Libro 2 - Al Pie del Tabernáculo
3 - Un buen maestro (parte 2)
En casa de Tomy, no le esperan buenas noticias: el niño ha tenido una recaída, que lo obliga a permanecer inconsciente. Su cuarto ya parece un hospital.
-¡No sé qué hacer! - solloza la madre - Ha tenido dos transplantes de médula ósea, y la enfermedad sigue avanzando, ¡estoy desesperada!
-¿No hay nada que se pueda hacer? (“Tanta indefensión es muy sospechosa...”)
-Los médicos están probando una nueva droga, pero no me han dado muchas esperanzas...
-(“¡Huelo a falta de Sacramentos!”) Sandra, ¿Tomy está bautizado?
-Su padre y yo hemos decidido que tomara esa resolución cuando fuera mayor.
-(“¡Bingo!”)¡Eso lo explica todo!
-¿Qué cosa?
-Para curarse, Tomy necesita la Gracia Sacramental del Bautismo.
-¿Tú Crees?
-¡Estoy segura!
-¡No! – exclama el padre, apareciendo por detrás de una cortina divisoria – Mi hijo no necesita de tradiciones inútiles, para salvar su vida.
-(“¡Señor, dime algo, por favor!”) El Bautismo es mucho más que eso, no puede negársele... He visto muchas veces a niños desahuciados, sanar casi instantáneamente, después de ser bautizados.
-¡Eso es algo que tengo que verlo, para creerlo, jovencita!
-Tal vez Dios esté queriendo demostrarle lo que es capaz de hacer por uno de sus pequeños. (“¿Quiere guerra?... ¡Guerra es lo que va a tener!”)
-¡¿Qué puedes saber tú de Dios?! ¡Eres una niña que muy poco conoce de la vida! ¡Te conservan en una burbuja de cristal, y duermes en camita de oro! ¡¡Paseas a caballo, mientras mi hijo se muere!!
-(“¡Bueno, parece que vamos a combatir el fuego, ¡con fuego!!”) ¡¿Qué clase de padre es usted?! ¡¿Quién diablos cree que es, para negarle a su propio primogénito, una única posibilidad de vida?! Tal vez sea todo lo que se pueda hacer... pero si usted, evidentemente, desea ver morir a su hijo, yo soy muy débil para impedírselo... Sé que Sandra y usted están divorciados, y hasta antes de que Tomy enfermara, ambos peleaban por su custodia; también sé que cuando Sandra ganó el juicio, usted comenzó a molestarla, y a amenazar con secuestrar al niño. Su odio hacia Sandra es tal, que ya no le importa su hijo, sólo porque lleva la sangre de su mujer. ¡Con tal de hacerle daño, ¡usted no movería un dedo por salvar a su hijo!! ¡¡Usted desea ardientemente que Tomy muera, para ver sufrir a su ex esposa!! (“No me gusta ser tan dura, pero siempre resulta...”)
-¡¡¡Basta ya!!! - grita él y rompe a llorar como una criatura- ¡Mi hijito!... ¡Mi bebé!... ¡No te mueras Tomy, ¡por favor!!
-(“¡Uff! ¡Gracias, Señor!”) - piensa Clarisa. En ese momento, Sandra le alcanza el teléfono.
-Por favor, llama al cura.
-¡No tienes que pedírmelo!- accede la joven, y marca el número del convento franciscano- ¿Hola?... Necesito hablar con Fray Fernando Ridruejo... Clarisa Suárez Ripoll... se lo agradezco...
-¿Clarisa?
-Sí, soy yo, Fray Fernando.
-¿Qué necesitas?
-Que vengas con tus ornamentos y el maletín de campaña, a la casa de los Villalba.
-¿Qué sucede?
-Un bautizo de urgencia.
-Es el pequeño Tomy, ¡en diez minutos estoy allí!
-¡Gracias!
-¡Hasta luego! - concluida la comunicación, Clarisa lo dispone todo para recibir al sacerdote.
-¿Necesitas algo más?- pregunta Sandra.
-Sólo un último favor... de parte de los dos.
-¿Cuál?
-Quiero que se confiesen.
-Hace años que no lo hacemos...
