Libro 2 - Al Pie del Tabernáculo

3 - UN BUEN MAESTRO

Fray Fernando llega en la mitad del ensayo. Su andar es lento y lleno de años. De elevada estatura y ojos azules, el anciano sacerdote había ingresado en la orden a los dieciséis. Provenía de una familia muy adinerada, era el menor de siete hermanos: cinco mujeres y dos varones. Su severo padre, no solo había puesto en duda varias veces su nacimiento, sino que además había elegido como heredero de la fortuna familiar al mayor de los dos, obligando a Fernando a ingresar al convento de San Francisco. El llanto de su madre el día de la despedida jamás se le borraría de la memoria. La vida entre los frailes lo fascinó desde el principio. Claro que no le faltaron tentaciones: su belleza física era notable, y el tosco hábito de la orden parecía realzarla aún más; pero a Fernando no le interesaba, al igual que su Padre Fundador, no se cansaba de repetir que su única mujer era la Dama Pobreza. Los largos años de sacerdocio no hicieron mella en su fe, ni en su amor por los desamparados. Un día conoció a los Suárez, en una plaza de la ciudad. El matrimonio iba caminando tristemente. Él los detuvo y les dijo éstas palabras:
-"Dentro de un año volveré a verlos, y ya tendrán una hermosa niña, acuérdense de Santa Clara de Asís al bautizarla.”- así fue. Exactamente un año más tarde, en la capilla del Convento, era bautizada por Fray Fernando, Clarisa María del Rosario Suárez Ripoll. La encantadora niña siempre le resultó una debilidad al longevo fraile. La vio crecer, y año tras año, educó su fe pacientemente.
-“El esfuerzo mereció la pena.”- pensaba, el día que le administró la Primera Comunión - "Cuídenla, es una niña muy especial.”- había recomendado a sus padres esa misma tarde. El tiempo pasó, y la salud del anciano comenzó a deteriorarse. La pequeña Clarisa, correspondiendo al entrañable cariño que su primer maestro le profesaba, pasaría tres días enteros en el convento, cuidándolo.
-«A veces pienso en que podrías haber sido mi nieta...»
-«No te imagino sin tu hábito, Padre.»
-«Lo sé, pequeña, lo sé.»
-«¿Has visto alguna vez a Dios, Fray Fernando?»
-«No, todavía no. Pero lo veré algún día.»
-«¿Por qué hay gente que no cree en Dios?»
-«Porque hay gente que no sabe lo que es el Amor.»
-«Y, ¿qué es el Amor?»
-«El Amor, hijita mía, es Dios.»
El sacerdote jamás olvidaría la expresión de asombro en el rostro de la niña, ante tamaña revelación. El mayor momento de emoción en la vida de ambos, fue el día en que Clarisa recibió la Confirmación, de manos del Obispo:
-«Clarisa, recibe por ésta Señal, el Don del Espíritu Santo.»
-«Amén.»
-«La paz sea contigo.»
-«Y con tu Espíritu.»
La niña, sin esperar a que Fray Fernando le limpiara la frente, lo abrazó y lloró durante varios minutos. Seis años habían pasado ya, pero para el anciano religioso, ella seguía siendo «su niña consentida», y una de las primeras voces del coro de la Catedral.
-¡Fray Fernando! - Clarisa casi corre a su encuentro, con un nudo en la garganta. El abrazo es largo y tierno. Si se hubiese tratado de un sacerdote joven, las señoras que rezaban el rosario hubieran armado un escándalo, pero no fue así.
