Libro 2 - Al Pie del Tabernáculo
11 – Beso Robado
Es noche cerrada. Pamela comparece ante el Vampiro Supremo.
-«¿Acabaste con ella?»
-«Aún no, Mi Señor»
-«¿Por que?»
-«La Asesina desapareció tan misteriosamente, que fue imposible darle alcance»
-«Compensarás tu error, si logras vampirizar definitivamente a su novio, y a cualquier hombre que a ella le guste.»
-«Cumpliré tus órdenes, Mi Señor.»
-«Retírate.» - Pamela se transformó en vampiro y voló hacia el departamento de Javier, seguida por otra vampiresa.
-«¡Hola, amor! Traje a una amiga para que podamos divertirnos esta noche.»
-Pam... hoy no, tengo jaqueca.
-«¡¿Jaqueca?!... ¡Déjate de tonterías!» - dijo ella, con ambas manos metidas en el pantalón de Javier.
-¡Pam, ¡por favor!!
-«Shannon, ¡hagámoslo cambiar de idea!»
-«¡Como quieras!» - las dos lo recostaron sobre la alfombra mientras lo acariciaban. Shannon se quitó el vestido y el sostén.
-«¿Qué opinas?»
-¡Delicioso! - el muchacho sucumbió ante la seducción maléfica que le ofrecían los cuerpos desnudos que sudaban pegados al suyo. Horas después, ya agotado, se durmió entre los senos de Shannon.
-«¡Ahora es cuando!» - Pamela lo tomó de la cabeza, y le asestó los colmillos en la yugular - «Suficiente.»
-«¿Puedo probar, Mi Señora?»
-«¡Hmmm! Está bien, ¡pero sólo un poco! No sea cosa de que olvides que será uno de nuestros soldados.»
-«¡Ni por un momento, Mi Señora!... ¡Hhhhh!... ¡Hmmm!… ¡Un manjar!...¡En todo sentido!»
-«¡No lo dudo! ¡Vámonos ya, tenemos pocas horas antes de que amanezca!» - las vampiresas volaron nuevamente hacia el castillo.
-¡Wow! ¡Fue fantástico!
-¡Opino igual!... ¿Quieres comer algo, pequeña?
-No mucho. Suelo tener poco apetito.
-¡No me extraña! - Ricardo, ya en el camarote principal del Sweet Charity, se desembarazó del húmedo traje de buceo. Clarisa intentaba no mirarlo, pero la visión del cuerpo casi desnudo del muchacho la hacía temblar.
-(“¡Nunca imaginé, que la tentación pudiera ser tan fuerte!... un cuerpo perfecto, sin defectos... una mirada irresistible... ¡Los ojos más bellos de toda España y aledaños... ¡El hombre más deseado de toda España y aledaños!... ¡Me encanta!... ¡Hhhh!... ¡Oh, Oh!... ¡Habrá problemas!... ¡Puedo sentirlo!...”)
-¿Te encuentras bien?
-¡Sí, no te alarmes!
-Nunca tienes esa cara, algo te ocurre.
-Es que... es difícil de explicar... un... mal presentimiento.
-¿Siempre te sucede?
-Desde pequeña. Pero nadie le ha dado importancia, a excepción de Fray Fernando.
-¿Qué opina él de todo esto? ¿Es parapsicólogo?
-No. Pero es alguien muy especial.
-Le profesas un gran cariño...
-Es casi un abuelo para mí. De niña, pasaba más tiempo en el claustro, que en mi propia casa.
-Más de una vez, habrá querido que te hagas monja... - deslizó Richie, con miedo.
-Lo dudo. Nunca trató de dirigir mi vida, sólo se dedicó a responder mis preguntas.
-Tus padres, ¿no dicen nada?
-Mi madre se limita a obedecer a mi padre... y él, naturalmente, no quiere saber absolutamente nada...
-¿Por qué te enviaron a estudiar a Roma?
-No quería separarme de Fray Fernando. Había sido trasladado a la Casa Pontificia. A mis padres les pareció buena la idea de que su hija fuera educada en el Vaticano, por una cuestión de «status».
-A ti no te interesaba...
-Tomaba esas actitudes con normalidad, y seguía los consejos de Fray Fernando.
-¿Te gustó Italia?
-Bastante. Estar ahí era fascinante, pleno... pero extrañaba mi playa... y sus amaneceres rosados... Las noches de luna llena... en la Casa del Árbol... La Copa del Rey de Vela...
