Libro 2 - Al Pie del Tabernáculo
12 - NO CONFIAR EN UN HIJO, PUEDE SER FATAL.
-(“Estoy inquieto... siento que algo anda mal... es como si el haber estado tan cerca de ella, haber contado los segundos que duran sus miradas, tuviera algo más especial de lo que yo imagino... Me siento... conectado a ella... sé que en este momento está triste... llorando... tiene miedo...”) - suspiró Richie, instantes después de entregar la hoja de su examen.
-¿Niña Clarisa?
-¿Sí, Rosario? - respondió la joven, restregándose los ojos.
-Su padre al teléfono, mi niña.
-(“¡Oh, Dios!”) Gracias. - tomó el celular - ¿Papá?
-¡¿SE PUEDE SABER EN DÓNDE ESTUVISTE?! ¡¡¿EN DÓNDE DIABLOS PASASTE LA NOCHE?!!
-¡Papá, yo!...
-¡¡PAPÁ, NADA!! ¡¿EN QUÉ CAMA DORMISTE?! ¡¿CON QUIÉN TE ACOSTASTE, RAMERA INÚTIL?!! ¡¿EN DÓNDE ESTÁ TU BUENA EDUCACIÓN, TU MORAL?! ¡¿APROVECHAS UN SOLO SEGUNDO DE NUESTRA AUSENCIA PARA IR A REVOLCARTE CON ESE DON NADIE?!
-¡¡Papá!!
-¡¿DE QUÉ TE SIRVIERON CINCO AÑOS DE ESTUDIO EN EL MISMÍSIMO VATICANO?!... ¡PERO, ÓYEME BIEN, ESO SE VA A TERMINAR, JOVENCITA! ¡¡YA MISMO ESTOY VOLANDO A MALLORCA, ¡VAS A SABER QUIÉN SOY YO!!
-¡Papá, cálmate!
-¡¡AH!! ¡¡VETE HACIENDO UN TEST DE EMBARAZO, PARA CUANDO YO LLEGUE!!... ¡¡TE LLEVARÉ AL GINECÓLOGO DE TU MADRE!!... ¡¡Y, AY DE TÍ, SI LLEGAS A ESTAR ESPERANDO UN BASTARDO,¿ME OYES?!! - el señor Suárez cerró la comunicación.
-¡Papá!... ¡¡Papá!!... ¡Oh, Dios! - se puso de pie, dejó el teléfono sobre su escritorio y se asomó a la ventana - (“¡Bendita la hora en que se inventó el correo electrónico!... Sabe de sobra que puedo dejar en casa el celular, pero que jamás me separo de mi laptop... ¡Si su inquietud era tan urgente, debió enviarme un e-mail!...”) - temblaba y la vista se le nublaba.
-¿Se siente bien, mi niña? (“¡Seguro está embarazada!”)
-No, Rosario, tráeme un té, por favor.
-(“¡¿No digo?!”) ¿Digestivo?
-De tilo.
-Enseguida. - la mucama se retiró.
-(“Necesito hablar con Fray Fernando...”) - volvió a tomar el celular, y marcó el número del sacerdote - ¿Fray Fernando?
-¡Clarisa, ¿cómo estás?! ¡Se te oye mal!
-¡Necesito verte lo antes posible!
-¿Qué te sucede, hijita?
-¡Estoy muy mal, Fray Fernando! ¡Por favor, ¡tienes que venir a verme!! - Clarisa lloraba en el teléfono.
-¡Estoy en camino, llegaré, en cinco minutos!
-¡Gracias!
-Te veré entonces. ¡Quédate tranquila! - el cura cerró su celular. Clarisa, con un fuerte dolor de cabeza, comenzó a bajar las escaleras, pero se desmayó en el camino, con la consecuente rodada sobre el peligroso mármol.
-¡¡¡Mi niña, ¿Qué tiene?!!! (“Si estaba encinta, ya no lo está...”) - la mucama dejó su bandeja sobre la mesa del comedor, y corrió a intentar reanimarla. Casi enseguida, llegó Fray Fernando quien con una bendición, y la Unción de los Enfermos, logró hacerla reaccionar.
