Maggie Mae

19 - EL TIERNO DÍA DE SAN VALENTÍN

Febrero 14. 10:40 a.m.

-(“Lo que me gusta de Florida, ¡es que hace calor!... ¡Y las tiendas son espectaculares!... Bien... Este parece un buen lugar para hacer las compras de San Valentín... Laura me pidió un par de gemelos para su padre... que sólo se consiguen en esta joyería... ahí están, si no me equivoco... bueno... entonces iré por ellos...”) – pensó Rita, ingresando a la tienda. El lugar lucía los adornos propios de la fecha, los asistentes obsequiaban a los clientes pequeñas cajas de chocolates. Diez minutos más tarde, buscó un teléfono público para comunicarse con su amiga.

Nueva York. 10:50 a.m.

-¿Hola?

-¿Laura?

-¡Rita! ¡¿Como estás?!

-¡Nerviosa!

-¿Sucede algo?

-¡No te lo imaginas!

-¡Cuéntame!

-Ayer por la tarde, ¡John y yo estuvimos a punto de besarnos!

-¡Dios mío!

-¡Sabía que dirías algo así!

-¡Es que es una locura! ¡Rita, ¡es un hombre casado!!

-¡Ya lo sé!... Quisiera detener esto... pero no sé si podré... Deberías al menos intentar ponerte en mi lugar para poder juzgarme... Tengo muchas cosas en la cabeza... y a la vez una confusión terrible... ¡Te juro que ya no sé qué es lo que siento por cada uno de ellos!

-Creo que te entiendo...

-Nunca me pasó algo así... Sería un poco más normal que sólo uno de los chicos sintiera cosas por mí... ¡Pero se trata de los cuatro al mismo tiempo!... John ha sido el primero en delatarse a sí mismo...

-Dime cómo fueron las cosas...

-Ha estado tras de mí todo el tiempo... desde que llegamos a Miami... me ha seguido a todos lados... me vigila... no me quita los ojos de encima... pero huye en cuanto se da cuenta de que no ignoro todo lo que hace... yo estaba en el balcón del bar principal, y vi que me miraba desde lejos... quise ver si necesitaba alguna cosa, pero cuando me di vuelta ya no estaba. Entonces decidí seguirlo... utilicé las escaleras para que no lo notara... llegué hasta la puerta de su cuarto... se oía el sonido de su guitarra... ¡debiste estar ahí para escuchar lo mismo que yo, Laura! ¡Era tan dulce!... me puse a escuchar contra la puerta por largo rato... tenía los ojos cerrados... creo que perdí la noción del tiempo... no sé si fueron horas, minutos o segundos... ¡pero me faltó muy poco para volar con esa melodía!... de repente la puerta se abrió... ¡y caí sobre él!... temí haberle roto la guitarra, pero no fue así... ¡podía sentir todo su cuerpo pegado al mío!... ¡eso fue algo terrible! Él era como un imán, mientras que yo no pasaba de ser una limadura de hierro... luego, me ayudó a ponerme de pie... se enfadó conmigo y... ¡pensé que me odiaría!... le dije que me gustaba mucho lo que estaba interpretando y... con eso se calmó un poco... me miró a los ojos... me preguntó si yo creía que él había cometido algún error en su vida... le respondí con toda sinceridad... diciendo que se había casado demasiado joven... que lo lamentaba... y se me acercó más y más... ¡hasta que sonó el teléfono!...

-¡Uf! ¡Estuviste cerca! ¿Qué están haciendo ahora?

-Tienen una sesión de fotografía...

-¿Irás?

-Creo que no... Necesito estar sola... pensar... aprovecharé el tiempo para comprarles obsequios de San Valentín...

-¿Conseguiste el regalo de mi papá?

-Sí, recién.

-¡Genial!

-¿Cómo van las cosas en el colegio?

-¡Mucho mejor! Toda la escuela se ha puesto de nuestra parte... ¡Las chicas más distinguidas de la secundaria me invitan a sus casas,¡y hasta me llevan en sus coches!! ¡¡Es fantástico!!

-¡Me alegro por ti! ¿Qué hay de las otras tres?

-Irene y Rose, quieren ser nuestras amigas...