-A mí me sucedía lo mismo en Harvard, y también, cuando di la vuelta al mundo en el Sebastián Elcano.
-Es algo normal y humano...
-¿Sigues con ese malestar?
-Ya se me pasó.
-¡Qué bueno!
-¿Por qué?
-Creí que echaría de menos tu sonrisa.
-¡Basta! (“¡No quiero besarte otra vez!”)
-Y ahora, ¿qué hice?
-Tú sabes.
-No sé.
-¿Quieres discutir?
-¡Quiero divertirme!
-¿Esto te resulta divertido?
-¡Mucho! - respondió Richie, sonriente, haciéndole cosquillas.
-¡Oye!... ¡No!... ¡Basta!...
-¡Parece que tienes cosquillas!
-¡Richie!... ¡Por favor!... ¡Me vas a cortar la respiración!
-Si quisiera... Te quitaría la respiración... en una forma mucho más simple...
-¡No lo intentes! - Clarisa se apartó rápidamente - Vayamos a cenar, por favor.
-¡Uff! ¡Está bien! - los dos desembarcaron.
-Me preocupa no tener noticias de Richie. - suspiró la señora Sotomayor.
-Tranquilízate, seguro nos llamará en cuanto se desocupe.
-¡Pues, sí que está ocupado!
-Es joven, ¡déjalo vivir su vida!
-Eso hago, pero soy madre y me preocupo.
-Anda, come algo, ¡la cena está deliciosa!
-¡Hace años, que no disfruto una cena como ésta! - exclamó Richie, avivando el fuego de la hoguera.
-Es una noche muy tranquila, ¿no crees?
-Y muy romántica... ¿por qué no le dijiste a Javier que ya estabas de regreso?
-No tengo ganas de verlo...
-Ya no sientes nada por él...
-No lo sé.
-¿Qué te hace palpitar el corazón?
-Tú, por ejemplo.
-¿Alguien más?
-Dios.
-Bueno. Eso resulta obvio. Me refiero a seres humanos.
-Nadie más, por el momento. (“¡Qué, ¿no sabes que eres único?!”)
-¿Por qué?
-Creo que no he conocido a nadie más, que pueda provocar en mí una reacción así...
-Así, ¿cómo?
-Contundente... Avasallante.
-¿Irresistible?
-¡Hhh! ¡Tú ganas! ¡Me rindo! - Clarisa se puso de pie, y caminó hacia el borde del precipicio. Richie lentamente fue tras ella, sin pronunciar palabra y se detuvo a su izquierda. Así, en silencio, se quedó mirándola fijamente, sin atreverse a más. Clarisa cerró los ojos, y espontáneamente, apoyó su cabeza en el hombro del campeón.
-(“¡Qué sensación de paz tan grande!... Es la primera vez que me ocurre algo así... Es como si tuviera la eternidad... Su corazón late muy aprisa... Aún más que en el cumpleaños de Ana Paula... ¡Hmmmm!... ¡Preciosa!... ¡Me estás obligando!...”) - Richie deslizó los brazos sobre la cintura de Clarisa sin poder evitarlo.
-(“Éste parece ser un punto sin retorno... otra vez entre sus brazos, sin oponer la menor resistencia... Yo diría que es hora de detener esta locura...”) Richie, es tarde, deberíamos regresar...
-¡Hmmm! ¡No tengo ganas! - la abrazó aún más - ¡Estoy tan bien aquí!
-Yo también, pero, son las cinco de la mañana...
-¡Cielos! ¡Mi examen es en Madrid, en seis horas!
-¿Estudiaste?
-¡Hasta hartarme!
-Entonces, no hay problema.
-El caso es que temo olvidarlo todo de un golpe sin mi tónico para la memoria.
-¡¿«Tónico para la memoria»?!
-Comencé a tomarlo ayer, y ya es hora de otra dosis...
-¿Lo tienes aquí?
-¡Claro!
-Ve por él y regresemos.
-Lo que tú digas... - con este ingenioso ardid, volvió a robarle un prolongado beso.
-¡Eres el colmo! - se deshizo del abrazo y corrió por el puente hacia la cabina del Sweet Charity.
-¿Me vas a decir que te resultó desagradable?
