Libro 2 - Al Pie del Tabernáculo

10 - PUNTO SIN RETORNO


-¡Niña Clarisa! ¡Qué placer volver a verla!
-¡Gracias, Rosario! ¿Cómo está tu nieta?
-¡Uyyy! ¡Más que traviesa!
-¡Algo normal en una niña de su edad! A propósito, sé que pronto cumplirá años.
-Siete. ¡Ni más, ni menos!
-Por eso le compré unas insignificancias.
-¡Oh, mi niña, no debió molestarse!
-¡Pero si no es molestia, Rosario! - dijo Clarisa, entregándole un paquete y un sobre con una orden para retirar un PC. Subió las escaleras, ingresó a su cuarto y buscó su mejor traje de baño. -(“¡HMMM!... ¡No!... mucho brillo... Muy opaco... Demasiado armado... muy chillón... Bastante aburrido... necesito algo un poco más audaz... Tiene que estar por aquí... ¡Sí!... ¡Inmejorable!... ¡Perfecto!... ¡Me encanta!... Estampado en leopardo... con un pareo igual... sandalias... gafas de sol... ¡Todo haciendo juego!... Bien... ¡Listo!... Es hora... Nadie imaginará que soy capaz de salir a estas horas hacia la playa... Esta vez, estrenaré mi Lamborghini...”) - velozmente, partió hacia el Real Club Náutico de Palma. Aparcó el vehículo. A pie, buscó el muelle. Allí mismo, se sentó a esperar al campeón, quien llegó casi de inmediato.
-Buenos días. - la saludó.
-¿Cómo estás?
-¡Mejor que nunca!
-Me alegro.
-¿Te siguió alguien?
-No.
-Perfecto, ven conmigo. - los dos se dirigieron a un yate - Pasa.
-Gracias.
-¿Cómo has estado?
-¡Muy ocupada! Últimamente, tengo muy pocos momentos libres.
-¿Cuándo regresan tus padres?
-Hacia el final del verano, según creo.
-¡Es bastante tiempo! ¿Cómo vas a hacer para ocultárselo a Javier'?
-No lo he pensado. Es más, creo que no será necesario. Nunca le han permitido poner un pie en casa.
-¡De veras no lo quieren!
-¡En absoluto!
-¿Crees que a mí me harían lo mismo?
-No.
-¿Por qué?
-Porque para ellos, eres el candidato ideal.
-Yo aceptaría con mucho gusto...
-No lo dudaría, ni por un instante...
-Y, ¿tú?
-¡Hhh! ¡Me pones en un aprieto! Tendría que pensarlo muy bien, antes de tomar una decisión así.
-Eres muy sensata.
-Lo sé. Y me alegro de serlo.
-La mañana está ideal para nadar... ¿me acompañas?
-¡Claro! Iré a ponerme el traje de baño.
-Aquí te espero. (“¡Debe ser una sirena!... ¡Preciosa!... Éste será el primer paso para llegar a tu Corazón... No tengo prisa, pero tampoco pienso detenerme... Te llevaré a la Isla de los Sueños... un paraíso que no figura en mapas, ni cartas de navegación... mi gran secreto... nadie nos encontrará allí... Podremos estar solos el tiempo que sea necesario... ¡Santo Dios! ¡Es!... ¡Lo más!... ¡Infartante que he visto en toda mi vida!...o tal vez estoy alucinando”) ¡Socorro!... ¡Eres un atentado terrorista contra mi salud física y mental! - exclamó Richie, cuando la vio salir del camarote, en bikini.
-¡Estás loco!
-¡De remate!
-¡Si sigues hablándome así, te arrojaré al agua, ¡vestido!
-De acuerdo. No volveré a decir una sola palabra al respecto. Pero tendrás que atenerte a las consecuencias.
-¿Consecuencias?
-Causo efectos colaterales.
-(“¡Los experimenté!”) ¡No te tengo miedo!
-¡Ya lo veremos! - respondió Ricardo, quitándose la camisa. Clarisa contuvo la respiración.
-(“¡Wow!... ¡No podré resistir demasiado tiempo esta situación!... ¡Es perfecto!”) ¡Bueno! ¡Al agua! - concluyó intentando calmarse. Salieron a cubierta. Había un sol radiante. Ricardo, sin temor a una reacción adversa, tomó a Clarisa de la cintura.
-Siempre me gustó este paisaje.
-¡Es muy bello!
