Libro 2 - Al Pie del Tabernáculo

19 - EXORCISMO

07:00hs.
En el convento, Fray Fernando reza en la Capilla del Santísimo. Clarisa se asoma lentamente por la puerta. El fraile percibe su inconfundible presencia y se incorpora para saludarla.
-¡Hijita! - la abraza con ternura, durante varios minutos.
-¿Todo está bien, Fray Fernando?
-Ayer, terminó matando a Monseñor Christiansen...
-¡Santo Dios! ¡¿Cómo pudo?!
-Extrañamente, el exorcista se debilitó, no sabemos por qué.
-Creo entenderlo...
-Explícate.
-Por lo que ya he experimentado, se trata de una maldición muy fuerte, con un elevado índice de seducción. Un demonio de lujuria.
-Tal vez, más de uno...
-Eso pensé...
-Intentó hacerte caer, ¿verdad?
-¡Y por poco lo logra!
-¿Cómo lo hace?
-Por lo visto, juega con la belleza física de Jordi.
-¿Sus ojos?
-No sólo eso. Multiplica todos sus atractivos... su belleza, en ese momento es... ¡Hhhh!... paralizante.
-No deberías exponerte.
-Lo sé... Pero al parecer, le teme a mi presencia... ¡Está aquí!
-Sí, han logrado traerlo hasta el convento.
-Al menos estaremos un poco más seguros. ¿Exponemos el Santísimo?
-¡Ya mismo!
-¡Date prisa! Aquí llegan. - entre cuatro hombres fuertes, trasladaron a Jordi, atado de pies y manos.
-¡Clarisa!... ¡¡Clarisa!! - llamaba el joven, aparentemente asustado - ¡¡Diles que me suelten!! - el poseso, con sus poderes, ató a todos los presentes a las columnas del templo, exceptuando a Clarisa.
-¡Oh, no! - suspiró ella, tratando de calmarse. Jordi se había desatado por sus propios medios, y caminaba desnudo y lascivo hacia la hermosa joven.
-«¡Ji, ji, jí!... ¡Grupo de inútiles!... ¡já, já, já! ... ¿Creyeron que su diminuta fe lograría echarme de mi hermosa casa?...»
-¡¿Quién eres?! - preguntó Clarisa.
-«¡Lujuria!... ¡Desenfreno!... ¡Libertinaje!... ¡Sexo!... ¡Promiscuidad!... ¡Llámame como más te guste, pollita bonita!... ¡Ven!... ¡Acércate!... ¡No seas tímida!»
-¡No lo haré!
-«¡No te resistas!»
-¡No voy a obedecerte ¡no eres nadie para darme órdenes!
-«¡Muy testaruda, para ser tan joven!» - se siguió aproximando.
-¡No des un paso más! - exclamó Clarisa, aunque comenzaba a debilitarse. El enemigo la rodeó de hombres desnudos, que pugnaban por quitarle la ropa.
-«¡Divertido!»
-No debería utilizar la violencia en la casa de Dios, pero mis posibilidades de salir intacta, se reducen, y mi carisma de Discernimiento de Espíritus, ¡me dice que es absolutamente necesario que lo haga! - se puso en guardia y comenzó a luchar - (“¡Qué extraño!... ¡No puedo tocarlos!... ¡Pero ellos, sí pueden hacerlo conmigo!... ¡No son reales!... ¡tengo que llegar hasta la Custodia!”) - un triple salto mortal hacia adelante, la alejó de aquellos individuos, estaba apunto de alcanzar el Santísimo, pero Jordi se lo impidió, cruzándose frente a ella, y abrazándola con fuerza.
-«¡Astuta, muy veloz! ¡Pero no lo suficiente!» - le hablaba al oído y la acariciaba.
-¡Déjame en paz! - susurró débilmente, mientras su mano derecha se estiraba y rozaba el mármol blanco - (“¡Tengo que llegar!”)
-«¡Ni lo sueñes, bella!... ¡Tienes una piel deliciosa!... ¡Hmmmmm!»
-¡Ya basta! – Clarisa no pudo esquivar esa mirada.
-«¡Cometes un grave error! ¡Típico de tu juventud inexperta!... ¡Nunca sentirás tanto placer junto!» - la cazadora cerró los ojos.
