Libro 2 - Al Pie del Tabernáculo
8 - LA VERDAD NO TIENE REMEDIO
En el avión, Clarisa se cercioró de llevar a mano la Teca.
-(“¡Menos mal!... Estaré protegida ante cualquier ataque de Pam... Es probable que me siga a Barcelona... Todavía me cuesta aceptarlo... No entiendo como pudo sucederle esto... ¡Si hubiera algún modo de ayudarla!...”) - su teléfono celular comenzó a sonar- (“¿Quién será?”) ¿Hola?
-¿Clarisa?
-¡Ricardo, ¿cómo estás?! (“¡¿Quién le dio el número de mi móvil?! No recuerdo que estuviera en mi tarjeta...”)
-Bien. Descansando la vista... ¡y recreándome los oídos!
-¿Debo darme por aludida?
-¡Absolutamente!
-¡Gracias! (“¡Qué galán!”)
-No tienes por qué.
-¿Querías decirme algo?
-Te extraño...
-¿Solamente eso?
-Quiero saber cuándo podré verte otra vez.
-El martes, estaré de regreso y el jueves, pasaré el día en Santa Clara de Asís, preparando una recepción para el viernes por la noche, supongo que la secretaria le habrá enviado a tu madre la invitación...
-No me ha dicho nada al respecto.
-Quizás quiere que tu padre la acompañe.
-Probablemente.
-¿Has hablado con Javier?
-Ahora que lo mencionas, ha estado muy irritable conmigo, esta mañana. Me ha culpado por la nota que salió en «¡Hola!». No piensa permitir que esto suceda otra vez.
-¡Te dije que se pondría celoso! (“¡Latoso!”)
-No sé por qué, pero creo que corre detrás de tu fortuna.
-¿Te parece?
-Eres una candidata muy jugosa, Clarisa. Cualquier hombre con ansias de subir en la escala social te elegiría.
-Creo que resulta obvio. (“¡Es bohemio, no estúpido!”)
-Cuídate. Si es lo que yo pienso, en cuanto sepa que estás sola en casa, no dudará en aprovecharse de ti.
-Tendré que hacer algo al respecto.
-¿Aceptarías una propuesta agradable?
-Por supuesto.
-El sábado en la noche, reinauguran una discoteca frente al mar, en la bahía de Palma.
-¡Estupendo!
-Seguramente irás con «Él».
-No me queda otra alternativa, para esa época llevaré una semana sin verlo.
-Comprendo... ¡tendré que compartirte!
-¡Exagerado!
-Al menos, es lo que yo siento. Sería hipócrita si no lo admitiera.
-Bueno, allá tú. (“¡Dios!”)
-Volveré a llamarte, no apagues el celular, por favor.
-No lo haré, no te preocupes.
-¡Que termines bien el viaje!
-¡Gracias!
-Adiós.
-Adiós. (“¡Válgame Dios!... Parece que no tiene pelos en la lengua... Estar lejos de ambos, me ayudará a aclarar mis ideas... Bien... No revisé la lista de lo voy a tener que llevarme de Barcelona... vamos a ver... Retirar los documentos de mi padre... las joyas de mi madre... el coche... voy a comprar algún cuadro bonito... un adorno para la sala... un armario para la Sacristía de la Capilla del orfanato... cristalería nueva... para la casa de la playa... Necesito completar mi biblioteca...”) - el avión aterrizó sin problemas. Clarisa, asediada por la prensa, recogió sus maletas y subió a su Ferrari Testarrossa. Velozmente, llegó hasta el edificio de departamentos en el que vivía Melissa. Dejó el auto en la cochera y subió al departamento, por la escalera de servicio, para no ser vista por los papparazzi. Nuevamente, abrió el celular.
-¿Melissa?
-Te escucho.
-Estoy en la mitad de la escalera de servicio.
-Voy por ti, no te muevas de allí.
-Perfecto. - la joven se sentó sobre los escalones, a esperar - (“¡Hhh!... ¡Qué manera de correr!... Al menos creo que logré despistarlos... nadie debe saber que estoy hospedándome en casa de Melissa, el escándalo sería demasiado grande... Pediré una reservación en el restaurante del Hotel Príncipe de Gerona; con los fotógrafos cerca, será el camuflaje perfecto... Aquí llega Melissa.”)
-¡Clarisa! ¿Cómo estás?
-Bien.
-Eres asombrosamente puntual... - comentó su amiga, mirando el reloj.
-No lo creas... Hasta antes de subir al coche, llegaba tarde. Conduje a más de 200 k/h., pasándome semáforos en rojo, esquivando periodistas, etc., etc., etc.
-¡¿Tú?! ¿Con esa carita de ángel? ¡No lo creo!
-Pues hazlo. Son esas cosas las que hacen que mi puntualidad sea toda una obsesión. (“Javier es exactamente lo opuesto, ahora que lo recuerdo”)
-¡Ya veo! Sube. - las dos arribaron al departamento. Clarisa se instaló en el cuarto de huéspedes.
-¡Ay! ¡Por fin puedo sentarme a descansar!
-¿Tomamos un té?
-Claro.
-Ven a la cocina.
-Te sigo.
-¿Has leído las últimas noticias?
-No he tenido mucho tiempo, pero me imagino lo que dicen.