-Por la noche, tienes la sensación de tocar el cielo con las manos... - estiró el brazo y tocó el agua - ¡Brrrr! ¡Está helada!
-Entonces, aprovechemos, antes de que el sol nos suba demasiado la temperatura del cuerpo.
-(“¡¿El sol?!”) Después de ti.
-Gracias. - Clarisa, se quitó el pareo, se paró sobre la baranda, respiró hondo y se arrojó al mar - ¡Delicioso! ¡¿A qué estás esperando?!
-A nada, sólo te miraba. (“¡Tú eres el sol!”)
-¡Date prisa!
-¡Está bien! - saltó. Se sumergió y desapareció de la vista de Clarisa, para rodearla y sorprenderla, emergiendo como un tiburón hambriento.
-¡Ayy! - la abrazó repentinamente por la espalda - ¡Por favor, Richie no me des esos sustos! (“¡Casi me mata!”)
-¡Debiste ver tu cara! - rió Richie.
-¡No es gracioso!
-¡¿Es que no tienes sentido del humor?!
-¡Sí, lo tengo! - respondió ella, arrojándole agua en la cara repetidas veces.
-¡Ya veo!... Sigue así... ¡Y verás lo que te ocurre!
-¿Es una amenaza? ¡¿Qué vas a hacer?!
-Te ahogaré.
-¡Ah, ¿Sí?!
-Tendrás que salir del agua, tosiendo.
-¡Mira qué miedo tengo! ¡Estoy temblando!
-¡Bien! ¡Tú lo has querido! - nuevamente, se arrojó sobre ella, la aprisionó entre sus fuertes y bronceados brazos, y la sumergió, a pesar de su enérgica resistencia. Treinta segundos después, la liberó. Clarisa emergió tosiendo, con el rostro y los ojos enrojecidos.
-¡Te lo dije!... Te ayudaré a subir la escalerilla. - Clarisa seguía tosiendo - Despacio... Así... - la tomó en sus brazos, y la sentó en la reposera - Espérame aquí. - se dirigió al interior de la embarcación, y buscó una bata de toalla, regresó y la abrigó - ¿Estás bien?
-Creo que sí...
-¿Tragaste mucho agua?
-¡Medio Mediterráneo!
-Te serviré un refresco.
-Gracias. – bebió lentamente. Ricardo no dijo una sola palabra, pero la miraba fijamente a los ojos y le sonreía con su mayor dulzura. Clarisa trató de ignorarlo, cerrando los suyos, pero sentía su presencia y hasta su respiración agitada. La paciencia comenzaba a agotársele. Finalmente, con el corazón en la boca, se calzó las gafas de sol y se quitó la bata, dispuesta a broncearse. El campeón de motonáutica en ningún momento dejó de admirarla.
-(“¡Mi reina!... Te resistes... ¡Eso hace que me gustes aún más!... Bien, creo que pondré proa a la isla de los Sueños...”) - se incorporó para dirigirse a la cabina de mando. Veinte minutos más tarde, volvió a cubierta.
-(“¡Hmmm!... ¡Morena preciosa!... Seduces como una fiera, y eres tan tierna como una gatita... Vamos a ver si sabes ronronear... Soy experto en caricias y cosquillas...”) - se le acercó, y se arrodilló sobre el piso de la cubierta, junto a la reposera - (“Parece que duerme profundamente... lo comprobaré...”) - acarició la piel morena y aterciopelada de la joven, una y otra vez, hasta despertarla.
-¡Hmmmm!
-Es peligroso que te duermas al sol, especialmente a estas horas. - susurró al oído de Clarisa, quien lentamente se incorporó.
-Le toca el turno a la espalda...
-¿Te ayudo con el protector solar?
-Sí, claro.
-En un par de horas desembarcaremos a almorzar en esa isla.
-Se ve muy hermosa.
-(“¡No tanto como tú!”) Es mi lugar favorito.
-¿Siempre vienes aquí solo?
-Cuando me harto de la prensa... cuando estoy triste.
-Y, ¿ahora?
-Ahora... estoy junto a una mujer que amo... y no ha hecho otra cosa más que darme calabazas... - sus labios rozaban el cuello de Clarisa al hablar.
-Ricardo, por favor...
-¿Qué?
-Vas a acabar con mi paciencia...
-¡Ah, ¿si?! ¿Piensas arrojarme al agua?... ¿Ahogarme?... o... tienes ganas de abrazarme y besarme, hasta dejarme sin respiración...
-¡Basta, por favor! - Clarisa, temblando, se puso de pie y corrió hacia el camarote. Ricardo fue tras ella.
