Maggie Mae

26 - UNA CLASE MAGISTRAL DE HUMILDAD

11:30 a.m.

Sala de juegos. George enciende un cigarrillo. John aparece con el semblante preocupado.

-¿Qué te ocurre, John?

-Cosas...

-Es una respuesta muy amplia...

-Anoche...

-¿Qué sucedió?

-Cynthia... ¡Cynthia y sus malditos celos!

-¿Celos?

-¡Celos! ¡¡Celos!! ¡¡¡Sólo inútiles y ridículos celos!!!

-Concretamente... ¿qué fue lo que hizo? No debió ser tan grave... ¿o sí?

-Fue a pelearse con Maggie... a su cuarto...

-¡Oh, oh! ¡Te dije que algún día te traería problemas!...

-Estuvo bastante tiempo... las oí discutir y me levanté... Julian comenzó a llorar... así que primero fui a ver qué le sucedía... lo cambié, le di el biberón, pero siguió llorando...

-A todo esto, Rita y Cynthia, seguían peleando.

-¡Desde el cuarto del bebé, se escuchaba todo!... Y él, no paraba de llorar... tenía temperatura, vomitaba...

-¡Dios!

-¡Finalmente, me enfadé!... ¡Me puse como loco!... Salí con el niño, y fui por su madre... La puse en su lugar, y nos fuimos... cada uno por su lado...

-¡Vaya!... De modo que por una parte, Rita y Cynthia, están enojadas... y por la otra, tú estás peleado con Cynthia... ¡el día se presenta muy complicado!

-¡Complicado! ¡Endemoniado, diría yo!

-¡Ajá!... Cuidado, allí viene Cynthia, con Julian.

-¿John? Iré de compras, ¿puedes quedarte con Jule?

-Sí, claro.

-Adiós.

-Adiós. – Lennon tomó a su hijo en brazos - ¡Hola, Julian! ¿Cómo estás? ¿Bien? Ven... vamos a caminar... – lo puso de pie en el suelo – eso es... un pie... luego el otro... – así estaba, cuando llegó Rita, quien se puso visiblemente nerviosa al notar la presencia de George. Para disimular un poco, decidió jugar con el bebé.

-¡Julian!... ¡Ven conmigo, hermoso muchachito!... – exclamó al verlo. Se puso en cuclillas y continuó - ¡Vamos anímate, tú puedes! – la joven estaba exactamente a un metro de John, de modo que no necesitó utilizar la regla de madera, aunque más tarde, sí lo tendría que hacer.

-¡Anda, Julian!... ¡¡Ve con Maggie!! – el bebé, con la más encantadora de sus sonrisas, se soltó de las manos de su padre... ¡y caminó hacia los brazos de Rita!

-¡Bravo, Julian! ¡Lo lograste! – la niña lo alzó y lo besó. John y George fueron también a felicitar al pequeño, excelente excusa, además, para que Harrison se acercara a Rita.

-¡Ese es mi hijo!

-¡Cierto! ¡Es un Lennon! ¡Va detrás de las mujeres hermosas! – el comentario hizo que el corazón de la niña estuviera a punto de estallar. Comenzó a temblar casi de manera espasmódica, por lo que muy a tiempo, emprendió la retirada.

-Creo que... debes ir con papá, Julian... – con un nudo en la garganta, corrió nuevamente a su cuarto.

-Algo me dice, mi querido George, que Maggie acaba de darse por aludida...

-¡Hhhh! ¡Sí que lo hizo!

-Es preciosa, ¿no crees?

-Y sólo es la mínima parte de lo que opino de ella...

-¿Estás enamorado?

-¡Me estoy volviendo loco!

-¡Eso es grave!

-No lo sé... Pasan demasiadas cosas en mi cabeza cuando la veo llegar...

-¿Cómo qué?

-A veces creo que voy a quedarme sin aire... me atrae... y cada vez me resulta más difícil resistirme... Tiene algo... una forma de seducirme que no he visto en nadie hasta ahora... y lo mejor es que ni siquiera ella se da cuenta del todo... Siento que no puedo ver con claridad en dónde está el límite entre la niña juguetona y la mujer seductora...