-Y eso es sólo el principio... Algo hay que reconocer, las fotos están bien hechas. ¡Te ves encantadora junto a mi hermano!
-¿Hablaste con él? (“¡No adelantes las cosas, por favor!”)
-No.
-¡Hhh! ¡Menos mal!
-¿Por qué lo preguntas?
-Porque tengo un novio muy celoso...
-Al cual no amas, y desconfías de él.
-(“¡Acaso soy transparente!”) No tanto, pero tu apreciación se aproxima bastante a la realidad.
-¿Qué sientes por él?
-No sabría explicarlo... En un principio, me resultó original, simpático... Fuera de lo común.
-Y, ¿luego?
-Su falta de paciencia, comenzó a acabar con mi tranquilidad.
-¿A qué te refieres con eso de «falta de paciencia»?
-Entre nosotras, concretamente a cuatro letras: S - E - X - O.
-¡Ah, comprendo! ¿Eres virgen?
-Al menos desde que nací...
-¿Por qué no has tenido relaciones con él?
-En primer lugar, porque no me gusta que me presionen, segundo, porque no soy una cualquiera, tercero, tengo una imagen que debo cuidar, y un apellido que no debe ser mancillado y cuarto, fui educada en colegios católicos, con todo lo que ello implica.
-¿Nunca quisiste ser monja?
-No. De todos modos, mis padres no lo habrían permitido. Soy su única hija... Hasta hace pocos meses, iban ya a buscarme un buen candidato y prometerme en matrimonio.
-¿Te dieron algún nombre?
-Todavía no, pero no tardarán en hacerlo.
-A ti, ¿quién te gustaría?
-Con sinceridad, te diré... ¡que tu hermano es un buen partido!
-Con eso, no respondes del todo a mi pregunta... ¿Bailaste con mi hermano, por que es un Sotomayor, o porque sientes algo por él?
-De momento, no pienso responderle a nadie esa pregunta. (“¡Yo y mi bocota!”)
-¿Ni siquiera a mí?
-Ni siquiera a ti.
-Pues, yo sí te diré algo... creo que lo flechaste... y si es como yo pienso, te perseguirá como águila, y no se detendrá hasta que le des una cita, sin importarle en absoluto lo que pueda llegar a decir tu noviecito.
-Eso ya lo sé.
-¿Se te declaró en el baile de Ana Paula?
-Estuvo a punto de hacerlo. Creo que la presencia de los medios fue lo que lo detuvo.
-¿Qué harás al respecto?
-La idea de dejar a Javi, hace varios días que ronda mi cabeza.
-Y, ¿qué esperas?
-No quisiera herirlo demasiado.
-¿Qué tal si provocas su huída?
-¿En qué forma?
-Me dijiste que es muy celoso... ¿Hasta qué punto?
-Pues, no le gusta que me maquille, ni que use pendientes grandes, si no estoy con él, nada de minifaldas, escotes pronunciados, pantalones ajustados, transparencias, ni trajes de baño bikini.
-Entonces, será sencillo. No tienes más que ponerte unos pendientes impresionantes y maquillarte, cuando salgas con él.
-Hmmmm... No sé...
-Conozco una joyería, que cuenta con piezas únicas. Sabiendo lo mucho que te agradan las alhajas...
-Olvídalo, ¡no funcionará!
-Hablo de piedras preciosas sudamericanas... oro azul... platino y otras insignificancias...
-Está bien, ¡me convenciste!
-En el mismo centro comercial, hay una tienda de cosméticos, y una excelente boutique... ¡mayoristas!
-De todos modos, yo tenía que hacer compras... - dijo Clarisa, poniéndose de pie.
-Ahora, tenemos que resolver la manera de salir sin que nos sorprenda la prensa...
–Yo había pensado en pedir una reservación en el Hotel Príncipe de Gerona...
-Hazlo.
-Almorzaré allí, ¿quieres acompañarme? La idea es que los reporteros gráficos crean que es allí donde me hospedo. Por otro lado, la reunión con los empresarios será esta noche, en el mismo lugar. Alquilaré un coche con cristales espejados para que no nos identifiquen.
-De acuerdo.
-Saldremos en media hora.
-No hay problema.
-Bien. Haré los pedidos por el ordenador. - concluyó Clarisa, abriendo su notebook.
-O.K. Me daré una ducha, y nos marcharemos.
-Está bien.
La prensa, ni bien se hubo enterado de que Clarisa tenía una reservación en el Hotel Príncipe de Gerona, acudió al lugar en forma masiva. Las dos muchachas tenían el camino libre de fotógrafos.
-¡Que bueno que se te ocurrió avisar a los medios! De otro modo, no habríamos podido comprar nada con tranquilidad. - suspiró Melissa, bajando del coche - ¿Qué es lo primero que debes ir a buscar?
-Déjame ver... Supervisaré la restauración de las joyas de mi madre. Están en un taller de orfebrería y cosas por el estilo, quiere tenerlas impecables para el cumpleaños de mi padre. Piensa lucir mejor que una reina.
-¡Estoy segura de que lo logrará!
-Siempre consigue todo lo que quiere. - las dos ingresaron en la joyería. Allí, el propietario se dirigió a la bóveda de seguridad, seguido por Clarisa y dos vigilantes fuertemente armados.