-¡Qué ternura!
-Hace falta gente joven como ella en la Iglesia.
-Si no fuera una Suárez Ripoll, diría que esa chica tiene futuro de monja...
-¡No me cabe la menor duda! - el mismo comentario de siempre, al que siempre hizo oídos sordos.
-Veo que todo está listo.
-Sólo faltan algunos retoques aquí y allá, pero no son un problema. ¿Sabes algo de Pam?
-No la he visto desde hace días... (“¡El proceso está en su fase de inicio… Pamela, como lo sospechara hace tiempo, es la Princesa de piel Oscura… no debo adelantarme, de modo que no hablaré hasta asegurarme de que los dones de la Cazadora hayan despertado por completo…”) ¿Conseguiste quién lea el Salmo?
-No te preocupes padre, todo está resuelto y pensado.
-¡Buen trabajo, hija!
-Gracias. ¿Quieres escuchar un anticipo?
-Me encantaría, pero aún tengo varias cosas que hacer.
-Entonces, conectaremos todo el equipo para que la música suene también en el claustro.
-¡Ay, ay, ay! ¡¿Siempre consigues todo lo que te propones?!
-Es un don de Dios, Fray Fernando. (“El tampoco tiene noticias de Pamela, creo que hay motivos para angustiarse.”)
-¡Ya lo creo! - el sacerdote se encamina hacia las aulas del seminario, y el ensayo prosigue.
Quince minutos antes de la misa, Clarisa se sienta un instante a beber un vaso de agua mineral, cuando uno de los muchachos, le avisa:
-Han venido tu tío, y Melissa Sotomayor.
-¡Uyyy! ¡Eso merece que nos esforcemos al máximo! ¡Sin regatear absolutamente nada!
-¡Lo mismo digo!
-A ella no la esperaba. (“¡No puedes hacerme esto, tío!”)
-Viene todos los domingos y tú por lo general estás aquí los sábados, por eso no coiniciden... ¿Te decidiste a cantar el Salmo?
-Sí, lo haré.
-Bien.
-¿Probaste todos los micrófonos?
-Sí, están en orden.
-¿También el inalámbrico del Obispo? Ayer hacía muchos acoples...
-¡Hmm! ¡Ya sabía que algo me faltaba!
-¡Anda, date prisa, ya sabes cómo es él de puntilloso!
-Enseguida vuelvo. - Clarisa se pone de pie y comienza con sus ejercicios de relajación.
Para cuando todo el conjunto regresa al Templo, sólo faltan unos pocos minutos para el inicio de la ceremonia.
-¿Todo listo? - pregunta.
-¡O.K.! – responden los demás. La misa se inicia con normalidad. Luego de la primera lectura, Clarisa, silenciosamente se desliza hacia el ambón, y mira a la Sede del Obispo, a quien cariñosamente, le guiña un ojo. El Salmo Responsorial de la misa del día es el Magníficat. Clarisa conocía una vieja canción basada en el mismo, con ayuda de sus amigos le ha hecho unos arreglos para la ocasión. Con un movimiento de su cabeza, indica a los músicos el momento de iniciar la introducción. Cuenta los compases y comienza a cantar...
«Mi Alma glorifica al Señor, mi Dios,
gózase mi espíritu en mi Salvador,
El es mi Alegría, es mi Plenitud,
Él es todo para mí.» Repetimos: - ordena, y el ritmo se acelera.
«Mi Alma glorifica al Señor, mi Dios,
gózase mi espíritu en mi Salvador
El es mi Alegría, es mi Plenitud,
El es todo para mí.

