Maggie Mae
24 - INSTANTES DE SOLEDAD
7:15 p.m.
El escenario del Club Mau Mau está recién armado. Los instrumentos esperan, prolijamente alineados frente a la batería, franqueados por los equipos de sonido. Rita se asoma por la puerta de servicio.
-(“Nadie… ni siquiera los guardias de seguridad del hotel... Está todo listo para dentro de unas horas... esa debe ser la guitarra que le trajeron a George cuando estaba enfermo... con la fiebre, ni siquiera pudo probarla... está muy bonita... tiene colores brillantes... me gusta el diseño... no es para nada común... ¡Cuantas cuerdas!... doce... ¿cómo sonará?... Será cuestión de preguntarle... George...”)
-¡George!
--¿Qué hay, John?
-Tienes una marca blanca en el hombro...
-¿Sí?
-Mírate en el espejo...
-¡Oye! ¡Es cierto! Esta camisa negra es delatora... Hmmm... Parece de sal... o algo así... ¡Oh, Cielos!
-¿Qué sucede?
-¡Sucede que soy un perfecto idiota!... ¿Dónde está Rita?
-No sé... Creo que con Al...
-Los buscaré...
-Bien. Pero no olvides la prueba...
-¡O. K.! (“¡¿Cómo pude dejar de notar eso?!... Cuando me abrazó esta mañana... ¡estaba llorando!... Tengo que hablar con ella... quiero saber por qué se sentía tan mal... “) – corrió hacia la habitación de Al. Golpeó la puerta.
-¿Quién es?
-¡George! ¿Está Rita ahí?
-No. – respondió Al, saliendo.
-¿Habló contigo?
-Sí, claro... es casi una hija para mí...
-Lo imagino... ¿Por qué lloró en mis brazos, esta mañana?
-Porque lo necesitaba... Te necesitaba... ¡Te necesita!... ¡Anda, ¿qué esperas?! ¡Ve por ella!... – George corrió nuevamente. Ya no le hacía falta preguntar, lo guiaban los latidos de su corazón... Casi sin darse cuenta, llegó al club. Se detuvo en la puerta. Rita estaba de espaldas a él, de pie, apoyada sobre el escenario, mirando y acariciando alguno de los instrumentos. Fue así como vio que él llegaba, a través de la imagen reflejada en la madera de la guitarra Grestch. Harrison se paralizó... La silueta de la joven le cortaba la respiración... Avanzó caminando y temblando al mismo tiempo. No parecía poder sentir su propio cuerpo. Por un momento creyó enloquecer. No sabía qué decirle, sólo quería abrazarla.
-¡Rita! – murmuró, cuando estuvo a su lado. Ella no dijo nada, sólo tomó su mano y la estrechó con fuerza. Cuando quiso darse cuenta, sollozaba desconsolada entre sus brazos.
-¡Hhhh! ¡George!... ¡Quiero morir!
-¡Cielos!... ¡Vamos princesa, no digas esas cosas, ¡ni en broma!! (“¡Sería el final de mi vida, por Dios, ¡ni siquiera lo pienses!!”)
-¡Si supieras... lo que yo... ¡entenderías!!
-¡¿Qué puede ser tan grave?!
-¡¡Es que... es algo tan horrible... que no puedo hablar de eso... sin odiarme a mí misma!! – George la abrazó con fuerza.
-(“¿Qué puede dolerle tanto a una niña de catorce años?... Llora como si se le hubiera muerto alguien muy cercano...”) ¿Quieres contármelo?... Confía en mí...
-¡¡No puedo!!
-Cálmate... Estás hablando como si no tuvieras a nadie...
-¡¡Es que esa es la verdad!!
-¡Pues yo no lo veo así!... Lo tienes a tu tío Al... La tienes a tu mamá... ¡Nos tienes a nosotros!...
-¡Te tengo a ti! – la niña se secó las lágrimas, y se quedó un rato entre los brazos de Harrison, en silencio.
-¿Estás mejor?
-¡Mucho! – volvió a abrazarlo. En ese mismo instante, llegaron John, Paul y Ringo.
-¡Ejem, ejem!... Parece que interrumpimos algo... – comentó McCartney.
-¡No lo creo!... – comenzó George.
-¡En realidad, llegan justo a tiempo! – uno a uno, los abrazó por varios minutos.
-¡Estás muy triste pequeña! ¿Qué sucede? – preguntó Ringo, a quien la honda tristeza reflejada en la mirada de la niña, no se le había escapado.
-¡Muchas cosas!... Muchas verdades que no sé cómo voy a hacer para afrontar... ¡Hhhhh!... ¡Los necesito! – los cuatro se miraron, entre impotentes y sorprendidos.
-Le prometimos a tu mamá que no te dejaríamos sola... y créeme que hablábamos en serio... – dijo John, acercándose a ella, bajo la celosa mirada de George.
-... lo que incluye, estar a tu lado cuando nos precises. – concluyó Paul.
-¡Gracias! – se secó nuevamente las lágrimas - ¡Son lo mejor que me pasó en la vida!
-¡Exageras! – exclamó John.
-Sólo digo la verdad...
-¡Lo sabemos! – sonrió Ringo, ya ubicado en el escenario, ocultando el temblor de sus labios, detrás de los platillos de la batería.
-¡Hhhh!... Creo que iré a cambiarme mientras ustedes se preparan...
-¡De acuerdo! – George la siguió con la mirada, hasta que la perdió de vista.
-¿Tienes idea de qué le ocurre, George? – preguntó John.
-No mucha... Me parece que está deprimida, por algo que le dijo Al... Que, ciertamente, debió ser muy grave...
-¿Algo que le haya ocultado su madre? – continuó Ringo.
-Probablemente... ¡No me gusta para nada el estado en que se encuentra!...
-¡Y lo peor que puedes hacer, en este momento, es ponerte mal tú también!... ¡Anda, probemos sonido!
-¡De acuerdo Paul!
-¡O. K.!
-¡O. K.! ¡De acuerdo! ¡Te quedas!... hablaré con tu madre, y veré qué puedo hacer...
-¡Gracias, tío!
-¡Por nada!... ¡Ahora, lávate la cara, y arréglate para el show!
10:00 p.m.
-¿Listos muchachos? – preguntó Brian.
-¡Listos!
-¡Adelante!... ¡y enséñenle de una vez a esa gente ricachona, lo que es hacer música! – exclamó Rita, viéndolos salir al escenario... Ahora sabía que ellos estaban allí también por ella y que ya había dejado de ser una simple fan.
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