Maggie Mae
11 - RINGO Y SUS SORTIJAS
Febrero 9. 6:35 a.m.
El desván.
Amanece. El sol se asoma perezosamente entre nubes amenazantes, y entra por el reducido espacio que le ofrece una de las tres diminutas ventanas. La lámpara de pie ha permanecido encendida toda la noche. En el sillón hay una descomunal pila de libros de historia, algunos son heredados del tío Al, otros fueron de su madre, otros deberían regresar lo más pronto posible a la biblioteca pública, y finalmente los propios, gastados y con el lomo vencido, ya descansan en los estantes. El aposento sirve también de cuarto oscuro desde el último verano, en el que la inquieta niña se aventuró a realizar un curso de fotografía, un hobby que la hizo ya el doble de traviesa...
Rita, antes de dormir, luego de haber estudiado toda la noche, llama a sus amigos desde el teléfono de la habitación de su madre.
-¡¿John?!
-¡Maggie! ¡Buenos días!
-¡Buenos días, ¿cómo amanecieron?!
-Bien... Aún tenemos sueño...
-¿Cómo está George?
-Mucho mejor... El médico le dio unos analgésicos para usar antes de actuar.
-¡Me alegra oír eso!
-¿Vendrás con nosotros?
-Suena fantástico, ¡pero no he dormido! Lo siento.
-¡No hay cuidado! Descansa, nos veremos en la tarde.
-¡De acuerdo!
-Adiós.
-¡Adiós! – concluyó la comunicación. Sin más, se quedó profundamente dormida.
4:15 p.m.
-¡Rita!... ¡¡Rita!!
-¡Estoy en la ducha, mamá! ¿Qué sucede?
-¡Quiero que me digas, ¡por qué no fuiste a Misa!!
-¡Porque me quedé dormida!
-¡¿A qué hora te acostaste?!
-¡No lo sé! (“¡Oh, Cielos!... No me gusta para nada su tono de voz... creo que hay sermón en puerta... y como de costumbre, sin justificación aparente... ¡Dios mío!...”) – respondió colocándose rápidamente la bata y abriendo la puerta del cuarto de baño – Serían como las 8:00hs., o algo así... Llamé para saber algo de George, y luego me dormí en tu alcoba, tú ya te habías ido a trabajar.
-¡¿Te quedaste exclusivamente estudiando?! (“¡Había un silencio demasiado sospechoso cuando me levanté, y no estabas en tu cuarto!”)
-Esa fue tu orden, ¿por qué lo dudas?
-¡Por tu cara al salir de la suite! (“¡Irás de cabeza al convento, si ese patán te puso sus mugrosas manos encima!”)
-¡¿Qué tenía mi cara?! (“¡Olvidé que cualquier estado emocional, que no se parezca a la depresión, para ti es sinónimo de sexo!”)
-¡Te brillaban los ojos! ¡¡Jovencita!! ¡¡¡¿Qué sucedió mientras te dejé sola, ¡con ese hombre, Rita!?!!!
-(“¡Si me dieran un dólar por cada vez que acierto mis pronósticos!...”) ¡Nada! ¡Estuvo delirando todo el tiempo!
-¡¡Quiero la verdad!!
-¡¡Nunca miento!!
-¡Tienes catorce años, ¡y él, más de veinte, ¡y, ¿quién sabe cuándo demonios lo volverás a ver!!!... ¡¡¡¡Habla, maldita seas!!!! – la bofetada fue lo último que soportó Rita.
-(“¡¡¡¡TE ODIO!!!!”) ¡Me pegaste!... ¡¡¿Quién te has creído?!!... ¡¡Me metiste en un colegio de monjas, para que fuera una mujer decente!!... ¡¡Muy bien, eso es lo que intento ser!!... ¡¡Pero tú, no me das ni oportunidad, ni ejemplo!!... ¡¡Tuviste cuatro hombres después de papá, ¡y con ninguno te casaste!!!... ¡¡¡¿Esperas que los Beatles no me toquen un pelo?!!!... ¡¡Sigue soñando hasta que hayas hecho un poco de mérito para lo que pretendes!! – salió de la cocina con un portazo, y se dirigió hacia los pasillos, llorando. Casi sin querer, se tropezó con Ringo.