-La colección de alhajas está lista, señorita Suárez, ¿quiere comprobarlo usted misma?
-¿Por qué no? - la joven presenció la apertura de la caja fuerte, y sus ojos se deleitaron ante el tesoro familiar: la colección de joyas, más grande del mundo. 1000 tiaras, 2000 pares de pendientes, 3000 Collares, 4000 gargantillas, 5000 brazaletes, 6000 pulseras, 7000 anillos, 8000 broches, 9000 tobilleras, 10000 cadenas, y 20000 dijes.
-¡Es como para quedarse ciega! - suspiró Melissa, admirando lo que parecía, sin lugar a dudas, la cueva de los Cuarenta Ladrones, por detrás de un cristal blindado.
-¡¿No es algo increíble?! - exclamó Clarisa.
-¡Ni que lo digas! Aquí debe haber billones de dólares... ¿Todo será tuyo?
-¡Todo!
-¡Me dejas sin aliento!
-Lo imagino. Pasa, ven a ver esto de cerca.
-Gracias. Debe ser la Octava Maravilla del Mundo.
-Podría...
-¿Qué le falta?
-Según mi madre, las joyas de la Corona Británica... o las de la Familia Sotomayor...
-Ella quiere que te cases con Richie...
-Es su mayor ambición... una colección más grande que esta es la que guardo con ayuda y bajo la influencia de mi madre...
-¿Fotos de mi hermano?
-Fotos, recortes, cintas, videos, etc., etc., etc.
-¡Vaya! Y tú, ¿qué opinas?
-Yo quisiera tomar mis propias decisiones, libremente. - respondió Clarisa, subiendo al coche.
-Pero, realmente, ¿qué te sucede con él?
-Siempre me ha gustado... independientemente de lo que dijeran mis padres, me atraía en forma irresistible.
-¿Cómo te cayó lo de Mariana?
-Pésimo. Fue un baldazo de agua fría. Pero lo peor ha sido enterarme de que ella nunca lo quiso.
-¿Quién te lo dijo?
-Lo vi con mis propios ojos.
-¡Ya me lo estás contando!
-Fue durante las últimas vacaciones que pasé, en Suiza. Ella misma estaba hospedándose en un hotel, contiguo a la mansión de mi primo. Consecuentemente, me crucé con Mariana muchas veces. Ignorando con quien hablaba, me llegó a decir que ya estaba harta de él, harta de que hablara todo el tiempo de matrimonio, y de que no quisiera tener sexo hasta que ambos estuviesen casados. Entre otras cosas, porque estaba acostumbrada a llevar una vida muy distinta a la que él le proponía. Eso, además de haberla visto salir con varios hombres a la vez.
-¿A qué te refieres?
-A fiestas negras...
-¡Dios mío! ¡De la que se salvó!
-¡Lo mismo digo!
-¿Cómo sabes lo de las orgías?
-Las organizaba mi propio primo... ¡Casi lo mato a golpes! Una mañana, me llama por teléfono y me pregunta: «¿A que no sabes, quién pasó la noche en la cabaña, y borracha como una cubata, le chupó la polla a un equipo de fútbol completo? ¡Mariana Roch!»
-¡Qué espanto!
-Se regaló como una cualquiera. Hasta mi primo aprovechó la situación y se acostó con ella un par de veces. Dice que es una experta en sadomasoquismo y bestialismo.
-No es una mujer, ¡es un demonio!
-¡Tú lo has dicho!
-Realmente, todavía no salgo de mi asombro... Parecía tan distinguida... Tan de su casa...
-Las apariencias engañan, Mel. En todo sentido...
-¿Qué quieres decir?
-Que yo tampoco soy lo que aparento. Te contaré algo: detrás de todo este lujo, y esta inmensa fortuna en joyas, ropa, coches, barcos, petróleo y ordenadores, hay una Clarisa que nadie conoce: la que derrocha millones en juguetes, ropa, medicinas, tratamientos médicos, todo tipo de material ortopédico, y alimentos, para quinientos niños huérfanos, la Clarisa que visita enfermos y discapacitados, todo en el más absoluto anonimato.
-¡Qué maravilla!
-Ni siquiera mis padres lo saben.
-¿Por qué?
-Nunca me preguntan nada... Es tan titánica la cantidad de dinero que ingresa en las arcas familiares mensualmente, que lo que yo gasto equivale a un atado de cigarrillos, en una familia de clase media.
-¡Impresionante!
-Por eso compran ropa y joyas, como si fueran golosinas.
-Eso veo... Hemos llegado. Allí está la tienda de ropa.
-Ajá... Bien... Vamos a ver qué me llevo. - las dos, abandonaron el vehículo e iniciaron la colosal compra: 100 trajes de baño bikini. Otro tanto en conjuntos de ropa interior y lencería, 200 camisas, 400 minifaldas, 800 trajes, 1600 abrigos, 2000 pares de zapatos, 2200 pantalones, 2400 cinturones, 2800 carteras, 3600 relojes de oro, 4000 sombreros, 4200 vestidos de cóctel y, en la agencia de automotores contigua, un costoso automóvil Lamborghini.
-¡He superado mi propio récord!
-¡¿Qué dirán tus padres cuando lo sepan?!
-Nada.
