Maggie Mae
14 - ELLA TIENE UN “BOLETO PARA PASEAR”...
Febrero 12. 06:30 a.m.
La tormenta de nieve no ha parado desde la noche anterior. El aire frío es tan intenso, que hasta duele al respirar. Sin embargo, las fans no se han movido de sus puestos de guardia, a la espera de que por lo menos uno de los muchachos se asome a las ventanas. La labor de los policías se ve continuamente desbordada por la cantidad de gente que bajo cualquier excusa, intenta entrar al hotel. En el desván de su casa, Rita trabaja a todo vapor.
-(”¡Menos mal que hice ese curso de verano de fotografía profesional!... Luz roja... bien... en un par de horas, tendré todo listo... así... bueno... ¡iré a cambiarme para ir a Washington con los muchachos!”) – salió del improvisado cuarto oscuro, y se encontró con su madre.
-¿Rita? ¿Qué hacías en el desván?
-Revelaba fotos.
-¡Oh!... ¿Te preparas para el show?
-¡Por supuesto!
-¡Primero, tus notas!
-Aquí están... ¡”A” en Historia!
-¡Excelente!
-¡¿Entonces?!
-Ven acá...
-Ya...
-Los muchachos me entregaron este obsequio, para que lo estrenes esta noche...
-¡Oh, Dios! (“¡Llegaron al colmo de los colmos!”) – la niña temblando de emoción, abrió el paquete y se encontró con un pequeño cofre alargado, de terciopelo negro, con la frase “MEET THE BEATLES”, grabada en oro. Levantó la tapa para descubrir un maravilloso brazalete, también de oro, con las efigies de los chicos. Casi sin poder respirar, lo tomó para observarlo mejor, y comprobó que estaba grabado en el anverso –“Para MAGGIE MAE, de John, Paul, George y Ringo”... ¡Mamá!... ¿Te das cuenta de lo que esto significa?
-Cariño... ¡Claro que me doy cuenta!... Esos brazaletes sólo se los envían a grandes personajes del ambiente artístico. Cuando el señor Epstein me lo entregó, dijo que esa era la única forma que se les ocurrió de agradecerte lo que hiciste por George y Ringo.
-¡Será como un tesoro!
-¡Ya lo creo! Ahora date prisa, ¡que no tengan que esperarte!
-¡No lo repitas! – la niña desapareció en el tocador.
-¡Definitivamente, no! – exclamaba visiblemente furioso Brian Epstein, hablando por teléfono - ¡No arriesgaré las vidas de los muchachos en un vuelo con este clima! ¡Olvídelo!... Bien... se hará en tren entonces... – estaba en esa frase, cuando Rita abrió la puerta y entró corriendo a caer en los brazos de George, que la alzó sobre su cabeza.
-¡Rita! (“¡No me perderé ese abrazo, por nada del mundo!”)
-¡Gracias! – exclamó ella, entre lágrimas, mostrando que traía puesto el brazalete.
-¡Fue un placer!... ¡Oye, no llores! (“¡Ya te lo he dicho antes! ¡Las lágrimas no te quedan nada bien!”)
-¡No puedo evitarlo! – la niña temblaba emocionada entre los brazos de Harrison, que estaba a punto de perder la razón.
-(“¡Pequeña!... ¡Si no fueras una niña de apenas catorce años!... ¡Serías el amor de mi vida!... ¡Eres tan dulce!... ¡Cualquier día de estos me voy empalagar!... ¡Hmm!... ¡Tu cuerpo parece de seda!... ¡Y ese perfume tan tuyo!... ¡Hhhhhh!... ¡me volveré loco, si alguien no me detiene!”) – Harrison la abrazaba y jugaba con sus largos cabellos platinados - ¿Todo listo?
-No todo... Quería consultarles algo...
-Bien, vamos con los demás, entonces.
-De acuerdo. – pasaron a la habitación contigua.
-¿Qué hay, Maggie? – preguntó John, yendo a tomarla de la cintura.
-Tengo que... pedirles un favor... pueden no hacerlo si les molesta, pero creo que me van a entender una vez que les cuente de qué se trata...
-Escuchamos...
-En Washington, planeo encontrarme con mi amiga Laura Carter. Ya nos habíamos puesto de acuerdo para ir al concierto juntas, desde hace semanas, ¡sólo que no imaginábamos que esto sucediera!
-¿Quieres traerla con nosotros?
-No exactamente... Ella sabe que estoy con ustedes... El verdadero problema son mis otras compañeras de colegio... no nos llevamos del todo bien... se trata de muy malas personas, se dedican a molestarnos en forma continua... temo que sean capaces de robarle los boletos, o alguna cosa parecida.
-Lo que nos estás pidiendo, - respondió Brian – es que nos aseguremos de que tu amiga no se pierda el show...
-¡Exacto!
-Bien, ¡creo que no habrá problema! Sólo localízala, y yo mismo te acompañaré a buscarla. – concluyó Epstein.
-¡Grandioso! – tomó el teléfono – La llamaré ya mismo, antes de que salga hacia el aeropuerto... – marcó el número - ¿Laura?
