Maggie Mae

37 - ATERRIZANDO

Londres. Febrero 23. 10:15 a.m. Sala VIP. Aeropuerto de Heathrow.

Todavía se oyen los gritos de las fans. En unos cuantos minutos, una conferencia de prensa hará que los Cuatro Genios pongan de nuevo los pies sobre la tierra.

-(“¡Creí que no terminaríamos de atravesar el océano!... Necesitaré olvidarla... No sé cómo lo lograré... Tampoco sé cuándo volveré a verla...”) – George observa la pequeña rosa roja, aprisionada por las páginas de un libro que nunca terminará de leer.

-¿Piensas en ella? – pregunta Ringo.

-¡¿En quién más?! – suspira Harrison.

-Sientes que te duele el alma, ¿verdad?

-¡Estoy destruido!

-Pero ella lo debe estar pasando peor...

-¡Se quedó tan sola! Quisiera no haberla dejado ir...

-Hiciste lo correcto. Pero, volveremos a verla. Hemos tenido éxito en América, ¡no tardarán en llamar para pedirnos una gira más prolongada! ¡Ten fe!

Nueva York. Esa misma noche.

-¡Ten fe, Rita! ¡Volverás a verlo!

-¡Dios te oiga!

-¿Qué le dirás a tu madre?

-Absolutamente nada. ¡Que piense lo que tenga ganas!

-No será nada agradable, lo presiento...

-¡Ya somos dos! – Rita se interrumpe al oír pasos en la escalera.

-¡Rita, tienes una llamada telefónica! – exclama Lucille.

-¡Ya voy! – baja unos peldaños - ¿Quién es?

-La hermana Alexia...

-¡Gracias! Esperaba su llamado de un momento a otro... (“Nos conocemos demasiado bien... seguro antes habló con mi mamá... y con la Superiora... quien todavía me conoce más... sólo que este es un detalle, que mi madre ignora... iré a atenderla”) – la joven toma el tubo - ¿Hola?

-¡Rita, gracias a Dios que te encuentro! ¿Cómo estás?

-Dentro de lo que se puede, bien...

-¡Me alegro! Estaba preocupada por ti...

-¿Qué sucede?

-Tu madre vino a verme ayer. Era muy tarde.

-Creo que sé para qué...

-Lo imaginé.

-Tendremos que resolver eso.

-Justamente, es por eso por lo que he estado tratando de ubicarte durante todo el día. He planteado tu situación con la superiora del convento.

-¿Qué dijo?

-Se asombró... Pidió ver tu legajo completo... Sabes que allí están los antecedentes de tu madre... tu caso de violencia familiar... y el abuso sexual, por parte de tu anterior padrastro...

-Lo recuerdo...

-Surgió una remota posibilidad para conformar a tu madre y al mismo tiempo, resguardarte a ti...

-La escucho.

-Figurarás como interna. Incluso, estudiarás en las aulas de las pupilas... Pero saldrás las veces que lo precises. Bajo nuestra responsabilidad, sólo que, algún adulto de tu familia tiene que estar al corriente de la situación...

-Creo que puedo arreglar eso.

-¡Fantástico!

-¡Gracias, Sor Alexia!

-¡Es un placer ayudarte, hija! Una cosa más y no es mejor que lo anterior... pequeña, tu madre... llegó ebria al convento...

-¡Dios mío!

-Será mejor que no la veas por un tiempo...

-Tiene que avisarle a mi tío Al, para que se ocupe de ella. El sabe lo que tiene que hacer.

-De acuerdo. Te veré mañana.

-¡Adiós! (“Debí notarlo antes... pero obviamente, nuestros horarios, raramente coinciden y casi siempre estuvo sobria mientras trabajaba... a menos que mi ausencia haya sido el desencadenante...”) – Rita corta la comunicación.

-¿Todo está bien, Rita? – pregunta Laura, desde el parapeto de la escalera - ¿Para qué te llamó la monja?

-Las cosas no pueden empeorar... Como lo esperaba, mi madre me volvió a colocar pupila... Y también ha estado bebiendo.

-¡Oh, no!

-Al principio, pensé lo mismo. Pero mamá confía ciegamente... ¡en Sor Alexia!

-¡Y nosotras también!

-Sólo resta esperar a que tío Al salga libre por falta de pruebas.

-¿Para qué?

-Además de hacerse cargo del problema de mi madre con el alcohol, él... tiene que estar enterado de mi real situación... ¡Seré una interna muy particular!... ¡Podré salir y ver a los Beatles!

-¡Genial!

-Tan genial como ellos...

-Ya lo creo... Bien... es hora de dormir.

-¡Hmjmm! ¡Hhhh! ¡Estoy agotada! – bosteza Rita, subiendo nuevamente al cuarto de Laura.

Londres. Febrero 24. 9:30 a.m.

Paul silba una melodía casi en forma obsesiva. La depresión de George está haciéndose notoria. Sus amigos lo miran impotentes, conmovidos.

-¡Ya, Paul! ¡Cállate, me estás volviendo loco! – John le arroja un periódico en la cabeza.

-¡Hey! ¡No es para tanto!

-¡Hhhh! ¡Estoy inquieto!

-¡Y yo!

-¿En qué piensas?

-Quisiera hacer algo por George... ¡Pero, ¿qué?!

-¡Estoy igual!

-¡Voy a componer! ¿Me sigues?

-¡Buena idea! Eso me despejará...

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