-¡¿Nada?! ¡Acabas de dilapidar una fortuna!
-Lo sé.
-¿Qué sigue?
-Mamá me pidió unos cuadros para la sala grande, y algunas esculturas para adornar la biblioteca, sólo tengo que recurrir al ordenador... ¿Almorzamos?
-¡Por supuesto!
-Bien, ¡me muero de hambre! - dos horas más tarde, Clarisa se despidió de Melissa, sólo momentáneamente, para reunirse con los empresarios de la multinacional.
La reunión duró cerca de seis horas, al término de las cuales, la joven comenzó a sentirse incómoda y vigilada.
-(“¡Hhh!... ¡Otra vez!... Sólo pueden significar una cosa: ¡Vampiros!... Me han seguido hasta aquí... creo que están decididos a eliminarme... Quizás Pam esté con ellos... estaré alerta ante cualquier movimiento extraño.”) - pensó en el toillette, mientras se retocaba el maquillaje. Al instante, sonó su teléfono celular.
-¿Hola?
-¿Hablo con la mujer más bella de la galaxia y aledaños?
–(“¡Jesucristo!”) ¡Ricardo, deja de decir locuras!
-¡No puedo!
-¿Por qué?
-¡Porque me vuelves loco, hasta por teléfono!
-¡Ya Ricardo, por favor! (“¡No valgo semejante lisonja!”)
-No sé de qué te quejas, estando a kilómetros de distancia de Javier.
-Bueno, eso es cierto.
-¡Te amo!
-(“¡Yo también!”) ¡Dije que basta de locuras!
-Sabes que no puedo evitarlo, ¡el sólo hecho de pensar en ti, me hace volar!
-Ricardo...
-Sé que no vas a creerlo, pero no he dejado de hacerlo, desde que nos despedimos esta madrugada. Es probable que esta misma noche sueñe contigo.
-(“¡Ya somos dos!”) Ricardo, por favor, no sigas con todo esto...
-Tu tono de voz no me convence en lo más mínimo.
-¡Voy a cortar, si sigues diciendo locuras! (“¡me siento morir!”)
-Me romperás el corazón si lo haces...
-Entonces háblame como una persona normal, y en su sano juicio, ¿Sí? (“¡O yo, perderé el mío!”)
-Lo intentaré...
-Eso espero. (“¡Hhh!”)
-¿Qué tal la reunión?
-Terriblemente agotadora. (“¡No paré de hablar en 50 minutos!”)
-¿Irás a la playa?
-Creo que sí. (“A menos que Pam me arruine los planes...”)
-Entonces, pensaré en ti cuando salga a navegar...
-¡Otra vez con lo mismo! (“¡Me van a arder las orejas!”)
-No puedes decir, que no lo intenté.
-Hay que admitirlo, te moderaste. (“¡Puf!”)
-Te echo de menos terriblemente, ¡no sé cómo haré para esperarte hasta el sábado, necesito verte, ¡me has creado hábito!!
-Eso parece, nadie me trató así antes... (“¡¿Mencioné que estoy a punto de morir?!”)
-Clarisa, ¡no puedes seguir esquivándome! Siento que fui hecho para ti. Pequeña, tienes que olvidarte de Javier, no tiene intenciones de hacerte feliz.
-No sé qué pensar, respecto a ese tema.
-No le tengas miedo a un cambio de Planes.
-No se trata de eso.
-Sí, ya sé, no quieres lastimarlo... Él es de piedra... ¡Pero yo, no!... ¡Te necesito!... ¡No veo la hora de volver a tenerte en mis brazos!
-Ricardo, te lo ruego, ¡ya no sigas! (“¡Voy a la UVI!”)
-Tu voz se oye muy temblorosa... Es un buen síntoma... ¡regresa pronto a Palma, por favor, no quisiera tener que acostumbrarme a vivir sin ti!
-Sabes que mañana mismo estaré de regreso. (“¡Yo también te extraño!”)
-¡¿Tendré que soportar semejante tortura?!
-¡Eres de lo que no hay! Escucha, ya tengo que irme, la puerta del hotel está atestada de reporteros gráficos y no estoy de humor para más dolores de cabeza, al menos por hoy.
-Está bien. Te veré mañana, ven al Club Náutico, por favor.
-Será lo primero que haga, cuando llegue a casa. (“¡Tú ganas!”)
-¿Al amanecer?
-¡Al amanecer!
-¡Gracias! ¡No te arrepentirás, preciosa! ¡Hasta mañana, ¡cuídate!
-Lo haré.
-¡Adiós, amor mío!
-Adiós. (“¡Se volvió loco!... ¡¡Rematadamente loco!!... ¡¡¡LOCO!!!... ¡¡¡¡Total y absolutamente chiflado!!!!... ¡¡¡¡Y lo peor es que yo comparto exactamente, ¡la misma situación!!!!!... No sé qué hacer... También quisiera estar con él todo el tiempo... Pero hay cosas que son prioritarias y no debo descuidarlas, ni por un instante... Bien, parece que ya tengo el camino libre... Bajaré a la cochera y regresaré al departamento de Melissa... Hmm... se ve que la noche está tranquila... Espero poder dormir como una persona normal... Estoy muy cansada, me duele la cabeza y me arden los ojos en forma espantosa... Pero debo conducir...”) - suspiró, ya en su vehículo.