-¡Hmmm!... Y si a eso le sumamos, el cariño que nos ha dado, y el valor que ha tenido para cuidarte, para salvar a Ringo, para viajar en la cajuela... y todo el cambio del que fuimos «testigos»... realmente, ¡te comprendo y te compadezco!

-Es muy especial...

-¿Piensas decírselo?

-Creo que sí... pero no sé cuándo... todavía no llega el momento oportuno...

-(“¡No pudo ser más oportuno!... ¡Por un momento, creí que me desmayaría!... o vomitaría, o alguna otra tontería por el estilo... ¡Y hubiese sido el papelón más grande de toda mi vida!... Pero es que se me revolvió el estómago como nunca!... ¡Hhhh!... Tengo que recuperarme... ¡Vamos, Rita, respira hondo!... Ellos no deben notar este estado de nervios, bajo ninguna excusa... Eso es... Todo está bien... Ya no estoy tan ruborizada... ¡Hhhh!... ¡la regleta!... Eso dará un poco de humor al día, especialmente, ¡si la histérica regresa!... También iré a buscar al tío Al... El salón de billar se ve muy tentador, ¡no creo que se niegue!”)

-No creo que se niegue... le gustas...

-Le brillan los ojos cuando me mira... se pone nerviosa... ¡Dulce!

-Sí... muy dulce...

-¡Y bien custodiada! Fue en busca de Al... – comentó George, cuando los vio llegar. Se acercó a ellos, ayudando a John a hacer caminar al bebé.

-¡Hey! ¿Sus primeros pasos?

-¡Así es! Y su madre no está para verlo...

-¡Qué pena!... Rita... ¿practicamos lo que enseñé?

-¿Por qué no?

-Maggie... lo de los tacos de billar lo entiendo... pero, ¿para qué la regla de madera?

-Es... por si Cynthia regresa.

-No entiendo...

-Soy una mujer de palabra.

-Ya lo creo, pero sigo intrigado...

-Espera y verás. – la partida de billar se inició. George, no sólo no participaba, sino que además, se sentó en la barra sólo para deleitarse con la ondulante figura de Rita.

-(“¡Hhhh!... ¡Qué buena vista tengo desde aquí!... Sí... el panorama es fantástico... eso además de que, por lo visto, juega muy bien... Es una ganadora nata... y sólo tiene catorce años... Si a esta edad me vuelve loco, ¡en dos años, no habrá manicomio que me detenga!...”) – suspiraba, sin quitarle a Rita los ojos de encima. Al poco rato regresó Cynthia, para llevarse a Julian.

-¡Hola, cariño, ya llegué! – con un exagerado beso, saludó a su marido, que observaba a los jugadores cerca de la mesa. Automáticamente, Rita echó mano de la regleta y con ella midió la distancia que la separaba de John sin ningún disimulo, lo que humilló terriblemente a su airada esposa.

-¿Qué haces?

-Cumplo con mi palabra, ¡un metro de distancia!... ¡Buen tiro, tío Al!

-¡Gracias!

-¡Por nada!

-Tu turno.

-¡Cierto! – dejó la regleta sobre la mesa contigua y tomó el taco, para ejecutar el tiro impecable - ¡Wow!... ¡Creo que deberías rendirte, la partida es mía!

-¡Eso lo veremos!

-¡Tú lo has dicho! – la joven continuó jugando prácticamente sola, hasta que de improviso, volvió a empuñar la regla para poner distancia. Colocó la madera cerca de su cintura... el extremo opuesto quedó a la altura del pubis de Lennon... Quien no lo notó, ya que tenía a Julian en brazos y éste acababa de dormirse.

-¡Rita, no te busques problemas! – murmuró Al.

-Descuida, sé lo que hago, mejor de lo que nadie cree.

-Si tú lo dices...

-Ya, cálmate y juega.

-Si nos disculpan, - interrumpió John – nosotros nos retiramos, Julian necesita dormir... no nos esperen para almorzar, saldremos.

-De acuerdo. – respondieron todos.

-¡Eres más astuta de lo que creí! – comentó Al en voz baja.

-¡He crecido!

-¡Y yo, he perdido!... ¡Bien!... ¡Me doy por vencido!... ¡Ay, mi espalda!