-¡Fray Femando! - lo abrazó y lloró desesperadamente.
-¡Pequeña, ¿qué te está sucediendo?!
-Creo que discutió con su padre. - informó el ama de llaves.
-¿Siempre ocurre?
-No, padre, fue esta la primera vez.
-Debió ser algo muy serio... ¿Estás mejor, hija?
-Eso creo...
-Cuidado, tienes una herida en la cabeza... aquí me traen hielo... yo te lo sujetaré... Cuéntame, ¿qué sucedió?
-Mi padre, ¡me odia!
-¡¿Cómo puedes decir eso?!
-¡Es la verdad! ¡No hay otra palabra para justificar lo que me hizo!
-Creo que tomaré esto bajo secreto de confesión. - el cura se colocó enseguida la estola morada, al ver esto, la sirvienta se retiró.
-Sé que te resulta difícil creerlo... ¡si hubieras oído tú mismo tanta cantidad de insultos!
-¿Por qué te reprendió? (“Puede estar tratando de nulificar los poderes de la Cazadora, por miedo a que a su hija se suceda lo mismo que a su madre...”)
-Por pasar la noche fuera de casa...
-¡Ah, ah, ah!
-Él cree que aproveché su ausencia para tomarme ciertas libertades.
-Comprendo.
-Está autoconvencido de que yo mantengo relaciones sexuales con mi novio y... eso no es todo... lo peor... es que... ¡Hhhh!... ¡Cree que estoy esperando un hijo!
-¿Lo cree él, o lo crees tú?
-Fray Fernando, me conoces... ¿por qué esa pregunta?
-Te desmayaste.
-Lo sé... Tuve una crisis nerviosa...
-¿Con quién estuviste? ¿Pasaste la noche con un hombre, Clarisa? Tienes por delante una misión muy importante, no sería raro que cayeras en tentación. Dime la verdad. (“Si las sospechas de su padre se confirman, la perderemos sin remedio, y habrá que esperar otros cien años...”)
-¡Ay, padrecito! ¡Si tú imaginaras lo cerca que estuve de caer! Pero no fue así, gracias a Dios.
-¿Javier?
-No, Javier, no.
-¡¿Entonces?!
-Ricardo Sotomayor.
-¡¿Cómo?!
-El corredor de motonáutica.
-¡Me dejas sin alma, hija!
-No me extraña... Estuve con él veinticuatro horas... Navegamos... pasamos el día en una isla mediterránea... buceamos... cenamos juntos... ¡En fin! No miramos la hora... Regresé lo más pronto que pude... Pero papá, pudiendo enviarme un e-mail, llamó a casa y como la torpe de Rosario suponía que yo había salido con Javier, eso le dijo... ¡Puedes imaginar el resto!... Mi gran error fue dejar el celular aquí...
-Claro... ¿Te enamoraste de Ricardo Sotomayor?
-No podría ser de otro modo...
-Y por lo que me cuentas, también él de ti...
-Así es...
-Pero Javier está en el medio...
-Por poco tiempo Fray Fernando. Lo estuve pensando muy bien. Realmente amo a Richie, ¡no podría ser feliz con nadie más! Pero...
-No sabes cómo decírselo a Javier...
-No es eso... Aún no encuentro el momento oportuno.
-¿Crees que Ricardo esté dispuesto a esperarte hasta que te cases con él?
-No se lo he preguntado, pero supongo que sí.
-¿Por qué lo supones?
-En realidad, estoy segura. Algo aquí dentro me lo dice... ¿Sabes?... me ha besado, y luego preocupadísimo, ¡me ha pedido disculpas,¡¿no es tierno?!!
-¡Es de otro planeta! - rieron los dos - Bien. Eso es todo lo que quería saber. Trataré de moderar a tu padre.
-Gracias.
-No tienes por qué.
-Disculpen. - reingresó el ama de llaves - Niña Clarisa, los médicos y su padre, han llegado.