En el avión, Clarisa se cercioró de llevar a mano la Teca.
-(“¡Menos mal!... Estaré protegida ante cualquier ataque de Pam... Es probable que me siga a Barcelona... Todavía me cuesta aceptarlo... No entiendo como pudo sucederle esto... ¡Si hubiera algún modo de ayudarla!...”) - su teléfono celular comenzó a sonar- (“¿Quién será?”) ¿Hola?
-¿Clarisa?
-¡Ricardo, ¿cómo estás?! (“¡¿Quién le dio el número de mi móvil?! No recuerdo que estuviera en mi tarjeta...”)
-Bien. Descansando la vista... ¡y recreándome los oídos!
-¿Debo darme por aludida?
-¡Absolutamente!
-¡Gracias! (“¡Qué galán!”)
-No tienes por qué.
-¿Querías decirme algo?
-Te extraño...
-¿Solamente eso?
-Quiero saber cuándo podré verte otra vez.
-El martes, estaré de regreso y el jueves, pasaré el día en Santa Clara de Asís, preparando una recepción para el viernes por la noche, supongo que la secretaria le habrá enviado a tu madre la invitación...
-No me ha dicho nada al respecto.
-Quizás quiere que tu padre la acompañe.
-Probablemente.
-¿Has hablado con Javier?
-Ahora que lo mencionas, ha estado muy irritable conmigo, esta mañana. Me ha culpado por la nota que salió en «¡Hola!». No piensa permitir que esto suceda otra vez.
-¡Te dije que se pondría celoso! (“¡Latoso!”)
-No sé por qué, pero creo que corre detrás de tu fortuna.
-¿Te parece?
-Eres una candidata muy jugosa, Clarisa. Cualquier hombre con ansias de subir en la escala social te elegiría.
-Creo que resulta obvio. (“¡Es bohemio, no estúpido!”)
-Cuídate. Si es lo que yo pienso, en cuanto sepa que estás sola en casa, no dudará en aprovecharse de ti.
-Tendré que hacer algo al respecto.
-¿Aceptarías una propuesta agradable?
-Por supuesto.
-El sábado en la noche, reinauguran una discoteca frente al mar, en la bahía de Palma.
-¡Estupendo!
-Seguramente irás con «Él».
-No me queda otra alternativa, para esa época llevaré una semana sin verlo.
-Comprendo... ¡tendré que compartirte!
-¡Exagerado!
-Al menos, es lo que yo siento. Sería hipócrita si no lo admitiera.
-Bueno, allá tú. (“¡Dios!”)
-Volveré a llamarte, no apagues el celular, por favor.
-No lo haré, no te preocupes.
-¡Que termines bien el viaje!
-¡Gracias!
-Adiós.
-Adiós. (“¡Válgame Dios!... Parece que no tiene pelos en la lengua... Estar lejos de ambos, me ayudará a aclarar mis ideas... Bien... No revisé la lista de lo voy a tener que llevarme de Barcelona... vamos a ver... Retirar los documentos de mi padre... las joyas de mi madre... el coche... voy a comprar algún cuadro bonito... un adorno para la sala... un armario para la Sacristía de la Capilla del orfanato... cristalería nueva... para la casa de la playa... Necesito completar mi biblioteca...”) - el avión aterrizó sin problemas. Clarisa, asediada por la prensa, recogió sus maletas y subió a su Ferrari Testarrossa. Velozmente, llegó hasta el edificio de departamentos en el que vivía Melissa. Dejó el auto en la cochera y subió al departamento, por la escalera de servicio, para no ser vista por los papparazzi. Nuevamente, abrió el celular.
-¿Melissa?
-Te escucho.
-Estoy en la mitad de la escalera de servicio.
-Voy por ti, no te muevas de allí.
-Perfecto. - la joven se sentó sobre los escalones, a esperar - (“¡Hhh!... ¡Qué manera de correr!... Al menos creo que logré despistarlos... nadie debe saber que estoy hospedándome en casa de Melissa, el escándalo sería demasiado grande... Pediré una reservación en el restaurante del Hotel Príncipe de Gerona; con los fotógrafos cerca, será el camuflaje perfecto... Aquí llega Melissa.”)
-¡Clarisa! ¿Cómo estás?
-Bien.
-Eres asombrosamente puntual... - comentó su amiga, mirando el reloj.
-No lo creas... Hasta antes de subir al coche, llegaba tarde. Conduje a más de 200 k/h., pasándome semáforos en rojo, esquivando periodistas, etc., etc., etc.
-¡¿Tú?! ¿Con esa carita de ángel? ¡No lo creo!
-Pues hazlo. Son esas cosas las que hacen que mi puntualidad sea toda una obsesión. (“Javier es exactamente lo opuesto, ahora que lo recuerdo”)
-¡Ya veo! Sube. - las dos arribaron al departamento. Clarisa se instaló en el cuarto de huéspedes.
-¡Ay! ¡Por fin puedo sentarme a descansar!
-¿Tomamos un té?
-Claro.
-Ven a la cocina.
-Te sigo.
-¿Has leído las últimas noticias?
-No he tenido mucho tiempo, pero me imagino lo que dicen.