-(“¡Oh, cielos!”) ¡Rita, ¿qué sucede?! (“¡Acaba de bañarse, ¿y sale a pasear así?!... Llanto... ¡algo está muy mal!”) ¡Preciosa, ¿por qué lloras?!
-¡No soporto la hipocresía de mi madre!
-¿Discutieron?
-Me acusó de algo que no hice...
-¿Qué cosa?
-No... puedo decirlo aquí...
-Descuida, creo que ya entiendo... Estuviste sola con George, toda la noche, ni siquiera le besaste la mejilla, y tu madre piensa que hicieron el amor...
-¡No lo piensa, está segura!... Pero eso es porque me juzga de acuerdo a sus propias malas acciones... ¡Quisiera irme con ustedes para no soportarla cuando se pone así!
-¡Linda! – la abrazó – Todo estará bien... ¡Cálmate!... Mira... Lo único que tienes que hacer, es aprobar mañana ese examen de Historia... ¡Verás que las cosas se solucionan!... Una calificación alta convencerá a tu mamá de que sí te la pasaste estudiando.
-Tal vez...
-Ahora, lávate la cara, vístete y luego ven a tomar un refresco a nuestra habitación, ¿sí?
-¡Genial! – esta vez fue Rita, quien sin vacilar lo abrazó con fuerza - ¡Gracias!... Te veré luego. – corrió hacia la casa.
Mientras tanto, Starr regresó a la suite, donde sus compañeros se disponían a seguir ensayando para las actuaciones en vivo.
-¡Al fin llegas! – exclamó Paul.
-Fui a comprar una sortija que me gustó, eso es todo. (“¡No les contaré que casi me pierdo en el escote de la bata de Rita!”)
-¿Podemos verla?
-Sí, claro. – John, bromista como de costumbre, luego de observarla, se la arrojó a George, y éste a Paul, y así sucesivamente, sin darle oportunidad a Ringo, de recuperar su tesoro. El timbre de la puerta les hizo perder la concentración. La valiosa sortija fue a caer dentro del conducto de ventilación.
-¡Mi sortija!... Ahora, ¿quién la saca de ahí? – se enfadó Ringo
-Creo que cayó lejos... – observó George.
-¿Qué cosa cayó lejos de dónde? – preguntó Rita, ingresando.
-Una sortija de Ringo... – comenzó Paul.
-... cayó dentro del conducto de ventilación. – concluyó John.
-No parece haber forma de recuperarla. – dijo George.
-A menos que alguien, se meta a buscarla... – insinuó Paul.
-Yo no entro, soy demasiado alto. – se excusó John – Y Ringo, tu nariz, ¡tampoco pasa por tan estrecho espacio!
-Debería ser alguien, lo suficientemente pequeño y ligero para poder deslizarse sin quedar atrapado... – Ringo miró de reojo a Rita. Ella se acercó a la rejilla, y miró hacia el interior.
-¡Hmmm! Parece que cayó bastante lejos... creo que podré sacarla... por favor, ¿alguien sería tan amable de sujetarme el abrigo? – preguntó mientras se lo quitaba, dejando ver la diminuta falda y la delicada armonía de su silueta.
-¡Sí, yo lo haré! – respondieron los cuatro a coro, tomando la prenda todos al mismo tiempo, lo cual no dejó de resultarle gracioso.
-(“¡Son un encanto!”) ¡Vamos a ver! – golpeó la reja y ésta cayó a sus pies.
-¡¿Cómo lo hiciste?! – preguntó Paul.
-Una sencilla rutina diaria, o ¿por dónde creen ustedes que llegué cuando me encontraron? – respondió mientras se asomaba.
-(“¡Eso es!”) – suspiró Paul.
-(“¡Sólo inclínate un poco más!”) – pensó John.
-(“¡Así, preciosa, te ves perfecta!”) – George se mojaba los labios.
-(“¡Estírate, y déjanos ver el espectáculo!”) – Ringo apretaba los puños.
-¡No llego!... Tendré que entrar... – trepó hacia el conducto de salida de aire, y avanzó gateando.
-¡¿La encontraste, Rita?! – preguntó George.
-¡Ya la vi!
-¡Nosotros, también! – suspiró Paul.
-¡Hhh!... ¡Siempre dije que el blanco, es mi color favorito! – se derritió John.
-¡Sobre todo, cuando tiene flores azules! – Ringo tuvo una reacción idéntica.