-Con más razón todavía, deben hacerlo y comulgar... - suena el timbre - Ese debe ser el padre Fernando.
-Yo le abriré... - dice el padre del niño - ¡Oh! ¡Alex! - sorpresivamente, junto con el padre Fernando, ha venido un joven novicio de la orden, que es hermano menor del padre de Tomy.
-Vine a que cumplas tu promesa, si es que no se te olvidó...
-¡Claro que no! - el abrazo es inevitable.
Fray Fernando los deja solos, y pasa a la habitación del enfermito.
-¡Fray Fernando! - Clarisa besa las manos del sacerdote.
-¿Ya tienes todo listo?
-Sí, sólo falta un detalle.
-Dime.
-Los padres van a confesarse antes de la ceremonia.
-Perfecto.
-Parece que mi marido ya lo está haciendo... - comenta Sandra, contemplando a los dos hermanos, al parecer, más unidos que nunca - ¡Es un milagro! Hasta ayer estaban peleados… bueno, en realidad, él estaba enfadado, nunca aceptó la vocación sacerdotal de Alex, pero lo puso furioso que decidiera marcharse con los franciscanos a poco de ordenarse...
-Eso veo... (“¡Cómo San Antonio de Padua!”) Clarisa.
-¿Sí?
-Prepara al niño.
-Lo haré.- la madre y el sacerdote se apartan a un rincón del cuarto. Clarisa se sienta en la cama y le toma las manos al niño. La hermosa criatura yace en su lecho de enfermo. Cuando el efecto de la quimioterapia no había hecho que se le cayera, tenía una melena enrulada color rojo fuego, sus ojos aún cerrados, eran de color verde mar y su apariencia la de un verdadero angelito.
-Tomy, soy yo... Sé que puedes oírme... pronto vas a mejorar... ¿Sabes una cosa?... Jesús vendrá a visitarte... Él te va a curar, como lo hizo con el paralítico, el ciego y los leprosos, ¿recuerdas? Él vendrá pronto, y tienes que estar listo para recibirlo... ¡intenta despertar, por favor! - el poder sanador del Sacramento de la Reconciliación comienza a manifestarse. Tomy abre los ojos.
-Clarisa... Y, ¿Jesús?
-¡Ya viene! (“¡Está aquí! ¡Puedo sentir su forma de obrar!”)
-Pónme el chándal blanco, ¡no quiero que me vea en pijama!
-De acuerdo. – Clarisa viste al niño, mordiéndose los labios para parecer seria.
-Mira, el cura ¡también se viste de blanco!
-¡Claro que sí! ¡Él es quien trae a Jesús!
-¿Cómo?
-Hmm... Es difícil de explicar...
-¡Oye, ¿no era que lo sabías todo?!
-Nadie es perfecto, lo que no significa que no sepa responderte. - Clarisa, a una señal del sacerdote, abre el maletín de campaña – Observa: éstas son las herramientas de trabajo del cura, pero para usarlas, tiene que suceder algo.
-¿Qué?
-Jesús tiene que venir y «meterse» dentro del cura...
-Y en ese poquillo de pan.- afirmó Tomy
-Exacto.
-¿Cómo lo hace?
-Eso no lo sé. Es un misterio.
-¿Un misterio?
-Sí, un misterio.
-¿Por qué?
-Nadie lo sabe.
-Los curas, ¿tampoco?
-Creo que algo más conocen. Yo sólo sé que es algo que debemos creer, aunque no podamos verlo, y estoy segura de que es verdad.
-Yo también.
-Eso es bueno.
-¡Tomy, despertaste! - la madre lo abraza. Ambos padres no dan crédito a sus ojos y oídos. Fray Fernando inicia la ceremonia.
-¿Qué nombres le impondrán?
-Tomás... - comienza a decir el padre y mira de reojo a su hermano - Francisco.
-Tomás Francisco... Yo te bautizo... En el Nombre del Padre... Del Hijo... Y Del Espíritu Santo... - unos minutos más tarde, Tomy es invitado a hacer su Primera Comunión - Tomy, ¿quieres recibir a Jesús?- pregunta el sacerdote.