Ha mirado la bajeza de su sierva,
Muy dichosa, me dirán todos los pueblos,
Porque en mí ha hecho grandes maravillas,
El que todo puede, cuyo Nombre es Santo.

Mi alma glorifica al Señor, mi Dios,
Gózase mi espíritu en mi Salvador,
Él es mi Alegría, es mi Plenitud,
El es todo, para mí.

Su Clemencia se derrama por los Siglos
Sobre aquellos que le temen y le aman,
Desplegó el Gran Poder de su Derecha,
Dispersó a los que piensan que son algo.

Mi alma glorifica al Señor, mi Dios,
Gózase mi espíritu en mi Salvador,
Él es mi Alegría, es mi Plenitud,
Él es todo para mí.

Derribó a los potentados de sus tronos,
Ensalzó a los humildes y a los pobres,
Los hambrientos se saciaron de sus bienes,
Y alejó de sí vacíos a los ricos.

Mi Alma glorifica al Señor, mi Dios,
Gózase mi espíritu en mi Salvador,
Él es mi Alegría, es mi Plenitud,
El es todo para mí.

Socorrió a Israel, su humilde siervo,
Acordándose de su misericordia,
Como había prometido a nuestros Padres,
Abraham y descendencia para siempre.

Mi Alma glorifica al Señor, mi Dios,
Gózase mi espíritu en mi Salvador,
Él es mi Alegría, es mi Plenitud,
Él es todo para mí.» - cuando desaparece el último acorde, la joven vuelve su rostro hacia el Obispo, quien la mira con lágrimas en los ojos. Satisfecha, regresa a su lugar. Terminado el sermón dicho por el Prelado, el guía convoca a los nuevos ministros Extraordinarios.
-Acérquense al Altar, los designados Ministros Extraordinarios de la Eucaristía. - los veinticinco jóvenes y adultos acatan la orden.
-En esta nueva promoción de ministros, - comenta Monseñor Pujol - hay uno muy especial, hasta diría que excepcional. Se trata de la primera mujer en la Escuela Diocesana de Ministerios, desde hace veinte años. Esta joven realmente ha "humillado” a sus veinticuatro compañeros con sus calificaciones y su crecimiento espiritual. Ha rendido sus exámenes, con un promedio unánime y absoluto de Sobresaliente y en un tiempo récord. Y como la regla de caballerosidad reza, «las damas primero», obviamente, será ella la primera en recibir su diploma: Clarisa Suárez Ripoll. - la niña se acerca al clérigo, quien le entrega la medalla de Honor, y el diploma.


Mientras tanto, en un antiguo y abandonado castillo, algo extraño sucede.
-«No Puedo conciliar el sueño... - dice una voz tenebrosa, desde el interior de un ataúd - ...algo fuera del alcance de mi poder se está realizando... por primera vez en siglos, siento dolor en todo mi cuerpo... creía ya no tener corazón, mas de pronto, palpita con inusitada fuerza... alguien... una presencia... un rival... un nuevo guerrero tal vez... es muy poderoso... su magna energía parece no tener límite... ¡Ella debe ser!... La Séptima Generación de Cazadoras de Vampiros... Ella... Será la más bella de todas... Y la más difícil de vencer... ¡¿Qué extraño y profano ritual está incrementando sus habilidades genéticas?!... Tiene un Aliado al que nunca me he enfrentado... y lo peor es que no puedo eliminarla como quisiera... tal vez, éste sí sea el último enfrentamiento entre humanos y vampiros...»