-¡Eso sí, no puedo creerlo!... ¡¿Qué mosca les picó?!

-¡Nos vieron en TV!

-Lo cual significa que el plan de los chicos dio mejores resultados de los que imaginaron... Johanna, entonces, quedó sola, ¿verdad?

-¡Completamente aislada!

-¡Y lo tiene muy bien merecido!

-¡Sí!

-Oye, ya tengo que irme, te volveré a llamar si tengo novedades.

-De acuerdo, ¡cuídate!

-¡Adiós! Rita recogió las monedas del teléfono y se alejó caminando lentamente...

Miami. 12:30 p.m.

-¡¿Alguien quiere atender ese teléfono?! – protestó Paul.

-¡Yo iré! – respondió John - ¿Hola?

-¿John?

-Sí, soy yo, señora Mae...

-¿Cómo va todo?

-Bastante bien...

-¿Descansaron?

-No mucho...

-¿Está Rita por ahí?

-Salió a hacer unas compras...

-¿Quién la acompañó?

-No tengo idea... Mal está aquí... Brian, también...

-¡¿Cómo es posible?!... ¡¿No se dan cuenta de que se trata sólo de una niña?!... ¡¡Cualquier cosa horrible podría estarle pasando en este mismo instante!!... ¡Vayan por ella!

-¡Lo lamento! ¡No nos avisó que se marchaba!

-¡No quiero que vuelvan a dejarla sola!

-¡Está bien!... ¡La llevaremos con nosotros a todos lados!... ¡Lo prometemos! ¡Los cuatro! – la cabeza de Lennon ya planeaba una forma muy “particular” de obedecer las órdenes de la señora Mae. Una vez cristalizada la idea, resultaría sumamente graciosa y divertida sin dejar en ningún momento de cumplir con el objetivo primordial.

-¿Quién era? – preguntó Ringo.

-La madre de Maggie... Se enfadó porque dejamos salir sola a Maggie esta mañana...

-A propósito... todavía no regresa... es hora de empezar a preocuparse... nunca nos ha hecho esto... – comentó George, mirando por la ventana, impaciente y con las manos sudorosas - ¿Está lista la sorpresa de su habitación?

-Sí... Eso me da tiempo de comentarles algo... – juntaron cabezas.

-(“Casi no me queda tiempo de probarme ropa... ¡me encanta este vestido!... Bien... Los obsequios de los muchachos, están... ¡Oh, Por Dios!... ¡la hora que es!... creo que regresaré... ya deben estar preocupados... y mamá seguramente llamó y no me encontró... ¡¡es hora de empezar a correr!!”) – la niña apretó el paso, y en pocos minutos estuvo junto a los muchachos a quienes saludó afectuosamente - ¡Feliz día de San Valentín!... ¡John!... ¡Paul!... ¡George!… ¡Y Ringo! – uno a uno, les fue entregando los paquetes con sus nombres.

-¡Maggie!... ¡Gracias!

-¡Estoy realmente sorprendido!

-¡Eres tan linda!

-¡No tenías que hacer esto!

-¡Pero lo hice, y ya! – se sentó en el piso y terminó de ver la sesión de fotografía.

Una hora más tarde subió a su habitación.

-¡Dios mío!... ¡Se me adelantaron!... – la sorpresa nuevamente se pintó en el rostro de la joven: su cama estaba rodeada de rosas rojas y blancas, y había cajas de chocolates y moños de raso por todos lados. Su mirada no terminaba de abarcar totalmente el obsequio, cuando sonó el teléfono - ¿Hola?

-¿Rita?

-¡Mamá!

-¡¿En dónde estabas?!

-Salí a hacer las compras de San Valentín y algo que me encargó Laura para su papá...

-¡¿Por qué fuiste sola?!

-No quise despertarlos... durmieron hasta tarde... después de todo, ¡no podían enterarse de que compraría cosas para ellos! ¡Les arruinaría la sorpresa! (“¡Por favor, Dios Mío, que no comience de nuevo con sus interminables sermones, ¡no hoy!!”)

-Bueno, eso es lógico... ¿cuánto tiempo estuviste afuera?