-¡¿Médicos?!
-Deja que te atiendan esa herida, yo hablaré con tu padre.
-Está bien. (“Desconfío hasta de mi propia sombra... Encenderé el circuito de TV... No pienso sumar ningún problema más a los que ya tengo.”) Rosario, hazlos pasar, por favor, y prepárame otro té, ¿quieres? - la señora obedeció. Segundos más tarde, dos corpulentos hombres de blanco hicieron su aparición.
-Buenos días, soy el doctor Repmann, ginecólogo. – se presentó el primero, y se puso a su derecha.
-Mucho gusto.
-A sus órdenes.
-Y yo, el doctor Liú, médico clínico.
-Un placer.
-Su padre me ordenó hacerle una revisación ginecológica completa...
-Yo fui llamado por el personal doméstico, a causa de su accidente.
-Quítese la ropa. - la joven inevitablemente asustada, accedió.
-(“Nunca me gustaron las revisaciones médicas... Será por eso que no suelo enfermarme... Dos médicos... Uno joven, probablemente recién graduado y soltero, el otro, entrado en años... eso me da un poco más de tranquilidad, pero al coreano... ¡se le van los ojos!”)
-Señor Suárez...
-¡Le ha pasado algo a mi hija! ¡¿En dónde está?!
-Tranquilícese, Rodrigo, sólo estoy de visita. Como usted sabe, soy el director espiritual de Clarisa.
-¡Hhh! ¡Menos mal! ¿Habló con ella?
-Hace unos instantes.
-Supongo que habrá reprendido severamente su pésima conducta moral de estos últimos días.
-¿Reprender? ¿Pésima conducta moral? ¿De qué habla?
-¿No lo sabe?
-¿Qué tengo que saber?
-¡Ya todo el barrio debe estar enterado! (“¡Si conoceré yo el estómago resfriado de la mucama!”) ¡¡Seré abuelo de un bastardo!! ¡¡Tendré que casar a mi hija, ¡con un don nadie!!
-Señor Suárez, ¿su hija le ha dicho que está encinta?
-Fray Fernando... Creo que usted peca de ingenuo... He confiado en mi hija desde siempre... la hice educar en los mejores colegios... y desarrollar todos sus talentos, jamás le he prohibido nada... ¡Estuve ausente casi todo este último año!... Y cuando regreso, a reunirme con mi mujer, en Segunda Luna de Miel, en pleno viaje, recibo el control de la extensión de la tarjeta de crédito que le otorgué a mi niña, y descubro que en los últimos meses, ha comprado ropa para ella, juguetes, ¡ropa para bebés, ¡y comida de bebés!! ¡¡Se me ocurre llamar a Mallorca, en horas de la madrugada, y ella, no está durmiendo en casa, como una mujer decente, sino en la calle, revolcándose con quién le da la gana!! ¡Mire Padre, ¡ay de ella, si su cintura, llega a estar midiendo, un solo centímetro más, de los sesenta, con que la dejé, la última vez que le compré un vestido!!
-Señor Suárez, por favor, ¡cálmese!... - lo moderó el fraile - Su hija ha venido a verme todos los días, desde que llegó de Roma, salvo ayer...
-¡No intente protegerla, padre!
-Yo sólo digo la verdad.
-¡Ah, ¿si?! ¡¿En dónde le ha dicho que estuvo?!
-Salió a navegar.
-¿Sola?
-Con el hijo de Joaquín Sotomayor...
-¡¿Cómo?!
-Sí, lo que usted está oyendo. Se han hecho buenos amigos, durante su ausencia. ¡Usted sabe cómo son los jóvenes! Que el mar y los deportes acuáticos, el verano, las vacaciones cortas por los estudios... No miraron el reloj, eso fue todo, don Rodrigo.
-Bien, es la palabra de la Iglesia contra la mía... y la del ginecólogo más famoso del país.
-Señor Rodrigo, - interrumpió Rosario - el doctor Repmann lo espera en la sala.
