escuela?
-No. Es muy pobre... ¿no podemos hacer que venga conmigo?
-Linda... ven acá... – comenzó a decir su padre y la sentó sobre sus rodillas, buscando una excusa válida para rechazar la propuesta de su hija – Es muy poco lo que sabemos a cerca de esa niña...
-¡Pero, es mi amiga!
-Ya lo sé... pero eso no significa que su familia sea también amiga nuestra...
-¿No podemos intentarlo? Joel dice que en la Biblia está escrito, que no tiene ningún valor amar a los que nos aman, que eso lo hace cualquiera, que debemos amar a los que no nos aman, y rezar por quienes nos odian...
-¡Hhhh!... ¡Vaya!... Encarna, ¿estás segura de que sólo tiene cuatro años?
-¡Segurísima!
-Bien... Iremos a la casa de tu amiga, y hablaremos con sus padres...
-¡Bravo! – Clarisa abrazó a Rodrigo.
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