Maggie Mae
13 - ¿CÓMO SE GUARDA UN SECRETO ASÍ?
Febrero 10. 09:00 a.m.
-Bien, niñas, guarden toda clase de libros bajo sus asientos, y den vuelta las hojas a la cuenta de tres... – ordenó el profesor – uno... dos... tres, ¡comiencen! – el temido momento había llegado. Rita, asombrosamente serena, comenzó a desarrollar la evaluación. Fue la última en terminar, pero obtuvo la mejor calificación.
-¡Saqué una “A”, Laura! ¡No lo puedo creer! ¡Estaré con ellos!
-¡¿Con quiénes?! – preguntó una de sus encarnizadas rivales.
-¡Eso a ti, no te importa! – Rita siguió de largo, tomando violentamente de la mano a Laura - ¡Vamos al ático de la capilla, rápido!
-¡¿Qué sucede?!
-¡Necesito hablarte sin interrupciones!
-¡Está bien!
-¡Corre, nos están siguiendo! – las dos chicas llegaron a su refugio, casi sin aliento. Allí las aguardaba la hermana Alexia, que estaba observando maravillada, cómo había quedado la estatua de San Antonio de Padua.
-¡Oh, niñas!... ¡Han hecho un trabajo magnífico!
-¡Gracias, Sor Alexia!
-¿Cómo está tu amigo, Rita?
-Muy bien. Supongo que durmiendo.
-¡Me alegro! Bien, tengo alumnas traviesas que reprender, así que las veré más tarde.
-De acuerdo.
-¡Pórtense bien, niñas! – la monja, se retiró.
-¡Uf! ¡Qué inoportuna! – suspiró Rita, asomada a la puerta, tomando el pestillo con nerviosismo.
-¿A quién se refería? ¿Quién es ese “amigo”?
-De eso quería hablarte... Vamos para arriba.
-¡¿Es tan secreto?!
-No lo creería yo misma, si no lo estuviera viviendo...
-¡Entonces...!
-¡Sí! ¡¡Ellos!!
-¡Ah! ¡Hhhhh! ¡Los... ¿Conociste?!
-¡Más que eso! Mientras no estudio, los estoy acompañando a todos lados...
-¡Quiero pruebas!
-Las tendrás, pero no todavía. Hablaremos de eso más tarde.
-¡Cuéntamelo todo! – Rita accedió a relatarle sus recientes aventuras con los cuatro genios de Liverpool, finalizando con su escapada junto al baterista.
-... y así fue, como no tuve más remedio que traerlo aquí, hasta que las chicas se calmaron y se fueron. ¡Creo que nunca en su vida corrió tanto!
-¡No lo puedo creer!
-¡Hazlo!... Además... estás sentada sobre el almohadón en el que se quedó dormido... – Laura estaba al borde del desmayo - ... mientras yo lo abrazaba...
-¡¡Aaahhhhh!!... ¡¡¿De verdad?!! ¡¡¿No me mientes?!!
-¡En absoluto!... ¡Cálmate!
-¡¡No puedo!!
-¡¡Contrólate!!... Escucha... No pensaba decirte todo esto, pero me fue imposible... ¡Por lo que más quieras, no repitas una sola palabra de lo que has oído en este lugar!
-¡Prometido!
-Bien... Ahora, vámonos... yo no volveré al colegio hasta que ellos se marchen, mamá no quiere problemas... El gerente la tiene amenazada. Quiere despedirla desde hace bastante tiempo, pero mi madre no le da motivos, al contrario.
-¡Ajá!
-Te llamaré para pedirte la tarea.
-No hay problema.
-¡O. K.! ¡Nos vemos! ¡Y gracias por tu silencio! – ésta última frase, estaba siendo escuchada, por oídos que no les eran simpáticos...
-...y ella, le dio las gracias por su silencio!
-¡¿Qué será tan importante, para callarlo así?!
-Lo ignoro... Pero lo averiguaré, ¡te lo aseguro!
-Lo dejamos en tus manos.
-¡Haré hablar a esa niña boba, así sea lo último que haga!
-¿Ringo! ¡¿Dónde está mi reloj?! – gritó John.
-¡Ya me lo quité! ¡Lo guardé en tu mesa de noche!
-¡Lo encontré!... ¡Snif! ¡Snif!... ¡Oye!... ¡¿Desde cuándo usas perfume de mujer?! (“¡Narizotas, estuviste con Rita anoche!”) – preguntó Lennon, listo para una inquisición. No estaba dispuesto a aceptarle ningún tipo de excusa tonta.
-Es una forma de no extrañar a mi mamá... (“¡Mamacita!... Toda una noche con ella recostada contra mi cuerpo...”)
-Y te lo pones encima de la ropa...
-Tenía prisa...
-¡Sí, claro!
-¿Desconfías?
-¡¿Cuándo confié?!
-¡Ah, ya basta!... Vamos a ver a George.
-¡Qué rápido cambias el tema! – Lennon se retorcía de celos. Y no se rendiría fácilmente. Su cerebro ya buscaba la forma de tener cerca de la niña, sin que nadie pudiera evitarlo.
-¿George? ¿Estás despierto? – preguntó Paul, encendiendo la luz.
-Sí... ¡Ya no soporto esto del reposo absoluto! (“¡Sobre todo, sabiendo que Rita está sola en la calle, soportando a esos babosos que la piropean, ¡sin mi permiso!”)
-¡Buen síntoma!
-Eso espero... Mi garganta está mejor, creo que mañana funcionará correctamente... (“¡He tenido a la mejor enfermera del mundo cuidándome!”)