-Gracias, Rosario, enseguida lo atiendo.
-(“Estoy inquieto... siento que algo anda mal... es como si el haber estado tan cerca de ella, haber contado los segundos que duran sus miradas, tuviera algo más especial de lo que yo imagino... Me siento... conectado a ella... sé que en este momento está triste... llorando... tiene miedo...”) - suspiró Richie, instantes después de entregar la hoja de su examen.
-¿Niña Clarisa?
-¿Sí, Rosario? - respondió la joven, restregándose los ojos.
-Su padre al teléfono, mi niña.
-(“¡Oh, Dios!”) Gracias. - tomó el celular - ¿Papá?
-¡¿SE PUEDE SABER EN DÓNDE ESTUVISTE?! ¡¡¿EN DÓNDE DIABLOS PASASTE LA NOCHE?!!
-¡Papá, yo!...
-¡¡PAPÁ, NADA!! ¡¿EN QUÉ CAMA DORMISTE?! ¡¿CON QUIÉN TE ACOSTASTE, RAMERA INÚTIL?!! ¡¿EN DÓNDE ESTÁ TU BUENA EDUCACIÓN, TU MORAL?! ¡¿APROVECHAS UN SOLO SEGUNDO DE NUESTRA AUSENCIA PARA IR A REVOLCARTE CON ESE DON NADIE?!
-¡¡Papá!!
-¡¿DE QUÉ TE SIRVIERON CINCO AÑOS DE ESTUDIO EN EL MISMÍSIMO VATICANO?!... ¡PERO, ÓYEME BIEN, ESO SE VA A TERMINAR, JOVENCITA! ¡¡YA MISMO ESTOY VOLANDO A MALLORCA, ¡VAS A SABER QUIÉN SOY YO!!
-¡Papá, cálmate!
-¡¡AH!! ¡¡VETE HACIENDO UN TEST DE EMBARAZO, PARA CUANDO YO LLEGUE!!... ¡¡TE LLEVARÉ AL GINECÓLOGO DE TU MADRE!!... ¡¡Y, AY DE TÍ, SI LLEGAS A ESTAR ESPERANDO UN BASTARDO,¿ME OYES?!! - el señor Suárez cerró la comunicación.
-¡Papá!... ¡¡Papá!!... ¡Oh, Dios! - se puso de pie, dejó el teléfono sobre su escritorio y se asomó a la ventana - (“¡Bendita la hora en que se inventó el correo electrónico!... Sabe de sobra que puedo dejar en casa el celular, pero que jamás me separo de mi laptop... ¡Si su inquietud era tan urgente, debió enviarme un e-mail!...”) - temblaba y la vista se le nublaba.
-¿Se siente bien, mi niña? (“¡Seguro está embarazada!”)
-No, Rosario, tráeme un té, por favor.
-(“¡¿No digo?!”) ¿Digestivo?
-De tilo.
-Enseguida. - la mucama se retiró.
-(“Necesito hablar con Fray Fernando...”) - volvió a tomar el celular, y marcó el número del sacerdote - ¿Fray Fernando?
-¡Clarisa, ¿cómo estás?! ¡Se te oye mal!
-¡Necesito verte lo antes posible!
-¿Qué te sucede, hijita?
-¡Estoy muy mal, Fray Fernando! ¡Por favor, ¡tienes que venir a verme!! - Clarisa lloraba en el teléfono.
-¡Estoy en camino, llegaré, en cinco minutos!
-¡Gracias!
-Te veré entonces. ¡Quédate tranquila! - el cura cerró su celular. Clarisa, con un fuerte dolor de cabeza, comenzó a bajar las escaleras, pero se desmayó en el camino, con la consecuente rodada sobre el peligroso mármol.
-¡¡¡Mi niña, ¿Qué tiene?!!! (“Si estaba encinta, ya no lo está...”) - la mucama dejó su bandeja sobre la mesa del comedor, y corrió a intentar reanimarla. Casi enseguida, llegó Fray Fernando quien con una bendición, y la Unción de los Enfermos, logró hacerla reaccionar.
