Maggie Mae
2 - EL COLEGIO
El Instituto San Francisco es una añosa construcción de
Hoy es uno de esos días, su sueño, Los Beatles.
-¡Hhhh!... ¡Hmmm! ¡No veía la hora de llegar! – suspiró y encendió el viejo farol de bronce - ¡Hhhh!... No asistiré a las clases de música en toda la gira de los Beatles... ¡Los seguiré adonde vayan! (“¡Será fantástico!... ¡Y mamá sabe que no puede impedirme nada!... Soy más astuta y testaruda de lo que su cuerpo aguanta... Estaré atenta a la radio,
-Sra. Mae, la cité en forma separada, para comunicarle algo gravemente importante.
-Lo escucho, señor. (“¡¿Será el ascenso que estoy esperando?!”) – respondió la madre de Rita, sentada frente al escritorio del Gerente General del Plaza Hotel. El parecido entre madre e hija es realmente asombroso, salvo porque una es morena y la otra rubia, pero ambas tienen el mismo color de ojos.
-Ya estará enterada de la noticia que ha revolucionado al país...
-Sí, señor...
-Bien. También sabe que estos cuatro muchachos, se hospedarán aquí, en nuestro hotel...
-Sí, señor...
-Lo que nos incumbe es que usted ha sido designada para atenderlos personalmente.
-¡Oh, gracias, señor, será un placer!
-Me alegra oír eso. Ahora bien, usted tiene una hija adolescente, fanática de los Beatles...
-Así es.
-Quiero que tome, respecto a ella, las medidas disciplinarias que considere imprescindibles... Lo más aconsejable sería enviarla lejos, con algún pariente o cosa por el estilo...
-Si usted me permite, señor gerente, Rita es una niña que jamás ha tenido problemas de conducta, confío ciegamente en la educación que le he dado... Sinceramente, no creo que los traiga ahora... – escrutó con detenimiento la severa mirada de su superior, y se cruzó sensualmente de piernas, antes de continuar con su exposición - Y le destrozaría el corazón, que su propia madre le hiciera una cosa así... De todos modos le advertiré y... en cuanto termine con sus exámenes, le pediré que no asista al colegio, mientras los muchachos estén aquí y... le prohibiré las llamadas telefónicas.
-En mi opinión, no es la solución ideal, pero espero que esté haciendo lo correcto. De lo contrario, el prestigio de esta casa, estará por encima de la eficacia de sus servicios, Sra. Mae. Eso es todo, puede retirarse.
-Gracias, señor.
-Mae, Margaret.
-¡Presente! – jadeó Rita, llegando tarde a su clase de Historia.
-Debe llegar a horario, señorita Mae.
-¡Lo siento! – los ojos azules, las mejillas rosadas, y especialmente, el vuelo de la falda de su uniforme al tomar asiento, ablandaron la reprimenda del docente, que gozaba de una merecida fama de mujeriego empedernido.
-¡Que no vuelva a suceder!
-¡No, señor! – la clase da comienzo.
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