La misa acaba de concluir. Clarisa guarda los instrumentos.
-Clarisa.- llama el Obispo.
-¿Sí, Monseñor?
-Ven un momento a mi despacho, por favor.
-Enseguida, en cuanto termine con esto.
-Allí te espero.
-De acuerdo.- todavía está hablando, cuando se le acerca su tío, acompañado de Melissa Sotomayor, la hermana pequeña de Ricardo.
-¡Clarisa, querida, felicidades!
-¡Tío Zacky, gracias por venir a acompañarme!- lo abraza fuertemente.
-Mira, te presento a Melissa Sotomayor. Nos conocimos en Baqueira Beret.
-¡Hola! ¡Me complace saludarla, señorita Sotomayor!
-Por favor, ¡llámame Melissa!
-Está bien.
-Te oí cantar, y no resistí la tentación de acercarme a hablarte, ¡eres excelente!
-¡Gracias!
-¿Siempre vienes a aquí?
-Sí.
-¿Cómo es que nunca antes te había visto?
-Supongo que porque es sábado... Además, estuve en Roma los últimos cinco años, en un colegio de monjas.
-¡Ah, ya me explico!... ¿Te gustaría venir a charlar conmigo, en mi departamento de Barcelona?
-¡Claro que sí, me encantaría!
-Aquí tienes la dirección. - le extiende una tarjeta - La próxima semana, estaré allí.
-Entonces, te veré en Barcelona. Ha sido un placer conocerte.
-Igualmente, ¡hasta luego!
-¡Adiós, Melissa; te veré en casa, tío Zacky! - su tío, escoltando a la joven Sotomayor, sale del templo, y Clarisa se encamina hacia el despacho del Obispo.
-¿Quería verme, Monseñor?
-Sí, adelante.
-Gracias.
-Realmente, jovencita, ¡nos has dejado a todos con la boca abierta!
-¡Ay, Monseñor, no exagere!
-¡Pequeña, pequeña, pequeña!... Te espera una tarea nada fácil de realizar...
-¿De qué se trata?
-Ha llegado una carta del Vaticano.
-¡¿Del Vaticano?!
-Sí, hija mía, Su Santidad la ha enviado.
-Debe ser algo muy urgente, entonces... conociendo su carácter reservado. ¿De qué se trata?
-Es referente al caso de posesión demoníaca que ha aparecido en Palma.
-Lo que hablamos por Internet, ¿verdad?
-Exacto. Está por llegar, en estos días, el exorcista autorizado para cumplir con ésta misión. Te digo esto para que estés preparada. Conozco personalmente a la abuela de la víctima, y sé cuánto sufre con esta desgracia.
-No comprendo bien, ¿qué tengo yo que ver con esto?
-La abuela del muchacho, muy guapo, por lo que ella comenta, ha sufrido un accidente que la ha dejado postrada, por lo que no puede acercarse a los Sacramentos como su devoción lo exige... Mi querida Clarisa, tú has sido elegida unánimemente por el presbiterio diocesano, para llevar la Eucaristía a esa casa. Tu juventud, y tu pureza son necesarias para esta tarea. Fray Fernando te dará todos los elementos que te hagan falta, desde ya, cuenta con mi bendición.
-Se hará la Voluntad del Señor.
-Que así sea... ¿Cómo va tu noviazgo?
-No sabría cómo definirlo... Sólo espero no tener que elegir entre Dios y Javier...
-Discutieron.
-No exactamente. Sé que se molesta cada vez que le comento algo a cerca de mis tareas pastorales.
-Es algo, lamentablemente, casi normal en los tiempos que corren.
-No lo ignoro, pero me hiere lo que nos pasa... ha llegado casi a despreciarme, por tener dieciocho años... y ser virgen... – lágrimas de indignación inundan los ojos de la joven.
-¿Quieres un consejo sabio?
-¡Desde luego!
-En el mundo hay muchos y muy buenos muchachos que sabrán apreciarte por lo que tú misma eres. No quieras evadirte de tus problemas con un noviazgo estéril. Ama de verdad y a quien verdaderamente lo merezca.
-Si es que hay algún hombre que lo merezca...
-Sólo el señor sabe eso, linda.
-Y al parecer, tiene ese secreto muy bien guardado, porque no le apetece decírmelo.
-Habrá tiempo para eso, ya lo verás, ¡ahora ve a festejar con tus amigos!
-¡Gracias, Monseñor! - la niña se dirige al salón parroquial. Hacia las 15:00hs., sale de la Catedral, rumbo a la Casa del Árbol.
-(“Sigo con mi mal presentimiento...”) - piensa, mientras sube los peldaños clavados al tronco - (“¡DIOS!... ¡Esto no está nada bien!... ¡Qué desorden!... Pamela siempre se preocupó por mantener limpio y prolijo este lugar... Algo muy extraño está sucediendo... No me gusta... Sencillamente, no me gusta en absoluto... No es normal... Será mejor esperar un poco más, tal vez aún no ha pasado por aquí... Lo que sí parece haber pasado es un huracán... ¡Hasta el crucifijo fue arrancado...sin embargo no veo que falte nada de valor, no se trató de un simple robo, lo cual es improbable en una casa de juegos… Creo que iré a ver a Tomy, ya debe estar preocupándole mi demora...”) - sin más, baja.

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