-Toda la mañana... fui a comer una hamburguesa... Me compré un vestido rojo, los obsequios y demás... ¡y cuando entré a mi habitación, me llevé una sorpresa mayúscula!

-¿Cuál?

-¡Los chicos llenaron de rosas mi cuarto, ¡le pusieron cajas de dulces y moños y esas cosas!!

-¡Qué bonito detalle! (“¡¡Grandísimos canallas!! ¡¡¿Cómo se les ocurre semejante cosa?!!... ¡Tengo que obligarla a regresar de algún modo!”)... escúchame bien... ¡No quiero que vuelvas a salir sola! ¡¿Me oyes?! ¡No me des otra vez esa clase de sustos! ¡Por favor!

-¡Está bien!

-¡Promételo!

-¡Lo prometo!

-Bien. Te llamaré mañana.

-¡De acuerdo! ¡Adiós!

-¡Adiós! – la comunicación concluyó.

-(“Bueno, pondré la flores en agua... colgaré la ropa, antes de que se arrugue... ¡Hmm!... Iré a ver a los muchachos...”) – la joven salió de su cuarto... camino al restaurante, se cruzó con Paul.

-¡Hey!... ¿Y ese abrazo tan lindo? (“¡Un poco más de fuerza, y hago combustión espontánea!”)

-Por el obsequio que encontré en mi alcoba...

-¡Fue un placer!... Oye llevabas más cosas, ¿en dónde estuviste? (“¿Planeas algo divertido?”)

-Salí de compras...

-¿Algo para esta noche? (“¿Estará enterada de la fiesta de San Valentín, que ofrece la Gerencia del Hotel?”)

-Sí, algo especial... tardé dos horas en decidirme...

-¡Te verás genial! (“Siempre luces como una reina, ¡qué más da!”)

-Eso espero... ¿Qué hicieron en mi ausencia? (“¡Quiero suponer que me habrás echado de menos!”)

-Nada demasiado interesante... ¡Nos divertimos más contigo!

-¡Gracias!

-¿Almorzaste?

-Sí, una hamburguesa...

-Nosotros, no... ¿Nos acompañas?

-¡Claro! – tomándola de la cintura, subió al elevador, que a esa hora, estaba repleto. De inmediato, Rita buscó la manera de evitar una situación que los comprometiera, el brillo en la fogosa mirada de McCartney la puso en alerta.

-Si algo me gusta de los ascensores, son los espejos... sólo aquí puedes ver si lo que llevas, está bien combinado, o si olvidaste algo. (“También es útil, cuando tienes que mantener las manos de tu acompañante bajo control...”)

-¿Eres vanidosa? (“¡No existe mujer que no lo sea!”)

-No lo creo... Mis compañeras, sí lo son... Sin embargo ninguna de ellas tiene novio. Me temo que precisamente por eso...

-Tú... ¿quisieras tener novio? (“¡Yo me ofrezco, con mucho gusto a ser el primer hombre de tu vida, preciosa!”) – susurró Paul, con su cuerpo pegado al de ella, dispuesto a no desperdiciar la ocasión que se le brindaba.

-Pues... No tengo prisa...

-Pero tienes candidatos, supongo... (“¡Odio las listas de espera!”)

-Hmmm... Sí, los hay... Pero no son tantos... Y creo que... les gusta mucho mirarse en el espejo... – McCartney la abrazó por detrás.

-¡Hey! ¡Mira esto! Hacemos buena pareja, ¿no crees? (“¡Tu cuerpo y el mío hacen una combinación perfecta! ¿Lo notaste?”)

-Excepto porque tú ya tienes novia... (“¡Pobre mujer!... Espero que para ella sea cierto eso de que «Ojos que no ven, corazón que no siente»...”)

-Pero no me he casado, así que todavía puedo cambiar de opinión... (“¡Esos ojitos bellos me están convenciendo de eso!”)

-Sí, claro, te vi cambiar de opinión varias veces el día de hoy... ¿Tienes que besar así a cada chica que se te acerca?

-¿Celosa? (“¡Claro que sí, no me reprocharías eso, en caso contrario!”)