-Ajá... ¡Hmmm!... ¡Estoy cansado!
-¿Chicas?
-¡Chicas! ¡Muchas chicas! (“¡Ninguna como Rita, claro!”)
-Bueno... Creo que me levantaré y me vestiré, antes de que Rita llegue de la escuela. (“¡Ya quiero verla!... ¡No soporto un solo segundo más su ausencia!”)
-¡Qué bueno que estás bien, George! – exclamó Ringo, ingresando detrás de John.
-¿Podrás cantar en Washington?
-Creo que sí... (“¡Lo haré! ¡Es la mejor forma que conozco de seducir a una chica hermosa!”) – Harrison, mientras sus amigos cruzaban miradas cómplices, escogía su vestuario a toda velocidad.
-¿Te persigue alguien? – preguntó Lennon.
-Es la costumbre de las giras. Con permiso, iré a ducharme, ¡apesto! (“En realidad, quiero ocultar el aroma del perfume de Rita...”)
-(“¡Esas tres apestan!... ¡¿Cuándo nos dejarán en paz?!... Cualquiera diría que viven para hacernos sufrir... Nos odian... ¡Son de lo peor!... ¡Y dejé a la pobre Laura sola con ellas!... Sólo espero que no la obliguen a abrir la boca... Pero la conozco bien, no se dejará sobornar, ¡y no les tiene miedo!... Lo bueno de todo esto es que no las veré en diez días... Compraré película para mi cámara, antes de llegar a casa... ¡Tendré las fotos más exclusivas!... ¡Y graciosas! ... ¡¿Dónde está mi credencial?!... ¡Recuerdo haberla guardado aquí en mi bolso!... ¡Oh, cielos!... ¡¿Cuándo le hice ese agujero!... ¡Uf!... ¡Qué susto!... Creí que la había perdido... ¡Sabía que estaba aquí!... de todos modos, sé cómo llegar a la habitación de los muchachos, sin que nadie me lo impida... les preguntaré a los chicos, si les molesta que venga Laura... No lo creo... Además, servirá para asegurarme de que no se pierda el concierto, pase lo que pase... No sé qué opinará mamá... Estará de acuerdo... sabe que viene de una familia todavía más pobre que la nuestra... consiguió los boletos trabajando muy duro en la florería, incluso restándole tiempo al estudio... ¡Y piensa que lo del aeropuerto fue una gran aventura!... ¡Todavía no ha visto absolutamente nada!... ¡Será realmente divertido!”) – pensaba Rita, en el autobús.
-¡Vaya!... ¡Qué elegancia, George! (“¡Vas a impresionarla, ¡si señor!!... ¡Le encantará esa ropa!”) – exclamó Paul, luego de darle a Ringo un codazo en las costillas.
-Es un poco temprano para ese traje... (“¿Piensas darle a Rita la noche que le debes?”) – deslizó John. Sabía que en el miembro más joven de la banda encontraría un rival formidable.
-Los niños... apenas están saliendo de la escuela... (“¡Maldito ladrón de cunas! ¡Ya verás!”) – aguijoneó Paul.
-¡Y las niñas! (“¡Nuestra preciosa niña, para ser precisos!... ¡Te estás vistiendo para ella!”) – concluyó Ringo. Harrison hizo como que no oía los comentarios y se sentó en la cama a atarse los zapatos. Su silencio no dejó conforme a nadie. Estaban decididos a hacerlo hablar o a delatarle de alguna forma u otra. John, con picardía, le pegó con una de las almohadas, sin mayores resultados, luego siguió Paul, con una acción similar.
-¡Muy gracioso! – Harrison apartó el proyectil y siguió con lo suyo. Ringo trajo más almohadas de los otros cuartos, y en un abrir y cerrar de ojos, los tres estaban “bombardeando” al primer guitarrista. Así los sorprendió Rita. Sin decir una sola palabra, preparó su cámara...
-¡¡Qué buena foto!! – exclamó, ante el hecho consumado.
-¡¡Rita!! – exclamaron los cuatro.
-¡Esto va a ser muy divertido!
-¡No irás a revelarla, ¿verdad?! – preguntó Ringo.
-¡Claro que sí! ¡Este rollo de película vale una fortuna!
-¡Oh, no! ¡No lo harás! – exclamó Paul, caminando hacia ella.
-¡Oh, sí! ¡Sí lo haré! – respondió Rita, retrocediendo al mismo tiempo.
-¡Dame la cámara, Maggie anda, sé buena chica, por favor! – comenzó a decir John.
-¡Aquí la tienes! – con un rápido movimiento, la joven retiró el rollo del interior de la máquina, sin dar oportunidad a que los muchachos lo adviertan.
-¡Bien!
-Pero el rollo, ¡sigue en mi poder! – respondió la chica, tomando la película con dos dedos y deslizándola por su escote - ¡No podrán sacarlo de ahí! ¡Ni querrán que mi mamá se enoje, ¿verdad?! – concluyó al escabullirse por la puerta, dejando pasar a Mal Evans - ¡Ji, ji!
-¡Esto no se va a quedar así! – exclamó Ringo.
-Pero, ¿qué haremos? – preguntó George.
-Una cosa es segura... No la dejarán moverse del hotel... si quieren conservar su vida... – observó Paul – Habrá que pensar algo camino a Washington.
-Ella vendrá con nosotros... - recordó John.
-¡Hmmm! ¡Eso hace las cosas más difíciles!
-Cierto, Ringo... – suspiró George.
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