-Pequeña... ¡No te pongas así!... No quise herirte, de verdad... - se sentó junto a la joven y la tomó de las manos - Sabes muy bien lo que siento por ti... Te lo he dicho más de una vez... Y por tu actitud hacia mí, al arriesgarte a venir aquí, tengo la sensación de que puedes corresponder a mis sentimientos... Tu mirada no puede engañarme... ¡Olvídate de él! No merece la pena... Tienes todo lo que quieres, incluyéndome a mí... ¡No necesitas a un patán como él!... - el muchacho bajó la cabeza y cerró los ojos - ¡No quiero que te arruine la vida!... ¡No lo voy a permitir!
-¡Hhhh!... Es cierto... Yo tampoco quiero arruinarme la vida... pero en este momento, me siento acorralada...
-¿Necesitas tiempo?
-Sí... Tiempo para pensar... Tiempo para desapegarme de Javier.
-¿Cuánto?
-No lo sé... Quiero hacer las cosas como corresponde. Aunque se lo merezca, no quiero engañarlo. No es así como fui educada. Después de eso, será lo que tú quieras.
-¿No puedes... anticiparme nada?
-¿Como qué?
-Hmmm... un paseo por la playa desierta al anochecer...
-No sé...
-A la luz de la luna llena... solos... tú y yo... ¡Sin fotógrafos!
-La idea suena muy tentadora...
-Cenaremos bajo las estrellas, al calor de una fogata...
-¡Imposible decirte que no!
-¡Bien!
-Ahora, voy a seguir tomando sol, si no te molesta...
-¡Claro que no, muñequita! - Ricardo se puso de pie, mientras la observaba - (“Prometo que serás la mujer más feliz del mundo, ¡o dejo de llamarme Ricardo Sotomayor!”) - se le acercó - ¿En qué estábamos, antes de que nos interrumpiera tu enojo?
-Creo que me estabas pasando el protector solar en la espalda...
-¡Vaya trabajo insalubre, y perjudicial para la salud!
-¡¿Perjudicial?!
-Es que esta carretera, tiene unas curvas muy peligrosas, ¡y yo me quedé sin frenos!
-Y sabes lo que sucede, cuando un coche se queda sin frenos en una curva muy cerrada...
-¡Pierde el control!
-Colócate el cinturón de seguridad y el casco, y tu vida estará a salvo.
-Lo intentaré... ¡Pero se me van las manos!
-¡Tranquilo! No soy la única mujer en bikini que has visto en tu vida.
-Cierto.
-¿O es que eres así con todas?
-¡Jamás! ¡Sólo te amo a ti! Nadie más ocupará tu lugar, preciosa...
-Eso espero.
-¿Eres celosa?
-No lo sé.
-¿Qué hace falta para averiguarlo?
-Es todo un misterio...
-Estamos llegando a la isla.
-¡Hhhh!... ¡Es el Paraíso!... ¡No parecía tan hermosa desde lejos!
-¡Sabía que dirías eso!... Yo la llamo «Isla de los Sueños».
-¡Es como para soñar despierto!
-Tienes toda la razón del mundo.
-¿Sólo tú conoces éste lugar?
-Hasta hoy.
-¿Por qué compartes conmigo un secreto así?
-Creo que se te parece mucho... Por fuera, llamas la atención... Y acabas por cautivar la voluntad de cuantas personas llegan a ti... Para mí, este lugar... ¡eres tú!... - con la más encantadora de sus sonrisas, se le acercó más, y le acarició el cabello. Clarisa, instintivamente, le tomó la mano para intentar detenerlo, y sólo consiguió caer en los brazos de Ricardo, y que éste le robara un apasionado beso.
-(“Bien, Clarisa, ¡ya te metiste en problemas!... ¡En encantadores problemas!... Que no volverán a repetirse, al menos por el día de hoy...”) - muy a pesar suyo, se apartó del muchacho lo más respetuosamente que pudo - ¡Hhhh!
-¡Oh, lo lamento!... ¡Yo!... ¡Yo!... ¡Hhhh! ¡No volveré a hacerlo, lo prometo! ¡No pude evitarlo!
-¡Ya somos dos! - se puso de pie tratando de calmarse, se soltó el cabello, y se dirigió al camarote - (“¡Hhhh!... ¡Dios!...¡Dios mío!... ¡Y ahora, ¿qué hago?!... ¡Todo mi cuerpo iría tras él!... pero no... Tengo que controlarme, y hacer como si nada de esto hubiera pasado... ¡Ojalá fuera tan fácil!”) - buscó su bolso y salió - ¿Almorzamos?