-Sí, ¡yo quiero a Jesús, ahora!- responde el pequeño, impaciente.
Fray Fernando levanta la blanca Hostia con sus arrugadas manos.
-Mira bien, Tomy, allí está Jesús.- murmura Clarisa, al oído del niño.
-Tengo miedo.
-No hay nada que temer, todo saldrá bien.
-Tomy, El Cuerpo de Cristo.
-Amén.- Tomy, temblando de emoción, comulga por primera vez. Clarisa sonrie, satisfecha - Tengo mucho sueño.
-Sería mejor que lo dejáramos dormir hasta que venga el médico.- sugirió el padre.
-Es buena idea. - confirma Clarisa y todos se retiran.
-Ya debo irme, ¿me acompañas, Clarisa?
-¡Desde luego, Fray Fernando! - los dos se despiden, suben al auto, y marchan hacia el orfanato - Estuve hablando con el Obispo, me dijo que tenías algo para mí.
-Es verdad, pequeña... Algo te preocupa, y no es ni Tomy, ni tu novio...
-¡No puedo ocultarte nada!... Están sucediendo cosas muy, muy extrañas...
-Desde que llegaste de Roma...
-Sí... No puedo dormir... Tengo pesadillas espantosas... Parecen tan reales… Esta última semana, se detuvieron, pero comenzaron cosas peores...
-Tu carne se mortifica, y no sabes por qué...
-En los últimos días... han desaparecido personas jóvenes... mi amiga Pamela Torres, entre ellas... pero yo las veo cuando estoy orando ante el Santísimo... Hace años que este tipo de cosas no me sucede…
-Eso confirma mis sospechas... Estás recuperando tus recuerdos, no debes tener miedo… Acompáñame al Templo. - Clarisa lo sigue, bastante ansiosa. Juntos, caminan hacia la Sacristía.
-Tengo que volver a revelarte un secreto muy importante: No eres una persona común y corriente, has nacido con una misión fundamental, para la cual estás extraordinariamente dotada.
-¿Cuál es esa misión, Fray Fernando?... Siempre me han hablado de ella… usted creerá que me estoy volviendo loca, pero hasta mi abuela Clara, en una visión, me dijo casi sus mismas palabras…
-No creo que estés loca, hijita… sólo estás volviendo a la normalidad de tu estado… Tu abuela Clara hacía lo mismo que tú debes hacer…
-¿Qué cosa?
-Cazar vampiros.
-¡¿«Cazar vampiros»?!
-Sí, hija mía. Puede parecerte una tontería, incluso creer que no existen...
-De ningún modo, Fray Fernando... Las Pesadillas... tienen que ver con los vampiros... sueño que mis amigos son vampiros, mi novio incluido, por eso creo que huyo de él.
-Están muy cerca de ti, pero tú tienes las armas necesarias para luchar contra ellos.
-Pero, ¿cómo vencerlos? ¿Qué debo hacer? Sólo soy experta en Artes Marciales, pero...
-Responderé a esas preguntas: tu juventud y tu virginidad son condiciones fundamentales para una cazadora de vampiros; durante muchos siglos, se ha intentado derrotar definitivamente a estos engendros del demonio, casi sin resultados. Han pasado ya seis generaciones de asesinas de vampiros, tú eres la última. La Séptima Generación. Y cuentas con algo que jamás nadie ha logrado utilizar correctamente.- dijo, abriendo un pequeño cofre de oro - La Hostia Consagrada.
-¿Por qué no?
-Porque las Cazadoras siempre fueron mujeres seglares, el resto es fácil de deducir.
-Voy entendiendo...
-Hay una leyenda que dice que San Antonio de Padua, en su peregrinar por el mundo, al pasar por España, no teniendo con qué sustentar su viaje, vendió a un abad una cadena de oro, con una cruz muy bella, que encajaba perfectamente en una Teca tachonada en piedras preciosas, que probablemente haya sido el obsequio de alguna acaudalada y piadosa familia. Tan valioso tesoro está en mi poder desde el día en que fui admitido como novicio de la orden... míralo...
-¡Es bellísimo! (“La joya parece brillar con más intensidad en mis manos...”)