-Y eso es sólo el principio... Algo hay que reconocer, las fotos están bien hechas. ¡Te ves encantadora junto a mi hermano!
-¿Hablaste con él? (“¡No adelantes las cosas, por favor!”)
-No.
-¡Hhh! ¡Menos mal!
-¿Por qué lo preguntas?
-Porque tengo un novio muy celoso...
-Al cual no amas, y desconfías de él.
-(“¡Acaso soy transparente!”) No tanto, pero tu apreciación se aproxima bastante a la realidad.
-¿Qué sientes por él?
-No sabría explicarlo... En un principio, me resultó original, simpático... Fuera de lo común.
-Y, ¿luego?
-Su falta de paciencia, comenzó a acabar con mi tranquilidad.
-¿A qué te refieres con eso de «falta de paciencia»?
-Entre nosotras, concretamente a cuatro letras: S - E - X - O.
-¡Ah, comprendo! ¿Eres virgen?
-Al menos desde que nací...
-¿Por qué no has tenido relaciones con él?
-En primer lugar, porque no me gusta que me presionen, segundo, porque no soy una cualquiera, tercero, tengo una imagen que debo cuidar, y un apellido que no debe ser mancillado y cuarto, fui educada en colegios católicos, con todo lo que ello implica.
-¿Nunca quisiste ser monja?
-No. De todos modos, mis padres no lo habrían permitido. Soy su única hija... Hasta hace pocos meses, iban ya a buscarme un buen candidato y prometerme en matrimonio.
-¿Te dieron algún nombre?
-Todavía no, pero no tardarán en hacerlo.
-A ti, ¿quién te gustaría?
-Con sinceridad, te diré... ¡que tu hermano es un buen partido!
-Con eso, no respondes del todo a mi pregunta... ¿Bailaste con mi hermano, por que es un Sotomayor, o porque sientes algo por él?
-De momento, no pienso responderle a nadie esa pregunta. (“¡Yo y mi bocota!”)
-¿Ni siquiera a mí?
-Ni siquiera a ti.
-Pues, yo sí te diré algo... creo que lo flechaste... y si es como yo pienso, te perseguirá como águila, y no se detendrá hasta que le des una cita, sin importarle en absoluto lo que pueda llegar a decir tu noviecito.
-Eso ya lo sé.
-¿Se te declaró en el baile de Ana Paula?
-Estuvo a punto de hacerlo. Creo que la presencia de los medios fue lo que lo detuvo.
-¿Qué harás al respecto?
-La idea de dejar a Javi, hace varios días que ronda mi cabeza.
-Y, ¿qué esperas?
-No quisiera herirlo demasiado.
-¿Qué tal si provocas su huída?
-¿En qué forma?
-Me dijiste que es muy celoso... ¿Hasta qué punto?
-Pues, no le gusta que me maquille, ni que use pendientes grandes, si no estoy con él, nada de minifaldas, escotes pronunciados, pantalones ajustados, transparencias, ni trajes de baño bikini.
-Entonces, será sencillo. No tienes más que ponerte unos pendientes impresionantes y maquillarte, cuando salgas con él.
-Hmmmm... No sé...
-Conozco una joyería, que cuenta con piezas únicas. Sabiendo lo mucho que te agradan las alhajas...
-Olvídalo, ¡no funcionará!
-Hablo de piedras preciosas sudamericanas... oro azul... platino y otras insignificancias...
-Está bien, ¡me convenciste!
-En el mismo centro comercial, hay una tienda de cosméticos, y una excelente boutique... ¡mayoristas!
-De todos modos, yo tenía que hacer compras... - dijo Clarisa, poniéndose de pie.
-Ahora, tenemos que resolver la manera de salir sin que nos sorprenda la prensa...
–Yo había pensado en pedir una reservación en el Hotel Príncipe de Gerona...
-Hazlo.
-Almorzaré allí, ¿quieres acompañarme? La idea es que los reporteros gráficos crean que es allí donde me hospedo. Por otro lado, la reunión con los empresarios será esta noche, en el mismo lugar. Alquilaré un coche con cristales espejados para que no nos identifiquen.
-De acuerdo.
-Saldremos en media hora.
-No hay problema.
-Bien. Haré los pedidos por el ordenador. - concluyó Clarisa, abriendo su notebook.
-O.K. Me daré una ducha, y nos marcharemos.
-Está bien.
La prensa, ni bien se hubo enterado de que Clarisa tenía una reservación en el Hotel Príncipe de Gerona, acudió al lugar en forma masiva. Las dos muchachas tenían el camino libre de fotógrafos.
-¡Que bueno que se te ocurrió avisar a los medios! De otro modo, no habríamos podido comprar nada con tranquilidad. - suspiró Melissa, bajando del coche - ¿Qué es lo primero que debes ir a buscar?
-Déjame ver... Supervisaré la restauración de las joyas de mi madre. Están en un taller de orfebrería y cosas por el estilo, quiere tenerlas impecables para el cumpleaños de mi padre. Piensa lucir mejor que una reina.
-¡Estoy segura de que lo logrará!
-Siempre consigue todo lo que quiere. - las dos ingresaron en la joyería. Allí, el propietario se dirigió a la bóveda de seguridad, seguido por Clarisa y dos vigilantes fuertemente armados.