-¡Claro! - ambos desembarcaron en la paradisíaca isla. Al atardecer, se sentaron en un acantilado.
-Fray Fernando, diría que éste es un lugar ideal para una casa de retiros.
-¿Quién es él?
-El sacerdote que me bautizó.
-Pareces conocerlo muy bien.
-Tengo ese privilegio.
-¿Alguien sabe... esta situación?
-No.
-¿A quién se la confiarías?
-A mi mejor amiga.
-Cuéntame de ella, si es que estás en condiciones...
-Creo que sí... conocí a Pamela en una plaza, teníamos las dos cuatro años: ella estaba jugando con un perro callejero que la mordió; como vi lo que sucedía, le dije a mi padre que la lleváramos con un doctor... Fuimos inseparables desde ese día... con el tiempo, a mi madre comenzó a incomodarse la amistad que teníamos.
-¿Por qué?
-Muy simple... Pamela era pobre y de raza negra... Nacida en Marruecos... Nunca me explicaron del todo la verdadera causa de ese odio, sospecho que mi tía Rocío tuvo algo que ver en eso, ella siempre se consideró racista y hasta nazi. Pero eso no me detuvo. Como un regalo de Primera Comunión, le pedí a papá que me construyera una casa en la copa de un árbol, el más grande que encontrara en toda la isla. Allí solía jugar con ella sin que se enterara nadie, a veces también hacíamos la tarea. Varias noches, nos hemos quedado a dormir allí. Teníamos de todo: radio, tele, video, cocina, baño, aire acondicionado y calefacción... este año, íbamos a instalar el ordenador más reciente de la empresa para que ella pudiera trabajar tranquila allí... Hasta que pasó lo que pasó... Jamás podré entenderlo...
-Por lo que me contaste, parece obra de un maníaco sanguinario.
-(“¡No sabes lo cerca que estás de la respuesta correcta!”) Crueldad, con letras mayúsculas.
-¿Sospechas de alguien?
-Fue todo tan repentino, que ni siquiera lo pensé.
-Pero, ¿tienes idea de cómo sucedió?
-Para la policía, es difícil de reconstruir...
-¿Tenía novio?
-No que yo sepa.
-Pudo huir con algún muchacho.
-Me lo habría contado. Jamás hubo secretos entre nosotras.
-Es muy extraño.
-Sólo le cabe a las autoridades, la idea de un secuestro de tipo xenófobo... Era muy bella... por la calle, la piropeaban más a ella que a mí.
-¿Cuándo la viste por última vez?
-Unos días antes de su desaparición. Mis padres no se habían marchado aún, así que decidimos ir a la catedral por separado, luego de pasar por la Casa del Árbol. Ella y yo éramos las voces solistas del coro... ¡Deberías haberla oído cantar!... Todavía escucho su voz por las noches, y despierto aterrada...
-Dices que no encuentran sus restos...
-En realidad, sí los encontraron... Fray Fernando y yo fuimos a identificar el cadáver... Pero, por la noche, fue robado de la morgue del hospital. (“Odio mentir así, pero no hay otro modo de no revelar mi verdadera identidad.”)
-¿Robado?
-En efecto, los asesinos parecen no querer dejar rastros.
-¿Se pudieron establecer las circunstancias de la muerte?
-Sí, pero lo mantienen en secreto. Hay una forma de averiguarlo. Llevo varios días intentándolo, a través del ordenador. Pero no doy con la clave de ingreso al sistema de la morgue, a pesar de que yo misma lo diseñé. Es como buscar una aguja en un pajar... Sus padres sólo lograron ver una herida en el cuello de Pam y restos de sangre en su boca... el deceso tuvo que ser instantáneo. Manejo armas blancas desde muy pequeña, y jamás vi una cosa parecida...
-Me dejas pensando... Ha habido varios casos de ese tipo en la isla... Podría ser un asesino serial...
-Tal vez... O una secta satánica.
-¿Qué te hace pensar en eso?
-Sucedió cerca de una iglesia... Según la policía, los otros secuestros, también.
-Uno de los últimos, fue un seminarista diocesano, que estaba próximo a ordenarse...
-Tiene sentido... Pero ya no quiero seguir hablando de esto... ¿Te gustaría bucear?
-¡Me encantaría!
