Maggie Mae
17 - ESA FUE UNA DULCE VENGANZA...
Carnegie Hall.
07:30 p.m.
-¡Ya pueden salir, chicas! – George abrió el baúl del vehículo.
-¡Wow!... ¡Me duele todo!... ¡Pero vale la pena! – comentó Laura.
-Vengan por aquí, ¡rápido! – los tres se dirigieron hacia el interior de la sala.
-¡Ni que lo digas! – Rita, corría tan rápidamente como pensaba en la forma de llevar a cabo la idea de los muchachos – (“¡Hmmm!... Es casi lógico que esto tendrá que hacerse después de los conciertos... necesito encontrar una puerta de acceso al lugar por donde los chicos saldrán a saludar... ¡Vamos Rita, abre bien los ojos!... «Prohibido el acceso a personas ajenas a la empresa»... ¡esa debe ser la puerta que busco!... en el intervalo entre las dos actuaciones, lo investigaré...”)
-¿En qué piensas, Rita?
-La palabra “revancha”, ¿te sugiere algo?
-¡Tres nombres!
-¡Irene, Johanna y Rose!
-¡Esos mismos!
-Pues en lo que ellas te hicieron, está mi cabeza en este momento...
-¿Tienes algún plan?
-«Tenemos», querrás decir... – deslizó George, acercándose a las dos, para tomar a Rita de la cintura.
-No... entiendo.
-Les conté a los muchachos lo que sucedió con tus boletos... ¡la decisión fue unánime! Quieren hacer algo al respecto...
-¡Y, ¿qué se proponen?!
-La idea es hacer que las chicas del colegio… ¡nos vean en televisión, ¡con ellos!!
-¡Genial!
-La dificultad está en la forma de que esto no parezca arreglado...
-Necesitaremos llegar antes a la puerta por donde saldrán ellos.
-Si quieren... – intervino George – puedo pedirle a Brian que se las muestre.
-¡Perfecto! – respondió Rita.
-Tendrán tiempo de hacer un reconocimiento de todo el lugar, durante la prueba de sonido. – continuó el manager.
-¡Fantástico!
-Vengan conmigo... – Epstein se las llevó.
George tomó su lugar en el escenario y se dispuso a templar sus instrumentos.
-¿George? – preguntó John - ¿Viajaron bien las chicas?
-Así parece... se veían divertidas...
-¡Qué bueno!... ¿Comenzamos?
-¡Comencemos! – exclamó Ringo.
-Comencemos la recorrida... Ingresando por este corredor, llegamos a esa puerta...
-Acabamos de verla al entrar...
-Bien, por allí pueden adelantarse a las fans. Para cuando lo hagan, ya habrá periodistas instalándose.
-Eso nos servirá... creo que sé cómo solucionar esto... Gracias. Señor Epstein, hasta aquí es suficiente... Sólo lamento una cosa...
-¿Qué cosa? – preguntó Laura.
-Que vamos a tener que perdernos la última parte del segundo show, para llegar a tiempo.
-Valdrá la pena, Rita... ¡Ahora sí, nos respetarán!
-O al menos, dejarán de molestarnos.
-¡Seguro!
-Bien, regresemos con los muchachos.
-¡Ya deberían estar de regreso! – se inquietó Paul.
-Lo sé... ¿vas a cambiar algún tema?
-Creo que no... así estará bien...
-¡Ejem!.. ¡Agh!... Necesito un caramelo de miel...
-¡Yo tengo, John! – exclamó Rita, ingresando.
-¡Maggie, ¿siempre estás en todo?!
-¡Siempre! Ten.
-Gracias... – Lennon, con ánimo de provocarla, le dio un beso en la nariz.
-(“¡Oh, oh!”) – suspiró ella, volviéndose hacia George, que apretaba los puños, sin poder evitarlo.
-(“¡Hey!... ¡«Buscaproblemas»!... ¡¿Quién te dijo que podías darte el lujo de hacer semejante cosa?!... ¡Ni siquiera yo estoy autorizado a eso!...”) – Harrison se acercó a Rita, la miró a los ojos y señaló el paquete que la joven traía en las manos.
-¡Ya!... ¡Aquí tienes, George!... Espera... Tienes la corbata torcida... A ver... ¡Ahora sí, te ves más que guapo! (“¡Celoso!... ¡Me estás comiendo con los ojos!... Seguramente, habrás notado como me falla el pulso... No me culpes por algo que tú solito estás ocasionando... Sabes más de lo que dices, haces menos de lo que quieres y puedes...”)