-¡Fray Femando! - lo abrazó y lloró desesperadamente.
-¡Pequeña, ¿qué te está sucediendo?!
-Creo que discutió con su padre. - informó el ama de llaves.
-¿Siempre ocurre?
-No, padre, fue esta la primera vez.
-Debió ser algo muy serio... ¿Estás mejor, hija?
-Eso creo...
-Cuidado, tienes una herida en la cabeza... aquí me traen hielo... yo te lo sujetaré... Cuéntame, ¿qué sucedió?
-Mi padre, ¡me odia!
-¡¿Cómo puedes decir eso?!
-¡Es la verdad! ¡No hay otra palabra para justificar lo que me hizo!
-Creo que tomaré esto bajo secreto de confesión. - el cura se colocó enseguida la estola morada, al ver esto, la sirvienta se retiró.
-Sé que te resulta difícil creerlo... ¡si hubieras oído tú mismo tanta cantidad de insultos!
-¿Por qué te reprendió? (“Puede estar tratando de nulificar los poderes de la Cazadora, por miedo a que a su hija se suceda lo mismo que a su madre...”)
-Por pasar la noche fuera de casa...
-¡Ah, ah, ah!
-Él cree que aproveché su ausencia para tomarme ciertas libertades.
-Comprendo.
-Está autoconvencido de que yo mantengo relaciones sexuales con mi novio y... eso no es todo... lo peor... es que... ¡Hhhh!... ¡Cree que estoy esperando un hijo!
-¿Lo cree él, o lo crees tú?
-Fray Fernando, me conoces... ¿por qué esa pregunta?
-Te desmayaste.
-Lo sé... Tuve una crisis nerviosa...
-¿Con quién estuviste? ¿Pasaste la noche con un hombre, Clarisa? Tienes por delante una misión muy importante, no sería raro que cayeras en tentación. Dime la verdad. (“Si las sospechas de su padre se confirman, la perderemos sin remedio, y habrá que esperar otros cien años...”)
-¡Ay, padrecito! ¡Si tú imaginaras lo cerca que estuve de caer! Pero no fue así, gracias a Dios.
-¿Javier?
-No, Javier, no.
-¡¿Entonces?!
-Ricardo Sotomayor.
-¡¿Cómo?!
-El corredor de motonáutica.
-¡Me dejas sin alma, hija!
-No me extraña... Estuve con él veinticuatro horas... Navegamos... pasamos el día en una isla mediterránea... buceamos... cenamos juntos... ¡En fin! No miramos la hora... Regresé lo más pronto que pude... Pero papá, pudiendo enviarme un e-mail, llamó a casa y como la torpe de Rosario suponía que yo había salido con Javier, eso le dijo... ¡Puedes imaginar el resto!... Mi gran error fue dejar el celular aquí...
-Claro... ¿Te enamoraste de Ricardo Sotomayor?
-No podría ser de otro modo...
-Y por lo que me cuentas, también él de ti...
-Así es...
-Pero Javier está en el medio...
-Por poco tiempo Fray Fernando. Lo estuve pensando muy bien. Realmente amo a Richie, ¡no podría ser feliz con nadie más! Pero...
-No sabes cómo decírselo a Javier...
-No es eso... Aún no encuentro el momento oportuno.
-¿Crees que Ricardo esté dispuesto a esperarte hasta que te cases con él?
-No se lo he preguntado, pero supongo que sí.
-¿Por qué lo supones?
-En realidad, estoy segura. Algo aquí dentro me lo dice... ¿Sabes?... me ha besado, y luego preocupadísimo, ¡me ha pedido disculpas,¡¿no es tierno?!!
-¡Es de otro planeta! - rieron los dos - Bien. Eso es todo lo que quería saber. Trataré de moderar a tu padre.
-Gracias.
-No tienes por qué.
-Disculpen. - reingresó el ama de llaves - Niña Clarisa, los médicos y su padre, han llegado.
-¡¿Médicos?!