-¡No pienso responder a esa pregunta! - temblando, operó el ordenador, para retornar a la zona de la costa de la isla, donde había quedado anclado el barco de Richie, abordarlo y regresar. Aún no amanecía cuando llegaron al Real Club Náutico de Palma. Rápidamente, se despidieron y se retiraron.
-(“¡Deliciosa criatura!... Dulce... las cosas van a cambiar con demasiada velocidad... creo que me daré un baño, y volaré a la facultad... ¡Hhhh!... Llevo cuarenta y ocho horas sin dormir... Mi madre debe estar preocupada... le dejaré una nota en su escritorio antes de salir...”) - pensaba Richie en su cuarto de baño.
-¡Niña Clarisa! ¡Éstas no son horas de llegar!
-Por favor, Rosario, no me sermonees, sólo quiero dormir. No me pases llamadas, ni faxes, ni mensajes de nadie, ¿sí?
-Está bien, pero insisto en que no son horas de llegar.
-Lo sé. No pude evitarlo. - Clarisa abrió la puerta de su cuarto.
-¿En dónde estaba?
-Fui a navegar.
-Su señor padre la llamó.
-¡¿Papá?! ¡¿Qué dijo?! (“¡Si no te metiste en lo que no te importa, creo que sobreviviré!”)
-Necesitaba hablar con usted. Le dije que probablemente estaría con el señor Javier. Como se imaginará, se puso furioso.
-(“¡Torpe!”) ¡Oh, no! ¡Ahora no querrá volver a dirigirme la palabra!... Seguramente, habrá pensado lo peor... - cerró violentamente la puerta de su habitación y se dejó caer sobre la cama, exhausta - (“Se puso furioso... lo raro es que interrumpiera su festejo para llamar a casa... A menos que la haya llegado por fax el resumen de sus tarjetas de crédito... En ese caso, estoy perdida... Conozco su carácter y el odio que siente por Javier... sería capaz de cualquier cosa... inclusive, contra mi voluntad, podría llegar a encerrarme en mi propia casa o en un convento... ¡No quiero ni pensarlo!... ¡Dios mío!... ¡¿Por qué nunca quiere escucharme?!... creí que confiaba en mí...”) - Clarisa lloró amargamente, y así se quedó dormida, con su mano derecha sobre la Teca, oculta entre sus ropas.
Es noche cerrada. Pamela comparece ante el Vampiro Supremo.
-«¿Acabaste con ella?»
-«Aún no, Mi Señor»
-«¿Por que?»
-«La Asesina desapareció tan misteriosamente, que fue imposible darle alcance»
-«Compensarás tu error, si logras vampirizar definitivamente a su novio, y a cualquier hombre que a ella le guste.»
-«Cumpliré tus órdenes, Mi Señor.»
-«Retírate.» - Pamela se transformó en vampiro y voló hacia el departamento de Javier, seguida por otra vampiresa.
-«¡Hola, amor! Traje a una amiga para que podamos divertirnos esta noche.»
-Pam... hoy no, tengo jaqueca.
-«¡¿Jaqueca?!... ¡Déjate de tonterías!» - dijo ella, con ambas manos metidas en el pantalón de Javier.
-¡Pam, ¡por favor!!
-«Shannon, ¡hagámoslo cambiar de idea!»
-«¡Como quieras!» - las dos lo recostaron sobre la alfombra mientras lo acariciaban. Shannon se quitó el vestido y el sostén.
-«¿Qué opinas?»
-¡Delicioso! - el muchacho sucumbió ante la seducción maléfica que le ofrecían los cuerpos desnudos que sudaban pegados al suyo. Horas después, ya agotado, se durmió entre los senos de Shannon.
-«¡Ahora es cuando!» - Pamela lo tomó de la cabeza, y le asestó los colmillos en la yugular - «Suficiente.»
-«¿Puedo probar, Mi Señora?»
-«¡Hmmm! Está bien, ¡pero sólo un poco! No sea cosa de que olvides que será uno de nuestros soldados.»
-«¡Ni por un momento, Mi Señora!... ¡Hhhhh!... ¡Hmmm!… ¡Un manjar!...¡En todo sentido!»
-«¡No lo dudo! ¡Vámonos ya, tenemos pocas horas antes de que amanezca!» - las vampiresas volaron nuevamente hacia el castillo.
-¡Wow! ¡Fue fantástico!
-¡Opino igual!... ¿Quieres comer algo, pequeña?
-No mucho. Suelo tener poco apetito.