-No eres el primer mujeriego que conozco... Pero me parece que podrías llegar a establecer y romper tu propio récord... ¡ya bajamos! – el aliento agitado de Paul sobre su cabeza, ya se le hacía difícil de soportar.

-¿Por qué no bajan esos dos? – preguntaba George, preocupado y celoso. Conocía demasiado a Paul.

-Tal vez Maggie, aún no se repone de la sorpresa... – deslizó John.

-O quizás, ¡escapó con Paul! Si lo hizo conmigo... – aguijoneó Ringo, seguro de poner al Benjamín de la banda en un aprieto.

Nueva York...

-¿Lo hiciste con alguno de ellos? – preguntó Irene.

-¡No!... ¡¿Cómo crees?!... Son unos caballeros... Sólo... estuvimos... charlando... con Rita... en los camerinos... – respondió Laura.

-¡Pero, ¿los besaste?! ¡¡Cuéntame!! ¡¿Los tocaste?! ¡¿Los abrazaste?!

-Sí... para posar en las fotos, y cosas así... ¡son tan dulces!... Los vimos en primerísima fila... ¡fue genial!

Miami...

-Muchachos, ¡lo que hicieron, fue genial! – exclamó Rita, sentada a la mesa con ellos.

-Dijimos que íbamos a malcriarte, ¿lo olvidaste? – respondió George, con una sonrisa de complicidad.

-¡Jamás!

-Bien... Ve por tu traje de baño, te esperamos en la piscina.

-¡Perfecto! – Rita salió y regresó en pocos minutos. Los chicos, ya estaban en el agua, como era de suponer, impacientes por ver a la niña en traje de baño...

-¡Santo Cielo! – suspiró John.

-¡¡Tuviste a semejante mujer entre tus brazos, ¿y te permitiste el lujo de perder el tiempo, George?! – exclamó Paul.

-¡Miren eso!... ¿Sabrá nadar? – balbuceó Ringo.

-(“¡No lo sé!... pero si se arroja... ¡el agua de la alberca, ¡va a hervir!!... ¡Hmmm!... ¡Yo sabía que era perfecta!... ¡Pero no me imaginaba algo así!... ¡Ese bikini rojo, le sienta muy bien!... ¿Adónde va?...”) – pensaba George, totalmente deslumbrado, casi sin aliento. Los cuatro giraron sus cabezas, en torno de la silueta de Rita...

-(“¡Hmmm!... Creo que los impresioné... ¡jí, jí!... ¡Nunca me habían mirado así!... Daré una vuelta, y me lanzaré por el trampolín... ¡A ver, ¿qué les parece esto?!”) – Rita, ante los asombrados ojos de los Beatles, ejecutó un magnífico clavado.

-¡Wow! – exclamó Ringo.

-¡¿Vieron eso?! – continuó George.

-¡Estuvo genial! – aplaudió Paul.

-¡Impresionante! – suspiró John. Para cuando pudieron volver a respirar con normalidad, la niña había atravesado la piscina y se disponía a tomar sol en una reposera.

-(“¡Jí, jí!... ¡Divertido!... ¡No saben para dónde mirar!... Veamos quién sale primero del agua... George...“) ¿Ya tienes frío?

-No... sólo... quería decirte que... ¡te ves fantástica!

-¡Gracias!

-¿Vas a leer?

-Sí... estaba en eso...

-¿Por qué no vienes otra vez con nosotros?

-En un rato... Cuando haya menos gente...

-Bien... – Harrison se arrojó nuevamente al agua.

Nueva York. 12:15 p.m.

En un bar cercano al colegio, Laura junto a un grupo de chicas, habla de los Beatles...

-Si no fueras una chica seria, no podríamos creerte, Laura, ¡lo que nos cuentas, es fantástico! – decía una.

-Pero no es lo mismo decirlo, que haberlo vivido... ¡fue un momento sublime!... Tomar conciencia de que estás en la misma habitación con ellos, que te están hablando, ¡que puedes tocarlos, que te preguntan cosas, ¡que se interesan por ti!!...

-¿Vendrás al nuevo club de Campo este fin de semana? ¡Por favor!... ¡Dí que sí!... – preguntaba otra – Mis primas quieren conocerte y saber todo sobre ti y los Beatles...

-Lo pensaré...

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