-(“¡¿Tu espalda?!... ¡¿A quién tratas de engañar?! ¡Nunca te duele la espalda!”)

-Creo que iré a mi cuarto a colocarme un poco de ungüento. ¡Con permiso!

-Está bien. Más tarde iré a verte, tío.

-¡Hasta luego!

-(“¡Qué listo eres, tío Al!... ¡La excusa perfecta, para dejarme sola con George!... Bueno... estamos aquí...”)

-¡Bueno... estamos aquí!... ¡Hmmm! – suspiró Lennon, recostando a su hijo en la cuna - ¡Duerme!... ¡Genial!... Cámbiate de ropa, iremos a comer fuera.

-Está bien...

-¿Por qué tan poco entusiasmo?

-Nada... estoy bien.

-No lo estás, te conozco...

-¡Es esa niña boba!

-¡Otra vez con eso!

-¡Sí, sí! ¡Otra vez con eso, y ¿qué?!

-¡No grites, no soy sordo y vas a despertar a Julian!

-¡Entonces, vamos a tu cuarto!

-Perfecto. – salieron hacia la habitación de John, de pésima gana, sin siquiera tomarse de la mano – O. K. Te escucho.

-¡Qué le ves a esa mocosa!... ¡No puedo dejarte media hora solo, que ya te pierdes por su maldito trasero!

-Cynthia...

-¡Cynthia nada! ¡Óyeme bien! ¡Este doble juego ya me está cansando!

-¡Un momento! ¡¿De qué juego hablas?!

-¡¿Vas a decirme que no sabes nada?! ¡¡¿Pretendes hacerme creer, que no sucedió lo que hace minutos, vi con mis propios ojos?!! ¡¡¡Por poco te toca el «cerebro», con su regleta de madera!!!

-¡¡¿Qué diablos estás diciendo?!!

-¡¡¡La verdad!!!... ¡¡¡Esa ramera precoz, te vive provocando, ¡y tú le sigues el juego!!! – la bofetada resonó en toda la habitación.

-Maggie es una niña, hermosa, inteligente y astuta... Pero noble... No sabe lo que es la maldad... Y lo que tú viste no fue a propósito... Anoche discutiste con ella... Intentaste limitarla con tus celos... Simplemente, hoy te puso en tu sitio seguramente porque eso era lo que te merecías... Ahora ve, y hazte cargo de tu hijo... – Cynthia, con la cabeza baja y el orgullo herido, se retiró en silencio - ¡Uff! ¡Diablos!

-(“¡Diablos!... No hay nadie aquí, ¡excepto Rita y yo!... En conclusión, ¡nos hemos quedado solos!”) – pensó George, mirando a su alrededor, para huir de los ojos azules de la joven.

-¿Has visto a Paul? – preguntó ella, tratando de que la conversación siguiera.

-Se fue a nadar con Ringo.

-Hacen bien...

-Estás... ¿peleada con Cynthia? Creí que se llevaban bien...

-Inmadurez y celos... Síntomas comunes, eso es todo. Se le pasarán cuando lleguen a Londres.

-Y, ¿si no es así?

-Ya no me incumbe... Si no asume la carrera de su marido, ¡no merece estar al lado de un artista!

-En eso tienes razón, linda... ¿Te gustaría que almorcemos juntos?

-¡Me encantaría!

-¡Perfecto, vámonos! – los dos se dirigieron al restaurante.

-Es extraño. Parece que hoy nadie nos acompaña...

-(“¡Afortunadamente!”) Lo he notado... ¿Por qué hiciste lo de la regla?

-Porque no quería seguir discutiendo.

-¡Casi provocas el efecto contrario!

-Son riesgos que se tienen que correr cuando se establecen límites... Esa mujer actúa como una niña malcriada... A este paso, John se hartará de ella... y la engañará, para luego abandonarla... ¡Le pasó tantas veces lo mismo a mi madre, que jamás equivoco el pronóstico cuando encuentro a dos personas en una situación parecida!

-¡Hmmm!... ¡No quisiera estar en su lugar!

-¡Nadie lo haría!... ¡Hmmmm!... ¡La comida se enfría!

-¡Cierto!

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