-La colección de alhajas está lista, señorita Suárez, ¿quiere comprobarlo usted misma?
-¿Por qué no? - la joven presenció la apertura de la caja fuerte, y sus ojos se deleitaron ante el tesoro familiar: la colección de joyas, más grande del mundo. 1000 tiaras, 2000 pares de pendientes, 3000 Collares, 4000 gargantillas, 5000 brazaletes, 6000 pulseras, 7000 anillos, 8000 broches, 9000 tobilleras, 10000 cadenas, y 20000 dijes.
-¡Es como para quedarse ciega! - suspiró Melissa, admirando lo que parecía, sin lugar a dudas, la cueva de los Cuarenta Ladrones, por detrás de un cristal blindado.
-¡¿No es algo increíble?! - exclamó Clarisa.
-¡Ni que lo digas! Aquí debe haber billones de dólares... ¿Todo será tuyo?
-¡Todo!
-¡Me dejas sin aliento!
-Lo imagino. Pasa, ven a ver esto de cerca.
-Gracias. Debe ser la Octava Maravilla del Mundo.
-Podría...
-¿Qué le falta?
-Según mi madre, las joyas de la Corona Británica... o las de la Familia Sotomayor...
-Ella quiere que te cases con Richie...
-Es su mayor ambición... una colección más grande que esta es la que guardo con ayuda y bajo la influencia de mi madre...
-¿Fotos de mi hermano?
-Fotos, recortes, cintas, videos, etc., etc., etc.
-¡Vaya! Y tú, ¿qué opinas?
-Yo quisiera tomar mis propias decisiones, libremente. - respondió Clarisa, subiendo al coche.
-Pero, realmente, ¿qué te sucede con él?
-Siempre me ha gustado... independientemente de lo que dijeran mis padres, me atraía en forma irresistible.
-¿Cómo te cayó lo de Mariana?
-Pésimo. Fue un baldazo de agua fría. Pero lo peor ha sido enterarme de que ella nunca lo quiso.
-¿Quién te lo dijo?
-Lo vi con mis propios ojos.
-¡Ya me lo estás contando!
-Fue durante las últimas vacaciones que pasé, en Suiza. Ella misma estaba hospedándose en un hotel, contiguo a la mansión de mi primo. Consecuentemente, me crucé con Mariana muchas veces. Ignorando con quien hablaba, me llegó a decir que ya estaba harta de él, harta de que hablara todo el tiempo de matrimonio, y de que no quisiera tener sexo hasta que ambos estuviesen casados. Entre otras cosas, porque estaba acostumbrada a llevar una vida muy distinta a la que él le proponía. Eso, además de haberla visto salir con varios hombres a la vez.
-¿A qué te refieres?
-A fiestas negras...
-¡Dios mío! ¡De la que se salvó!
-¡Lo mismo digo!
-¿Cómo sabes lo de las orgías?
-Las organizaba mi propio primo... ¡Casi lo mato a golpes! Una mañana, me llama por teléfono y me pregunta: «¿A que no sabes, quién pasó la noche en la cabaña, y borracha como una cubata, le chupó la polla a un equipo de fútbol completo? ¡Mariana Roch!»
-¡Qué espanto!
-Se regaló como una cualquiera. Hasta mi primo aprovechó la situación y se acostó con ella un par de veces. Dice que es una experta en sadomasoquismo y bestialismo.
-No es una mujer, ¡es un demonio!
-¡Tú lo has dicho!
-Realmente, todavía no salgo de mi asombro... Parecía tan distinguida... Tan de su casa...
-Las apariencias engañan, Mel. En todo sentido...
-¿Qué quieres decir?
-Que yo tampoco soy lo que aparento. Te contaré algo: detrás de todo este lujo, y esta inmensa fortuna en joyas, ropa, coches, barcos, petróleo y ordenadores, hay una Clarisa que nadie conoce: la que derrocha millones en juguetes, ropa, medicinas, tratamientos médicos, todo tipo de material ortopédico, y alimentos, para quinientos niños huérfanos, la Clarisa que visita enfermos y discapacitados, todo en el más absoluto anonimato.
-¡Qué maravilla!
-Ni siquiera mis padres lo saben.
-¿Por qué?
-Nunca me preguntan nada... Es tan titánica la cantidad de dinero que ingresa en las arcas familiares mensualmente, que lo que yo gasto equivale a un atado de cigarrillos, en una familia de clase media.
-¡Impresionante!
-Por eso compran ropa y joyas, como si fueran golosinas.
-Eso veo... Hemos llegado. Allí está la tienda de ropa.
-Ajá... Bien... Vamos a ver qué me llevo. - las dos, abandonaron el vehículo e iniciaron la colosal compra: 100 trajes de baño bikini. Otro tanto en conjuntos de ropa interior y lencería, 200 camisas, 400 minifaldas, 800 trajes, 1600 abrigos, 2000 pares de zapatos, 2200 pantalones, 2400 cinturones, 2800 carteras, 3600 relojes de oro, 4000 sombreros, 4200 vestidos de cóctel y, en la agencia de automotores contigua, un costoso automóvil Lamborghini.
-¡He superado mi propio récord!
-¡¿Qué dirán tus padres cuando lo sepan?!
-Nada.
-¡¿Nada?! ¡Acabas de dilapidar una fortuna!