-(“¡Ji, jí, jí, jí!... ¡Qué forma tan sutil de referirse a mi ropa interior nueva!... si así hablan, ¡no quiero imaginar, cómo piensan!...”) – sonrió Rita – (“Veamos cómo salen del aprieto, si se enteran de que los he oído...”) – salió nuevamente, y con su mejor tono de absoluto candor, preguntó - ¿Qué pasa con las flores azules?
-¡N-Nada! – saltó George.
-¡Sólo decíamos que... ¡”las violetas son azules”!! – disimuló Paul.
-(“¡Muy astuto!”) ¡Qué poéticos!... ¿De quien era la sortija?
-¡Mía!
-Aquí tienes, Ringo.
-¡Gracias, muñeca! ¿Te quedas al ensayo?
-¡Por supuesto!
-Bien. – Paul le entregó una hoja de papel – Elige un tema para comenzar.
-¡Será un placer!... A ver... Esta ya la escuché... esta otra también... ¡Sí! “This Boy”.
-Bien, como gustes. – se prepararon para comenzar, con John en la primera voz. Lennon se colgó la guitarra acústica sin dejar de mirar a la joven. Rita, contagiada por el sentido del humor de sus amigos, subrepticiamente, se deslizó por entre las piernas abiertas de Lennon, se recostó en el piso y lo siguió mirando desde abajo. Los chicos, más que tentados de risa, por muy poco no pudieron terminar de interpretar el tema. John, sin lograr resistirse a la provocación, dejó a un lado su guitarra acústica, para caer de rodillas, sin darle a Rita posibilidad de moverse de su lugar. La niña enrojeció.
-¡No sabes con quién te metiste, bombón! – susurró al apoyar sus manos en el suelo, a ambos lados de la cabeza de la joven.
-(“¡Oh, oh!... Creo que estoy en un lío... bien, ¡saldré del paso a mi modo, así seas un Beatle!”) ¡Tú tampoco! – sin ningún tipo de remordimiento de conciencia, la niña aplicó un contundente rodillazo al cantante “allí donde duele”... Lennon, entre dolorido y divertido, rodó por el parquet, sosteniéndose la ingle, en medio de un generalizado ataque de risa, que dejó a los cinco absolutamente agotados, casi a punto de ahogarse, tanto es así que el mismo Brian Epstein se alarmó cuando regresó.
-¡¿Qué sucede aquí?! – preguntó.
-¡Nada, Brian! (“¡Aunque dudo que John pueda seguir teniendo más hijos a partir de hoy!”) – alcanzó a decir Ringo, sin poder parar de reír.
-Al menos están de buen humor, ¡continúen con el ensayo, muchachos!
-¡Ay, no puedo! (“¡Me encuentro en un estado deplorable!”) – gritó John.
-¡No respiro! (“¡Podría llegar a morir de risa, en este mismo momento! ¡Creo que bajé ya más de tres kilos!”) – continuó Paul.
-¡Ni yo! (“¡Muy astuta y femenina para tener sólo catorce años!”)– concluyó George.
-¡¿Alguien quiere explicarme, a qué se debe tanta risa?!
-¡Es que Maggie nos está volviendo locos! (“¡Y apenas es el principio!... ¡¡No regresaremos vivos a Londres, como las cosas sigan como van!!”) – estalló John.
-¡Lo siento! (“¡Tú te lo buscaste!... ¡Ahora soporta, «macho man»!”) – dijo ella en mitad de una carcajada.
-Descuida, linda. Es bueno que de vez en cuando se diviertan... A propósito, hay dos lugares nocturnos que han enviado invitaciones para esta misma noche.
-¿A ver? – Ringo le quitó a Brian las tarjetas de las manos – “Peppermint Lounge” y “Playboy”. – leyó.
-¡”Playboy”! ¡Siempre quise ir a ese lugar!
-¡Bueno, decídanse! – exclamó Rita.
-¿Nos acompañas? – preguntó John.
-(“¡Estaba esperando que me lo pidieran, chicos guapos!”) ¡Me encantaría!... Pero hay un pequeño inconveniente... no tengo qué ponerme y... me temo que... no me dejan salir de noche... – Epstein cruzó con sus muchachos una inconfundible mirada cómplice.
-¡Eso lo solucionamos enseguida! – la tomó de la mano y se la llevó a recorrer las tiendas de la 5ª Avenida.
Comentarios
Publicar un comentario