Maggie Mae

27 - EL AMOR MÁS GRANDE

5:15 p.m.

John ha dormido en su cuarto desde mediodía. Vestido. No le ha sentado nada bien la última discusión conyugal. Hace calor. Es una tarde perfecta para asolearse junto a la piscina. Por la ventana de su dormitorio, puede ver que el resto de sus compañeros nada en la alberca. Rita no ha bajado. Tampoco Al. Para ellos es demasiado temprano. El ambiente está mucho más apacible que varias horas atrás. Se levanta. Odia lo que ve en el espejo. Va por su traje de baño y sale. En el ascensor, se encuentra con Rita. Ella intenta no mirarlo. Pero él se le acerca.

-Lo siento... – murmura ella, bajando la cabeza.

-No fue tu culpa, linda... En realidad... tienes razón cuando dices que no debí casarme...

-¿Tan fuerte fue la discusión?

-¡Otra escena de celos!

-¡Oh, no!

-¡Tranquila! No eres responsable de su carácter inseguro...

-Eso es cierto. Además, ¡eres un artista! Ella debería asumir ese pequeño detalle, ¿no crees?

-¡Claro que sí! Oye, ¡ya no uses esa regla de madera! ¡Si lo haces, te comeré a besos delante de todo el mundo, exponiéndome a que George, me envíe al hospital, sin un solo hueso sano!

-¡Está bien! ¡Me quedó claro! ¡No lo volveré a hacer, lo prometo! (“¡Entonces es definitivamente cierto!... ¡Gracias por el dato!”)

-Te creo... – los dos bajan y se van a la piscina. John ignora por completo en dónde se encuentra su mujer y parece no importarle en lo más mínimo.

-¡John, no deberías beber y tomar sol!... – comenta Paul, al ver que Lennon, tiene en la mano un vaso de whisky.

-Estaré bien...

-¡Eso espero! – siguen charlando.

Mientras tanto, Rita camina cerca del borde de la alberca, pensativa.

-(“¡Santo Cielo!... me siento culpable a pesar de que no tengo nada que ver con sus problemas personales... no se hablan desde que nos dejaron en la sala de juegos... ella estaba tan ocupada vigilando mis movimientos, que ni siquiera se dio cuenta de que su hijo se había dormido... tampoco reparó en que George no me sacaba los ojos de encima... compite conmigo, como si tuviéramos la misma edad... inmadura... es la palabra más adecuada para definir su conducta... lo peor es que hay un hijo de por medio... Eso es lo más horrible del caso... ¡Hhhh!... Bueno, creo que me sentaré a beber un refresco... Allí viene George...”) – camina lentamente para que Harrison la alcance, es uno de esos momentos en que lo que más desea es uno de sus abrazos

-Creí que no vendrías...

-Tuve que esperar a que bajara un poco el sol.

-¿Un refresco?

-¡Claro! – se sentaron a la sombra. De pronto, Rita vio algo que le congeló la sangre. John no estaba en ninguna parte. Para su desesperación, flotaba boca abajo en la piscina - ¡Rayos! – quitándose la bata de un tirón, saltó al agua. Casi en forma inmediata, Alexander la siguió. Entre los dos, lo rescataron.

-¡No hay pulso! – exclamó él.

-¡¡R. C. P.!! – rápidamente iniciaron la maniobra de respiración artificial. Rita insuflaba el aire, y Alexander ejecutaba las compresiones del masaje cardíaco. La gente comenzó a aglomerarse a su alrededor.

-¡¡Vamos, John, regresa!!

-¡¡Compresión!!... ¡¡1, 2, 3, 4, 5!!... ¡¡Está volviendo!!

-¡¡Lo tenemos!! – Rita, aliviada, le tomó el pulso.

-¡¿Signos vitales?!

-Aparentemente, normales... John... John... Si ya puedes escucharme, estrecha mi mano... – Lennon obedeció lentamente - ¡Es nuestro! – John tosía intentando respirar con normalidad - ¡Tranquilo!... Te pondrás bien... respira hondo...

-¡Hh-hhh!... ¡Maggie!...

-No trates de hablar... sólo respira hondo unas cuantas veces... ¡eso es!... estarás bien...

-¡Todo... me da vueltas!

-Despacio... quédate sentado... No debiste beber y luego nadar...

-Sólo fue una copa...

-¿Comiste algo?

-Nada... desde la mañana...

-Alcohol, ¡con el estómago vacío!... ¡Sin comentarios!

-¡Hmmm! ¡Mi cabeza!

-Date por contento, ¡aún la tienes!

-¡Agh!... ¡No le veo la gracia!

-Lo sé... Ahora... debes descansar... bien abrigado... hasta que te vea un doctor, ¿O. K.? – indicó Al - ¡Y nada de locuras!... ¡Rita!... ¡Acompáñalo a su cuarto!

-En seguida... Despacio, John... George, ¿quieres ayudarme, por favor?

-¡Por supuesto!

-¡Bien! – lentamente, los tres volvieron a subir. John se durmió de mala gana. Cynthia, ajena a todo, pasó el resto del día leyendo novelas románticas, en el cuarto de su hijo.

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