-Lo sé.
-¿Qué sigue?
-Mamá me pidió unos cuadros para la sala grande, y algunas esculturas para adornar la biblioteca, sólo tengo que recurrir al ordenador... ¿Almorzamos?
-¡Por supuesto!
-Bien, ¡me muero de hambre! - dos horas más tarde, Clarisa se despidió de Melissa, sólo momentáneamente, para reunirse con los empresarios de la multinacional.
La reunión duró cerca de seis horas, al término de las cuales, la joven comenzó a sentirse incómoda y vigilada.
-(“¡Hhh!... ¡Otra vez!... Sólo pueden significar una cosa: ¡Vampiros!... Me han seguido hasta aquí... creo que están decididos a eliminarme... Quizás Pam esté con ellos... estaré alerta ante cualquier movimiento extraño.”) - pensó en el toillette, mientras se retocaba el maquillaje. Al instante, sonó su teléfono celular.
-¿Hola?
-¿Hablo con la mujer más bella de la galaxia y aledaños?
–(“¡Jesucristo!”) ¡Ricardo, deja de decir locuras!
-¡No puedo!
-¿Por qué?
-¡Porque me vuelves loco, hasta por teléfono!
-¡Ya Ricardo, por favor! (“¡No valgo semejante lisonja!”)
-No sé de qué te quejas, estando a kilómetros de distancia de Javier.
-Bueno, eso es cierto.
-¡Te amo!
-(“¡Yo también!”) ¡Dije que basta de locuras!
-Sabes que no puedo evitarlo, ¡el sólo hecho de pensar en ti, me hace volar!
-Ricardo...
-Sé que no vas a creerlo, pero no he dejado de hacerlo, desde que nos despedimos esta madrugada. Es probable que esta misma noche sueñe contigo.
-(“¡Ya somos dos!”) Ricardo, por favor, no sigas con todo esto...
-Tu tono de voz no me convence en lo más mínimo.
-¡Voy a cortar, si sigues diciendo locuras! (“¡me siento morir!”)
-Me romperás el corazón si lo haces...
-Entonces háblame como una persona normal, y en su sano juicio, ¿Sí? (“¡O yo, perderé el mío!”)
-Lo intentaré...
-Eso espero. (“¡Hhh!”)
-¿Qué tal la reunión?
-Terriblemente agotadora. (“¡No paré de hablar en 50 minutos!”)
-¿Irás a la playa?
-Creo que sí. (“A menos que Pam me arruine los planes...”)
-Entonces, pensaré en ti cuando salga a navegar...
-¡Otra vez con lo mismo! (“¡Me van a arder las orejas!”)
-No puedes decir, que no lo intenté.
-Hay que admitirlo, te moderaste. (“¡Puf!”)
-Te echo de menos terriblemente, ¡no sé cómo haré para esperarte hasta el sábado, necesito verte, ¡me has creado hábito!!
-Eso parece, nadie me trató así antes... (“¡¿Mencioné que estoy a punto de morir?!”)
-Clarisa, ¡no puedes seguir esquivándome! Siento que fui hecho para ti. Pequeña, tienes que olvidarte de Javier, no tiene intenciones de hacerte feliz.
-No sé qué pensar, respecto a ese tema.
-No le tengas miedo a un cambio de Planes.
-No se trata de eso.
-Sí, ya sé, no quieres lastimarlo... Él es de piedra... ¡Pero yo, no!... ¡Te necesito!... ¡No veo la hora de volver a tenerte en mis brazos!
-Ricardo, te lo ruego, ¡ya no sigas! (“¡Voy a la UVI!”)
-Tu voz se oye muy temblorosa... Es un buen síntoma... ¡regresa pronto a Palma, por favor, no quisiera tener que acostumbrarme a vivir sin ti!
-Sabes que mañana mismo estaré de regreso. (“¡Yo también te extraño!”)
-¡¿Tendré que soportar semejante tortura?!
-¡Eres de lo que no hay! Escucha, ya tengo que irme, la puerta del hotel está atestada de reporteros gráficos y no estoy de humor para más dolores de cabeza, al menos por hoy.
-Está bien. Te veré mañana, ven al Club Náutico, por favor.
-Será lo primero que haga, cuando llegue a casa. (“¡Tú ganas!”)
-¿Al amanecer?
-¡Al amanecer!
-¡Gracias! ¡No te arrepentirás, preciosa! ¡Hasta mañana, ¡cuídate!
-Lo haré.
-¡Adiós, amor mío!
-Adiós. (“¡Se volvió loco!... ¡¡Rematadamente loco!!... ¡¡¡LOCO!!!... ¡¡¡¡Total y absolutamente chiflado!!!!... ¡¡¡¡Y lo peor es que yo comparto exactamente, ¡la misma situación!!!!!... No sé qué hacer... También quisiera estar con él todo el tiempo... Pero hay cosas que son prioritarias y no debo descuidarlas, ni por un instante... Bien, parece que ya tengo el camino libre... Bajaré a la cochera y regresaré al departamento de Melissa... Hmm... se ve que la noche está tranquila... Espero poder dormir como una persona normal... Estoy muy cansada, me duele la cabeza y me arden los ojos en forma espantosa... Pero debo conducir...”) - suspiró, ya en su vehículo.
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