-¡Rita! ¡Qué bueno que llamaste! ¡Creí que lo habías olvidado!
-¡Nada de eso!... ¿Te preocupa algo?
-Sí, ¡ellas!
-¡Cielos!
-Estarán en Washington...
-¡Oh, ratas!
-¡Lo mismo digo! Parece que conocen un recetario completo sobre la mejor forma de convertir en basura todo lo que tocan, ¡no las soporto!
-Pero no te pongas nerviosa... Tengo algo para contarte...
-Te escucho...
-¡Encontré la forma de no perdernos el concierto, con o sin ellas!
-¡Fantástico! ¡No veo la hora de llegar! ¡En un rato parto con mi hermana hacia el aeropuerto!
-¿Te quedarás en casa de tus tíos?
-Supongo que sí. Pero sólo por este día, prometí que regresaría en el último vuelo esta misma noche.
-Bien, antes del show, te llamaré allí, así que monta guardia junto al teléfono, ¿O.K.?
-De acuerdo.
-Te veré luego.
-¡O.K.!
-¡Adiós! – colgó.
-¿Estás lista? – preguntó John, tomándola de la cintura y haciéndole cosquillas.
-¡Claro!
-Bien, ¡ya nos vamos! – sin más, partieron hacia la estación de trenes.
Unas cuantas horas los separaban de la capital estadounidense.
-Dicen las noticias, que hay gente apostada en las inmediaciones del estadio desde hace días. – comentó Rita, ubicándose en el coche y esquivando los ojos de George, que no se apartaban de los suyos.
-Eso oí. – confirmó Ringo.
-¿Todavía nieva? – preguntó John.
-No mucho... – dijo Paul asomándose a mirar por la ventanilla.
-Voy por un café, ¿alguien quiere algo? – preguntó Brian.
-Sí, yo. Iré con usted.
-De acuerdo, linda. – los dos fueron hacia el coche comedor. En cuanto se alejaron, los Cuatro de Liverpool juntaron cabezas.
-¿Alguna idea? – preguntó Paul.
-No logré ver si el rollo estaba entre sus pertenencias... ¡Hhh! – dijo George, mientras cerraba cuidadosamente el bolso de mano de la niña – parece que no lo trae con ella.
-Hummm... ¿Revisaron el baño?
-Yo no, ¿por qué? – preguntó John.
-Tiene una ventana muy pequeña, incluso para ella, ¡no podrás arrojarla por allí!
-¡¡¡Ringo!!! – exclamaron los tres.
-¡Oigan, sólo bromeaba!
-Yo iré, aguarden un momento. Regreso en un segundo... – Lennon se puso de pie y se dirigió al tocador – (“Vamos a ver... parece que sólo se traba desde fuera, como si tuviera algún desperfecto... ¡buen punto!... hmmm... el espejo... no es muy grande... se podría esconder en otro lugar... nada tan odioso para una mujer, ¡como un baño sin espejo!... Se me ocurre una idea...”) – regresó con los demás.
-¿Qué encontraste? – preguntó George.
-¡Venganza!
-¿Tienes un plan? – preguntó Paul.
-Sí... será sencillo, y sin dolor... debemos hacer que se duerma.
-Yo me ocupo. (“¡Será un verdadero placer acariciar esa piel sonrosada, ¡no lo dudo!!”)
-(“¡¿Cuándo no?! ¡Menos mal que no tienes una cama cerca!”) O. K... Ringo, tú y yo esconderemos el espejo del baño, y luego mientras Maggie duerme, le enredaremos el pelo...
-Y cuando quiera arreglarse...
-¡Cerramos la puerta por fuera!
-¡Eso es! – exclamó George – No querrá que la vean así... como nosotros no queremos que el público vea esas fotos.
-Perfecto... Ahí vienen.
-¡Uff!... ¡Qué cansancio!... ¡El comedor está repleto! – suspiró Rita – No hemos podido tomar nada... ¡Hhhh!...
-Te ves muy agotada, linda... – dijo John, acariciándole el rostro.
-Has estudiado mucho... ¿por qué no duermes un rato? Nosotros te despertaremos, si quieres... – continuó Paul.
-¡Hmmm! Suena bien... (“¡Sólo si mi cama es tu regazo, George!”) ¡Se me caen los ojos!... Después de la tensión del examen, ahora todos mis músculos, se relajaron... ¡Hhhhhh!
-Ven acá... (“¡Es hora de que me envidien!”) – George la sentó sobre sus piernas y ella se acomodó en su pecho.
-(“¡Olvidé escribir mi testamento!”) ¡Hmmm!... ¡Hhhh!... Traten de no hacer mucho ruido, ¿sí?
-Descuida. (“Velaré tu sueño, princesita, lo prometo... Duerme... Duerme bien... No tengo la menor intención de quitarte los ojos de encima...”) – George la cubrió con su manta. Rita temblaba nuevamente, pero no de frío.Atentos, los cuatro esperaron a que la niña se durmiera.
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