-(“¡¿A él lo piropeas y lo tocas, y a mí no?!”) – John, mañosamente, le dio a Rita un tirón de cabellos.
-¡Hey! ¡Sabes que odio que me toquen el pelo!
-¡Muchachos!... Cinco minutos y abrimos las puertas...
-¡O. K.! – los cuatro, dejando pasar primero a las chicas, se dirigieron a los camerinos.
-(“¡Decididamente, eres preciosa, Rita!... Pero todavía no puedo decírtelo en voz alta... Me falta valor... ¡Aunque me muero de ganas de besarte!... ¡No sé hasta cuándo resistiré!”) – Harrison suspiraba, con su rostro a escasos milímetros de la rubia cabeza de Rita. El resto del mundo parecía haberse esfumado para ambos, la situación era, por todos lados, complicada y romántica.
-(“¡Hmmm!... ¡Qué maravilla!... ¡Hhhhh!... ¡Jamás olvidaré este momento!... El calor de su respiración agitada... y el roce de sus labios sobre mi pelo... ¡¡¡Creo que voy a morir!!!”) – Rita, asegurándose de la escasa distancia entre ambos, se recoge el cabello hacia el costado derecho, haciendo más comprometido en contacto físico.
-(“¡Amo esa actitud tan deliciosamente femenina!... ¡Búscame y me encontrarás!... ¡Hmm!... Ese cuello se ve sabroso... ¡Lo quiero morder!... ¡Seré vampiro cuando deje la banda!”) – George temblaba, sin poder disimularlo.
-¿Te sientes bien, George? – aguijoneó Ringo.
-Sí, sólo fue un escalofrío... Hay una corriente de aire muy molesta por aquí... (“¡Sabes perfectamente lo que me sucede, y te abusas de esa información!... ¡Eso además, de que tú quisieras estar en mi lugar!”)
-¡Sí, claro! – este comentario no escapó a los oídos de Laura, quien en cuanto los cuatro estuvieron nuevamente frente al público, se lo comunicó a su amiga...
-¡No puedo creer que no lo hayas notado!... ¡Rita, sé lo que te estoy diciendo, ¡lo traes muerto!!... ¡¡Y a John, también!!... Los dos no hacen otra cosa que tratar de impresionarte... ¡Es algo que se cae de puro maduro!... Actúan como si tú fueras «la inalcanzable», ¡en lugar de ellos!
-¡Ya! ¡No es para tanto!... Los dos son muy caballerosos... y tiernos... Pero no creo resultarles atractiva, me ven como a una niñita, ¡eso es todo!
-¡Yo misma oí como Ringo ironizaba al respecto con George!... ¡Rita, John Lennon y George Harrison, están locos por ti! ¡¡No hay ninguna razón para negarlo!!
-¡O. K.! ¡O. K.!... ¡Lo admito!... ¡Yo también lo he notado!... Pero me asusta... ¡Y me encanta al mismo tiempo!... ¡No sé qué actitud tomar!... ¡Me voy a volver loca!... Por favor Laura, ¡pase lo que pase, ¡no digas una sola palabra de lo que has visto y oído!!
-¡Descuida, no lo haré!... Dime... ¿Te besaron?
-¡Aún no!... pero no creo que falte mucho...
-¿Quién estuvo más cerca?
-¡Los cuatro!
-¡¿En serio?!
-¡Palabra!... ¡Oh!... Ya es hora de entrar en acción... ¡Vámonos!
-¡De acuerdo!
-¿Sabes? ¡Extrañaba esto!
-¡Yo también! – las dos, sigilosamente, atravesaron corredores privados y pasadizos secretos. A lo lejos, se escuchaban aún los gritos de las muchachas. Las dos amigas se detuvieron cerca de una enorme puerta de acero.
-Aguarda... Veré si el camino está libre... – Rita se asomó por la salida de emergencia - ¡Sin problemas! ¡Las vallas están colocadas! ¿Traes tu cámara?
-¡Aquí está!
-¡Cárgala!
-¡No lo repitas!
-¡De prisa! ¡Escucho Voces!