-Lo sé. Más, ya no debe quedarse aquí... Clarisa, tienes que conservarlo tú misma.
-¡¿Yo?!
-Ahora estás autorizada para eso, ¿o se te olvida que eres ministro de la Eucaristía?
-¡Claro que no!
-Entonces, escucha con atención lo que voy a decirte: la llevarás contigo siempre, con al menos una Hostia Consagrada.
-Es un compromiso muy grande. (“¡Todo un desafío, de los que a mí me gustan!”)
-Sé que puedes afrontarlo... Sabes que la electrónica me ha gustado siempre. Por eso, esta Teca es especial. Una suerte de Capilla del Santísimo «portátil». En el reverso, podrás ver una perilla. Sirve para encender una diminuta lamparilla roja.
-Comprendo. Muy ingenioso.
-Bien, ahora voy a colocarle Hostias suficientes, como para que estés protegida tú y tu familia. Tendrás la información que necesitas, en la red, busca los archivos privados del Vaticano. Esos que ayudaste a programar y diseñar.
-Te lo agradezco, Fray Fernando. Pero sigo sin comprender cómo es que, teniendo el arma al alcance de la mano, no han podido derrotarlos.
-Presumiblemente, lo haya intentado la Primera Generación: se dice que la cazadora murió en combate, pero antes logró eliminar al primer Supremo, colocándole una Hostia entre los ojos.
-Se llevó el secreto a la tumba...
-Eso se cree... Bien, ya está. - el anciano sacerdote cuelga la dorada cadena, en el cuello de Clarisa - Vete en paz, hija, y que DIOS te bendiga.
Paralelamente, Melissa Sotomayor regresa a su casa.
-¡Ah, hija! ¡Por fin llegas! ¿Qué te entretuvo?- pregunta la madre.
-Conocí a una muchacha... parece que seremos buenas amigas.
-¿Quién es?- pregunta Richie, quien sale para regresar al puerto.
-Creo que tú la conoces... Clarisa Suárez.
-¡¿Conociste a Clarisa?! ¡¿Dónde?! (“¡Hermanita, te amo!”)
-Esta mañana, en la Catedral.
-¿Hablaste con ella?
-Muy poco, pero lo suficiente para saber que es muy especial.- los dos hermanos intercambiaron una significativa mirada.
-¡Pues sí que debe serlo, para que te muestres tan interesado en ella, hijo - exclamó la madre.
-Sí, supongo que sí... ¡Ya debo irme! (“No despertaré sospechas antes de tiempo”) - el muchacho se retira.
-Melissa, ¿estás pensando en lo mismo que yo? -¡Ahá!
-¡Hmm! ¡Richie, de nuevo enamorado!... ¡Hhhhhhh!... ¡Nos esperan más dolores de cabeza!
-Yo no seria tan pesimista. Esa chica tiene el futuro muy claramente señalado: juraría que está para meterse a monja, es más, habla como si lo fuera.
-¿Crees que Richie también lo haya notado?
-No, está muy deslumbrado. De todos modos, tarde o temprano, la propia Clarisa será quien se encargue de hacerle poner los pies sobre la tierra.
-Eso espero.- suspiró la madre- será mejor que me cambie, ¿vienes?
-¡Claro! - la señora Sotomayor, y su hija menor se dirigen hacia el interior de la mansión.
Camino al Real Club Náutico de Palma, Ricardo no puede quitarse a Clarisa de la cabeza.
-(“He llamado a su casa, pero no estaba... ¡Linda, ¿dónde te has metido, por el amor de Dios?!... ¡Quiero volver a verte!... ¡Sólo espero que no hayas ido a casa de ese idiota... ¡Hmmm!... El domingo es muy probable que volvamos a estar juntos... Mi padre acaba de decidir, el no asistir a la fiesta de puesta de largo de la hija de uno de los socios de la empresa a la que Clarisa no podrá faltar... ¡Bella!... Seguramente, te vestirás como una princesita de cuento de hadas... pienso bailar contigo toda la noche... ¡A pesar de tu novio!”) - suspira mientras conduce.
El teléfono en casa de Clarisa suena continuamente, el contestador automático está lleno de mensajes a los que nadie escucha.