-¡No me extraña! - Ricardo, ya en el camarote principal del Sweet Charity, se desembarazó del húmedo traje de buceo. Clarisa intentaba no mirarlo, pero la visión del cuerpo casi desnudo del muchacho la hacía temblar.
-(“¡Nunca imaginé, que la tentación pudiera ser tan fuerte!... un cuerpo perfecto, sin defectos... una mirada irresistible... ¡Los ojos más bellos de toda España y aledaños... ¡El hombre más deseado de toda España y aledaños!... ¡Me encanta!... ¡Hhhh!... ¡Oh, Oh!... ¡Habrá problemas!... ¡Puedo sentirlo!...”)
-¿Te encuentras bien?
-¡Sí, no te alarmes!
-Nunca tienes esa cara, algo te ocurre.
-Es que... es difícil de explicar... un... mal presentimiento.
-¿Siempre te sucede?
-Desde pequeña. Pero nadie le ha dado importancia, a excepción de Fray Fernando.
-¿Qué opina él de todo esto? ¿Es parapsicólogo?
-No. Pero es alguien muy especial.
-Le profesas un gran cariño...
-Es casi un abuelo para mí. De niña, pasaba más tiempo en el claustro, que en mi propia casa.
-Más de una vez, habrá querido que te hagas monja... - deslizó Richie, con miedo.
-Lo dudo. Nunca trató de dirigir mi vida, sólo se dedicó a responder mis preguntas.
-Tus padres, ¿no dicen nada?
-Mi madre se limita a obedecer a mi padre... y él, naturalmente, no quiere saber absolutamente nada...
-¿Por qué te enviaron a estudiar a Roma?
-No quería separarme de Fray Fernando. Había sido trasladado a la Casa Pontificia. A mis padres les pareció buena la idea de que su hija fuera educada en el Vaticano, por una cuestión de «status».
-A ti no te interesaba...
-Tomaba esas actitudes con normalidad, y seguía los consejos de Fray Fernando.
-¿Te gustó Italia?
-Bastante. Estar ahí era fascinante, pleno... pero extrañaba mi playa... y sus amaneceres rosados... Las noches de luna llena... en la Casa del Árbol... La Copa del Rey de Vela...
-A mí me sucedía lo mismo en Harvard, y también, cuando di la vuelta al mundo en el Sebastián Elcano.
-Es algo normal y humano...
-¿Sigues con ese malestar?
-Ya se me pasó.
-¡Qué bueno!
-¿Por qué?
-Creí que echaría de menos tu sonrisa.
-¡Basta! (“¡No quiero besarte otra vez!”)
-Y ahora, ¿qué hice?
-Tú sabes.
-No sé.
-¿Quieres discutir?
-¡Quiero divertirme!
-¿Esto te resulta divertido?
-¡Mucho! - respondió Richie, sonriente, haciéndole cosquillas.
-¡Oye!... ¡No!... ¡Basta!...
-¡Parece que tienes cosquillas!
-¡Richie!... ¡Por favor!... ¡Me vas a cortar la respiración!
-Si quisiera... Te quitaría la respiración... en una forma mucho más simple...
-¡No lo intentes! - Clarisa se apartó rápidamente - Vayamos a cenar, por favor.
-¡Uff! ¡Está bien! - los dos desembarcaron.
-Me preocupa no tener noticias de Richie. - suspiró la señora Sotomayor.
-Tranquilízate, seguro nos llamará en cuanto se desocupe.
-¡Pues, sí que está ocupado!
-Es joven, ¡déjalo vivir su vida!
-Eso hago, pero soy madre y me preocupo.
-Anda, come algo, ¡la cena está deliciosa!
-¡Hace años, que no disfruto una cena como ésta! - exclamó Richie, avivando el fuego de la hoguera.
-Es una noche muy tranquila, ¿no crees?
-Y muy romántica... ¿por qué no le dijiste a Javier que ya estabas de regreso?
-No tengo ganas de verlo...
-Ya no sientes nada por él...
-No lo sé.
-¿Qué te hace palpitar el corazón?
-Tú, por ejemplo.
-¿Alguien más?
-Dios.
-Bueno. Eso resulta obvio. Me refiero a seres humanos.
-Nadie más, por el momento. (“¡Qué, ¿no sabes que eres único?!”)
-¿Por qué?