-(“¡No puedo creer que esto esté sucediendo!... ¡Pero tengo que intentarlo!... A menos que... ¡Eso es!”) - se dejó tocar unos instantes, aunque le dió asco, así, lentamente lo hizo retroceder unos pasos - (“¡Ahora o nunca!”) - tomó la Custodia y la interpuso entre ambos - ¡Hasta siendo tan viejo, sabes poco!... ¡Eres tú el que comete un grave error! ¡Creíste que sería una chica fácil! ¡Pero, ni la belleza superficial de tu pobre víctima, podrá apartarme un sólo segundo de mi Amo! - de la Hostia Consagrada se desprendió un hermoso Arcoiris que liberó al resto de los sacerdotes, quienes corrieron a rescatarla. Siete de ellos se colocaron las estolas y comenzaron con el exorcismo, mientras Fray Fernando atendía a Clarisa.
-¡Te sacaré de aquí! - la envolvió en una casulla morada, la tomó en sus brazos, y la llevó a un patio exterior.
-¡Ya pasó todo! – suspiró Clarisa.
-¿Qué quieres decir?
-Se ha ido... Pero volverá, si Jordi regresa su casa.
-Entonces, el objeto maldito, aún está allí.
-Sí.
-¿Sabes dónde encontrarlo?
-Creo que puedo localizarlo...
-Pero primero, tienes que reponer fuerzas... ¿Te lastimó?
-No pudo. Aunque realmente era muy fuerte.
-Ese chico estaba muy indefenso.
-Opino igual.
-¿Puedes caminar?
-Estoy muy mareada...
-No intentes levantarte. Te traeré algo de comer.
-Gracias. - Clarisa cerró los ojos un par de segundos. Al abrirlos una dulce y joven monja estaba a su lado.
-¡Fue un trabajo excelente! - le dijo - Bebe esta taza de té.
-¡Gracias!... Está delicioso.
-Lo preparé yo misma... ¿te sientes mejor?
-Sí, mucho... ¿Cuál es tu nombre?
-Soy Clara... Toma este rosario y nunca olvides rezarlo, cada vez que acudas a un exorcismo.
-¡Es precioso!... No deberías desprenderte de él.
-¡Descuida! ¡Yo ya no necesito contar Avemarías, para que Dios me atienda! - la monjita caminó unos pasos y comenzó a elevarse.
-¡No te vayas, hermana Clara, quédate un poco más!
-Siempre te protegeré. Estás a mi cuidado desde el día de tu Bautizo. Me encontrarás cuándo me necesites, en cualquier lugar. - la monja desapareció.
-¡No te vayas! - la niña lloraba arrodillada.
-Clarisa! ¿Con quién hablas? - preguntó Fray Fernando.
-¡La vi!
-¿A quién?
-¡¡Era ella!!
-¡¿¿Quién??!
-¡Santa Clara de Asís!
-¿Estás segura?
-¡Segura! ¡Mira!
-¡Hhhh!... ¡Creí que estaba perdido!
-Ella me lo dio...
-¡Ven, aliméntate! - el fraile la condujo a una mesa rodeada de árboles - ¿Cómo la viste?
-Apareció a mi lado y me ofreció una taza de té... luego, me obsequió el rosario.
-¿De dónde lo sacó?
-De su hábito, colgaba del cíngulo.
-¿Te lo dió con algún propósito?
-Me dijo, que jamás olvidara rezarlo cada vez que participara de un exorcismo.
-¡Dios!... ¿ya puedes continuar?
-¡Cuando quieras!
-Perfecto, vámonos.
-¡Ya!... ¡Este postre es una delicia! - todavía con el plato en las manos, siguió al sacerdote.


-¿Ocurre algo, Richie? - preguntó Joaquín, durante el desayuno.
-Estoy intranquilo...
-¿Alguien en especial?
-No... Tal vez sean los nervios de la competencia...
-O los periodistas... - comentó Melissa - Ahora, todo mundo te ve en algún sitio con tu ex...
-No me extraña...
-¿La sigues viendo? - preguntó la madre.
-No.
-¿Seguro?
-Soy hombre de una sola mujer...
-¿Cuál?
-¡Creí que ya lo sabías!
-¡No, dime!
-La señorita Suárez Ripoll... (“Aunque delire con esos murciélagos... ¡Supersticiosa!”)
-¡¿Ella es la que te tiene inquieto?!
-En parte... ¡Ya debo irme!
-¡Que tengas suerte! - lo despidieron sus familiares.
Ricardo seguía inquieto después de una noche de insomnio. Sólo el aire salado del puerto logró tranquilizarlo.

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