En casa de Tomy, no le esperan buenas noticias: el niño ha tenido una recaída, que lo obliga a permanecer inconsciente. Su cuarto ya parece un hospital.
-¡No sé qué hacer! - solloza la madre - Ha tenido dos transplantes de médula ósea, y la enfermedad sigue avanzando, ¡estoy desesperada!
-¿No hay nada que se pueda hacer? (“Tanta indefensión es muy sospechosa...”)
-Los médicos están probando una nueva droga, pero no me han dado muchas esperanzas...
-(“¡Huelo a falta de Sacramentos!”) Sandra, ¿Tomy está bautizado?
-Su padre y yo hemos decidido que tomara esa resolución cuando fuera mayor.
-(“¡Bingo!”)¡Eso lo explica todo!
-¿Qué cosa?
-Para curarse, Tomy necesita la Gracia Sacramental del Bautismo.
-¿Tú Crees?
-¡Estoy segura!
-¡No! – exclama el padre, apareciendo por detrás de una cortina divisoria – Mi hijo no necesita de tradiciones inútiles, para salvar su vida.
-(“¡Señor, dime algo, por favor!”) El Bautismo es mucho más que eso, no puede negársele... He visto muchas veces a niños desahuciados, sanar casi instantáneamente, después de ser bautizados.
-¡Eso es algo que tengo que verlo, para creerlo, jovencita!
-Tal vez Dios esté queriendo demostrarle lo que es capaz de hacer por uno de sus pequeños. (“¿Quiere guerra?... ¡Guerra es lo que va a tener!”)
-¡¿Qué puedes saber tú de Dios?! ¡Eres una niña que muy poco conoce de la vida! ¡Te conservan en una burbuja de cristal, y duermes en camita de oro! ¡¡Paseas a caballo, mientras mi hijo se muere!!
-(“¡Bueno, parece que vamos a combatir el fuego, ¡con fuego!!”) ¡¿Qué clase de padre es usted?! ¡¿Quién diablos cree que es, para negarle a su propio primogénito, una única posibilidad de vida?! Tal vez sea todo lo que se pueda hacer... pero si usted, evidentemente, desea ver morir a su hijo, yo soy muy débil para impedírselo... Sé que Sandra y usted están divorciados, y hasta antes de que Tomy enfermara, ambos peleaban por su custodia; también sé que cuando Sandra ganó el juicio, usted comenzó a molestarla, y a amenazar con secuestrar al niño. Su odio hacia Sandra es tal, que ya no le importa su hijo, sólo porque lleva la sangre de su mujer. ¡Con tal de hacerle daño, ¡usted no movería un dedo por salvar a su hijo!! ¡¡Usted desea ardientemente que Tomy muera, para ver sufrir a su ex esposa!! (“No me gusta ser tan dura, pero siempre resulta...”)
-¡¡¡Basta ya!!! - grita él y rompe a llorar como una criatura- ¡Mi hijito!... ¡Mi bebé!... ¡No te mueras Tomy, ¡por favor!!
-(“¡Uff! ¡Gracias, Señor!”) - piensa Clarisa. En ese momento, Sandra le alcanza el teléfono.
-Por favor, llama al cura.
-¡No tienes que pedírmelo!- accede la joven, y marca el número del convento franciscano- ¿Hola?... Necesito hablar con Fray Fernando Ridruejo... Clarisa Suárez Ripoll... se lo agradezco...
-¿Clarisa?
-Sí, soy yo, Fray Fernando.
-¿Qué necesitas?
-Que vengas con tus ornamentos y el maletín de campaña, a la casa de los Villalba.
-¿Qué sucede?
-Un bautizo de urgencia.
-Es el pequeño Tomy, ¡en diez minutos estoy allí!
-¡Gracias!
-¡Hasta luego! - concluida la comunicación, Clarisa lo dispone todo para recibir al sacerdote.
-¿Necesitas algo más?- pregunta Sandra.
-Sólo un último favor... de parte de los dos.
-¿Cuál?
-Quiero que se confiesen.
-Hace años que no lo hacemos...