-Creo que no he conocido a nadie más, que pueda provocar en mí una reacción así...
-Así, ¿cómo?
-Contundente... Avasallante.
-¿Irresistible?
-¡Hhh! ¡Tú ganas! ¡Me rindo! - Clarisa se puso de pie, y caminó hacia el borde del precipicio. Richie lentamente fue tras ella, sin pronunciar palabra y se detuvo a su izquierda. Así, en silencio, se quedó mirándola fijamente, sin atreverse a más. Clarisa cerró los ojos, y espontáneamente, apoyó su cabeza en el hombro del campeón.
-(“¡Qué sensación de paz tan grande!... Es la primera vez que me ocurre algo así... Es como si tuviera la eternidad... Su corazón late muy aprisa... Aún más que en el cumpleaños de Ana Paula... ¡Hmmmm!... ¡Preciosa!... ¡Me estás obligando!...”) - Richie deslizó los brazos sobre la cintura de Clarisa sin poder evitarlo.
-(“Éste parece ser un punto sin retorno... otra vez entre sus brazos, sin oponer la menor resistencia... Yo diría que es hora de detener esta locura...”) Richie, es tarde, deberíamos regresar...
-¡Hmmm! ¡No tengo ganas! - la abrazó aún más - ¡Estoy tan bien aquí!
-Yo también, pero, son las cinco de la mañana...
-¡Cielos! ¡Mi examen es en Madrid, en seis horas!
-¿Estudiaste?
-¡Hasta hartarme!
-Entonces, no hay problema.
-El caso es que temo olvidarlo todo de un golpe sin mi tónico para la memoria.
-¡¿«Tónico para la memoria»?!
-Comencé a tomarlo ayer, y ya es hora de otra dosis...
-¿Lo tienes aquí?
-¡Claro!
-Ve por él y regresemos.
-Lo que tú digas... - con este ingenioso ardid, volvió a robarle un prolongado beso.
-¡Eres el colmo! - se deshizo del abrazo y corrió por el puente hacia la cabina del Sweet Charity.
-¿Me vas a decir que te resultó desagradable?
-¡No pienso responder a esa pregunta! - temblando, operó el ordenador, para retornar a la zona de la costa de la isla, donde había quedado anclado el barco de Richie, abordarlo y regresar. Aún no amanecía cuando llegaron al Real Club Náutico de Palma. Rápidamente, se despidieron y se retiraron.
-(“¡Deliciosa criatura!... Dulce... las cosas van a cambiar con demasiada velocidad... creo que me daré un baño, y volaré a la facultad... ¡Hhhh!... Llevo cuarenta y ocho horas sin dormir... Mi madre debe estar preocupada... le dejaré una nota en su escritorio antes de salir...”) - pensaba Richie en su cuarto de baño.
-¡Niña Clarisa! ¡Éstas no son horas de llegar!
-Por favor, Rosario, no me sermonees, sólo quiero dormir. No me pases llamadas, ni faxes, ni mensajes de nadie, ¿sí?
-Está bien, pero insisto en que no son horas de llegar.
-Lo sé. No pude evitarlo. - Clarisa abrió la puerta de su cuarto.
-¿En dónde estaba?
-Fui a navegar.
-Su señor padre la llamó.
-¡¿Papá?! ¡¿Qué dijo?! (“¡Si no te metiste en lo que no te importa, creo que sobreviviré!”)
-Necesitaba hablar con usted. Le dije que probablemente estaría con el señor Javier. Como se imaginará, se puso furioso.
-(“¡Torpe!”) ¡Oh, no! ¡Ahora no querrá volver a dirigirme la palabra!... Seguramente, habrá pensado lo peor... - cerró violentamente la puerta de su habitación y se dejó caer sobre la cama, exhausta - (“Se puso furioso... lo raro es que interrumpiera su festejo para llamar a casa... A menos que la haya llegado por fax el resumen de sus tarjetas de crédito... En ese caso, estoy perdida... Conozco su carácter y el odio que siente por Javier... sería capaz de cualquier cosa... inclusive, contra mi voluntad, podría llegar a encerrarme en mi propia casa o en un convento... ¡No quiero ni pensarlo!... ¡Dios mío!... ¡¿Por qué nunca quiere escucharme?!... creí que confiaba en mí...”) - Clarisa lloró amargamente, y así se quedó dormida, con su mano derecha sobre la Teca, oculta entre sus ropas.
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