-Bien, llamaré a mi barquito por el notebook. – el «barquito» era el yate más avanzado del mercado, el más grande y más lujoso del mundo. Clarisa lo localizó y le envió las coordenadas de la isla.
-¿Vendrán aquí?
-No te preocupes, es informatizado, como «el Coche Fantástico», nadie se enterará del lugar al que se dirige.
-¡Vaya! ¿Qué hay del periodismo?
-Tranquilo, con la ropa de buceo jamás sabrán quién es quién.
-Muy astuta.
-Gracias.
-Por nada. Traeré algo de ropa de abrigo, hace frío cuando anochece.
-Te espero. - Ricardo volvió a su embarcación.
-(“¡Es perfecta!... Y no me ha rechazado... Sólo me moderó y buscó la forma de recuperar la calma... Es todo lo que un hombre puede pedir... Hmmm... Ese debe ser el «barquito»... ¡Es una maravilla!... Siempre quise navegar en uno de esos... ¿me lo permitirá?”) - pensaba Richie, mientras regresaba al acantilado.
-¡Al fin!
-Me costó subir con las manos ocupadas.
-Éste es el «Sweet Charity III».
-¡Magnífico! ¿Tienes otros dos?
-No. Es la tercera reforma del original. ¿Qué tal si lo abordamos?
-Después de ti.
-Gracias. - con un control remoto, hizo deslizar un largo puente, por el que accedieron a la nave.
-¡Formidable! ¡Es el mejor barco que jamás he visto!
-Pasa al cuarto de control, allí están los equipos de buceo.
-Bien... ¡Wow!
-Lo más avanzado en materia de navegación.
-Increíble... Sólo vi algo parecido en proyectos...
-Bueno... ¿por qué no te haces cargo del timón?
-¡¿De verdad?!
-¡Claro! Tú eres el experto, ¿no? ¡Anda!
-¡Está bien!... ¡Fantástico!
-(“¡Sabía que le gustaría!... A partir de hoy, no habrá otro capitán para el Sweet Charity, que no sea Ricardo Sotomayor...”)
-¡Hmmmm!
-¿Sucede algo?
-¡Fotógrafos!
-Solucionaré eso. – Clarisa, sin perder la calma, se sentó frente al ordenador - Polarización de cristales, ¡a la orden!
-¡Una Idea perfecta!
-Ahora, no se sabrá quién patronea el barco.
-¿Siempre estás lista para todo?
-¡Siempre! Es algo que aprendí gracias a las Artes Marciales: esperar lo inesperado.
-No necesitas decirlo. ¿Qué hora es?
-Las 19:30bs.
-¡Hhhh! Pondré el piloto automático.
-¿Vamos a cambiarnos?
-Por supuesto. - los dos se vistieron con los trajes de buceo.
-Me asomaré para ver si hay «moros en la costa». - Clarisa salió unos instantes - Tenemos vía libre.
-Entonces, podemos anclar.
-Cuando quieras.
-Ya mismo.
-E1 mar... A veces creo que no hay nada más perfecto, ni más frágil.
-¿Frágil?
-Sí, esa es la palabra... «Frágil»... Vulnerable.
-Comprendo.
-Bien. Creo que ya estarnos listos. A la cuenta e tres... uno... dos... ¡Tres! - se arrojaron al mar.


-Joaquín, ¿sabes en dónde está Richie? - preguntó la señora Sotomayor.
-Según me dijo, estaría en el club náutico, ¿todavía no llega?
-Ni siquiera vino a almorzar.
-Debe estar ocupado, sabes cómo es de responsable.
-No lo dudo.
-Deja de preocuparse, tal vez salió con una chica guapa... Te invito a cenar en un bonito restaurante de la playa.
-Buena idea, hace mucho que no salimos solos.
-Tomaré un buen baño, y te esperaré abajo.
-Perfecto. - la señora Sotomayor regresó a su escritorio.

-(“¡Hhhh!... ¡Richie, hijo mío, ten cuidado!... Sé que hice bien en darte mi aprobación, cuando me dijiste que estabas decidido a conquistar a esa muchacha... y librarla de un patán... ¡Pobre niña tan bonita!... Tan inocente como un capullo de rosa... Ese tío, seguramente la impresionó, para luego pretender quedarse con la fortuna de los Suárez... Será mejor no esperar a que Ricardo duerma en casa esta noche...”) – pensaba el magnate, en la suite matrimonial.



Clarisa y Richie juguetearon con curiosos y confiados peces de colores, durante largas horas.

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