-Con más razón todavía, deben hacerlo y comulgar... - suena el timbre - Ese debe ser el padre Fernando.
-Yo le abriré... - dice el padre del niño - ¡Oh! ¡Alex! - sorpresivamente, junto con el padre Fernando, ha venido un joven novicio de la orden, que es hermano menor del padre de Tomy.
-Vine a que cumplas tu promesa, si es que no se te olvidó...
-¡Claro que no! - el abrazo es inevitable.
Fray Fernando los deja solos, y pasa a la habitación del enfermito.
-¡Fray Fernando! - Clarisa besa las manos del sacerdote.
-¿Ya tienes todo listo?
-Sí, sólo falta un detalle.
-Dime.
-Los padres van a confesarse antes de la ceremonia.
-Perfecto.
-Parece que mi marido ya lo está haciendo... - comenta Sandra, contemplando a los dos hermanos, al parecer, más unidos que nunca - ¡Es un milagro! Hasta ayer estaban peleados… bueno, en realidad, él estaba enfadado, nunca aceptó la vocación sacerdotal de Alex, pero lo puso furioso que decidiera marcharse con los franciscanos a poco de ordenarse...
-Eso veo... (“¡Cómo San Antonio de Padua!”) Clarisa.
-¿Sí?
-Prepara al niño.
-Lo haré.- la madre y el sacerdote se apartan a un rincón del cuarto. Clarisa se sienta en la cama y le toma las manos al niño. La hermosa criatura yace en su lecho de enfermo. Cuando el efecto de la quimioterapia no había hecho que se le cayera, tenía una melena enrulada color rojo fuego, sus ojos aún cerrados, eran de color verde mar y su apariencia la de un verdadero angelito.
-Tomy, soy yo... Sé que puedes oírme... pronto vas a mejorar... ¿Sabes una cosa?... Jesús vendrá a visitarte... Él te va a curar, como lo hizo con el paralítico, el ciego y los leprosos, ¿recuerdas? Él vendrá pronto, y tienes que estar listo para recibirlo... ¡intenta despertar, por favor! - el poder sanador del Sacramento de la Reconciliación comienza a manifestarse. Tomy abre los ojos.
-Clarisa... Y, ¿Jesús?
-¡Ya viene! (“¡Está aquí! ¡Puedo sentir su forma de obrar!”)
-Pónme el chándal blanco, ¡no quiero que me vea en pijama!
-De acuerdo. – Clarisa viste al niño, mordiéndose los labios para parecer seria.
-Mira, el cura ¡también se viste de blanco!
-¡Claro que sí! ¡Él es quien trae a Jesús!
-¿Cómo?
-Hmm... Es difícil de explicar...
-¡Oye, ¿no era que lo sabías todo?!
-Nadie es perfecto, lo que no significa que no sepa responderte. - Clarisa, a una señal del sacerdote, abre el maletín de campaña – Observa: éstas son las herramientas de trabajo del cura, pero para usarlas, tiene que suceder algo.
-¿Qué?
-Jesús tiene que venir y «meterse» dentro del cura...
-Y en ese poquillo de pan.- afirmó Tomy
-Exacto.
-¿Cómo lo hace?
-Eso no lo sé. Es un misterio.
-¿Un misterio?
-Sí, un misterio.
-¿Por qué?
-Nadie lo sabe.
-Los curas, ¿tampoco?
-Creo que algo más conocen. Yo sólo sé que es algo que debemos creer, aunque no podamos verlo, y estoy segura de que es verdad.
-Yo también.
-Eso es bueno.
-¡Tomy, despertaste! - la madre lo abraza. Ambos padres no dan crédito a sus ojos y oídos. Fray Fernando inicia la ceremonia.
-¿Qué nombres le impondrán?
-Tomás... - comienza a decir el padre y mira de reojo a su hermano - Francisco.
-Tomás Francisco... Yo te bautizo... En el Nombre del Padre... Del Hijo... Y Del Espíritu Santo... - unos minutos más tarde, Tomy es invitado a hacer su Primera Comunión - Tomy, ¿quieres recibir a Jesús?- pregunta el sacerdote.
-Sí, ¡yo quiero a Jesús, ahora!- responde el pequeño, impaciente.