-¡Listo! – en un abrir y cerrar de ojos, el lugar se llenó de fans histéricas. Quince minutos después, los Cuatro Genios de Liverpool, seguidos por decenas de cámaras y protección policial, aparecieron, y muy cerca estuvieron de provocar un tumulto. Gritos, corridas, desmayos. Los muchachos se preguntaban si alguien podría resultar muerto o quizás malherido. Nunca antes habían protagonizado algo semejante... Tal como lo habían calculado, los cuatro se acercaron hacia donde Laura y Rita los aguardaban.
-¡Que me cuelguen! – exclamó Irene y casi vuelca íntegro el contenido de la bandeja, que traía en las manos - ¡Son ellas!... ¡Esas dos bobas!... ¡Están con los Beatles!
-¡No es posible! – Rose se dejó caer en el sillón, espantando al gato, que ocupaba ese lugar.
-¡Mira, se les están acercando!... ¡Y se toman fotografías con ellas!
-¡¿Cómo pueden tener tanta suerte esas dos?!
-¡No lo sé, pero la tienen!
-¡Creo que voy a vomitar!... ¡John y George, ¡se las están llevando de la mano, ¡hacia el interior del teatro!!!
-¡Oh, cielos!... ¡No es justo!... ¡No se lo merecen! – lloraba Irene, de pura envidia, pensando ya en la forma de disculparse con las dos chicas, para acercárseles interesadamente.
-Ahora, todo mundo en el colegio las tratará como reinas... ¡Y no son más que dos niñas bobas!
-Supongo que las tendrán como a dos reinas en el colegio, después de esto, ¿verdad? - preguntó John, aflojándose la corbata, con la camisa empapada en sudor.
-Supongo que sí... – respondió Laura.
-Al menos, dejarán de humillarnos gratuitamente.
-Eso tenlo por seguro, linda... – Ringo, con el pelo totalmente mojado, y una toalla colgando de su cuello, se sentó entre las dos chicas, y las tomó delicadamente de la cintura – si llegan a necesitar algo más, ¡sólo pídanlo!
-Ya hicieron mucho más de lo que nosotras hubiésemos imaginado... el resto, ¡corre por nuestra cuenta! ¡Sabemos cómo poner a ese trío en su lugar! – las dos muchachas abrazaron al baterista largamente.
-¡Siempre dije que ¡adoro que las chicas hermosas me toquen!!... ¡Hmm!... ¡Tiernas! – comentó él, sin soltarlas, obviamente despertando los celos del resto del grupo.
-¡Oye!... ¡No seas egoísta! – exclamó Paul, cortando el abrazo.
-¡Eso es! ¡Comparte! – Lennon, en bata, se unió a los demás.
-¡Está bien!... ¡No hay problema!... ¡Vengan todos juntos!... ¡Sobran abrazos para los cuatro!... ¡Hmmm!... ¡Son increíbles! – Rita, casi no puede contener las lágrimas.
-¡Increíble! ¡Apenas puedo admitir lo que estoy oyendo! ¡¡No es posible!! ¿De dónde lo sacaste?
-¡Lo acabo de ver en TV!
-¿Estás segura de que eran ellas? ¡¿Las miraste bien de cerca?! ¡¿Seguro no las confundiste?! ¡¡
-¡No puedo estar equivocada! ¡Las enfocaron en primer plano!
-¡Ratas! ¡No sirvió de nada quitarles los boletos! ¡Esas dos tienen demasiada suerte!
-¡Ya lo creo, Johanna!
-Irene, escúchame... Tenemos que hacer algo al respecto... Las cosas no pueden terminar así...
-¡Por mi parte, ¡yo les pediría un autógrafo!!
-¡¿Te has vuelto loca?! ¡¡¿Cómo diablos se te ocurre hacer semejante tontería?!! ¡¡De ningún modo, olvídalo!!
-¡Claro que no, ¡conocen a los Beatles!!
-¡¡¿Estás pensando en unirte a ellas?!!
-¡Acéptalo! Esta vez tienen algo que nosotras queremos, y no podremos quitarles nunca...
-¡Bien, haz como te plazca! ¡¡Pero no vuelvas a dirigirme la palabra!!
-¡Johanna!... ¡¡Johanna!!... ¡déjate de tonterías, Johanna!... ¡No cortes!... ¡¡Johanna!!... ¡¡¡Johanna!!!... ¡Diablos! – su amiga había colgado el receptor violentamente. Irene sabía que las cosas se iban a poner muy mal entre ellas, y no podría impedirlo.
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