-Deja que te atiendan esa herida, yo hablaré con tu padre.
-Está bien. (“Desconfío hasta de mi propia sombra... Encenderé el circuito de TV... No pienso sumar ningún problema más a los que ya tengo.”) Rosario, hazlos pasar, por favor, y prepárame otro té, ¿quieres? - la señora obedeció. Segundos más tarde, dos corpulentos hombres de blanco hicieron su aparición.
-Buenos días, soy el doctor Repmann, ginecólogo. – se presentó el primero, y se puso a su derecha.
-Mucho gusto.
-A sus órdenes.
-Y yo, el doctor Liú, médico clínico.
-Un placer.
-Su padre me ordenó hacerle una revisación ginecológica completa...
-Yo fui llamado por el personal doméstico, a causa de su accidente.
-Quítese la ropa. - la joven inevitablemente asustada, accedió.
-(“Nunca me gustaron las revisaciones médicas... Será por eso que no suelo enfermarme... Dos médicos... Uno joven, probablemente recién graduado y soltero, el otro, entrado en años... eso me da un poco más de tranquilidad, pero al coreano... ¡se le van los ojos!”)
-Señor Suárez...
-¡Le ha pasado algo a mi hija! ¡¿En dónde está?!
-Tranquilícese, Rodrigo, sólo estoy de visita. Como usted sabe, soy el director espiritual de Clarisa.
-¡Hhh! ¡Menos mal! ¿Habló con ella?
-Hace unos instantes.
-Supongo que habrá reprendido severamente su pésima conducta moral de estos últimos días.
-¿Reprender? ¿Pésima conducta moral? ¿De qué habla?
-¿No lo sabe?
-¿Qué tengo que saber?
-¡Ya todo el barrio debe estar enterado! (“¡Si conoceré yo el estómago resfriado de la mucama!”) ¡¡Seré abuelo de un bastardo!! ¡¡Tendré que casar a mi hija, ¡con un don nadie!!
-Señor Suárez, ¿su hija le ha dicho que está encinta?
-Fray Fernando... Creo que usted peca de ingenuo... He confiado en mi hija desde siempre... la hice educar en los mejores colegios... y desarrollar todos sus talentos, jamás le he prohibido nada... ¡Estuve ausente casi todo este último año!... Y cuando regreso, a reunirme con mi mujer, en Segunda Luna de Miel, en pleno viaje, recibo el control de la extensión de la tarjeta de crédito que le otorgué a mi niña, y descubro que en los últimos meses, ha comprado ropa para ella, juguetes, ¡ropa para bebés, ¡y comida de bebés!! ¡¡Se me ocurre llamar a Mallorca, en horas de la madrugada, y ella, no está durmiendo en casa, como una mujer decente, sino en la calle, revolcándose con quién le da la gana!! ¡Mire Padre, ¡ay de ella, si su cintura, llega a estar midiendo, un solo centímetro más, de los sesenta, con que la dejé, la última vez que le compré un vestido!!
-Señor Suárez, por favor, ¡cálmese!... - lo moderó el fraile - Su hija ha venido a verme todos los días, desde que llegó de Roma, salvo ayer...
-¡No intente protegerla, padre!
-Yo sólo digo la verdad.
-¡Ah, ¿si?! ¡¿En dónde le ha dicho que estuvo?!
-Salió a navegar.
-¿Sola?
-Con el hijo de Joaquín Sotomayor...
-¡¿Cómo?!
-Sí, lo que usted está oyendo. Se han hecho buenos amigos, durante su ausencia. ¡Usted sabe cómo son los jóvenes! Que el mar y los deportes acuáticos, el verano, las vacaciones cortas por los estudios... No miraron el reloj, eso fue todo, don Rodrigo.
-Bien, es la palabra de la Iglesia contra la mía... y la del ginecólogo más famoso del país.
-Señor Rodrigo, - interrumpió Rosario - el doctor Repmann lo espera en la sala.
-Gracias, Rosario, enseguida lo atiendo.
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