Fray Fernando levanta la blanca Hostia con sus arrugadas manos.
-Mira bien, Tomy, allí está Jesús.- murmura Clarisa, al oído del niño.
-Tengo miedo.
-No hay nada que temer, todo saldrá bien.
-Tomy, El Cuerpo de Cristo.
-Amén.- Tomy, temblando de emoción, comulga por primera vez. Clarisa sonrie, satisfecha - Tengo mucho sueño.
-Sería mejor que lo dejáramos dormir hasta que venga el médico.- sugirió el padre.
-Es buena idea. - confirma Clarisa y todos se retiran.
-Ya debo irme, ¿me acompañas, Clarisa?
-¡Desde luego, Fray Fernando! - los dos se despiden, suben al auto, y marchan hacia el orfanato - Estuve hablando con el Obispo, me dijo que tenías algo para mí.
-Es verdad, pequeña... Algo te preocupa, y no es ni Tomy, ni tu novio...
-¡No puedo ocultarte nada!... Están sucediendo cosas muy, muy extrañas...
-Desde que llegaste de Roma...
-Sí... No puedo dormir... Tengo pesadillas espantosas... Parecen tan reales… Esta última semana, se detuvieron, pero comenzaron cosas peores...
-Tu carne se mortifica, y no sabes por qué...
-En los últimos días... han desaparecido personas jóvenes... mi amiga Pamela Torres, entre ellas... pero yo las veo cuando estoy orando ante el Santísimo... Hace años que este tipo de cosas no me sucede…
-Eso confirma mis sospechas... Estás recuperando tus recuerdos, no debes tener miedo… Acompáñame al Templo. - Clarisa lo sigue, bastante ansiosa. Juntos, caminan hacia la Sacristía.
-Tengo que volver a revelarte un secreto muy importante: No eres una persona común y corriente, has nacido con una misión fundamental, para la cual estás extraordinariamente dotada.
-¿Cuál es esa misión, Fray Fernando?... Siempre me han hablado de ella… usted creerá que me estoy volviendo loca, pero hasta mi abuela Clara, en una visión, me dijo casi sus mismas palabras…
-No creo que estés loca, hijita… sólo estás volviendo a la normalidad de tu estado… Tu abuela Clara hacía lo mismo que tú debes hacer…
-¿Qué cosa?
-Cazar vampiros.
-¡¿«Cazar vampiros»?!
-Sí, hija mía. Puede parecerte una tontería, incluso creer que no existen...
-De ningún modo, Fray Fernando... Las Pesadillas... tienen que ver con los vampiros... sueño que mis amigos son vampiros, mi novio incluido, por eso creo que huyo de él.
-Están muy cerca de ti, pero tú tienes las armas necesarias para luchar contra ellos.
-Pero, ¿cómo vencerlos? ¿Qué debo hacer? Sólo soy experta en Artes Marciales, pero...
-Responderé a esas preguntas: tu juventud y tu virginidad son condiciones fundamentales para una cazadora de vampiros; durante muchos siglos, se ha intentado derrotar definitivamente a estos engendros del demonio, casi sin resultados. Han pasado ya seis generaciones de asesinas de vampiros, tú eres la última. La Séptima Generación. Y cuentas con algo que jamás nadie ha logrado utilizar correctamente.- dijo, abriendo un pequeño cofre de oro - La Hostia Consagrada.
-¿Por qué no?
-Porque las Cazadoras siempre fueron mujeres seglares, el resto es fácil de deducir.
-Voy entendiendo...
-Hay una leyenda que dice que San Antonio de Padua, en su peregrinar por el mundo, al pasar por España, no teniendo con qué sustentar su viaje, vendió a un abad una cadena de oro, con una cruz muy bella, que encajaba perfectamente en una Teca tachonada en piedras preciosas, que probablemente haya sido el obsequio de alguna acaudalada y piadosa familia. Tan valioso tesoro está en mi poder desde el día en que fui admitido como novicio de la orden... míralo...
-¡Es bellísimo! (“La joya parece brillar con más intensidad en mis manos...”)
-Lo sé. Más, ya no debe quedarse aquí... Clarisa, tienes que conservarlo tú misma.
-¡¿Yo?!
-Ahora estás autorizada para eso, ¿o se te olvida que eres ministro de la Eucaristía?
-¡Claro que no!
-Entonces, escucha con atención lo que voy a decirte: la llevarás contigo siempre, con al menos una Hostia Consagrada.
-Es un compromiso muy grande. (“¡Todo un desafío, de los que a mí me gustan!”)
-Sé que puedes afrontarlo... Sabes que la electrónica me ha gustado siempre. Por eso, esta Teca es especial. Una suerte de Capilla del Santísimo «portátil». En el reverso, podrás ver una perilla. Sirve para encender una diminuta lamparilla roja.
-Comprendo. Muy ingenioso.
-Bien, ahora voy a colocarle Hostias suficientes, como para que estés protegida tú y tu familia. Tendrás la información que necesitas, en la red, busca los archivos privados del Vaticano. Esos que ayudaste a programar y diseñar.
-Te lo agradezco, Fray Fernando. Pero sigo sin comprender cómo es que, teniendo el arma al alcance de la mano, no han podido derrotarlos.
-Presumiblemente, lo haya intentado la Primera Generación: se dice que la cazadora murió en combate, pero antes logró eliminar al primer Supremo, colocándole una Hostia entre los ojos.
-Se llevó el secreto a la tumba...
-Eso se cree... Bien, ya está. - el anciano sacerdote cuelga la dorada cadena, en el cuello de Clarisa - Vete en paz, hija, y que DIOS te bendiga.
Paralelamente, Melissa Sotomayor regresa a su casa.
-¡Ah, hija! ¡Por fin llegas! ¿Qué te entretuvo?- pregunta la madre.
-Conocí a una muchacha... parece que seremos buenas amigas.
-¿Quién es?- pregunta Richie, quien sale para regresar al puerto.
-Creo que tú la conoces... Clarisa Suárez.
-¡¿Conociste a Clarisa?! ¡¿Dónde?! (“¡Hermanita, te amo!”)
-Esta mañana, en la Catedral.
-¿Hablaste con ella?
-Muy poco, pero lo suficiente para saber que es muy especial.- los dos hermanos intercambiaron una significativa mirada.
-¡Pues sí que debe serlo, para que te muestres tan interesado en ella, hijo - exclamó la madre.
-Sí, supongo que sí... ¡Ya debo irme! (“No despertaré sospechas antes de tiempo”) - el muchacho se retira.
-Melissa, ¿estás pensando en lo mismo que yo? -¡Ahá!
-¡Hmm! ¡Richie, de nuevo enamorado!... ¡Hhhhhhh!... ¡Nos esperan más dolores de cabeza!
-Yo no seria tan pesimista. Esa chica tiene el futuro muy claramente señalado: juraría que está para meterse a monja, es más, habla como si lo fuera.
-¿Crees que Richie también lo haya notado?
-No, está muy deslumbrado. De todos modos, tarde o temprano, la propia Clarisa será quien se encargue de hacerle poner los pies sobre la tierra.
-Eso espero.- suspiró la madre- será mejor que me cambie, ¿vienes?
-¡Claro! - la señora Sotomayor, y su hija menor se dirigen hacia el interior de la mansión.
Camino al Real Club Náutico de Palma, Ricardo no puede quitarse a Clarisa de la cabeza.
-(“He llamado a su casa, pero no estaba... ¡Linda, ¿dónde te has metido, por el amor de Dios?!... ¡Quiero volver a verte!... ¡Sólo espero que no hayas ido a casa de ese idiota... ¡Hmmm!... El domingo es muy probable que volvamos a estar juntos... Mi padre acaba de decidir, el no asistir a la fiesta de puesta de largo de la hija de uno de los socios de la empresa a la que Clarisa no podrá faltar... ¡Bella!... Seguramente, te vestirás como una princesita de cuento de hadas... pienso bailar contigo toda la noche... ¡A pesar de tu novio!”) - suspira mientras conduce.
El teléfono en casa de Clarisa suena continuamente, el contestador automático está lleno de mensajes a los que nadie escucha.
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